Catalina Parr, la reina que sobrevivió al hacha de Enrique VIII de Inglaterra


Si bien todos sabemos que la próxima reina consorte de Inglaterra del siglo XXI será Catalina de Cambridge, no será esta la pionera en llevar ese nombre, pues sólo teniendo en cuenta el convulso siglo XVI, encontramos dos consortes más con el real nombre: Catalina de Aragón, la primera y repudiada esposa de Enrique VIII,…

Catalina Parr, la reina que sobrevivió al hacha de Enrique VIII de Inglaterra

Si bien todos sabemos que la próxima reina consorte de Inglaterra del siglo XXI será Catalina de Cambridge, no será esta la pionera en llevar ese nombre, pues sólo teniendo en cuenta el convulso siglo XVI, encontramos dos consortes más con el real nombre: Catalina de Aragón, la primera y repudiada esposa de Enrique VIII, y dos Catalinas más, esposas del mismo rey.

Catalina Howard, la quinta esposa, una pobre y bella jovencita sacada de un burdel, fue acusada de adulterio y terminó en la horca. Pero hubo otra Catalina, de apellido Parr. Una bella mujer de unos treinta años (algo madura para la época) muy rica y de una notable cultura. Esta mujer, tras enviudar dos veces ingresó como dama de la Corte de la reina anterior y Enrique VIII -muy propenso a mirar de reojo a las bellas damas de sus esposas- se enamoró de ella. Su madre a su vez, había sido dama de honor de la primera Catalina -la de Aragón- a quien le debía el nombre.

Catalina Parr es la única de las seis esposas de Enrique VIII que sobrevivió a su marido.

Catalina Parr estaba enamorada de otro hombre

Pero el detalle es que Catalina Parr, amaba apasionadamente a un ex cuñado del rey (Thomas Seymour, hermano de Juana, tercera esposa del rey fallecida de puerperio). Los Seymour habían alcanzado prestigio por tener a su cargo la crianza del pequeño Eduardo Tudor, hijo de Enrique VIII y Juana y futuro rey. No habría significado esto ningún inconveniente dado que Catalina era viuda, pero el rey se había fijado en ella y esto era inapelable, entonces Catalina guardo su pasión en lo más oculto de su corazón para casarse con el ya muy maduro y deteriorado Enrique en 1543. Ella tenía treinta y dos años y él, veinte años más.

No tuvieron hijos, pero ella se llevó muy bien con los tres de su flamante esposo, reconciliando a todos entre sí y mediando entre ellos. De hecho, Enrique, que la escuchaba con atención y se dejaba guiar por sus opiniones, aceptó que sus tres hijos regresaran a la Corte y vivieran juntos en familia a sugerencia de su bondadosa esposa. Fue gran amiga y confidente de la hija mayor de su esposo, María Tudor a quien le llevaba apenas cuatro años, mientras que para Isabel y Eduardo, fue ciertamente una buena madre sustituta.

Catalina murió el 5 de setiembre de 1548, tras haber enviudado tres veces.

Viuda del rey y libre para casarse otra vez

Pocos años después, en 1548, Catalina Parr enviudó tras cuidar y acompañar con devoción a Enrique VIII en la agonía, su hijastro Eduardo ascendió entonces al trono como Eduardo VI. Pasado el tiempo prudente de llantos y lutos, la dulce viuda pide permiso para casarse de nuevo, y esta vez sí, con el amor postergado, con Thomas Seymour, nada menos que tío materno del nuevo rey.

Todo parecía ir bien para el nuevo matrimonio, hasta tuvieron una hija a la que llamaron Mary, pero el amor pareció negarle la felicidad a la pobre Catalina, pues la rivalidad entre los hermanos Seymour hizo caer en desgracia a Thomas. Al parecer él, un seductor experimentado, provocó los suspiros de una jovencísima princesa Isabel, quien, poco querida por su padre -era hija de la segunda esposa de su padre, Ana Bolena- cayó en las redes de Thomas. Se dice que Catalina Parr los descubrió -nunca lo sabremos- pero esta debilidad fue aprovechada por el hermano de Thomas, Eduardo Seymour, quien lo hizo acusar de traición y mandarlo a la horca. Catalina quedó viuda una vez más.

En medio de tan profunda tristeza, Catalina muere poco después, el 5 de setiembre de 1548. A los pocos meses fallece su hijita, poniendo fin de este modo a otro amor digno de una obra de teatro que bien podría calificar de tragedia shakesperiana.

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