Amadas, impopulares, despreciadas y desconocidas: cinco reinas de Suecia que hicieron historia

Estas son las historias de Désirée, Josefina, Sofía, Victoria y Luisa, las mujeres que fueron esposas de los reyes de la dinastía Bernadotte.

En los últimos 200 años, desde el nacimiento de la familia Bernadotte como familia real, además de la actual, Silvia, Suecia tuvo cinco reinas consortes que lograron hacerse un lugar en la historia.

La primera de ellas fue la breve y atractiva reina Désirée (1777-1860), la esposa de Carlos XIV. Hija de un rico comerciante de seda de Marsella, François Clary y de su mujer Françoise Somis, y cuñada de José Bonaparte, Désirée se comprometió matrimonialmente con Napoleón Bonaparte, en 1795 pero tras el encuentro y poderoso flechazo de Napoleón con la distinguida Josefina de Beauharnais.

La reina detestaba su reino escandinavo. Una vez que conoció este helado país, volvió a su amada Francia, desde donde solía prometer que pronto volvería.

La reina viuda Hedvig (última de la anterior dinastía) dijo que inmediatamente se dio cuenta de que Désirée nunca sería feliz en Suecia: «Es amable y de buen carácter, pero parece ser una niña mimada. Se aburre en Suecia, donde ni el clima ni la sociedad son de su gusto, donde carece de su entorno anterior y de sus placeres, aunque todo se hace para complacerla. (…) Todo lo que no es francés no le gusta».

El rey Carlos Juan estaba “desesperado” y «realmente merecía un amante, una esposa más comprensiva y representativa», escribió la reina en su diario. Año tras año, Désirée hacía vagas promesas de regresar a Estocolmo, pero siempre hallaba una buena excusa para no hacerlo, y ni siquiera se presentó a su coronación en 1818. Sin embargo, un día volvió, para sorpresa de todos, llamada por los celos: tenía miedo de que su nuera le quitara el protagonismo.

La siguiente reina de los suecos fue, casualmente, Josefina de Leuchtenberg (1807-1876), nieta de aquella Josefina de Beuharnais que le había arrebatado el prometido a Désirée. Se casó con el príncipe heredero Oscar de Suecia y Noruega en Múnich en 1823 y seis días después de su llegada a Suecia tuvo que renunciar a su tercer nombre, Napoléona, debido a que Suecia se había alineado en el bando contrario a Napoleón durante las guerras de éste en Europa.

Entre las actividades de Josefina como reina se encontraban las obras de caridad, el gusto por la pintura y la promoción de las reformas propuestas por su marido. Era católica, y aunque consintió educar a sus hijos en la religión luterana, también luchó por la libertad religiosa, que fue permitida en 1860. En su vida privada, padeció la infidelidad de Óscar, quien encontró una amante en la actriz Emilie Högqvist.

Josefina de Leuchtenberg, esposa de Oscar I.

La reina que admiraba a Alemania

Sofía de Nassau (1836-1913), descendiente de grandes monarcas de otros tiempos, provenía de la antiquísima casa ducal de Nassau, de 900 años de historia, que había brindado regentes a Holanda, Inglaterra y Luxemburgo. Delicadamente educada, se casó en 1857 con el futuro Carlos XV de Suecia.

A la llegada de Sofía a la corte, la familia real sueca pasaba por un momento difícil: el rey Oscar I se encontraba muy enfermo y el gobierno era encabezado por el príncipe heredero Carlos. Sofía hizo amistad con su cuñada, la princesa Luisa, y fue su apoyo tras el fallecimiento de su único hijo varón en 1854 y la imposibilidad de tener más hijos.

Sofía de Nassau, consorte de Carlos XV.

Sofía cobró popularidad cuando decidió educar a sus hijos en una escuela privada, junto con niños hijos de ciudadanos comunes. Se mudó de Estocolmo ante los rumores de la infidelidad de Óscar. La duquesa padecía de una salud bastante débil, que fue empeorando con los años. Tenía anemia, padecía de constantes calambres, malestares óseos y coronarios. Murió en Estocolmo en 1913

Sofía de Nassau no se mostró muy de acuerdo cuando se eligió a Victoria de Baden como la prometida de su hijo mayor, el heredero Gustavo (Futuro Gustavo V), y, tras la boda y la llegada de Victoria a palacio, las relaciones entre Sofía y la nueva princesa nunca fueron buenas. Y es que Victoria de Baden, su sucesora como reina, esposa de Gustavo V, no era una mujer fácil de tratar. Victoria descendía de Gustavo Vasa, lo que aportó una buena dosis de sangre real sueca y legitimidad a la dinastía francesa de los Bernadotte.

Victoria de Baden, esposa de Gustavo V.

Victoria llegó a Estocolmo a finales de septiembre de 1881 como princesa heredera de Suecia y Noruega. Era orgullosa de su origen alemán y de su educación prusiana; poseía un fuerte temperamento. No faltaron algunas tensiones entre la nueva princesa y la familia real sueca. En la coyuntura donde la monarquía sueca perdía poder político y su cuñado renunciaba a sus derechos dinásticos por casarse con una plebeya, Victoria opinaba que la dignidad real era otorgada por Dios y ningún poder mundano podía arrebatarla o renunciar a ella.

La reina Victoria fue impopular entre un importante sector del los suecos, por su abierta política a favor de Alemania, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial. Se habló de que la reina ejercía una fuerte influencia en la política exterior de su marido, y que sus pretensiones eran promover una eventual alianza militar entre Suecia y Alemania. Realizó viajes a su tierra natal en plena guerra, lo que fue criticado por la prensa de Suecia, argumentando que la soberana se sentía más alemana que sueca. Tras la revolución de 1918, Victoria abandonó Alemania.

La primera esposa de Gustavo VI, Margarita de Inglaterra, murió antes de ser reina.

Sin embargo, se le reconoce la fortaleza de su personalidad, que le permitió soportar las más adversas situaciones. Su salud se hallaba quebrantada desde su juventud y sus embarazos fueron de alto riesgo. Durante ellos fue sometida a tratamientos con medicamentos bastante perniciosos, como el mercurio. Su hijo menor, el príncipe Erik, sufrió una débil salud durante toda su vida, quizás debido al tratamiento que su madre recibió durante el embarazo, y falleció de gripe española en edad temprana en 1918.

Mujer con un gran talento artístico, aficionada a la pintura, a la fotografía y al piano, Victoria produjo una extensa obra pictórica y fotográfica. Su trabajo fotográfico fue de gran calidad, y experimentó todas las técnicas de su tiempo.Desde su infancia tuvo una excelente educación musical, y fue una gran pianista; interpretaba completa El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner sin necesidad de leer las notas. También dedicó una parte de su vida a obras de beneficencia en Suecia, Alemania e Italia. Además de Roma, vivió en Baden-Baden y Mainau.

Lady Louise Mountbatten, segunda esposa de Gustavo VI Adolfo, la última británica que fue reina de un país europeo.

A finales de la década de 1920 su salud empeoró y tuvo que permanecer en Italia todo el tiempo. La última vez que estuvo en Suecia fue con motivo del 70 aniversario de su esposo en 1928, y murió dos años después, en Villa Svezia (Villa Suecia), su hogar en Roma.

Las británicas, las mejores reinas

La princesa germanobritánica Sibilla de Sajonia-Coburgo no fue reina a causa de la muerte trágica de su esposo.

Durante dos décadas, Suecia no tuvo una reina. Hasta que murió Gustavo V los Suecos no vieron ninguna mujer al lado del monarca, pero esa suerte se rompió cuando Gustavo VI Adolfo subió al trono acompañado por la reina Luisa. Los suecos supieron con el tiempo que las británicas suelen ser las mejores reinas.

Lady Luisa Mountbatten (1889-1965), bisnieta de la reina Victoria de Inglaterra, fue la segunda esposa de Gustavo VI Adolfo, viudo de otra princesa británica, Margarita de Connaught.

La princesa Ingrid de Suecia fue reina consorte de Dinamarca y una de las reinas más populares de ese país.

Su padre, el príncipe Luis de Battenberg, sirvió a Inglaterra en su Armada Real, pero su nombre y apellido eran alemanes, había nacido en la enemiga Alemania, hablaba con acento alemán, empleaba sirvientes alemanes y tenía vastas propiedades en el imperio alemán, por lo cual, con el paso del tiempo, se convirtió en una persona no grata en suelo británico. El rey Jorge V de Inglaterra convirtió a los padres de Luisa, Luis de Battenberg y  Victoria de Hesse, en Lord y Lady Mountbatten, Marqueses de Milford Haven.

Gustavo Adolfo y Luisa no tuvieron hijos, pero ella fue muy cariñosa con los nietos de su esposo, cuya madre murió cuando eran muy pequeños. Como reina, Luisa fue muy popular entre los ciudadanos suecos por su carácter sencillo y su sentido del humor. Tenía ciertas costumbres excéntricas, como llevar a sus muchos perros (a quienes nombró, por ejemplo, “Conde de Gripsholm” o “Señor Olsson”) escondidos en su ropa cuando viajaba al extranjero, lo que provocaba tediosos problemas en las aduanas. Era muy nerviosa, y atravesaba las calles con tal descuido, que una vez estuvo apunto de ser atropellada por un autobús en Londres.

Ella misma decía que guardaba en su bolso de mano una tarjeta con la leyenda “Soy la reina de Suecia”, para que en el caso de tener un accidente supieran quién era. Cuando su hermano, Louis Mountbatten, le preguntó por qué tenía aquella tarjeta en su bolso, ella dijo: “Bueno, si yo soy atropellada en una calle, nadie sabría quien soy, así que si buscan en mi bolso, la encontrarán”.

Al igual que su marido, la reina pasaba por las calles de Estocolmo y realizaba compras repentinas en el barrio antiguo de la ciudad, tratando con los ciudadanos. Ella y el rey salían del Palacio Real a recorrer las calles, sin la presencia de ningún guardaespaldas o alguna persona de la guardia real.Murió en 1965, ocho años antes que su esposa, y fue la última reina de sangre real que tuvo Suecia.

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Silvia de Suecia, 45 años como reina

Silvia Renata Sommerlath, quien se convirtió en reina consorte de Suecia hace 45 años, el 19 de junio de 1976, nació en Heildelberg, Alemania en 1943 en plena Segunda Guerra Mundial. De padre alemán y madre brasileña, su familia optó por emigrar a Brasil en 1945 e instalarse en Sao Paulo, donde permaneció hasta 1957.

De regreso en Alemania Occidental, Silvia inició sus estudios de idiomas en Dusseldorf cuando tenía quince años hasta graduarse con una especialización en español con tan sólo 20 años.

Dado su notable talento para los idiomas (además del alemán y el portugués, habla sueco, inglés, español y lenguaje de señas) ocupó puestos importantes en torno a las relaciones internacionales. A principios de los 70, ocupó un cargo en el Consulado argentino de Munich y de ahí pasó al comité de organización de los juegos olímpicos de verano en esa ciudad en 1972.

En 1973 asumió como suplente en la Jefatura de Protocolo de la Comisión para los Juegos Olímpicos de Invierno a realizarse en 1976 en Innsbruck, Austria. Como su cargo en los JJOO de Munich la vinculaba al cuerpo de azafatas protocolares, le tocó estar cerca de los visitantes más ilustres en los Juegos. Uno de esos visitantes extraordinarios, fue el por entonces príncipe Carlos Gustavo de Suecia. El joven rubio, esbelto y de ojos azules, tenía fama de enamoradizo y mujeriego, pero al ver a Silvia por primera vez se deslumbró -él siempre dijo que al verla, hizo un «click»- y ese mismo día la invitó a cenar.

Todo parecía en orden: Silvia era culta, hermosa, de mirada dulce y eterna sonrisa. El pequeño detalle es que, el por entonces rey Gustavo VI, no estaba convencido de que su nieto y heredero, Carlos Gustavo, se casara con una plebeya que además era tres años mayor que él. Recordemos que Carlos Gustavo perdió a su padre en un accidente de avión cuando sólo tenía un año, de modo que a la muerte de su abuelo, indefectiblemente se convertiría en rey.

Los enamorados continuaron viéndose en secreto hasta el fallecimiento del anciano rey, cuando Carlos Gustavo se comprometió siendo ya rey de los suecos y contrajo matrimonio pocos meses después, el 19 de junio de 1976 con Silvia.

La joven nunca fue princesa ya que desde el mismo momento de su boda fue reina de Suecia y ese día de verano llevó un vestido de corte sencillo de la Casa Cristian Dior, bien de los años setenta, que dejaba todo el protagonismo a la enorme tiara que llevaba en su cabeza, rodeada de camafeos y que había pertenecido a Josefina, la esposa de Napoleón.

En la gran fiesta con más de mil invitados, el grupo sueco Abba -como no podía ser de otro modo- estrenó en vivo el tema Dancing Queen, dedicado especialmente a la nueva reina (ver video). Como en toda familia real, pronto llegaron los hijos: la princesa Victoria (1977), quien fue nombrada heredera cuando los médicos dijeron que la reina no podría tener más hijos; el príncipe Carlos Felipe, quien constituyó una sorpresa para la familia (1979) y la princesa Magdalena (1982). Actualmente los reyes tienen siete nietos.

Silvia es hoy abuela de siete nietos y preside numerosas asociaciones benéficas, como por ejemplo La Casa Silvia dedicada al cuidado e investigación de la demencia y de los adultos mayores; el Fondo del Matrimonio de la Pareja Real que apoya la investigación deportiva para jóvenes discapacitados; la Fundación Mundial de la Infancia (tarea que comparte con su hija Magdalena) y colabora, patrocina o preside otras treinta organizaciones, por lo cual ya ha recibido varios Doctorados Honoris Causa.

Pero si algo caracteriza a Silvia es justamente su discreción, que junto a su sonrisa, se mantienen intactas en el tiempo pese a las acusaciones de simpatías hacia el nazismo por parte de su padre o las infidelidades del pasado de su esposo. Silvia perdona siempre, y siempre sonríe.

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El título de Julian de Suecia, emotivo tributo al príncipe que esperó 33 años para casarse

El domingo, el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia se sintió emocionado de anunciar que su octavo nieto, la más reciente incorporación a la familia real, llevará el título de Duque de Halland, que anteriormente utilizó su querido tío y mentor, el fallecido príncipe Bertil (1913-1997).

Es hermoso que la familia real haya elegido el ducado de Halland para su nuevo integrante. Sin duda, le prestaremos atención de alguna manera y le daremos una cálida bienvenida a él y a su familia en Halland cuando tengan la oportunidad”, dijo la gobernadora de la provincia, Brittis Benzler, al diario Expressen.

El ducado de Halland, que ahora ostenta el recién nacido príncipe Julian Herbet Folke de Suecia, fue entregado en 1912 por el rey Gustavo V a su nieto, Bertil, hijo del futuro rey Gustavo VI y de la princesa británica Margarita de Connaught. El príncipe fue una persona muy cercana al actual monarca, especialmente cuando perdió a su padre en un accidente de aviación.

Quién fue el príncipe Bertil, duque de Halland

Nació en 1912 en el Palacio Real de Estocolmo, fue el hijo del rey Gustavo VI Adolfo y la princesa Margarita de Inglaterra.

Nació en 1912 en el Palacio Real de Estocolmo, para consternación de quienes lo rodeaban, el príncipe Bertil fue amamantado desde el principio por su propia madre, quien murió cuando él tenía solo ocho años. Eventualmente tuvo que comenzar en el internado de Lundsberg, demostró tener una aptitud mucho mayor para patinar rápido y para saltar de pie largo y alto que para estudiar.

El príncipe Bertil también estaba muy interesado en los coches y demasiado interesado en los puros. Antes de obtener la licencia de conducir, estuvo involucrado en un accidente en el que murió un amigo de la escuela. Después de la escuela, se formó como oficial naval y terminó durante la guerra en Londres como agregado naval en la legación sueca.

Muy cerca del trono

Huérfano de padre desde que tenía pocos meses de vida, el actual rey Carlos XVI Gustavo vio al príncipe Bertil como la figura paterna más cercana y quien lo acompañó en sus primeros pasos oficiales rumbo al trono. El duque de Halland estuvo al lado de su sobrino cuando fue entronizado, en 1973, y tres años más tarde lo vio casarse con la mujer que amaba, la plebeya alemana Silvia Sommerlath.

El propio príncipe Bertil debió esperar más de treinta años para poder casarse con el amor de su vida, la británica divorciada Lilian Davies, a quien había conocido en Londres, durante la II Guerra Mundial. Casarse con ella era impensable por numerosos motivos, empezando por su origen plebeyo.

Dos de los hermanos mayores de Bertil se habían casado con mujeres que no pertenecían a la realeza y, por lo tanto, según las reglas de la época, fueron privados de sus privilegios reales y de su derecho sucesorio. Cuando su hermano mayor, el príncipe Gustavo Adolfo, murió en un accidente aéreo en 1947, Bertil y el pequeño Carlos Gustavo, de un año de edad, eran los únicos herederos posibles al trono.

Enamorada de Bertil, Lilian se divorció de su marido y se mudó con el príncipe Bertil en 1947 a la casa donde ahora viven el príncipe Carlos Felipe y su familia, Villa Solbacken en Djurgården. Tres años después, al morir el viejo Gustavo V, Gustavo VI Adolfo se convirtió en rey a los 78 años. La edad de su sobrino y su cercanía al trono hizo que Bertil, obligado por el deber, renunciara a casarse con Lilian.

Más de tres décadas de amor en silencio

Llamado por la lealtad, Bertil le prometió a su padre el rey que no se casaría con Lilian para no poner en peligro la estabilidad de la familia real. Esto, a su vez, llevó a que la relación entre él y Lilian se mantuviera en secreto, pese a vivir juntos en Suecia, y no pudieron permitirse el convertirse en padres. Durante décadas, nadie supo quién era Lilian.

El príncipe Bertil esperó a que su sobrino se casara en 1976 con la actual reina Silvia para dar el paso hacia el altar. Humildemente, el tío pidió a su sobrino permiso para casarse con una plebeya, a lo que el joven rey Carlos Gustavo accedió con placer. Ese año, Bertil y Lilian se casaron tras haber esperado pacientemente durante 33 años. Como premio por su ayuda, el rey permitió que su tío conservara su título real y su lugar en la sucesión al trono.

El príncipe Bertil murió en 1997 y fue llorado por la familia real por su amor y su lealtad. El título de duque de Halland dejó de utilizarse y ahora es ostentado por el príncipe Julian porque, según la tradición, todos los príncipes suecos reciben al momento de su nacimiento un ducado real vitalicio.

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El nuevo príncipe de Suecia será bautizado Julian Herbert Folke

El octavo nieto de los reyes de Suecia recibió los nombres de Julian Herbert Folke, según anunció Carlos XVI Gustavo en una reunión extraordinaria del Consejo de Estado este domingo. De acuerdo a las nuevas reglas, el niño tiene derecho a sucesión al trono pero no será considerado miembro de la casa real Bernadotte.

El niño es el tercer hijo del príncipe Carlos Felipe -segundo hijo del monarca- y su esposa Sofía Hellqvist, con quien se casó en 2013. La princesa Sofía y el príncipe Carlos Felipe anunciaron el nacimiento de su bebé el pasado viernes 26 de marzo en el Hospital Dandredys, en el Gran Estocolmo.

Julian y Herbert son nombres que hasta ahora ningún príncipe ha llevado a lo largo de los casi mil años de la monarquía sueca. Folke, en cambio, era el nombre del nieto del rey Oscar II, quien como enviado de las Naciones Unidas negoció la liberación de unos 31.000 prisioneros de los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

El príncipe Carlos Felipe, de 41 años, es el único hijo varón del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia y la reina Silvia, nacida Sommerlath en Alemania. Su hermana mayor, Victoria, de 43 años, es la heredera del trono y tiene dos hijos, el príncipe Oscar (5) y la princesa Estelle (9), los únicos nietos del rey que son Altezas Reales.

El príncipe Julian, nieto del rey de Suecia, recibió el título de Duque de Halland

El rey Carlos Gustavo también anunció que su octavo nieto llevará los títulos de Príncipe de Suecia y Duque de Halland, título que anteriormente utilizó el príncipe Bertil, querido tío y mentor del rey quien falleció en 1997.

El príncipe Julian nació el viernes 26 de marzo en el Hospital Danderys de Estocolmo como tercer hijo del príncipe Carlos Felipe y su esposa, Sofía Hellqvist. El niño vivirá con sus padres y sus hermanos, Alejandro y Gabriel, en la casa que el príncipe Bertil legó a Carlos Felipe, Villa Solback.

El ducado de Halland fue entregado en 1913 al príncipe Bertil por su bisabuelo, el rey Gustavo V. Durante más de 30 años, Bertil mantuvo una relación con la británica Lilian Davies, pero no se casó con ella debido a que, por los orígenes plebeyos, Bertil perdería su derecho al trono.

En 1973, el príncipe Bertil pasó a ser el primero en la línea sucesoria tras el ascenso al trono de su joven sobrino, Carlos XVI Gustavo. Tres años más tarde, después de casarse él mismo con la plebeya Silvia Sommerlath, el joven rey concedió a su tío el permiso para casarse con Lilian, a quien convirtió en princesa.

A diferencia de los hijos de la princesa heredera Victoria, los tres hijos de Carlos Felipe no ostenta el tratamiento de “Alteza Real”. Si bien son titulados Príncipes de Suecia, por ser nietos del rey, se espera que en el futuro no cumplan con obligaciones oficiales y desarrollen una vida financieramente independiente de la Corona.

El príncipe Julian no es “Alteza Real”

Las nuevas reglas fueron puestas en vigencia por el Carlos Gustavo en octubre de 2019 y abarcan a los hijos de Carlos Felipe (Julian y sus hermanos mayores, los príncipe Alejandro y Gabriel) y los hijos de la princesa Madeleine (Leonore, Adriene y Nicolas).

Si bien los niños perdieron sus puestos en la Casa Real y no se espera que realicen deberes reales superiores, permanecerán en la línea de sucesión. El príncipe Julian es el séptimo en la sucesión a la corona.

El príncipe Carlos Felipe, de 41 años, es el único hijo varón del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia y la reina Silvia, nacida Sommerlath en Alemania. Su hermana mayor, Victoria, de 43 años, es la heredera del trono y tiene dos hijos, el príncipe Oscar (5) y la princesa Estelle (9), los únicos nietos del rey que son Altezas Reales.

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Mitad real, mitad plebeyo: qué título tendrá el octavo nieto de los reyes de Suecia

El tercer hijo de los príncipes Carlos Felipe y Sofía nació este 26 de marzo y se espera que, como sus primos, tenga un título. Su futuro será, no obstante, muy distinto al de su prima mayor, Estelle.

El octavo nieto de los reyes de Suecia, nacido este 26 de marzo en Estocolmo, tendrá un destino muy diferentes del de su prima, la princesa Estelle (quien será reina), ya que se espera que pueda decidir sobre su propia carrera y vida profesional sin obligaciones dentro de la casa real.

El nieto real es el tercer hijo del príncipe Carlos Felipe y su esposa Sofía, duquesa de Varmland, y nació en el Hospital Dandredyr de la capital sueca. Como nieto real, hijo de un príncipe, tendrá derechos sucesorios al trono de la dinastía Bernadotte pero se espera que en el futuro pueda desarrollar su vida adulta como un ciudadano común, más allá de su procedencia.

El nieto real, al igual que sus hermanos mayores Gabriel y Alejandro, tendrá además el título de Príncipe de Suecia y posiblemente un ducado real. No recibirá, sin embargo, el tradicional tratamiento de Alteza Real, una decisión del rey Carlos XVI Gustavo que incluye a todos los hijos de Carlos Felipe y a los de su hermana, la princesa Madeleine.

La decisión real de 2018 tiene por objetivo que en el futuro puedan desarrollar vidas independientes de la Corona y, por supuesto, sin recibir dinero público por el cumplimiento de funciones oficiales. Los únicos dos nietos del rey excluidos de la reforma son los hijos de la princesa heredera Victoria, la princesa Estelle y el príncipe Oscar, que ocupan el segundo y tercer lugar en la sucesión al trono, respectivamente.

Carlos Felipe y Sofía de Suecia con sus hijos Alejandro y Gabriel.

Como príncipe real de Suecia, al bebé le corresponderá además un ducado vitalicio otorgado por el rey que será anunciado ante el Consejo de Estado en una sesión extraordinaria convocada el día después de su nacimiento. Actualmente, todos los hijos y nietos del rey Carlos Gustavo tienen un título ducal que recibieron al nacer.

La princesa Victoria fue nombrada duquesa de Västergötland en 1977 y dos años más tarde el príncipe Carlos Felipe recibió el ducado de Värmland. La princesa Madeleine, nacida en 1982, es titulada duquesa de Hälsingland y Gästrikland. La princesa Estelle recibió en 2012 el ducado de Östergötland mientras su hermano Oscar, en 2012, fue nombrado duque de Skåne.

Los hijos del príncipe Carlos Felipe y la princesa Sofía son el príncipe Alejandro, titulado duque de Södermanland, y el príncipe Gabriel, duque de Dalarna. Sus primos, los hijos de la princesa Madeleine, son Leonore, duquesa de Gotland; Nicolás, duque de Ångermanland, Adrienne, duquesa de Blekinge, todos ellos con el título de príncipes de Suecia.

La familia real sueca al completo en 2018

Más allá de estos 12 ducados distribuidos por el rey desde 1977, quedan 13 ducados vacantes según informó el sitio especializado Histoires Royales: Bohuslän, Dalsland, Halland, Härjedalen, Laponia, Medelpad, Närke, Norrbotten, Öland, Småland, Uppland, Västerbotten y Västmanland. Uno de estos ducados corresponderá al próximo bebé real sueco.

El príncipe Carlos Felipe, el segundo hijo de los reyes, es el cuarto en la línea de sucesión al trono. El 13 de junio de 2015 se casó con la exmodelo sueca Sofia Hellqvist, con quien convivía desde 2011. Tras su boda, Sofía pasó a ser Princesa de Suecia con tratamiento de Alteza Real. El 19 de abril de 2016, la princesa dio a luz a su primer hijo, el príncipe Alexander Erik Hubertus Bertil. La pareja tuvo su segundo hijo, el príncipe Gabriel Carl Walther el 31 de agosto de 2017.

La familia real sueca espera un nuevo bebé: una buena noticia en tiempos sombríos

Después de superar el Covid-19, los príncipes Carlos Felipe y Sofía anunciaron que esperan a su tercer hijo para marzo o abril de 2021 y sin complicaciones.

La princesa Sofía y el príncipe Carlos Felipe de Suecia serán padres por tercera vez, de un niño o niña que ocupará el 7º lugar en la línea sucesoria al trono pero no tendrá el tratamiento oficial de Alteza Real. “El príncipe Carlos Felipe y la princesa Sofía tienen el gran placer de anunciar que esperan su tercer hijo”, publicó este viernes la casa real sueca.

“Estamos felices y expectantes y esperamos dar la bienvenida a nuestro tercer hijo, un hermano del príncipe Alejandro y el príncipe Gabriel. Un nuevo pequeño miembro de nuestra familia «, escribieron los príncipes en su cuenta de Instagram.

Carlos Felipe de Suecia, segundo hijo de los reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia, se casó en 2013 con la exmodelo Sofía Hellqvist. Titulada princesa de Suecia y duques de Varmland por su matrimonio, Sofía ya es madre de dos niños, los príncipes Alejandro (2016) y Gabriel (2017), y se espera que a finales de marzo o abril de 2021 nazca el tercero.

La princesa Sofía y el príncipe Carlos Felipe de Suecia

De acuerdo con las nuevas reglas dinásticas, el próximo bebé real ostentará el título de Príncipe de Suecia y el apellido Bernadotte (además de un título ducal aún no decidido), pero no recibirá el tradicional tratamiento de Alteza Real, una decisión del rey Carlos Gustavo que incluye a todos los hijos de Carlos Felipe y de su hermana, Madeleine.

La decisión real de 2018 tiene por objetivo que en el futuro puedan desarrollar vidas independientes. Los únicos dos nietos del rey excluidos de la reforma son los hijos de la princesa heredera Victoria, la princesa Estelle y el príncipe Oscar, que ocupan el segundo y tercer lugar en la sucesión al trono, respectivamente.

Una buena noticia en medio de tiempos sombríos

El anuncio se considera muy bienvenido en un momento por lo demás sombrío, dijo la directora de prensa de la Casa Real, Margareta Thorgren. “Es una buena noticia que el príncipe y la princesa ahora estén esperando un hijo en un momento que de otra manera ha sido bastante sombrío, un niño siempre es bienvenido”, dice Thorgren. Agregó que los príncipes están “muy felices y expectantes”, al igual que toda la familia real.

Días atrás se anunció que Carlos Felipe y Sofía se infectaron de Covid-19, pero esta condición no influyó en el embarazo. “La princesa ha tenido médicos adicionales involucrados debido a esto. Según el médico de la princesa, el virus de Covid-19 no afectó su embarazo. Por supuesto, ha habido controles adicionales sobre la condición de la princesa debido al hecho de que está embarazada”, dijo Thorgren. “Ahora la princesa está sana y bien”, agregó.

El conde Folke Bernadotte había planeado su funeral porque temía ser asesinado, recordó su hijo

Bertil Bernadotte, hijo del primer mediador de la ONU en Oriente Medio y miembro de la realeza sueca, contó que se enteró del crimen de su padre por la radio en 1948.

El conde Folke Bernadotte, miembro de la familia real de Suecia, fue asesinado a tiros por miembros del grupo sionista Lehi mientras realizaba sus deberes oficiales en Jerusalén en septiembre de 1948. En recientes declaraciones a Witness History de la BBC, su hijo menor, Bertil Bernadotte, contó detalles de su infancia y relató cómo se enteró por primera vez del fallecimiento de su padre mientras escuchaba la radio a la edad de 12 años.

En ese momento, Bertil y su hermano mayor, también llamado Folke, vivían con su madre, la filántropa nacida en Estados Unidos Estelle Manville. El conde se había colocado en la isla griega de Rodas, que había elegido como base «neutral» mientras trabajaba en Oriente Medio y la ONU le había concedido un avión para que pudiera volar fácilmente entre Rodas e Israel y Palestina.

En septiembre de 1948, la caravana del conde Folke Bernadotte atravesaba Jerusalén cuando se detuvo en una barricada improvisada. Bernadotte y un oficial francés sentado a su lado, el coronel André Serot, recibieron disparos a través de una ventana abierta. “Lo supe antes que nadie, en realidad”, explicó Bertil. “Salió por la radio y estaba jugando en mi habitación con un amigo y lo escuché. Salí corriendo para decirle a mi madre que algo le había pasado a mi padre. Y ella lo supo de inmediato”.

Bernadotte, sobrino del rey sueco Gustavo V, fue votado por unanimidad para asumir el cargo de la ONU luego de sus exitosos esfuerzos diplomáticos durante la Segunda Guerra Mundial. Entre los años 1943 y 1944, organizó intercambios de prisioneros que llevaron a casa a 11.000 prisioneros desde Alemania a través de Suecia, y también se le atribuye haber negociado la liberación de unos 31.000 prisioneros de los campos de concentración alemanes en 1945.

Bertil recordó que antes de que su padre aceptara su puesto en Oriente Medio, la familia había pasado unas vacaciones en una isla de Gotland, donde el conde pasó “mucho tiempo” caminando solo mientras reflexionaba sobre la propuesta de convertirse en mediador del Consejo de Seguridad de la ONU. “Todos decían que era un trabajo imposible. Y mi padre dijo oficialmente: ‘Siempre me arrepentiría si no lo intentaba, aunque fuera imposible’”, relató Bertil.

La condesa Estelle nacida en Estados Unidos, que fue una figura destacada del movimiento internacional de la Cruz Roja y las Girl Scouts, no estaba “muy contenta” con la decisión de su esposo de asumir el cargo, pero se mantuvo leal y lo apoyó, dijo Bertil.

Tanto el conde como su esposo eran tan conscientes del riesgo extremo que corría él al insertarse en el conflicto que incluso “hablaron de los planes del funeral y cosas por el estilo, así que sabían que podría salir mal”, recordó Bertil a Witness History.

El día después del ataque, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas condenó el asesinato de Folke Bernadotte como «un acto cobarde» y los periódicos del mundo recordaron que el conde había la liberación de unos 31.000 prisioneros de los campos de concentración alemanes. Suecia repatrió sus restos y se celebró un funeral de Estado que paralizó al país, tras el cual el conde Bernadotte fue enterrado en la tumba de la familia del príncipe Oscar Bernadotte en el cementerio norte de Estocolmo.

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«Profunda tristeza» de la reina Silvia de Suecia por muerte de su hermano Walther Sommerlath

Nacido en Alemania, vivía desde hace mucho tiempo en las cercanías del Castillo de Drottningholm, residencia de los reyes. Tenía 86 años.

El hermano mayor de la reina Silvia de Suecia, Walther Sommerlath, murió a los 86 años el pasado 23 de octubre. «Walther Sommerlath falleció tranquilamente el viernes por la noche en el Hospital Universitario Karolinska en Huddinge después de un período de enfermedad», escribió la Casa Real, pidiendo «respetar y comprender que esto es una cuestión de familia privada». «Mi familia y yo sentimos una profunda tristeza y una gran nostalgia por mi hermano Walther», dijo la reina.

La reina, esposa del rey Carlos XVI Gustavo, había recibido a su hermano enfermo y lo había instalado en el Castillo de Drottningholm, más precisamente en la antigua casa de la princesa heredera Victoria, Nedre Sjöflygeln, una pequeña casa del siglo XIX ubicada a unos 50 metros del castillo, informó Expressen. “Puedo confirmar que el hermano de la reina ha estado viviendo en Drottningholm durante un tiempo”, le dijo a Svensk Damtidning vocera de la corte, Margareta Thorgren. “Pero por lo demás, estos son asuntos familiares privados y nada sobre lo que el tribunal pueda comentar”, agregó.

De sus tres hermanos Ralf, Walther y Jörg, ya todos fallecidos, fue sin duda Walther el más cercano a Silvia. 

Walther Sommerlath nació en Berlín en 1934. Cuando tenía seis años, la familia abandonó la ciudad para escapar de los bombardeos compartiendo un departamento de cinco habitaciones con otra familia. Tras el final de la guerra, la familia se mudó a Brasil, donde el padre dirigió la filiar del afirma sueca Uddeholm hasta 1957, para luego instalarse en Düsseldorf.

Walther Sommerlath fue una persona un tanto errante. Vivió en Italia, y antes de eso durante muchos años en París. Fue en Francia donde conoció a su primera esposa, Michele, con quien tuvo los hijos Sophie y Patrick y de la que se divorció en 1987. Tras esto, Patrick llegó a Suecia y se instaló en Drottningholm por gracia de su cuñado, el rey.

Su, madre, la brasileña Alice de Toledo, también vivió en Drottningholm cuando enfermó de demencia a mediados de los noventa y hasta su muerte en 1997. Allí es donde pasó los últimos tiempos, en compañía de su hijo y sus nietas Anais y Chloé, quienes también viven en Sjöpaviljongen. La otra hija del fallecido, Sophie, de 57 años, actualmente trabaja como maestra en Concord, California. Michele vive en Los Ángeles y vende muebles retro de la tienda Gallerie Sommerlath.

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La burguesa vida de Gustavo V de Suecia, el rey tenista

El monarca alcanzó tal prestigio internacional que su nombre fue incluido en el Salón Internacional de la Fama del tenis en 1980.

Gustavo V (1932-1950) fue el mejor colaborador y consejero de su padre en cuestiones políticas, pero carecía de la vivacidad de los Bernadotte, era tímido, reservado y reflexivo. Se negó a ser coronado, alegando que al pueblo no le hacía falta semejante gasto, sus primeros años como rey fueron tormentosos, debido al debilitamiento del poder de la Corona y el avance de las fuerzas democráticas.

Gustavo se casó con la princesa Victoria de Baden, nieta del káiser Guillermo I de Alemania. Arreglado por sus padres, el matrimonio no fue del todo afortunado, pero parece que la relación mejoró en los últimos años. Tuvieron tres hijos, de los cuales el mayor, Gustavo Adolfo, sería el heredero del trono.

Al subir al trono, el sencillo Gustavo V dio prueba de inmediato de su espíritu democrático, de su llaneza y profundo interés por el bienestar y los deseos de la gente. Su manera de vivir fue ejemplo de sencillez. Mantuvo particularmente la tradición de conversar a solas una vez por semana con algunos de sus súbditos, con el común de la gente, a fin de informarse. Nunca infringió la Constitución y siempre pugnó por la paz; bajo su cetro, Suecia, un país agrícola y pobre por excelencia, conoció una industrialización y progreso económico envidiadas por Europa.

Fue rey durante cuarenta y dos años. Además, fue un destacado jugador de tenis, deporte que aprendió en su memorable viaje a Inglaterra en 1876, y donde utilizaba el seudónimo de “Mr G”, a fin de no imponer a nadie las molestias de la deferencia debida a la realeza. A su regreso a Suecia, fundó el primer club de tenis del país.

Alcanzó prestigio internacional y su nombre fue incluido en el Salón Internacional de la Fama del tenis en 1980. En ese tiempo, el tenis era un deporte de escaso prestigio en Suecia, pero la participación del monarca hizo que aumentara su popularidad. En sus viajes a la Riviera Francesa, fue visto jugando en múltiples ocasiones y durante la Segunda Guerra Mundial intercedió ante Hitler para obtener mejor trato hacia los campeones Jean Borotta y Gothfried von Cramm, prisioneros de los alemanes.

Al estallar la Segunda Guerra, Suecia se halló a merced del III Reich durante todo un año. Gustavo V puso en juego toda su autoridad y amenazó con abdicar si el gobierno se negaba a permitir el tránsito de una división alemana por territorio sueco. Debió ceder a la presión del Führer, no sin antes advertir a Berlín que Suecia haría frente con todas las armas a toda agresión.

Después de la victoria aliada de El-Alamein, Gustavo V pudo apoyar a los países vencidos ocupados y a Inglaterra. Haciendo uso de su talento diplomático, el rey Gustavo se ofreció en agosto de 1940 como mediador en posibles negociaciones de paz entre el Reino Unido y Alemania, y en su cumpleaños 85, en 1943, admitió que en casos normales un monarca constitucional debe mantenerse neutral en los aspectos políticos, pero en casos especiales, como en una guerra, estaba obligado a ayudar a su país frente a todas las adversidades. Personalmente, intercedió ante el Almirante Horthy y Adolfo Hitler a favor de los judíos perseguidos en Hungría, noruega y Dinamarca.

Si por algún fenómeno extraño estallara una revolución en Suecia, si por otra casualidad no menos extraña obtuviera el triunfo, el gobierno depuesto ofrecería un banquete al triunfador”. La frase es nada menos que de Lenin, y la misma señala el espíritu de ese notable reino donde los diputados no tienen limitado el uso de la palabra en el Parlamento, por cuanto nadie nunca ha abusado de su derecho. ¿Para qué limitar el tiempo?, respondieron asombrados en Estocolmo a la pregunta de un  periodista. Aquí a nadie se le ocurriría hablar más de lo necesario.

Esa sencillez, ese sentido activo y respetuoso de la vida fue encarnado siempre perfectamente en la figura del augusto Gustavo V, quien supo –como todos reconocieron– ser rey, y ser un hombre justo.

La figura de Gustavo V se convirtió en algo inmensamente popular en todo el país. Alto, macizo, metódico, sobrio, luteranamente abstemio, llegó a sus noventa años con lúcida gallardía. Aun iba de caza, calzando viejas botas de caucho bajo los copos de nieve, aún presenciaba los campeonatos de esquí y pasaba sus vacaciones de verano en Francia. Después de la guerra, Gustavo V comenzó a viajar frecuentemente a Niza, en la Riviera francesa, donde permanecía largas temporadas.

El “gran anciano del castillo” pudo, hasta que su enfermedad lo obligó a recluirse definitivamente, pasear por las calles de Estocolmo como un ciudadano más. Así se lo vio muchas veces en restaurantes, cafés, respetada su soledad por el público y sin que nadie se atreviera a incomodarlo con una mirada curiosa. “Mi guardia personal es el pueblo sueco”, dijo una vez al emperador Alejandro II de Rusia, muerto a manos de sus propios súbditos.

En 1948 celebró sus 90 años con una grandiosa celebración, pero ya era evidente su debilidad física. Por entonces, los médicos le prohibieron jugar al tenis, y sintió que le habían cortado las alas, pues aquel deporte era el único solaz que se había permitido durante toda su vida.

En la apertura del Riksdag de 1950 el trono real lució vacío, y a las 2.45 de la madrugada del domingo 29 de octubre de 1950, luego de decir a su doctor, con voz muy baja, “Ahora me voy a morir”, Gustavo V expiró en el palacio de Drottningholm, a la edad de 92 años.

El pueblo sueco se vio sumido en el luto personal por la muerte de un ser querido. Socialistas, demócratas, radicales, desde las heladas soledades laponas hasta las brumosas islas de su meridión, lloraron la muerte de un rey que dejaba tras de su, para sus descendientes, una monarquía más fortalecida que nunca. Las campanas tocando a duelo y una multitud silenciosa en el patio del palacio, anunciaron el fin de uno de los reinados más largos de la historia de Suecia y el mundo se dio cuenta de cuánto amaban los suecos al rey Gustavo V.

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Silvia de Suecia recordó a su madre, víctima del Alzheimer: “Es importante hablar abiertamente sobre la demencia”

La reina habló este 21 de septiembre sobre el Mal de Alzheizmer en el Día Internacional de la lucha contra esa enfermedad y evocó a su madre, Alice de Toledo, fallecida hace 23 años a causa de la misma.

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“Me di cuenta de que cuando estaba de visita después de la muerte de mi padre, le había pasado algo”, dijo en un podcast publicado por el diario “Dagens Nyheter”. “Estos fueron los primeros síntomas y los primeros interrogantes que me dieron de que todo no estaba como debía ser: no se podía organizar, no podía empacar y cosas por el estilo”, explicó.

Un examen mostró que la madre padecía la enfermedad de Alzheimer. “Había oído hablar de la demencia, pero luego, hace 25 años, se pensaba que ser un poco olvidadizo era natural y no una enfermedad”, reflexionó la esposa del rey Carlos XVI Gustavo. Más tarde, Alice de Toledo se mudó al palacio de Drottningholm, donde la familia real la cuidó. La reina dijo que no fue fácil explicarles a sus hijos por qué su abuela, por ejemplo, dijo que no la habían visitado aunque ya lo habían hecho, varias veces, y que tampoco fue fácil para hacer frente a las preocupaciones, la ansiedad y la confusión creciente de Alice. “Hubo situaciones en las que no entendimos, por ejemplo, podía tener mucho miedo a una alfombra”, recordó la reina.

Al hablar públicamente sobre la enfermedad y sus experiencias, la reina Silva busca aumentar el conocimiento y reducir el estigma que todavía existe en torno a la demencia. En Suecia alrededor de 20.000 suecos son diagnosticados con demencia cada año y la enfermedad de Alzheimer es la forma más común, ya que representa el 70% de los casos. “Creo que es importante hablar abiertamente sobre la demencia. Debe hacer comprender al familiar por qué la persona enferma lo hace de diferentes maneras”, dijo en el podcast.

El compromiso también llevó a la reina a tomar la iniciativa de crear en 1996 la Fundación Silviahemmet, destinado a capacitar al personal sanitario con una certificación y contribuye al desarrollo de conocimientos sobre las enfermedades demenciales y que ha recibido mucha atención, también a nivel internacional. Otro de los proyectos de la Reina fue la construcción de seis apartamentos en la localidad de Ekerö donde las parejas pudieran seguir viviendo juntas cuando una de ellas padeciera demencia. Pero después de que los vecinos apelaron y acertaron, los apartamentos han estado vacíos desde la inauguración en 2017. “Es una pena. Fue un proyecto de corazón muy bien intencionado”, dijo la reina, que no descarta que la acción pueda ser en parte por prejuicios contra la demencia. “No he preguntado porque creo que puede ser lo que hay detrás y creo que es muy doloroso, creo que es realmente cruel de verdad”, dice.

Debido a que el Alzheimer es una enfermedad hereditaria, la reina tiene un mayor riesgo de desarrollarla ella misma, y ​aconseja a cualquier persona que no esté segura, se sienta olvidadiza o tenga riesgo de vejez que consulte a un médico. “Creo que todo el mundo puede desarrollar esta enfermedad y si yo mismo la padezco, espero tener el apoyo de una familia que entienda lo que es y pueda manejarlo de forma profesional y que esté a mi lado y me incluya. Es importante que no solo termines en una institución, sino que tengas a tu familia contigo”, reflexionó.

“Nunca me he sentido tan mayor”

En la misma conversación, la reina Silvia se refirió al confinamiento al que ella y el rey Carlos Gustavo, ambos mayores de 75 años, se sometieron en el Castillo de Stenhammar a causa de la pandemia del coronavirus. “Nunca me he sentido tan mayor como ahora”, dijo. “Tanto el rey como yo pertenecemos al grupo de más de 70 años y nunca me he sentido tanto como ahora. Antes de la pandemia, tenía mucho que hacer, organizar, visitar, dar discursos, etc., pero de repente el rey y yo nos encontramos en cuarentena durante varios meses en Stenhammar”.

La reina describe la preocupación de que alguien de la familia se enfermara de covid-19, pero dijo que lo que más tristeza le causó fue ver cómo la gente se convirtió en solo una cifra estadística: “Las iglesias estaban cerradas y la gente estaba sola con su dolor. Fue muy difícil ver y no poder ayudar”, dice. Cuando la Agencia Sueca de Salud Pública ha liberado las restricciones, la reina de 76 años reanudó su trabajo donde la demencia es una parte importante.

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Los reyes de Suecia no estarán presentes en entrega de Premios Nobel, que será virtual

A la importante cita de gala asisten tradicionalmente los miembros de la familia real en Estocolmo.

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Los reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia, así como la princesa heredera Victoria y otros miembros de la familia real, no estarán en la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, el próximo 10 de diciembre en Estocolmo, que fue anulada debido a la pandemia de Covid-19 y será reemplazada por un acto televisado, algo que no ocurría desde la II Guerra Mundial. Los premiados recibirán sus galardones a distancia en esta ceremonia virtual.

«La idea es que las medallas y diplomas sean entregados a los galardonados en forma segura en sus países de residencia, probablemente con el apoyo de las embajadas y universidades de los laureados», explicó la Fundación Nobel, con sede en la capital sueca.

Estaba previsto que el rey Carlos XVI Gustavo entregara en Estocolmo los premios de Medicina, Física, Química, Literatura, a los que se añade el premio de Economía, de creación más reciente. «La última vez que no hubo ceremonia en Estocolmo fue en 1944«, durante la II Guerra Mundial, explicó Gustav Källstrand, historiador de la Fundación Nobel. «De todas maneras, este año habrá una ceremonia digital«, subrayó. En 1940, 1941 y 1942 no se otorgó ningún premio ni hubo ninguna ceremonia, a pesar de que Suecia no participó en el conflicto. Los premios de 1944 fueron entregados retroactivamente en 1945 por el anciano rey Gustavo V, abuelo del actual monarca.

El rey de Suecia soñaba con ser un obrero, revelan las memorias de su niñera

Carlos XVI Gustavo, ahora de 76 años, golpeó a su hermana cuando era niño después de que ella le afirmara que su destino era ser rey.

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Ingrid “Nenne” Björnberg era una señorita de Västergötland, la segunda mayor de seis hermanos, que consiguió un trabajo como niñera del entonces príncipe Carlos Gustavo de Suecia y sus hermanas mayores, las princesas Margarita, Désirée, Birgitta y Christina. Los cinco eran los hijos del príncipe Gustavo Adolfo, quien falleció en un accidente de aviación en 1947, y fueron criados por su madre, la princesa alemana Sibila de Sajonia-Coburgo. En el palacio de Haga, hogar familiar de los príncipes, “Nenne” se convirtió en mucho más que una niñera y para el futuro rey Gustavo, que entonces era un joven príncipe heredero, ella se convirtió en una especie de madre extra.

En las memorias de Nenne, Dagbok från Haga och Stockholms slott (Diario de Haga y el castillo de Estocolmo), se encuentran muchas anécdotas divertidas sobre el actual rey y sus hermanas, que invitan a la reflexión de la infancia del rey. Una de ellas relata una pelea de hermanos entre Carlos Gustavo y su hermana, la princesa Christina, tres años mayor que él: “Recientemente, el príncipe de repente se había aficionado mucho al boxeo y las peleas. Su pequeño puño se metía en el estómago, y si alguien se acercaba demasiado, valía podía el riesgo de que lo empujara”, escribe Nenne en el libro.

“Por lo tanto, no me sorprendió cuando Christina un día salió corriendo de la habitación de su hermano con las mejillas enrojecidas y lágrimas brotando de sus ojos y gritó: ¡Carlos Gustavo me ha pegado! Pero, ¿qué fue entonces lo que provocó esta ira volcánica del joven Príncipe Heredero? ‘Solo dije que sería rey cuando creciera, y luego me golpeó’, le dijo Christina a Nenne cuando le preguntó. “Esto requirió una investigación y fui a Carl Gustaf”, dijo Nenne, quien fue a preguntarle al príncipe por qué lo había hecho. “¡Porque NO VOY a ser rey! ¡Voy a ser TRABAJADOR!”, respondió el príncipe.

El joven Carlos Gustavo estaba extremadamente fascinado por los trabajadores de los parques eólicos. Nenne describe cómo el príncipe dejaba todo tan pronto veía un lugar de trabajo y hacía preguntas; “A veces era tan entrometido que lo echaban”, relató Nenne. “A veces tardábamos en volver a casa desde la escuela porque Carlos Gustavo se detenía de inmediato y miraba todo el emocionante trabajo que estaba sucediendo en toda la ciudad, en las calles, en el metro… ‘Es una pena lo de los trabajadores que trabajan bajo tierra’, dijo un día con rostro pensativo. Deberían pagarles más”, reflexionó.

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Preocupación por la princesa Margarita de Suecia: aislada por el coronavirus y con problemas económicos

La hermana mayor del rey Carlos Gustavo, quien no ha sido vista junto a la familia real sueca en más dos años, despertó la preocupación de sus allegados en el contexto de la pandemia.

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La princesa Margarita, hermana mayor del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, quien no ha sido vista junto a la familia real sueca en más dos años, despertó la preocupación de sus allegados en el contexto de la pandemia.

La anciana princesa, de 85 años, vive sola en las afueras de Chipping Norton en Oxfordshire, Inglaterra, desde la muerte de su esposo, el británico John Ambler, pero cuando el coronavirus llegó al país y el gobierno estableció fuertes restricciones de circulación y aislamiento social, la princesa se aisló aún más y poco se pudo saber sobre ella. “Para la familia real, esto es, por supuesto, un motivo de preocupación”, escribió esta semana el diario Svenskdam.

En el Reino Unido, la vida de Margarita es anónima y tranquila. Nacida en 1934, hija mayor del príncipe Gustavo Adolfo de Suecia y la princesa alemana Sibila de Sajonia-Coburgo, Margaretha no ha tenido otras asignaciones sociales más que la inauguración anual de los bazares navideños de la Iglesia de Suecia en Londres, pero no asistió a esta cita en los últimos años. La última vez que se la pudo ver públicamente en Estocolmo junto a la familia real fue en el bautismo de la princesa Adrienne, nieta del rey, hace dos años.

La revista sueca Svensk Dam aprovechó una entrevista con su hermana, la princesa Birgitta, para pedir noticias sobre Margarita: “Todos hemos luchado contra el coronavirus. Pero es importante seguir las reglas. No he hablado con ella desde hace una semana, pero sé que está bien”, dijo su hermana menor, que permanece en contacto regular con sus hermanas, al menos por teléfono.

El coronavirus golpeó duramente a Gran Bretaña, llegando a contabilizarse hasta 4.000 casos positivos por día desde el inicio de una segunda oleada de contagio. En algunas partes del país, el número de muertos es alrededor de un 40% más alto de lo que ha informado el gobierno, según nuevas estadísticas, lo que ha despertado la preocupación por Margarita.

En Oxfordshire, solo los vecinos más cercanos saben que ella es una princesa, pero reconocen que lleva una vida demasiado normal. Los residentes testifican que es “agradable”, pero que le gusta estar sola.

“A menudo sale a pasear, por lo que normalmente nos encontramos. No la conozco muy bien, pero siempre es muy agradable y conversadora cuando nos encontramos”, dijo un vecino a un periódico sueco. “En el pueblo nos conocemos porque es muy pequeño y a veces se ve a todo el mundo en el pub. Pero nunca he visto a la princesa allí”, agregó.

Margarita de Suecia solía vivir en la hermosa mansión Chippinghurst con John. Pero en 1994, la empresa de transporte del marido quebró y las finanzas de la pareja se agotaron repentinamente, tras lo cual se vieron obligados a mudarse de la casa y la princesa terminó en una vivienda más humilde en Chipping Norton.

Desde entonces se ha escrito mucho sobre la situación financiera de la princesa y el diario británico Daily Mirror se sorprendió cuando descubrieron que viajaba con la aerolínea de bajo costo Ryanair. Afortunadamente, el rey intervino cuando tuvo ella unos años difíciles: “La dejó vivir en Drottningholm. Ella ha tenido un pequeño refugio allí. El rey es quien cuida a su familia, y no deja a las hermanas abandonadas”, dijo el periodista y experto real Barbro Hultman.

Luisa Ulrica, la reina que empeñó las joyas para financiar una revolución

La princesa prusiana que fue reina de Suecia se rodeó de artistas, literatos y filósofos, pero sus ambiciones políticas la llevaron a la ruina y a una enemistad eterna con su propio hijo.

Luisa Ulrica de Prusia se convirtió en reina en Suecia e hizo lo que pudo para equipar al país culturalmente empobrecido. Pero tampoco ocultó sus deseos de aumentar el poder de la monarquía y abolir el sistema parlamentario que prevalecía en el país desde 1720. Su “partido de los sombreros”, proclives a la política absolutista francesa, consistía principalmente en las personas con las que ella misma se rodeaba en sus salones aristocráticos, donde se hablaba de obras literarias y artísticas y, no menos importante, se discutieron cuestiones políticas que llevaron a la ruina a la misma reina.

Luisa Ulrica fue la séptima de los catorce hijos del rey Federico Guillermo I de Prusia y su esposa, Sofía Dorotea de Hannover. A principios del siglo XVIII, Prusia se había convertido en un reino independiente, que ahora estaba a punto de asumir su posición como una de las principales potencias militares de Europa. Al mismo tiempo, la corte de Berlín era un centro para la cultura y el refinamiento de inspiración francesa.

El padre de la “Pequeña Ulrike” fue apodado «el Rey Soldado», aunque estaba dedicado principalmente a la caza, la gula y la compañía de sus amigos. La reina Sofía Dorotea se dedicó con celo a la crianza que los niños, que recibieron una educación rica y completa. El idioma principal en palacio era el francés, y los hermanos fueron enseñados por una serie de hugonotes (protestantes) franceses que recibieron un refugio de la persecución religiosa en una Prusia relativamente tolerante.

Voltaire, quizás el filósofo más ilustre de la Ilustración, se quedó en la corte de Federico el Grande, rey de Prusia, y se encariñó mucho con la bella y joven princesa, a la que cortejaba con una pieza de música bastante ecléctica: «Madrigal para la Princesa Ulrike». Las ideas de Voltaire causaron una profunda impresión en la princesa, quien intercambió cartas con el filósofo durante más de veinte años.

Hermosa, alegre, ardiente

Luisa Ulrica de Prusia y su esposo, Adolfo Federico de Suecia.

Ulrica era hermosa, bien educada y de ascendencia sólida. Un partido real perfecto. Sin embargo, los hombres libres que pretendieron su mano no estaban a su altura, lo que dio como resultado una princesa de más de veinte años a punto de terminar solterona. Por su seguridad, su hermano mayor se aseguró de que fuera elegida como abad en el monasterio de Quedlinburg, a pesar de las protestas de Ulrica.

Pero antes de ingresar al monasterio, llegó a la corte la propuesta matrimonial del recién elegido seguidor del trono sueco, Adolfo Federico. Federico el Grande intentó que el príncipe sueco escogiera a su hermanita Amalia, pero el heredero había hecho su elección, aunque no tenía idea de cómo se veía ninguna de las hermanas. Sus conocidos le habían hablado cálidamente acerca de la belleza y la amabilidad de la hermana mayor, y no les importó escuchar las advertencias del rey Federico sobre su temperamento alegre y ardiente.

De esta forma, fue la princesa Amalia quien tuvo que ir al monasterio mientras Ulrica aceptaba, en mayo de 1744, la propuesta matrimonial de la corte sueca de parte de una delegación, dirigida por el parlamentario sueco Carl Gustav Tessin, un hombre que tendría una gran importancia en la vida de Lovisa Ulrikas. Ya en su primer encuentro, ella le causó una profunda impresión. «Puedo asegurarle a mi conciencia que no he visto a ninguna princesa todavía, que pueda captar las mentes de todos con mayor facilidad«, escribió Tessin.

La empobrecida Suecia recibió a Luisa Ulrica con enormes fiestas populares, música y ceremonias cortesanas, aunque se encontró en una corte muy distinta a la que conocía. El país estaba gobernado por un viejo “déspota ilustrado”, el rey Federico I, que estaba muy enfermo y desinteresado de la mayoría de las cosas excepto la caza y las mujeres. En una carta a su hermano, Luisa Ulrica se quejó de que el rey sueco tenía «un maestro de música sordo, un maestro de baile cojo y un pintor de retratos ciego”.

Pero lo más frustrante para la ambiciosa joven princesa heredera fue que el poder real en Suecia, según la forma de gobierno de 1720, estaba completamente fuera de juego. Ministros y consejeros habían querido protegerse contra absolutismo, y el poder ahora era ejercido exclusivamente por estos. El rey había renunciado y tenía un papel ceremonia, pero la nueva “kronprinsessan” no tenía la intención de dar la batalla perdida.

Desde el principio trató de influir en su marido para que demostrara quién tenía el verdadero poder. Pero Adolfo Federico no era un hombre de voluntad firme, sino todo lo contrario. De esta forma, Luisa Ulrica pensó que la mejor forma de lograr su cometido era involucrarse en actividades en las que podría ejercer influencia en la sociedad.

Para empezar, invirtió en una promoción general de la vida de la corte. Reclutó a varias jóvenes y caballeros y creó una corte que se caracterizó por la cultura y el refinamiento aristocráticos. Carl Gustav Tessin era la figura central, un hombre inventivo y espiritual que amaba sorprender a la princesa con bromas divertidas. En 1746, Luisa Ulrica dio a luz a su primogénito, el príncipe Gustavo, y Tessin obtuvo la confianza para cuidar de su educación.

Luisa Ulrica también trató de dar vida al teatro sueco. En la corte de Berlín había un teatro vívido que representaba los dramas clásicos franceses, pero como princesa heredera no tenía el dinero necesario para importar actores extranjeros y dejó que sus sirvientes formaran una compañía de aficionados que interpretó piezas en el Castillo de Drottningholm.

El palacio fue un regalo del rey Federico I para la princesa, quien allí organizó una biblioteca, un gabinete de monedas y una sala para sus colecciones de «naturalia», es decir, minerales, plantas e insectos. Todo diseñado con gran cuidado y artesanía en el nuevo estilo rococó. Desde allí, patrocinó a varios artistas suecos y extranjeros y, finalmente, adquirió una conocida galería de arte.

¡Revolución!

En 1751, Federico I murió y fue sucedido por Adolfo Federico. Luisa Ulrica, como nueva reina consorte, hizo lo que pudo detrás de escena para aprovechar la oportunidad de fortalecer el poder real, pero en vano. Su frustración creció y se manifestó en el hecho de que comenzó una trama refinada y de larga duración que unos años más tarde terminaría violentamente.

Con Adolfo Federico como rey de Suecia, el “partido de los sombreros” se negó a aumentar la influencia de la monarquía en la política, lo que derivó en una abierta enemistad entre los reyes y el parlamento. En esa coyuntura, se rumoreó que Luisa Ulrica había empeñado sus joyas para financiar una revolución que trajera de vuelta la monarquía absolutista, un fuerte rumor que propició un inventario oficial de las joyas de la corona.

En los siguientes meses, la prusiana que reinaba en Suecia llevó sus ambiciones políticas al extremo y conspiró en pos de una revolución que devolvería el poder al rey. Hubo decenas de detenidos que confesaron a fuerza de tortura ante los tribunales. Ocho personas fueron condenadas a muerte, entre ellas el conde Erik Brahe y el conde Gustaf Jakob Horn, dos partidarios de la reina que confiaron, erroneamente, en que su cercanía a la reina los salvaría.

El Riksdag entendió exactamente qué papel había desempeñado la reina en el intento de insurrección, y Luisa Ulrica se vio obligada a escuchar una feroz y condenatoria predicación de un arzobispo, y también debió expresar su gratitud por la reprimenda. Respecto al rey, el Riksdag permitió que continuara su reinado, pero le dejó claro que si volvía a suceder algo en el futuro sus días en el trono se acortarían. Desde entonces el poder de los reyes descendió como nunca en la historia de la Suecia contemporánea.

Madre e hijo, una enemistad que duró hasta la muerte

Luisa Ulrica murió en el castillo de Svartsjö, en 1782.

Una de las disputas entre la Reina y el Consejo Nacional fue cómo criarían a sus hijos, los príncipes Gustavo y Carlos. Otra, incluso más seria, fue la elección de la futura consorte del heredero al trono. Luisa Ulrica quería volver a conectarse con su país natal casando a Gustavo con una princesa prusiana, pero el Riksdag consideró que los ciclos políticos hablaban de Dinamarca. En 1766, Gustavo fue comprometido con Sofía Magdalena por Dinamarca, a pesar de las protestas de la reina madre.

Desde entonces, Ulrica Sofía tuvo una relación complicada con su hijo mayor, a quien crió con una mezcla inconsistente de golpes y halagos, lo que lo convirtió en un joven tímido que parecía totalmente incapaz de resistir la voluntad de su madre. Luisa Ulrica tampoco se esforzó por ocultar su aversión a su nuera.

Cuando su hijo sucedió a su padre fallecido en 1771, con el nombre de Gustavo III, no pasó mucho tiempo antes de llevar a cabo el golpe que su madre soñó: al año siguiente, se convirtió en un «déspota iluminado». La reina viuda Luisa Ulrica hizo todo lo posible para que su hijo compartiera con ella el poder, pero el rey la rechazó firmemente: ahora él era el rey y nadie más. La guerra familiar derivó en una reina madre en aprietos económicos.

Los reyes Gustavo III y Sofía Magdalena no tuvieron una vida conyugal fácil, sobre todo ante la ausencia de hijos en los primeros años. Finalmente, cuando en 1778 la reina quedó embarazada, los rumores aseguraban que el rey no era el padre biológico, sino su mayordomo, el conde Munk, quien habría “ayudado” al rey para que la reina fuera fecundada. Según el mismo Munck, se trató de una clase práctica de educación sexual (ni el rey ni la reina realmente sabían lo que era eso), pero la malicia sugería que Munck había hecho más que eso.

Un comentario irreflexivo de uno de los hermanos del rey hizo que Luisa Ulrica aceptara creyera los chismes y cometiera el error de intentar que Munck confesara la paternidad. Cuando esto llegó a oídos de Gustavo III, se puso furioso y ordenó a la guardia real que escoltara inmediatamente a su madre hasta la frontera. Pero cuando la reina viuda le escribió dulcemente, se calmó.

Cuando nació el esperado hijo, Gustavo III informó a su madre por carta en términos bastante conciliatorios y hasta cariñosos. Pero Luisa Ulrica, que solía se bastante venenosa, respondió de una manera que hizo que la grieta entre ellos se abriera aún más. Felicitó a su hijo, pero al mismo tiempo espera que «el velo que cubre tus ojos se desgarre. Es entonces cuando me harás justo y te arrepentirás de la dureza con la que has conocido a una madre que te amará hasta la tumba «.

Madre e hijo no se volvieron a ver sino hasta que ella estaba en su lecho de muerte, en el castillo de Svartsjö, en 1782. Gustavo III la visitó en secreto acompañado por el pequeño príncipe heredero, sellándose entonces una especie de reconciliación unas horas antes de que la reina madre muriera. Pero en una carta póstuma al hijo, una Luisa Ulrica se muestra frustrada y orgullosa: «Te heredé el remordimiento de conciencia que es la única virtud de los criminales».

El príncipe Erik de Suecia, joven víctima de sangre azul de la pandemia de gripe española

Hace 102 años, afectó a casi un tercio de la población mundial y no discriminó entre clases sociales.

En una era anterior a los antibióticos y las vacunas, la «gripe española» fue una de las más grandes pandemias que la Humanidad sufrió en el siglo XX, que afectó a casi un tercio de la población mundial y no discriminó entre clases sociales. A medida que la pandemia alcanzó proporciones épicas en 1918, se la conoció comúnmente como la «gripe española» en los Estados Unidos y Europa porque España fue efectivamente el primer país que informó abiertamente sobre la enfermedad, altamente mortal.

El diario español La Vanguardia informó que el rey Alfonso XIII, entonces de 33 años, había sido víctima de una “enfermedad de moda” cuya “gran mayoría de las víctimas pertenecen a familias obreras”. Después, el diario The Times de Londres citó un cable de la agencia Reuters: UNA EXTRAÑA FORMA DE ENFERMEDAD DE CARÁCTER EPIDÉMICO HA APARECIDO EN MADRID. Solo entonces hubo lugar para la cobertura, hasta entonces silenciada por los países que estaban involucrados en la Guerra. En los primeros días de junio, se informaba que el rey ya estaba mejor y descansaba en el campo, aunque la cifra mundial de muertes fue increíble: según estimaciones recientes, entre 50 y 100 millones de personas perecieron en las tres olas pandémicas entre 1918 y 1919.

El príncipe Erik de Suecia fue una de las millones de víctimas de la pandemia, que afectó a casi un tercio de la población mundial entre 1918 y 1918. Duque de Västmanland, Erik nació en el Palacio Real de Estocolmo en abril de 1889 y fue el hijo menor del rey Gustavo V y su esposa alemana, Victoria de Baden. El príncipe era epiléptico y sufría una leve discapacidad de aprendizaje, que se cree que fue causada por la fuerte medicación que tomó su madre durante el embarazo. Por lo tanto, vivió una vida muy aislada y muy rara vez asistió a grandes reuniones sociales.

Desde finales de 1917 vivió en el Palacio Drottningholm mientras esperaba que el Palacio Haga estuviera listo para ser habitado. Antes de que se pudieran completar las renovaciones necesarias la residencia, el príncipe se contagió de la gripe y murió en 1918 a los 29 años. La enfermedad afectó a medio millón de suecos y mató a casi 40.000. “La muerte del Príncipe fue una sorpresa y una revelación para muchos. Si alguien de los estratos más más altos del Estado podía morir, con acceso a todo tipo de atención médica, cualquiera podría verse afectado”, dijo el historiador sueco Magnus Västerbro. En efecto, la enfermedad no distinguía entre clases sociales, y había matado también a la reina Takipo de Tonga y enfermado al primer ministro británico, David Lloyd George, al estadounidense Franklin D. Roosevelt y al famoso noruego pintor Edvard Munch, entre muchos otros.

El rey le dice a los suecos que no están solos: “El viaje es largo y arduo, pero al final la luz triunfa sobre la oscuridad”

“Tendremos que vivir con las elecciones que hacemos hoy”, dijo Carlos XVI Gustavo al alentar a ser solidarios en la cuarentena.

El rey Carlos XVI Gustavo de Suecia pronunció un discurso televisado desde el castillo de Stenhammar, Södermanland, donde la familia real sueca se refugia desde el brote del coronavirus en Suecia. “El viaje es largo y arduo. Pero al final, la luz triunfa sobre la oscuridad, y podremos sentir esperanza nuevamente”, reconoció el monarca, de 74 años, quien se refirió especialmente a las personas mayores y que están solas y alentó a los ciudadanos a apoyarlas y ayudarlas. “Por su bien, debemos actuar de manera responsable y desinteresada. Todos en nuestro país tienen esta obligación. Todos y cada uno de nosotros. Todavía hay mucha incertidumbre. Pero una cosa es segura: nunca olvidaremos estos tiempos. ¿Pensé en otras personas? ¿O me puse primero? Tendremos que vivir con las elecciones que hacemos hoy, durante mucho tiempo por venir”, dijo.

En Suecia, las autoridades aconsejaron al público que practiquen el distanciamiento social y trabajen desde casa, si es posible, y exhortaron a las personas mayores de 70 años a aislarse por precaución. Sin embargo, en comparación con las cuarentenas impuestas en otras partes del mundo, la respuesta del gobierno al virus permite una gran cantidad de libertad personal. Por ejemplo, está prohibido estar de pie en los bares, pero los restaurantes sí tienen permitido dar servicio a los comensales en mesas o para llevar. Las secundarias y universidades están cerradas, pero las escuelas preescolares y primarias aún imparten clases presenciales. “Las calles y plazas están vacías y tranquilas. La pandemia ha asestado un duro golpe a nuestros negocios, trabajadores y la economía sueca, a la sociedad sueca en general”, dijo el rey en su mensaje.

A continuación, el mensaje completo:

“La semana previa a la Pascua se llama comúnmente Semana Santa. Hoy, Domingo de Ramos, marca el comienzo de esta semana solemne. Y en muchos lugares el estado de ánimo es más solemne que nunca. Covid-19 tiene a Suecia y al mundo bajo control. Las calles y plazas están vacías y tranquilas. La pandemia ha asestado un duro golpe a nuestros negocios, trabajadores y la economía sueca, a la sociedad sueca en general.

“Al mismo tiempo, en otras partes de nuestra sociedad, la semana que viene será casi tranquila. La movilización cívica está teniendo lugar. Pienso en particular en el sector sanitario. Allí, los empleados y voluntarios ahora están trabajando, juntos, para salvar tantas vidas como puedan. Esta es una gran tarea. Requiere coraje. Y requerirá resistencia. A todos ustedes involucrados en este trabajo vital, les agradezco sinceramente.

“Volquemos nuestros pensamientos a todos los que trabajan para garantizar que el resto de Suecia siga funcionando, a pesar de las limitaciones de la situación y de los riesgos para su propia salud. Y para aquellos de ustedes que se aseguran de que las personas mayores reciban la atención que necesitan, que podamos comprar alimentos, que el transporte público continúe operando y todo lo demás que damos por sentado tan fácilmente, mi más sincero agradecimiento a todos ustedes.

“Como mencioné, la Semana Santa nos lleva a la Pascua. Para mí, y para muchas personas en nuestro país, esta es una celebración importante y esperamos con ansias. Es un momento en el que estamos ansiosos por viajar y tal vez pasar tiempo con familiares y amigos. Muchos van a la iglesia. Pero, esta Pascua, algo de esto no será posible. Tenemos que aceptar esto. Tenemos que repensar, prepararnos para quedarnos en casa.

“Podríamos sentirnos tristes por esto. Pero habrá más vacaciones de Pascua. Después de todo, para la mayoría de nosotros, esto requerirá sacrificios relativamente menores, especialmente si comparamos esto con enfermarse gravemente o perder a un amigo o miembro de nuestra familia. Hoy, pienso especialmente en todos los niños de nuestro país que ahora corren el riesgo de perder a sus abuelos. De perderse la seguridad y la sabiduría que pueden ofrecer.

“Por su bien, debemos actuar de manera responsable y desinteresada. Todos en nuestro país tienen esta obligación. Todos y cada uno de nosotros. Todavía hay mucha incertidumbre. Pero una cosa es segura: nunca olvidaremos estos tiempos. ¿Pensé en otras personas? ¿O me puse primero? Tendremos que vivir con las elecciones que hacemos hoy, durante mucho tiempo por venir. Impactarán a muchos.

“El viaje es largo y arduo. Pero al final, la luz triunfa sobre la oscuridad, y podremos sentir esperanza nuevamente. Dentro de unas semanas, cumpliré 74 años. Esa es una edad considerable. Pero esto también significa que he experimentado muchas de las crisis que ha sufrido nuestro país. He visto cómo las crisis nos ayudan a reevaluar, a distinguir entre importantes y sin importancia. Cómo el miedo se convierte en una comprensión de la gravedad del problema y cómo se puede resolver.

“Y una cosa que he aprendido es esto: sin importar cuán profunda o prolongada sea una crisis, finalmente llegará a su fin. Y cuando lo haga, todos nos beneficiaremos de la consideración y la fuerza que el pueblo sueco está demostrando. Esta fortaleza será un activo para nuestro país, en el futuro que anhelamos. Ahora me queda desearles a usted y a todos en Suecia una Pascua agradable, a pesar de todo. Y aunque puede ser difícil, recuerden: no están solos”.

Birgitta de Suecia en sus palabras: su amor por el deporte y los planes de su funeral

La hermana mayor del rey sueco pasó los últimos 65 años de su vida en extranjero, pero anhela ser sepultada junto a sus padres.

La princesa Birgitta, hermana mayor del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, habló recientemente de los problemas de salud que sufre a los 82 años y afirmó que desea ser sepultada en el cementerio real junto a las tumbas de sus padres. “Hablé con mi familia sobre cuando ya no esté aquí y les pregunté si puedo regresar a Haga y quedarme con mis padres, en realidad lo hice”, dijo refiriéndose al Cementerio Real de Haga, en las afueras de Estocolmo, donde han sido sepultados numerosos miembros de la dinastía Bernadotte.

Nacida en 1937, Birgitta es una de las cuatro hijas del príncipe Gustavo Adolfo (duque de Vasterbotten) y la princesa Sibylla de Sajonia-Goburgo-Gotha, descendiente de la reina Victoria de Inglaterra. En una entrevista concedida al diario sueco Expressen, Birgitta describió crecer en el Palacio Haga como una «jaula dorada»: “No podíamos hacer nada ¡Nada! Nunca fui a un restaurante, una discoteca ni nada antes de casarme. Solo estaba en casa. Ni siquiera podía hablar por teléfono. Nada. Fue malo y bueno, pero lo superamos”, dijo.

«El deporte es lo mejor»

“Estaba un poco loca cuando era adolescente”, relató la princesa. “Siempre pensé que era divertido tener un poco de silencio para mí, y tuve muchos amigos divertidos que se aseguraron de que saliera y me divirtiera. Entonces me he divertido toda mi vida”. “Me pongo tímida y rígida como un palo en eventos importantes”, reconoce Birgitta, que no cumple funciones oficiales desde su matrimonio en los años ‘60.

De niña, la princesa Birgitta se interesó en los deportes. Odiaba las lecciones de piano que su madre una vez por semana la obligaba a tomar con la «tía del piano» y finalmente convenció a sus padres de que le permitieran practicar tenis. Dado que el viejo abuelo, el rey Gustavo VI, fue tan aficionado a este deporte durante toda su longeva vida, fue difícil para los príncipes decir que no. “El deporte es lo mejor para los jóvenes. Se siente maravilloso ser tan vibrante, saludable y feliz como yo. No todos lo entienden. Estoy muy agradecido de estar sana. Es el mejor regalo que tienes en la vida”.

En una entrevista concedida a la revista Svenskdam, Birgitta contó que a principios de los años ‘60 se enamoró a primera vista de un atractivo italiano: “Fueron tres días de amor y él fue el hombre de mis sueños”, relató la princesa. “Me enamoré y después de tres semanas supe que me casaría con él. Cuando llegué a casa en Suecia, [su niñera] Nenne y mi hermana Désirée estaban esperándome, me miraron y dijeron que pensaban que me había vuelto un poco extraña. Luego tomé una fotografía que obtuve de él y dije ‘Tengo que casarme con este hombre’”. La princesa reveló finalmente que, tras su compromiso ‘de conveniencia’ con el príncipe Johann Georg de Hohenzollern, su novio italiano fue asesinado.

A los 24 años, la princesa dejó Suecia para ir a vivir a Alemania cuando se casó con el príncipe de Hohenzollern, quien falleció en 2016. Actualmente, Birgitta vive en Mallorca, España, donde su profesión es “profesora de gimnasia”, disfruta del sol, del mar y juega golf casi a diario: “Bueno, si quieres, ¡puedes hacerlo! ¡Es solo una cosa que hacer! Y, por lo tanto, es útil y bueno para el cuerpo y todo”. “Me encanta estar en el extranjero donde no todos miran y critican. Si le gusto a alguien aquí, sé que la amistad es genuina”, dijo la princesa.

Pero a pesar de que prefiera el clima del Mediterráneo y no le guste nada el crudo invierno sueco, su corazón todavía late por su patria natal y cada vez que pudo asistió a los eventos familiares más importantes: “Soy sueca después de todo y nací en Suecia”, le dice a la revista Swedish Women’s. Refiriéndose a sus hermanos, el rey Carlos Gustavo y las princesas Margarita, Désirée y Christina, Birgitte afirma: “Siempre nos divertimos mucho cuando nos encontramos. Imagínese, somos cinco hermanos y todos todavía estamos vivos. ¡Y nunca nos hemos peleado, nunca! Creo que es bastante único”.

En su discurso de Navidad, el rey de Suecia explicó su decisión de retirar el tratamiento de Alteza a sus nietos

Carlos XVI Gustavo explicó que tal paso «pueda ser útil cuando mis nietos eventualmente se destaquen por su propio futuro».

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