El tercer hijo de los príncipes Carlos Felipe y Sofía nació este 26 de marzo y se espera que, como sus primos, tenga un título. Su futuro será, no obstante, muy distinto al de su prima mayor, Estelle.
El nieto real es el tercer hijo del príncipe Carlos Felipe y su esposa Sofía, duquesa de Varmland, y nació en el Hospital Dandredyr de la capital sueca. Como nieto real, hijo de un príncipe, tendrá derechos sucesorios al trono de la dinastía Bernadotte pero se espera que en el futuro pueda desarrollar su vida adulta como un ciudadano común, más allá de su procedencia.
El nieto real, al igual que sus hermanos mayores Gabriel y Alejandro, tendrá además el título de Príncipe de Suecia y posiblemente un ducado real. No recibirá, sin embargo, el tradicional tratamiento de Alteza Real, una decisión del rey Carlos XVI Gustavo que incluye a todos los hijos de Carlos Felipe y a los de su hermana, la princesa Madeleine.
La decisión real de 2018 tiene por objetivo que en el futuro puedan desarrollar vidas independientes de la Corona y, por supuesto, sin recibir dinero público por el cumplimiento de funciones oficiales. Los únicos dos nietos del rey excluidos de la reforma son los hijos de la princesa heredera Victoria, la princesa Estelle y el príncipe Oscar, que ocupan el segundo y tercer lugar en la sucesión al trono, respectivamente.
Carlos Felipe y Sofía de Suecia con sus hijos Alejandro y Gabriel.
Como príncipe real de Suecia, al bebé le corresponderá además un ducado vitalicio otorgado por el rey que será anunciado ante el Consejo de Estado en una sesión extraordinaria convocada el día después de su nacimiento. Actualmente, todos los hijos y nietos del rey Carlos Gustavo tienen un título ducal que recibieron al nacer.
La princesa Victoria fue nombrada duquesa de Västergötland en 1977 y dos años más tarde el príncipe Carlos Felipe recibió el ducado de Värmland. La princesa Madeleine, nacida en 1982, es titulada duquesa de Hälsingland y Gästrikland. La princesa Estelle recibió en 2012 el ducado de Östergötland mientras su hermano Oscar, en 2012, fue nombrado duque de Skåne.
Los hijos del príncipe Carlos Felipe y la princesa Sofía son el príncipe Alejandro, titulado duque de Södermanland, y el príncipe Gabriel, duque de Dalarna. Sus primos, los hijos de la princesa Madeleine, son Leonore, duquesa de Gotland; Nicolás, duque de Ångermanland, Adrienne, duquesa de Blekinge, todos ellos con el título de príncipes de Suecia.
La familia real sueca al completo en 2018
Más allá de estos 12 ducados distribuidos por el rey desde 1977, quedan 13 ducados vacantes según informó el sitio especializado Histoires Royales: Bohuslän, Dalsland, Halland, Härjedalen, Laponia, Medelpad, Närke, Norrbotten, Öland, Småland, Uppland, Västerbotten y Västmanland. Uno de estos ducados corresponderá al próximo bebé real sueco.
El príncipe Carlos Felipe, el segundo hijo de los reyes, es el cuarto en la línea de sucesión al trono. El 13 de junio de 2015 se casó con la exmodelo sueca Sofia Hellqvist, con quien convivía desde 2011. Tras su boda, Sofía pasó a ser Princesa de Suecia con tratamiento de Alteza Real. El 19 de abril de 2016, la princesa dio a luz a su primer hijo, el príncipe Alexander Erik Hubertus Bertil. La pareja tuvo su segundo hijo, el príncipe Gabriel Carl Walther el 31 de agosto de 2017.
El hijo del príncipe Harry de Inglaterra y Meghan Markle, Archie, no tiene un título real y, en cambio, usa el apellido Mountbatten-Windsor, y es probable que sea el mismo para su hermano o hermana menor, que nacerá a finales de este año. El apellido causó un gran revuelo cuando se presentó por primera vez en 1973.
Antes de casarse con la reina, Felipe fue el príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca de la casa real alemana de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg. Sin embargo, este apelativo no era lo suficientemente neutral en la Gran Bretaña de la posguerra, por lo que en 1947 adoptó el nombre de Mountbatten en honor a sus abuelos maternos.
Cuando la entonces princesa Isabel tuvo el primer hijo de la pareja, el príncipe Carlos (1948), asumió que él y sus futuros hijos tomarían el apellido paterno de la manera tradicional. Pero el primer ministro Winston Churchill no estuvo de acuerdo y quiso que siguieran usando el nombre Windsor, que era el apellido oficial de la familia real desde 1917.
El príncipe Luis de Battenberg, abuelo del duque de Edimburgo, adoptó el apellido Mountbatten en 1917.
La abuela de la reina, la reina María, estuvo de acuerdo con Churchill y provocó tal escándalo que el asunto incluso se discutió en el Parlamento. Al final, la princesa Isabel tomó la decisión de seguir las opiniones de su familia, y bautizó a sus hijos Carlos y Ana (1950) con el apellido real Windsor.
En ese momento, según los informes de sus biógrafos, Felipe se quejó a unos amigos dijo: “No soy más que una maldita ameba. Soy el único hombre en el país al que no se le permite dar su nombre a sus propios hijos”. Durante los primeros años de su matrimonio se había sentido relegado del papel oficial y esta decisión profundizó más su resentimiento.
La biógrafa real Sally Bedell Smith incluso llegó a sugerir que la molestia por el nombre era la razón de la diferencia de edad de 10 años entre la princesa Ana y el príncipe Andrés (1960). Sin embargo, cuando Isabel quedó embarazada de su tercer hijo, ya era la reina, lo que cambió un poco las cosas.
Antes de casarse con Isabel, en 1947, el príncipe Felipe de Grecia tomó el apellido de su familia materna, Mountbatten.
El deseo del «tío Dickie»: ver a la Dinastía Mountbatten en el trono
Según los informes, Felipe se negó a abandonar el tema, y en 1960 fue a ver al primer ministro Harold Macmillan, que luego había asumido el cargo de primer ministro. Le dijo que “era absolutamente necesario volver a examinar” un tema que, según admitió, lo había estado “irritando” desde 1952.
Lord Louis «Dickie» Mountbatten, tío de Felipe, quien no había dudado en brindar públicamente en 1952 por la llegada de la “Dinastía de Mountbatten” al trono británico, defendía que lo “habitual” era que las esposas adoptaran el nombre de su esposo tras el matrimonio, cosa que no había ocurrido tras la boda de su sobrino con Isabel en 1947.
Finalmente se llegó a un acuerdo, y el 8 de febrero de 1960, once días antes del nacimiento del príncipe Andrés, la reina Isabel declaró que había adoptado el nombre Mountbatten-Windsor, que aunaba a las dos familias. Anunció que este sería utilizada por todos sus descendientes que no tuvieran el título de “Su Alteza Real”.
Lord Mountbatten, tío del príncipe Felipe, defendía que lo “habitual” era que las esposas adoptaran el nombre de su esposo tras el matrimonio.
Los descendientes de Isabel y Felipe que no son «Altezas Reales»
Según la Carta Patente (decreto real) emitida por el rey Jorge V en 1917, solo los hijos de un monarca reinante, los hijos del príncipe de Gales -y las consortes de ellos- recibirían el tratamiento de Altezas. En una carta patente de 2013, Isabel II decidió que los hijos de Guillermo y Kate Middleton (duques de Cambridge) serían ‘Altezas reales’ desde su nacimiento.
La ley no contempla a los hijos del príncipe Harry y Meghan Markle, que son nietos del príncipe de Gales. Al no estar incluidos en esta legislación, los hijos de los duques de Sussex nacen con el apellido Mountbatten-Windsor. Otro ejemplo es el príncipe Eduardo, quien optó por que sus hijos (Lord James y Lady Louise) no fueran altezas reales y, por lo tanto, también llevan el apellido Mountbatten-Windsor.
El primer apelativo –Mountbatten- es el nombre que la familia principesca de los Battenberg, oriunda de Alemania, adoptó en 1917 en plena Primera Guerra Mundial, al tomar la ciudadanía británica. Uno sus miembros más célebres fue Lord Louis, conde Mountbatten, asesinado por el IRA en 1978, y su hermana, la princesa Alicia de Grecia, fue madre del duque de Edimburgo.
La estrella de la TV estadounidense hablará con Harry y Meghan sobre su matrimonio, su paternidad, su trabajo filantrópico y cómo están manejando la vida post realeza.
La CBS transmitirá la entrevista en horario estelar el domingo 7 de marzo a las 8 pm., unas semanas después de que los duques de Sussex anunciaran que esperan a su segundo hijo.
“Winfrey hablará con Meghan, duquesa de Sussex, en una amplia entrevista, que cubrirá todo, desde el paso a la vida como real, el matrimonio, la maternidad, el trabajo filantrópico hasta cómo está manejando la vida bajo una intensa presión pública”, dijo CBS en una declaración.
El príncipe Harry se unirá a su esposa en la misma entrevista para hablar sobre su mudanza a los Estados Unidos “y sus esperanzas y sueños futuros para su familia en expansión”, dijo la CBS.
Además de asistir a la boda de Meghan y el príncipe Harry en mayo de 2018 en el castillo de Windsor, Oprah también es una de las vecinas de los duques en el vecindario de Montecito, California, adonde se mudaron en 2020 tras abandonar el palacio de Kensington.
El nuevo hijo de Meghan Markle y el príncipe Harry, el cual ocupará el octavo puesto a la línea de sucesión al trono británico, será el quinto nieto para el príncipe Carlos de Inglaterra y presumiblemente será el primer bisnieto de Isabel II que nazca fuera de Gran Bretaña.
El primer hijo del duque y la duquesa de Sussex, Archie Mountbatten-Windsor, nacido en Londres en 2019, es un ciudadano británico pero también puede reclamar la ciudadanía estadounidense algún día a través de su madre estadounidense si así lo desea.
Pero si el segundo hijo de los duques de Sussex nace en Estados Unidos, será ciudadano estadounidense de inmediato, gracias a la 14° Enmienda constitucional, y por lo tanto podría votar, solicitar un pasaporte estadounidense o incluso postularse para la presidencia de los Estados Unidos algún día.
Además, como hijo de un ciudadano británico nacido en el extranjero, también podría reclamar la ciudadanía británica cuando llegue a la edad adulta. Dado que su posición en la sucesión real es remota, es poco probable que alguna vez ocupe el trono, por lo que su estado de ciudadanía es un tema menos urgente.
Los duques de Sussex y su hijo de 21 meses se distanciaron socialmente en su residencia de Santa Bárbara, California, donde ocasionalmente han participado en apariciones virtuales. Desde allí el príncipe y Meghan mantienen su propia agenda benéfica y cumplen su sueño de que sus pequeños tengan una vida lo más normal posible y sin los deberes que conlleva ser miembro de la realeza.
El príncipe Harry Bretaña y su esposa, Meghan Markle, serán padres por segunda vez este año, de un bebé que será el quinto nieto del príncipe Carlos y el 11º bisnieto de la reina Isabel II.
Sin embargo, los duques de Sussex han planteado el deseo de que ninguno de sus hijos tenga títulos reales y que simplemente sean conocidos por su nombre de pila y el apellido Mountbatten-Windsor, que reúne los linajes de sus bisabuelos Isabel II y Felipe Mountbatten.
De acuerdo con la ley orgánica de la casa real, decretada por el rey Jorge V en 1917, el bebé de Harry y Meghan no tendrá derecho a ser titulado “Alteza Real” o “Príncipe/Princesa” debido a que no es nieto del monarca reinante.
Los duques de Sussex, Harry y Meghan, difundieron este retrato para comunicar que esperan a su segundo hijo.
Lo mismo ocurría en el casos de sus primos Jorge, Carlota y Luis, hijos de los duques de Cambridge, pero en tales casos la reina tomó cartas en el asunto y concedió a sus bisnietos el título de príncipe/princesa de Cambrigde por ubicarse en los primeros lugares de la línea sucesoria.
¿Qué título le corresponde?
En el caso de los hijos del príncipe Harry, les corresponde ser titulados “Lord” o “Lady”, respectivamente, pero después del nacimiento de su primer hijo Archie Harrison, en 2018, los duques anunciaron que deseaban que no tuviera un título real.
El próximo bebé de la familia real, sin embargo, tendrá desde el primer instante de vida un derecho sucesorio inalienable al trono británico, por ser descendiente del rey Jorge V. El bebé ocupará al nacer el 8º puesto en la sucesión, después de su hermano mayor.
Si naciera en Estados Unidos, donde ahora viven sus padre, el futuro bebé será ciudadano estadounidense con el derecho de vivir y trabajar en el país sin necesitar una visa y evitarle el largo proceso de entrada que suelen tener los visitantes extranjeros que llegan a los aeropuertos estadounidenses.
El primer hijo de los duques de Sussex, Archie Harrison, nació el 6 de mayo de 2019.
Quiénes son los bisnietos de la reina Isabel II
La reina Isabel II (de 94 años) y el duque de Edimburgo (quien cumplirá 100 años en junio), tenían hasta ahora ahora nueve bisnietos, entre los que se cuentan los príncipes Jorge (2013), Carlota (2015) y Luis de Cambridge (2018), hijos de Guillermo y Kate, duques de Cambridge. Jorge está llamado a ser rey tras su bisabuela, su abuelo y su padre.
En 2018 nació Archie Mountbatten-Windsor, el primer hijo del príncipe Harry y de Meghan Markle, bisnieto real que ahora vive en EEUU. El pasado 9 de febrero nació el octavo bisnieto real, el hijo de la princesa Eugenia de York.
Otros bisnietos reales son Mia Grace Tindall (2014) y Lena Elizabeth Tindall (2018), hijas de Zara Phillips y nietas de la princesa Ana. Zara espera su tercer hijo para los próximos meses. Su hermano mayor, Peter Phillips, tiene también dos hijas: Savannah Anne Kathleen Phillips (2010) e Isla Elizabeth Phillips (2012).
Quién es quién en la sucesión al trono británico
1. Carlos, príncipe de Gales
2. Guillermo, duque de Cambridge
3. Príncipe Jorge de Cambridge
4. Princesa Carlota de Cambridge
5. Príncipe Luis de Cambridge
6. Enrique, duque de Sussex
7. Archie Mountbatten-Windsor
8. Próximo bebé de los duques de Sussex
9. Andrés, duque de York
10. Princesa Beatriz de York, señora Mapelli Mozzi
«Podemos confirmar que Archie se convertirá en hermano mayor: el duque y la duquesa de Sussex están emocionados por estar esperando a su segundo hijo», dijo un vocero.
El príncipe Harry (36) y la ex actriz estadounidense Meghan Markle (38) contrajeron matrimonio en el Castillo de Windsor en mayo de 2018. La reina Isabel II otorgó a su nieto los títulos de Duque de Sussex, Conde de Dumbarton y Barón Kilkeel.
En mayo de 2019, los duques de Sussex fueron padres por primera vez, de un niño que recibió los nombres de Archie Harrison Mountbatten-Windsor y ocupa el 7º puesto en la sucesión al trono británico.
Los duques de Sussex renunciaron a sus roles como miembros de la Familia Real en marzo de 2020, con la intención de ser «independientes» personal y financieramente. Actualmente residen en Montecito (California), junto a su hijo Archie.
“La reina, el duque de Edimburgo, el duque de York, Sarah, duquesa de York y el señor y la señora George Brooksbank han sido informados y están encantados con la noticia”, dijo el palacio de Buckingham en un comunicado.
El hijo de la princesa Eugenia y su esposo, el financista Jack Brooksbank, nació este martes 9 de febrero en el hospital privado de Portland en el centro de Londres.
El recién nacido, que ocupa el undécimo lugar en la sucesión al trono británico, es, además, el primer nieto del príncipe Andrés y su exesposa Sarah Ferguson, duquesa de York. No le corresponde ningún título real.
La princesa Eugenia publicó en redes sociales esta primera foto de su hijo.
Quiénes son los bisnietos de la reina Isabel II
La reina Isabel II (de 94 años) y el duque de Edimburgo (quien cumplirá 100 años en junio), tenían hasta ahora ahora ocho bisnietos, entre los que se cuentan los príncipes Jorge (2013), Carlota (2015) y Luis de Cambridge (2018), hijos de Guillermo y Kate, duques de Cambridge. En 2018 nació Archie Mountbatten-Windsor, hijo del príncipe Harry, bisnieto real que ahora vive en EEUU.
Otros bisnietos reales son Mia Grace Tindall (2014) y Lena Elizabeth Tindall (2018), hijas de Zara Phillips y nietas de la princesa Ana. Zara espera su tercer hijo para los próximos meses, mientras su hermano, Peter Phillips, tiene también dos hijas: Savannah Anne Kathleen Phillips (2010) e Isla Elizabeth Phillips (2012).
La princesa británica Eugenia de York y su esposo, el financista Jack Brooksbank, fueron padres por primera vez este martes 9 de febrero de un niño.
Eugenia tuvo a su primer hijo en el hospital privado de Portland en el centro de Londres, y Brooksbank estuvo presente en el parto, se informó. La prensa británica reporta que la reina Isabel II está “encantada” con la noticia, según un comunicado oficial.
“Su Alteza Real, la Princesa Eugenia, dio a luz de manera segura a un hijo hoy, 9 de febrero de 2021, a las 08.55 horas en el Hospital de Portland. Jack Brooksbank estaba presente», indica la nota de prensa.
“La reina, el duque de Edimburgo, el duque de York, Sarah, duquesa de York y el señor y la señora George Brooksbank han sido informados y están encantados con la noticia. Su Alteza Real y su hijo están bien», concluye la nota.
El recién nacido, que ocupa el undécimo lugar en la sucesión al trono británico, es el noveno bisnieto de la reina Isabel II y el príncipe Felipe, además del primer nieto del príncipe Andrés.
La princesa Eugenia de York (30) es la hija menor de Andrés, duque de York, y de Sarah Ferguson. Contrajo matrimonio en el Castillo de Windsor en octubre de 2018.
La princesa Eugenia de York, nieta de la reina Isabel II, y su esposo Jack Brooksbank esperan un bebé para principios del próximo año, anunció el Palacio de Buckingham este viernes.
Un mensaje publicado en la cuenta de la Familia Real en Twitter dijo que la pareja estaba «muy contenta» de anunciar la noticia. «El duque de York y Sarah, duquesa de York, el señor y la señora George Brooksbank, la reina y el duque de Edimburgo están encantados con la noticia», agregaron.
La princesa, décima en la línea sucesoria al trono, es la hija menor del príncipe Andrés y de Sarah Ferguson. Su hermana mayor es la princesa Beatriz. Se casó con Brooksbank en la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor en octubre de 2018 ante 850 invitados. Al publicar una foto de ella y su esposo en Instagram junto con otro de unos zapatos de bebé, la princesa dijo que la pareja estaba “muy emocionada”, mientras llegaron mensajes de felicitaciones de todas partes, incluido el del primer ministro británico, Boris Johnson.
Destino real
El bebé de la pareja será el noveno bisnieto de la reina Isabel, de 94 años, y del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, quien cumplirá 100 años en junio de 2021. El octavo de ellos es Archie Mountbatten-Windsor, el único hijo del duque y la duquesa de Sussex. Los padres de Eugenia se convertirán en abuelos por primera vez a los 60 años.
El niño o la niña de Eugenia ocupará desde el primer instante de su vida el undécimo puesto en la sucesión del trono, derecho que le corresponde por ser descendiente de Isabel II. Pero debido a que el bebé nacerá de un miembro femenino de la Familia Real y su padre no tiene estatus real o noble, será titulado simplemente con el tratamiento de “Master” (al igual que los hijos de la princesa Ana) o simplemente utilizará el apellido Brooksbank, sin título real.
Esto podría cambiar si la reina decidiera otorgarle a Jack Brooksbank un título real o emitiera una “Cartas Patentes” con su decisión de que los hijos de la princesa Eugenia también sean príncipes del Reino Unido. Esto, sin embargo, es poco factible, ya que Eugenia es un miembro secundario de la Casa Real y los últimos años vieron cómo el príncipe Carlos, heredero del trono, comenzó a abogar por tener una casa real reducida y menos costosa.
Este es el orden sucesorio al trono británico
Carlos, príncipe de Gales.
Guillermo, duque de Cambridge.
Príncipe Jorge de Cambridge.
Princesa Carlota de Cambridge.
Príncipe Luis de Cambridge.
Enrique, duque de Sussex.
Archie Mountbatten-Windsor.
Andrés, duque de York.
Princesa Beatriz de York, Señora Mapelli Mozi.
Princesa Eugenia, Señora Brooksbank.
Eduardo, conde de Wessex.
James Mountbatten-Windsor, Vizconde Severn.
Lady Louise Mountbatten-Windsor. Ana, Princesa Real.
Esta semana, la monarquía británica supo mantener al público mundial en la expectativa. Este viernes se develó, por fin, el misterio del nombre del “royal baby” británico, cuatro días después de su nacimiento en el Hospital St. Mary de Londres. El Palacio de Kensington anunció que el tercer hijo del príncipe Guillermo y la duquesa de Cambridge será bautizado Louis Arthur Charles. En castellano, Luis Arturo Carlos.
Los nombres elegidos por los duques de Cambridge para su nuevo bebé honran tanto al abuelo del príncipe, el príncipe Carlos (Príncipe de Gales), como a Lord Louis Mountbatten, el tío del duque de Edimburgo, quien fuera asesinado por una bomba del Ejército Revolucionario Irlandés (IRA) en 1979.
El que fue bautizado popularmente #RoyalBaby3 y #BabyCambridge ocupa desde el momento de su nacimiento el 5º lugar en la sucesión al trono inglés, de más de diez siglos de antigüedad, desplazando a su tío, el príncipe Harry. Además, el bebé tendrá un título oficial: “Su Alteza Real el Príncipe Luis de Cambridge”. Sin embargo, la realidad es que el príncipe Luis no estaba destinado a ser un príncipe en absoluto, y solo tiene el título porque su bisabuela, la reina Isabel II, intervino para cambiar las reglas.
Todo comenzó hace 100 años, en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, cuando el rey Jorge V decidió que los títulos de la realeza británica deberían ser limitados. Decidió que solo el monarca, sus hijos, sus nietos en línea masculina y solamente el primer nieto del Príncipe de Gales podrían tener títulos de “Príncipes del reino”, dejando la oportunidad a primos y primos lejanos de tener otros títulos de nobleza, de menor rango, con el objetivo de simplificar y reducir al máximo al núcleo de la Familia Real.
Bajo las viejas reglas, el príncipe Jorge, nacido en 2013, hubiera tenido el título que hoy lleva como primer nieto del príncipe de Gales, pero sus hermanos menores tendrían otros títulos. La princesa Carlota -nacida en 2015- probablemente habría sido Lady Charlotte Mountbatten-Windsor y el nuevo bebé, Luis, habría sido Lord Louis Mountbatten-Windsor. Suena bien.
EL PRÍNCIPE NACIÓ DOS DÍAS DESPUÉS DEL CUMPLEAÑOS 92 DE SU BISABUELA, ISABEL II.
Pero antes de que el príncipe Jorge naciera, su bisabuela intervino para asegurar que su bisnieto tuviera títulos adecuados para un futuro monarca. La reina anunció su decidión en su Carta Patente de 2012, procedimiento legal que le permite hacer un cambio sin que pase por el Parlamento, sobre el tema. Gracias a esto, todos los hijos de los duques de Cambridge son príncipes pese a que la ley orgánica de la monarquía no lo permite.
Un aviso publicado en el London Gazette decía: «La Reina se ha complacido en declarar con Cartas Patentes bajo el Gran Sello del Reino del 31 de diciembre de 2012 que todos los hijos del hijo mayor del Príncipe de Gales deben tener y disfrutar el estilo , título y atributo de la alteza real con la dignidad titular de Príncipe o Princesa prefijada a sus nombres cristianos o con otros títulos«.
El nombre del nuevo príncipe, francés y con raíces germánicas, no es común dentro del árbol genealógico de la familia real inglesa. De hecho, se cree que las casas de apuestas británicas ganaron millones de libras gracias a que miles de apostadores ofrecieron su dinero con nombres más monárquicos, como Albert, James, Arthur e incluso Philip, como el bisabuelo de 96 años del niño, el duque de Edimburgo. El nombre se encuentra actualmente entre los 70 y 80 nombres masculinos más populares entre los recién nacidos del Reino Unido.
Un homenaje al «Tío Dickie»
VICTORIA DE HESSE Y LUIS DE BATTENBERG SON ANTEPASADOS DEL BEBÉ REAL.
La mayoría de los especialistas británicos dicen que la reverencia de la familia real por el nombre de Luis se debe simplemente a un homenaje al “tío” favorito del príncipe Carlos, el Almirante de la Flota Lord Louis Francis Albert Victor Nicholas Mountbatten, el primer conde Mountbatten de Birmania y el último Virrey de la India (1899-1979).
Louis era originalmente un príncipe de Battenberg, una rama de la casa real alemana de Hesse caída en desgracia, nacida de un matrimonio morganático que fue adoptada cariñosamente por la reina Victoria en su corte. Una nieta de Victoria, la princesa Victoria de Hesse-Darmstadt, se casó con el príncipe Luis de Battenberg en 1884. Fueron padres de la princesa Luisa, futura reina consorte de Suecia, y de la princesa Alicia, la madre del duque de Edimburgo y suegra de Isabel II.
En 1917, Luis de Battenberg ocupaba el importantísimo cargo de Primer Lord del Mar -Comandante de la Armada Real- y un lugar destacado en la familia del rey Jorge V, pero durante la Gran Guerra fue víctima de la germanofilia popular y tuvo que retirarse a pesar de su manifiesto sesgo inglés. Cuando fue necesario abandonar todo rastro germánico de la familia, Luis de Battenberg renunció a su título y apellido alemanes para convertirse en un lord inglés Louis Mountbatten, primer marqués de Milford-Haven.
EL PRÍNCIPE CARLOS Y SU MENTOR, «DICKIE» MOUNTBATTEN.
Su hijo, el príncipe Luis, conocido cariñosamente como “Dickie”, fue uno de los últimos bisnietos que conoció la reina Victoria, quien posó junto a él en una fotografía después de su bautismo. Pese a su sangre alemana y su ascendencia Hesse, Dickie fue toda su vida perfectamente inglés. Fue el “celestino” encargado de urdir el romance de su sobrino, Felipe de Grecia, con la entonces princesa -y ahora reina- Isabel, hace 70 años.
Hizo carrera militar, se casó con una inglesa y llegó a ser un héroe de guerra muy condecorado. Inicialmente sirvió en un destructor hundido por bombarderos alemanes y se convirtió en comandante supremo aliado en el Comando del Sudeste Asiático supervisando la derrota del asalto japonés sobre la India, por entonces todavía la “joya” del Imperio británico.
En 1979, lord Mountbatten fue asesinado, junto a su nieto, Nicholas Snatchbull, y un yerno, por el grupo terrorista irlandés IRA, que había colocado una bomba en su barco de pesca, Shadow V, en Mullaghmore, Condado de Sligo, Irlanda. El príncipe Carlos caminó apesadumbrado tras el cortejo en los funerales “de rey” que se le ofrecieron en Londres. Más tarde se refirió al “tio Dickie” como el “abuelo que nunca tuvo”: “Lo admiro casi más que a nadie más que conozco”.
LORD MOUNTBATTEN EN EL JUBILEO DE PLATA DE LA REINA (1977).
Luis, como el Rey Sol
LUIS XIV, EL «REY SOL» DE FRANCIA
Ningún rey británico ha sido nombrado ‘Louis’, pero fue un nombre muy popular en Francia, donde 18 reyes fueron bautizados con ese nombre. Durante 186 años, entre 1610 y 1798, cada rey francés se llamó Louis pero el nombre llegó a su apogeo gracias al monarca más famoso de Francia, Luis XIV. Apodado el “Rey Sol”, reinó desde 1643 hasta 1715 -durante más de 72 fantásticos años- y su reinado personalista promocionó un crecimiento masivo del poder francés.
El bisnieto de Luis XIV, Luis XVI, rey de Francia desde 1774 hasta 1792, perdió la cabeza en la guillotina después de ser declarado culpable de traición tras la Revolución Francesa. En 1830, el decimonoveno rey Luis de Francia gobernó durante los 20 minutos antes de abdicar. Su padre Carlos X había abdicado ese mismo día durante la Segunda Revolución Francesa.
LUIS FEDERICO DE GALES, HIJO DE JORGE II, EL ÚLTIMO PRÍNCIPE INGLÉS LLAMADO ASÍ.
La historia recuerda a solo un príncipe de Inglaterra llamado Luis –Luis Federico, el hijo mayor de Jorge II- y apenas un un rey llamado así: El rey francés Luis VIII llegó a Inglaterra en 1216 y reclamó el título de Rey de Inglaterra desde 1216 hasta 1217. Los barones de Inglaterra lo preferían como monarca ya que despreciaban al rey Juan “Sin Tierra”.
Los críticos acusaron esta semana a los duques de Cambridge de elegir un nombre “Remainer”, alegando que es demasiado europeo y algunos aseguran que responde al deseo de Guillermo y su familia de separarse de las tradiciones de la Casa de Windsor, donde todos hasta ahora se han llamado Jorge o Eduardo. En cambio, hubo muchas versiones femeninas del nombre: los reyes Jorge II y Eduardo VII, así como la reina Victoria, tuvieron hijas llamadas Luisa.
ARTHUR, UN REY LEGENDARIO, FUE EL NOMBRE FAVORITO DE LOS INGLESES.
¿Y con respecto a los otros nombres?Arthur es el segundo nombre de pila del bebé real y es un nombre con conexiones con el legendario Rey Arturo. Tanto el príncipe Guillermo como su padre recibieron a Arturo entre sus múltiples nombres y un hijo de la reina Victoria -su favorito- fue bautizado así en el siglo XIX. Antes, la historia recuerda a Arturo I, duque de Bretaña (1187-1203), sobrino del rey Ricardo II, y a Arturo, príncipe de Gales (1486–1502), hijo mayor de Enrique VII.
No hay que pensar mucho cuando se trata de descubrir por qué el príncipe Luis también se llama Carlos: es un homenaje a su abuelo, el príncipe de Gales, quien el 14 de noviembre próximo cumplirá 70 años. Antes que él, dos de los más de 40 monarcas ingleses se llamaron Carlos: el primero fue decapitado por el Parlamento en 1649 después de perder la Guerra Civil inglesa, y su hijo Carlos II experimentó un reinado trágico, con la Gran Plaga y el Gran Incendio de Londres, que mataron a unas 100.000 personas.
El nombre Alberto (Albert, en inglés) ha sido muy poco frecuente en la familia real británica, y sin embargo muy apreciado. Desde que murió el esposo de la reina Victoria, llamado Alberto, solo dos príncipes fueron bautizados con este nombre. Uno de ellos fue una verdadera desgracia para la familia: mujeriego, bebedor, vago, nada le importaba en la vida más que divertirse, y sus diversiones lo llevaron a la tumba siendo muy joven.
El siguiente Alberto, fue sin embargo todo lo contrario. Admirado como príncipe trabajador y discreto, llegó a ser Rey de Gran Bretaña (con el nombre de Jorge VI) durante los difíciles tiempos de la Segunda Guerra Mundial consiguiendo elevar el prestigio y la popularidad de la Corona a la cumbre.
EL PRÍNCIPE MÁS AMADO
En febrero de 1840, cuando ya llevaba tres años en el trono británico, la reina Victoria le pidió matrimonio al príncipe más hermoso de su tiempo, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. “Es un hombre hermoso”, dijo ella al verlo. Germánico como los reyes ingleses de la dinastía Hannover y sus consortes desde hacía siglo y medio, proveniente del reino de Sajonia y de una familia que gobernaba el ducado de Coburgo, Alberto era visto como el consorte ideal para la joven Victoria, de 19 años. Para ella, era el hombre de sus sueños.
Durante veintiún años, Victoria y Alberto gozaron de una dichosa vida familiar y dieron a la monarquía un total de nueve hijos que aportaban sangre fresca para la vieja y desprestigiada Casa de Hannover. Alberto era un hombre de carácter noble, de gran habilidad, y se dedicó devotamente a Gran Bretaña ayudando y aconsejando a su esposa en el gobierno, como ningún otro consorte lo había hecho antes. De hecho, la historia solamente recordaba un príncipe consorte, Jorge de Dinamarca, el fecundo esposo de la reina Ana Estuardo, que había tenido la astucia de no entrometerse en ninguna cuestión política.
La influencia moral y la severidad de la corte británica sobre las costumbres de la sociedad “victoriana” fue muy intensa. Alberto no quiso ningún honor -muy a regañadientes, aceptó el título de “Prince Consort”- honor, puesto o poder, diciendo que solo deseaba aligerar el duro trabajo de la soberana, tratando de convertirlo en algo más agradable y llevadero: “Mi ángel querido constituye un gran apoyo para mí”, escribió Victoria. “Pone un gran interés en todo lo que pasa, pero se abstiene de influirme”.
Los británicos se acostumbraron a considerar a la pareja real como un reflejo de lo que debía ser la conducta familiar de sus súbditos. Como su sucesor en el siglo, Felipe de Edimburgo, Alberto dejó a Victoria reinar en sus dominios mientras él se dedicó a reinar en la familia y la casa real, especialmente por la reticencia de los ingleses a aceptar a “un extranjero” en el trono. En los palacios reales de Buckingham, St. James, Windsor, Osborne y Balmoral, Alberto y Victoria criaron a sus hijos con mucha severidad y mucho cariño.
Los primeros años, como cabe esperar, no fueron fáciles. Victoria todavía era una mujer muy joven, amaba las fiestas y bailar toda la noche. Alberto, simplemente alemán, odiaba trasnochar y prefería la conversación con hombres de ciencia o artistas. Por otra parte, Victoria solía tener explosiones de ira y era muy autoritaria, y Alberto, más pacífico, no deseaba doblegarse a la voluntad de una mujer.
En el plano público, Alberto protegió la industria, las artes, la ciencia y en 1851 pensó que sería beneficioso para los especialistas y los trabajadores tener la oportunidad de ver y conocer las obras realizadas en otros lugares. Fue así como creó en Hyde Park la Exposición Universal, que fue instalada dentro del Palacio de Cristal, una gigantesca estructura de hierro recubierta de vidrio.
Allí se exhibieron los productos elaborados, materias primas, máquinas, muebles y esculturas recoletadas en los más remotos rincones del Imperio británico y el extranjero. Todas las naciones fueron invitadas a exponer sus mejores y más interesantes manufacturas. Seis millones de personas visitaron este gran monumento y su éxito todavía atribuido al innovador príncipe Alberto.
Victoria estuvo enamorada de Alberto toda su vida. El 14 de diciembre de 1861, el consorte murió consumido por la fiebre a los 43 años de edad. El país se mostró tan apesadumbrado como la viuda y sus jóvenes hijos, la menor de los cuales tenía 4 años de edad. “Me puse en pie, besé su frente amada y celestial”, escribió Victoria sobre aquella noche, “y exclamé con un grito amargo y doloroso ‘¡Oh! ¡Mi amado!, y después caí de rodillas en un gesto de muda y dolorosa desesperación, incapaz de pronunciar una palabra o derramar una lágrima”.
La reina Victoria quedó sumida en una profunda y lastimosa depresión. En la corte se suspendieron los banquetes reales, los bailes, las fiestas de jardín, las ceremonias de condecoraciones y los desfiles. Oculta de la mirada pública, ni la presencia de sus muchos nietos logró sacar a la viuda de su ostracismo por la ausencia de su “querido ángel”. En breves y concretas frases, Victoria transmitió el doloroso sentimiento que se había instalado en su ser desde el trágico día en que Alberto la abandonó. Quienes estaban cerca, solían escucharla decir “¡La felicidad ya no existe para mi!” o “¡Mi vida se ha terminado!”
Los súbditos del “Imperio donde el Sol nunca se ponía” casi olvidaron el rostro la reina, quien permaneció enclaustrada durante casi una década. La reclusión absoluta de Victoria, en el Castillo de Windsor o en Osborne House (Isla de Wright), llevó a un súbdito inglés a colocar, en broma, un cartel en las puertas exteriores del Palacio de Buckingham: “Estas amplias instalaciones se venden o se alquilan. El último ocupante se ha jubilado”.
LA DECEPCIÓN DE LA FAMILIA
A la reina Victoria, ya mayor, viuda y amargada, no le gustó nada cuando su hijo, el príncipe de Gales, bautizó a su primer hijo con los nombres de Alberto Víctor en 1864. La soberana, que todavía llevaba luto por su “amado ángel”, creía que nadie merecía llamarse Alberto. Cuando le recordaron a Victoria que el bebé estaba destinado a ser rey en el futuro, se alegró: por fin habría un Rey Alberto en la monarquía inglesa, y aquello le parecía un homenaje muy apropiado a su finado esposo.
Pero Alberto Víctor (apodado “Eddy”) no tenía el futuro asegurado. De todos los hijos del príncipe y la princesa de Gales, fue el menos ilustrado: no le interesaba nada, solamente el cognac, los cigarrillos caros, y las mujeres de bajas categorías. Los burdeles para homosexuales de Londres se acostumbraron a verlo como cliente, borracho y protagonista de peleas. Las prostitutas del West End se peleaban por complacer al príncipe, que salía de incógnito pero no podía disimular su dinero. “Prefería francamente el placer a cualquier forma de trabajo”, escribió su biógrafo.
Cuando tenía veinte años, Eddy era un hombre arruinado. Padecía graves ataques de gota y se dice que contrajo todas las enfermedades venéreas conocidas en su época. En el invierno de 1892, poco después de que sus padres organizaran su compromiso matrimonial con una princesa de cuna inglesa, las defensas de Eddy colapsaron. Su madre, la princesa Alejandra, veló día y noche junto a su moribundo hijo mayor hasta que murió. Antes de morir, a los 28 años, se disculpó con sus padres por haberles causado tantos problemas.
EL REY QUE NO QUERÍA SERLO
Dos años después de la muerte de «Eddy», otro príncipe inglés sería bautizado Alberto. El hermano del difunto, el príncipe Jorge, terminó casado con la antigua prometida de Eddy, cumpliendo así la voluntad de la reina Victoria. En 1894 nació su segundo hijo, quien fue bautizado Alberto. Casualmente, nació el 14 de diciembre, en el aniversario de la muerte del príncipe consorte Alberto. La noticia alegró tanto a la viuda Victoria que consideró que, por fin, el estigma de esa fecha se había ido para siempre. Lo apodaron «Bertie».
Tímido, introvertido y ferozmente tartamudo, tuvo una infancia triste porque su padre creía que sus hijos debían tenerle miedo y su madre fue una mujer fría e incapaz de demostrar sentimientos hacia sus hijos. En 1923 tuvo la suerte de casarse con una chica buena que lo ayudó a superar sus miedos y la tartamudez que lo dominaba, lady Elizabeth Bowes-Lyon, del linaje de los condes de Strathmore. Tuvieron dos hijas, la mayor de las cuales es la actual reina Isabel II.
Su padre, el rey Jorge V, pasó los últimos años de su vida lamentándose por su heredero, el príncipe de Gales y futuro Eduardo VIII: «Dios quiera cuando yo muera nada se interponga entre ‘Bertie’, Lilibet y el trono», suspiró. En otra ocasión, cuando ya estaba por morir, vaticinó refiriéndose a su heredero: «Cuando yo muera, el chico se arruinará en doce meses«. Dicho y hecho. Jorge V murió y con el advenimiento de Eduardo VIII estalló su aventura romántica con la estadounidense doblemente divorciada Wallis Simpson, que provocó una crisis constitucional sin precedentes. Era el año 1936, el año de los tres reyes.
Se dice que Bertie lloró desconsoladamente en el regazo de su madre cuando se conoció la noticia de que su hermano iba a abdicar: no quería serlo, afirmaba no estar preparado para semejante carga, y de hecho, se dice que este traumático hecho fue lo que lo condujo a la muerte temprana, a los 56 años. Sin embargo, hizo todo lo mejor que pudo: reinó durante la Segunda Guerra Mundial y, junto a Winston Churchill, llegó a ser considerado el héroe de la nación pese a sus pocas luces y su reticencia a portar una corona que nunca había deseado.
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Hubo un tiempo en que los nacimientos reales eran largos, dolorosos y estaban muy lejos de ser una cuestión privada. Afortunadamente, la práctica de decenas de personas atestiguando el parto de una reina o una princesa quedó atrás. Pero la historia de los nacimientos reales en la monarquía británica es curiosa, asombrosa y muy interesante y aprovechamos el inminente nacimiento del tercer hijo de los Duques de Cambridgepara rememorarlos.
Cuando los análisis de ADN no existían, la única forma de comprobar que un niño era hijo de su madre era observando atentamente cuando la mujer daba a luz. Esto era mucho más importante cuando el hijo por nacer era heredero de la corona inglesa: era necesario que una nube de personas importantes del Reino presenciaran el evento en calidad de testigos, sin importar la comodidad de la parturienta.
Médicos, enfermeras, parteras, damas de honor, sirvientes, ministros, religiosos, cortesanos… todos se congregaban en torno a la simulada sala de parto -que usualmente era en algún castillo real- para ver si la reina era la que verdaderamente daba a luz o si el bebé no era cambiado por otro. Incluso el arzobispo de Canterbury debía estar presente, como líder de la iglesia de Inglaterra, pero hubo una excepción en 1841, cuando nació el primer hijo de la reina Victoria y el arzobispo llegó tarde. Se creía que esta tradición provenía del miedo de que algunos monarcas inescrupulosos reemplazaran a un bebé muerto con otro varón recién nacido, llevado a escondidas a la cama de nacimiento.
LA REINA CARLOTA, ESPOSA DE JORGE III, TUVO 16 HIJOS.
Después de la Reforma, los protestantes tenían miedo de que la dinastía católica de los Estuardo engañara de esta forma para desviar la sucesión de los Hannoverianos protestantes. Según se reportó, hubo 42 personajes públicos eminentes llamados a verificar el nacimiento del hijo del rey Jacobo II de Inglaterra en 1688 en el Palacio de St. James. La gente cuestionaba el hecho de que la esposa del rey estuviera genuinamente embarazada y cuando empezó su trabajo de parto se esparcieron los rumores de que el bebé realmente era un niño que una sirvienta había traído a la habitación en una olla o que lo habían metido por una puerta secreta.
Victoria modificó esta tradición cuando se preparaba para el nacimiento de su primer hijo. «La tradición establecía que los partos reales fueran presenciados por docenas de observadores oficiales, desde los funcionarios de la residencia a los ministros del gobierno«, escribe la historiadora Carolly Erickson. «Durante siglos, las reinas habían dado a luz en habitaciones mal ventiladas, en medio de ruidosos grupos. Victoria no estaba dispuesta a aceptar nada de eso (…) Se toleraría la presencia de testigos oficiales en una habitación contigua, pero en la sala del parte, ella sólo permitiría la presencia del doctor mismo, la señora Lilly, enfermera permanente, y su marido«.
Los ministros y los consejeros privados estuvieron presentes con las damas de honor hasta 1894, cuando la reina Victoria decidió que para el nacimiento de su bisnieto, el futuro Eduardo VIII, el secretario del Interior sería suficiente como testigo. El secretario de Asuntos Internos Sir William Joynson-Hicks, asistió al nacimiento de la actual reina Isabel II en 1926, en el número 17 de la calle londinense de Bruton Street. La princesa Margarita, segunda hija del rey Jorge VI, obligó al secretario del gobierno a viajar hasta el remoto castillo escocés de Glamis para presenciar su parto, en agosto de 1930. Pero esta práctica fue abolida en 1948, por decisión de Jorge VI y antes del nacimiento de su primer nieto, el príncipe Carlos.
VICTORIA FUE LA PRIMERA REINA EN DAR A LUZ SIN DOLOR, EN 1853, CUANDO NACIÓ EL PRÍNCIPE LEOPOLDO.
Otra cuestión espinosa, que ya no preocupa, es la del sexo del bebé real. Hasta hace pocas décadas, el primer hijo de un rey o reina no heredaría el trono a menos que fuera un niño. “Oh, Señora, es una princesa», dijo absolutamente decepcionado el doctor Charles Locock a la reina Victoria, cuando esta dio a luz a su primer vástago, la princesa Vicky, en 1840. «No importa», respondió la joven reina, «El próximo será un príncipe».
Y así fue: en noviembre de 1841 nació el príncipe Alberto Eduardo, el nuevo príncipe de Gales que corrió un lugar en la sucesión a su hermana mayor, Vicky. Los londinenses se volcaron a las calles cuando oyeron repicar las campanas y el sonido de los cañonazos que saludaban al heredero del trono. Fue una ocasión única, ya que desde hacía 61 años que no nacía un príncipe inglés. La reina Carlota, esposa de Jorge III, había sido la última madre de un niño en la corona británica en 1780, cuando nació su 15° hijo, el príncipe Alfredo. Carlota fue una de las reinas más prolífica de la historia inglesa, con dieciséis niños, al igual que su antecesora del siglo XIII, Leonor de Castilla.
Su nieta, Victoria, fue la siguiente en número de hijos: tuvo un total de nueve en dieciocho años, pero “Victoria disfrutaba el sexo pero odiaba el embarazo, que ella llamaba el ‘lado oscuro’ del matrimonio”, según la historiadora real Sarah Bradford. El trabajo de parto hacía sufrir mucho a la reina Victoria, quien exigió al doctor John Snow administrarle cloroformo en un pañuelo para dormirla durante el nacimiento de sus dos últimos hijos, el príncipe Leopoldo y la princesa Beatriz, y así evitarle los espantosos dolores. Según contó el doctor Snow en su libro Sobre el cloroformo y otros anestésicos en 1858, la misma reina Victoria lo llamó «ese cloroformo bendecido» y elogió su efecto «calmante y delicioso».
LOS CUATRO HIJOS DE LA REINA ISABEL II NACIERON EN PALACIOS REALES.
La historia recuerda experiencia particularmente espantosa de la hija única del rey Jorge IV, la Princesa Carlota de Gales, cuya insoportable muerte en el parto en 1817 condujo a la eventual coronación de su prima, Victoria, como reina de Inglaterra. Con tan solo 21 años y locamente enamorada de su esposo, Leopoldo de Sajonia-Coburgo, la pobre Carlota soportó 50 horas de parto antes de dar a luz a un hijo muerto.
La princesa murió en menos de 24 horas después de una hemorragia dolorosa causada por la torpeza de los médicos. El responsable principal se suicidó días más tarde, abatido por la desgracia a la que sumió a la monarquía. Aunque Carlota había vivido apartada de la mirada pública en Claremont, en las afueras de Londres, en los meses previos a su confinamiento había sido objeto de intensas especulaciones de la prensa y grandes apuestas sobre el sexo de su bebé por nacer fueron colocadas en la Bolsa de Valores.
La reina Victoria nació en 1819 en el palacio de Kensington, el actual hogar de los príncipe Guillermo y Harry. La muerte de Carlota había llevado preocupación a la casa real, ya que los hermanos de Jorge IV tenían muchos hijos ilegítimos, pero ninguno “decente” para heredera el trono. Uno de ellos, Eduardo, duque de Kent, abandonó a su amante para casarse con Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha, con la que tuvo una única hija, Alejandrina Victoria.
LA MUERTE DE LA PRINCESA CARLOTA EN 1818, TRAS 50 HORAS DE PARTO, CONMOCIONÓ A GRAN BRETAÑA.
El parto duró más de seis horas y el duque de Kent se mantuvo al lado de su esposa durante toda la prueba, elogiándola por su «paciencia». Después, Kent describió a su hija recién nacida como una «Hércules de bolsillo» y «regordeta como una perdiz». El duque estaba convencido de que sería el padre del futuro heredero de Inglaterra, diciendo que “la corona vendrá a mí y a mis hijos”, mucho antes del nacimiento del niño. Cuando tomó por primera vez a su bebé en sus brazos, dijo emocionado: «Ella será la Reina de Inglaterra». Pero el duque no viviría para ver esto, ya que murió de neumonía antes de que su hija tuviera un año de edad.
Isabel II fue la última reina inglesa que dio a luz en un palacio real: sus tres hijos varones nacieron en Buckingham, mientras su única hija, la princesa Ana, nació en la residencia londinense de Clarence. En el otoño de 1948, la corte anunció que todos los compromisos de la entonces princesa Isabel serían cancelados y todo el mundo supo qué pasaba: la heredera esperaba un hijo, pero la palabra “embarazo” entonces era un tabú, de mal gusto.
«Se discutió bastante el sitio donde debía nacer el niño», narra la antigua niñera real Marion Crawford. «Los reyes querían que el alumbramiento tuviera lugar en el rincón más tranquilo del palacio [de Buckingham], que da sobre los jardines y el lago, pues sabían que la muchedumbre, que toma parte en cualquier acontecimiento de la real familia, se estaciona bajo los balcones y llena el Mall, de día y de noche, con su expectante clamor y su ruido jubiloso. Sin embargo, ‘Lilibet’ se mantuvo firme y por una vez su criterio se enfrentó al de sus familiares: ‘Yo quiero que mi hizo nazca en mi cuarto, entre las cosas que conozco’».
NADIE SABE DÓNDE NACIÓ LA ESPOSA DEL REY JORGE VI, LADY ELIZABETH BOWES-LYON
Los nacimientos reales se hicieron populares avanzado el siglo XX. Hasta los años 80, cuando una mujer de la realeza daba a luz alcanzaba con colgar el escueto comunicado a las puertas del palacio de Buckingham y, aunque las multitudes desafiaban al clima cantando y brindando en las calles, no pasaba más que ello. Pero la llegada de la cautivante princesa Diana lo cambió todo: cientos de reporteros y fotógrafos de todo el planeta viajaron a Londres en 1982 cuando iba a nacer su primer hijo, el príncipe Guillermo.
Diana dio a luz a su primogénito en el Hospital St. Mary, del barrio londinense de Paddington, con lo que el príncipe Guillermo fue el primer príncipe y futuro rey nacido fuera de un palacio real. Se cuenta que el parto fue inducido porque, según le contó Diana al biógrafo Andrew Morton «no podía soportar la presión de la prensa por más tiempo, se estaba volviendo insoportable. Era como si todo el mundo estuviera monitoreándome cada día”.
El flamante padre, el príncipe Carlos, que presenció el nacimiento, le dijo a su madrina Lady Patricia Brabourne que nunca había visto escenas como las que hubo fuera del hospital cuando se fue esa noche, «todos se habían vuelto locos de emoción». Hubo una emoción similar durante los nacimientos de los dos hijos del príncipe Guillermo y Kate, duquesa de Cambridge: Jorge, el futuro heredero al trono, nació en 2013, mientras su hermana, Carlota, nació en 2015.
ANUNCIO DEL NACIMIENTO DEL PRÍNCIPE JORGE DE CAMBRIDGE, BISNIETO DE LA REINA ISABEL II, EN 2013.
Aunque ocurrió ya bien avanzado el siglo XXI, el protocolo fue el mismo: la soberana, Isabel II, fue la primera persona en conocer la noticia cuando su nieto la llamó por teléfono. Inmediatamente después, la reina dio la orden de colocar un boletín informativo sobre la hora del nacimiento del bebé y su sexo en las puertas del palacio de Buckingham. Pero el nacimiento de Jorge y Carlota incluyó nuevos elementos: miles de millones de personas de todo el mundo se enteraron de la noticia a través de Twitter y Facebook.
Por cierto, el lugar de nacimiento de la reina Isabel, esposa de Jorge VI, el 4 de agosto de 1900 sigue siendo uno de los pocos misterios reales del siglo XX sin resolver. Ni la propia reina sabía a ciencia cierta dónde nació e incluso su biógrafo autorizado, William Shawcross, parecía inseguro en su libro publicado en 2009. ¿Fue en Londres o fue St. Paul-Walden Bury, la casa de campo de su familia en Hertfordshire? Nunca lo sabremos. Más de un siglo después, bajo el implacable escrutinio de los medios de todo el mundo, no sucederá lo mismo con su futuro tataranieto o tararanieta: la puerta de la maternidad del Hospital St. Mary está a punto de convertirse en la puerta más famosa y observada del mundo.
EL HOSPITAL ST. MARY DE LONDRES ESPERA AHORA EL NACIMIENTO DEL TERCER HIJO DE LOS DUQUES DE CAMBRIDGE.