Por qué el palacio de Guillermo y Kate estaría vinculado con la esclavitud

El comerciante de esclavos Edward Colston asoció a su empresa de tráfico de personas al rey Guillermo III, constructor de la residencia real en el siglo XVII.

Los vínculos de residencias reales históricas de Gran Bretaña con el comercio de esclavos comenzaron a ser investigados recientemente en una revisión dirigida por la historiadora Lucy Worsley, curadora en jefe de la organización benéfica Historic Royal Palaces. Entre los sitios que se pondrán bajo la lupa se encuentra el Palacio de Kensington, la residencia londinense del duque y la duquesa de Cambridge, que anteriormente fue hogar de Meghan Markle, Diana de Gales, la princesa Margarita y otros miembros de la familia de la reina Isabel II.

PALACIO DE KENSINGTON

Worsley, dijo al diario The Times que “todo lo que tenga que ver con la Dinastía Estuardo tendrá un elemento de dinero derivado de la esclavitud en su interior” y recordó que su último monarca, la reina Ana (1686-1717), quien utilizó Kensington como residencia oficial, “es un personaje realmente interesante porque hay una visión de ella que es que unió a la nación y lo hizo exitoso”. “Hay otra opinión, y es que ella la convirtió en la nación de trata de esclavos más exitosa del mundo y que solo se trataba de una unión si eras un tipo blanco acomodado”, acotó Worsley.

GUILLERMO III Y MARÍA II.

Los reyes de la dinastía Estuardo, que llegaron a reinar en Inglaterra tras la muerte de la reina Isabel I en 1603, desempeñaron un papel clave en el comercio de esclavos cuando uno de sus monarcas, Carlos II otorgó un estatuto a la “Royal African Company” (RAC), de la cual su hermano el rey Jacobo II era miembro. La compañía mantendría el monopolio del comercio hasta 1698 y no dejó de comerciar con esclavos sino hasta el año 1731.

El Palacio de Kensington -al igual que el Palacio de Hampton Court- se encuentra entre las propiedades con conexiones con el rey Guillermo III, quien era yerno de Jacobo II y se convirtió copropietario de la empresa, ganando enormes sumas de dinero por enviar esclavos africanos a América. El rey recibió acciones de la empresa del comerciante de esclavos Edward Colston (1636-1721), cuya estatua fue derribada y empujada al puerto de Bristol en junio de este año.

¿Comprado con dinero de la esclavitud?

Edward Colston nació en Bristol, en el seno de una rica familia de comerciantes. Después de ir a la escuela en Londres, se estableció como un exitoso comerciante de textiles y lana. En 1680 se unió a la Royal African Company, que controlaba la trata de esclavos en África occidental, y fue durante su trabajo allí que hizo la mayor parte de su fortuna. Se cree que vendió casi 100.000 esclavos de África Occidental en el Caribe y en las Américas entre 1672 y 1689.

La empresa de Colston mantuvo el monopolio del comercio durante casi 30 años, hasta 1698, cuando un cambio en la ley abrió el comercio africano a todos los comerciantes ingleses. Los esclavos eran mantenidos en condiciones desoladoras en los barcos y sufrieron deshidratación, disentería y escorbuto. Más de 20.000 murieron durante los viajes trasatlánticos y sus cuerpos fueron arrojados por la borda.

ESTATUA DE GUILLERMO III EN KENSINGTON

Tras el intercambio con Colston, deseoso de alejarse de su incómodo y húmedo palacio en el Whitehall de Londres, el rey pagó alrededor de £ 20.000 en el verano de 1689 por una hermosa casa, ubicada en campos y prados, que era propiedad del conde de Nottingham, y luego gastó otras £ 92.000 para que el arquitecto Sir Christopher Wren la ampliara hasta convertirla en un palacio. Según Lucy Worsley, un tercio de las antiguas propiedades reales, incluido Kensington, estarían vinculadas al dinero generado por el comercio entre el siglo XVII y la Ley de Comercio de Esclavos de 1807.

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Padres contra hijos, reyes contra príncipes: los líos familiares de la Casa de Hannover

El enfrentamiento del príncipe Ernesto Augusto de Hannover (esposo de Carolina de Mónaco) con su hijo y heredero recuerda a sus antepasados, quienes en el apogeo de su poder, y sentados en el trono inglés, hicieron del palacio un nido de discordias familiares.

Las peleas familiares caracterizaron desde el principio a la Casa de Hannover, una dinastía de alemanes egoístas y desinteresados que reinó en Gran Bretaña durante 200 años. La hostilidad que había entre Jorge I y su hijo mayor era notoria, especialmente desde que el rey había hecho prisionera a la madre de sus hijos, Sofía Dorotea.

Se decía por todos lados que el príncipe jamás había perdonado a su padre por el trato que concedió a su madre, y el resentimiento creció con los años. El príncipe resentido trató por todos los medios de desprestigiar a su padre y se rodeó de políticos y cortesanos poderosos para lograrlo.

JORGE I (1714-1727)

Las tensiones entre padre e hijo terminaron en una guerra palaciega cuando Jorge I expulsó al príncipe del palacio y le prohibió volver a ver a sus hijos. El príncipe de Gales fue declarada persona non grata en la corte y todo cortesano que mantuviera algún tipo de relación con el príncipe sufriría las consecuencias. El príncipe de Gales no se rindió, y creó una corte alternativa en su hogar, Leicester House.

«Una de las más comunes actividades de los disidentes que se reunían allí era burlarse del rey y de sus maneras y costumbres; sobre todo de su predilección por las amantes feas. Cada vez que padre e hijo se encontraban, se producía alguna escena desagradable. El rey Jorge incluso llegó a ordenar la detención del príncipe en una ocasión”

Michael Farquhar

«El mayor de mis hijos es el mayor asno»

JORGE II (1727-1760)

Jorge I no fue llorado por los ingleses cuando murió, en 1727. Su hijo y sucesor, Jorge II, tampoco se esforzó mucho en adecuarse a la vida inglesa y siempre sintió nostalgia por su querida tierra de Hannover. Siguiendo la tradición familiar, las relaciones no fueron buenas (de hecho, fueron muy malas) entre el rey Jorge II y su hijo mayor, Federico Luis.

Federico Luis, príncipe de Gales (1707-1751) fue el primer Hannover nacido en Inglaterra. Al crecer se convirtió en un hombre culto como su madre, y un poco melancólico, dedicado a la música y la pintura pero fue detestado por sus padres, quienes temían que su popularidad los eclipsara.

KENSINGTON, RESIDENCIA DE LOS REYES EN EL SIGLO XVIII
LA FAMILIA DEL PRÍNCIPE FEDERICO

“El mayor de mis hijos es el mayor asno, el mayor mentiroso, el peor canalla, la peor bestia que hay en el mundo y me gustaría, de todo corazón, no verle más”, dijo Jorge II en una oportunidad. Federico tenía en igual estima a su padre, al que describió como “un obstinado y autoindulgente puritano con un insaciable apetito sexual”. Su madre, mientras tanto, se refería a Federico como “el recogido”, insinuando que había sido adoptado, o la “víbora ingrata”. ¡Vaya madre!

Federico Luis se casó con la princesa alemana Augusta de Sajonia-Gotha, y apenas terminó la ceremonia el rey Jorge II los expulsó de la corte. Los cortesanos de Federico tomaron la costumbre de ridiculizar al rey y, especialmente, de emitir informes acerca de su conducta privada que se propagaban con rapidez. Para terminar con esta situación, Jorge II decidió reducir su asignación. Además, dejó claro que consideraría enemigo personal a todo aquel que se relacionara o incluso se mostrara amable con el príncipe de Gales. “Me hace sentir nauseas”, suspiraba el rey.

Jorge II apenas se conmovió cuando, en 1751, le comunicaron que su hijo había muerto. Nueve años más tarde, le tocó el turno de morir al rey y en su lugar fue coronado su nieto, el rey Jorge III (1738-1820), quizá el personaje más agradable de este curioso linaje. Para continuar con la costumbre, Jorge III mantuvo pésimas relaciones con su hijo y heredero, el príncipe de Gales y futuro rey Jorge IV. En aquel tiempo, el ambiente cortesano se asemejaba a la del pequeño feudo familiar en Alemania, todo era rígido, severo y austero, por lo que la conducta del príncipe desencajaba.

La loca familia de Jorge III

Al príncipe se lo llamó “el primer caballero de Europa”, por su caballerosidad, su extravagancia y el derroche con el que protegía a los “dandys” que formaban su corte. A Jorge III le molestaba especialmente la vida disipada que mantenía el príncipe, quien se negó a casarse cuando se le impuso, bebía demasiado, pasaba las noches de juega y era una apasionado mujeriego.

Cuando el rey se encontraba sumido en sus crisis de demencia, los encuentros con su hijo solían ser muy violentos, como cierta vez, durante una cena familiar en Windsor, cuando el monarca interrumpió todas las conversaciones para agarrar al príncipe del cuello y lo lanzó con violencia contra la pared.

BUCKINGHAM HOUSE, HOGAR DE JORGE III

“El príncipe Jorge rompió a llorar, pero más adelante usaría la escena en contra de su padre. El fiel hijo se deleitaba en rememorar la escena ante los más variados públicos, imitando maliciosamente el loco comportamiento de su padre. Y no era ningún secreto su deseo de que lo encerraran en algún sanatorio, para que él pudiera ocupar su puesto”.

Michael Farquhar

Jorge IV tuvo una sola hija de su desgraciado matrimonio. La princesa Carlota fue una joven divertida y caprichosa que mantuvo un par de romances que la enfrentaron a su padre. Al viejo y arruinado rey Jorge le molestaba saber que su propia hija había heredado los mismos defectos que tenía su madre, Carolina, a la que él tan amargamente detestaba.

La princesa Carlota murió durante su primer parto en 1819 y esta tragedia desembocó en la coronación de su prima, la reina Victoria. Siguiendo la costumbre familiar, la reina más poderosa de su tiempo se enfrentó amargamente a su hijo mayor Eduardo, príncipe de Gales, a quien consideraba ocioso, mujeriego, infame y a quien llegó a acusar por la muerte de su amado esposo, el virtuoso príncipe Alberto.

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Los hábitos de la princesa Margarita le granjearon el apodo de «Su Alteza Grosera» entre su personal

Revelaciones sobre la vida privada de la hermana de Isabel II fueron saliendo a la luz en los últimos años: tenía un amigo imaginario al que culpaba de su mala conducta.

La princesa Margarita de Inglaterra (1930-2002) fue conocida entre los sirvientes reales por las estrictas reglas de etiqueta que imponía cuando se trataba de su rutina matutina, al punto de que un asistente del palacio de Kensington revelara que entre el personal comenzaron a referirse a ella como «Su Alteza Grosera» debido a su conducta.

La rutina diaria de la princesa Margarita era cuidadosamente planificada y ejecutada todos los días. La hermana menor de la reina Isabel II, que fumaba mucho, requería que un sirviente la siguiera con un cenicero mientras continuaba con sus actividades diarias.

En el documental Royal Servants Peter Russell, quien fue asistente de la familia real entre 1954 y 1968, confirmó la peculiar solicitud: “Por supuesto, en un banquete, por ejemplo, o en una gran ocasión social, significaba que tenías que bailar con ella durante toda la noche. Posiblemente para estar de pie a su izquierda o derecha con un cenicero, para que no tuviera que mirar para ver dónde arrojó su ceniza”.

Según el Daily Mail, la rutina específica de Margarita incluía “desayunar en la cama, seguido de dos horas en la cama escuchando la radio, leyendo los periódicos (que siempre dejaba esparcidos por el suelo) y fumando un cigarrillo tras otro”.

El crítico y satírico inglés Craig Brown reveló en su libro Ma’am Darling Princess Margaret los muchos hábitos lujosos y extravagantes:

“9 am: desayuna en la cama, seguido de dos horas en la cama escuchando la radio, leyendo los periódicos (‘que siempre dejaba esparcidos por el suelo’) y fumando un cigarrillo tras otro.

“11 am: Ella se mete en un baño que la doncella de su dama corre para ella.

“Mediodía: una hora en el baño es seguida por el peinado y el maquillaje en su tocador, luego se pone ropa limpia – ‘como uno se imagina de una princesa, nunca usó ninguna de sus prendas más de una vez sin tenerlas limpiado ‘.

“12.30 pm: Aparece abajo para tomar un refresco de vodka.

“1pm: Se une a la Reina Madre para un almuerzo de cuatro platos ‘servido de manera informal en platos de plata’, con media botella de vino por persona más ‘fruta y media docena de diferentes variedades de quesos nativos y continentales’”.

En el documental del Channel 5 «The Royal Family at War«, el ex mayordomo de la princesa Diana, Paul Burrell, describió a Margarita como «grosera» cuando fumaba: “Ella se paraba allí con su cigarrillo en su boquilla y me soplaba el humo en la cara. No me importaba eso, pero es muy descortés hacerlo. Margo era una criatura determinada, nacida en un momento determinado, no podías cambiarla”.

La historiadora real Kate Williams dijo que aunque la reina y Margarita crecieron juntas, habían desarrollado estilos de vida diferentes: “Isabel era concienzuda, obediente, organizada, metódica, siempre hacer exactamente lo que se esperaba de ella. Margarita era impulsiva y divertida, a menudo era traviesa. Tenía un amigo imaginario llamado Cousin Halifax a quien culpaba de todo lo que salió mal”.

La corresponsal real Victoria Arbiter también sugirió que la princesa Margarita podría compararse con su sobrino nieto, el príncipe Harry, ya que era “desvergonzada y traviesa”. “Ella era como el Príncipe Harry. Ella era la que no tenía ninguna responsabilidad, pero todos los privilegios”, afirmó.

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Palacios reales británicos lanzan investigación sobre vínculos de la realeza con la esclavitud

Se produce después de que la National Trust publicara un informe que destaca los vínculos con la esclavitud y el colonialismo en 93 de las propiedades que administra.

El organismo a cargo del mantenimiento de edificios históricos como la Torre de Londres, Hampton Court o el Palacio de Kensington inició una investigación sobre los vínculos de seis palacios reales británicos con la esclavitud, anunció el miércoles una responsable al diario Times.

«Ya es hora», dijo la historiadora Lucy Worsley, conservadora jefe de Historic Royal Palaces y famosa por haber presentado programas de divulgación histórica en televisión. «Vamos con retraso. No hemos hecho lo suficiente», lamentó en una entrevista con The Times.

A raíz del movimiento Black Lives Matter se han multiplicado en el Reino Unido las protestas y las investigaciones sobre los vínculos de instituciones actuales como universidades y bancos con el pasado colonial. Una investigación realizada en septiembre por el National Trust, organismo encargado de la conservación de los principales monumentos históricos británicos, señaló que un tercio de ellos tenían vínculos con la esclavitud.

PALACIO DE HAMPTON COURT

Worsley aseguró que es vital dar una imagen precisa del pasado de los palacios reales, por incómoda que resulte, centrándose por ejemplo en la dinastía de los Estuardo, que reinó de 1603 a 1714. «Todo lo que está relacionado con la dinastía Estuardo contendrá un elemento de dinero derivado de la esclavitud», advirtió la experta, citada por The Telegraph.

Estos reyes desempeñaron un papel importante en el comercio británico de esclavos: el rey Carlos II autorizó la creación de lo que después sería la Real Compañía Africana, que mantuvo un monopolio total sobre la trata hasta 1698. La compañía, que no dejó de comerciar con personas hasta 1731, fue fundada por su hermano Jaime II, quien posteriormente ascendió también al trono.

PALACIO DE KENSINGTON

El informe detalla cómo las propiedades, incluida Chartwell, la casa de Winston Churchill, estaban conectadas con los propietarios de las plantaciones, las personas que obtuvieron su riqueza del comercio de esclavos y las personas involucradas en la expansión y administración colonial. Kensington y Hampton Court también se encuentran entre las propiedades con conexiones con el rey Guillermo III, que era copropietario de la empresa.

Worsley dijo a The Times que había un lado «desafiante» de la historia británica que el país «sabe dejar de lado en favor del apoyo a la industria turística». «Siempre es bueno empujar a la gente hacia una dirección incómoda y oscura, porque entonces se pueden ver las causas históricas de cosas como la injusticia social».

La historiadora afirma que la Historic Royal Palaces hubiera actuado antes al comenzar su propia investigación, y agregó que National Trust estaba «por delante del juego». «Hemos estado pensando mucho y planificando todo tipo de cambios. Ha llegado el momento. Estamos atrasados. No lo hemos hecho lo suficientemente bien», afirmó.

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Los discretos duques de Gloucester, primos de Isabel II, son noticia por una millonaria mudanza

Según las cuentas de la casa real de este año, el duque gastó un total de 1 millón de libras en “remodelar completamente” y redecorar los viejos establos de Kensington.

El duque de Gloucester, primo hermano de la reina Isabel II de Gran Bretaña, gastó 1 millón de libras en la mudanza desde su apartamento del Palacio de Kensington hasta los Viejos Establos de la misma residencia real de Londres. Según las cuentas de la casa real de este año, el duque gastó un total de 1 millón de libras en “remodelar completamente” y redecorar los viejos establos de Kensington: £ 600.000 este año y £ 400.000 en el año financiero anterior. Esto incluyó reemplazar los “viejos sistemas mecánicos y eléctricos defectuosos”.

El duque de Gloucester, de 78 años, aunque no es tan conocido como muchos otros, está clasificado como miembro trabajador a tiempo completo de la familia real, al igual que su esposa, Birgitte van Deurs. Asiste a más de 100 eventos nacionales e internacionales cada año en apoyo de la reina y está asociado con más de 150 organizaciones benéficas y organizaciones.

Los duques de Gloucester vivían cerca en el Apartamento 1 del Palacio de Kensington desde 1972. El apartamento tiene 21 habitaciones y ha sido el hogar de muchos miembros de la Familia Real durante más de 200 años. Se rumoreaba que el príncipe Harry y Meghan Markle habían querido mudarse al Apartamento 1 hasta que se pelearon con el príncipe Guillermo y la duquesa de Cambridge, que viven en el vecino Apartamento 1A.

Cuando se le pidió que justificara los costos de remodelación, una fuente de la Casa Real insistió en que todo se había hecho dentro de las condiciones de la Subvención Soberana, el fondo de dinero público que financia a la reina como jefa de estado y el mantenimiento de las residencias reales. La subvención también cubre el alojamiento de los miembros de la Familia Real que desempeñan funciones oficiales, dijo la fuente.

“Los viejos establos requirieron un nuevo cableado, la eliminación de algunos asbesto, la mejora de los sistemas de calefacción. Se requerían obras importantes”, agregó la fuente citada por el Daily Mail.

Quién es el duque de Gloucester

El príncipe Ricardo, de 76 años, es el segundo hijo del príncipe Enrique, duque de Gloucester, el hermano menor del rey Eduardo VIII y el rey Jorge VI, y cuarto hijo del rey Jorge V. Al nacer, el príncipe era el quinto en la línea de sucesión al trono británico, pero es actualmente ocupa el puesto 27. Nunca esperó heredar el ducado de su padre y tenía la intención de ejercer a tiempo completo como arquitecto.

Sin embargo, el hermano mayor de Richard, el príncipe Guillermo de Gloucester, murió en agosto de 1972 a los 30 años en un accidente mientras pilotaba su avión en una competencia. Poco después del despegue y a muy baja altitud, su Piper Cherokee viró bruscamente a babor, con un aumento extremo en la velocidad de giro y la correspondiente pérdida de altitud.

El ala chocó contra un árbol y se desprendió y el avión fuera de control volcó y se estrelló contra el suelo, estallando en llamas frente a 30.000 espectadores. Tanto el príncipe Guillermo como su copiloto Vyrell Mitchell murieron en el incendio que tardó dos horas en estar bajo control. Sus cuerpos fueron identificados en la investigación al día siguiente a partir de registros dentales.

En ese momento, el padre del príncipe estaba tan mal de salud que su esposa, Alicia, dudó si siquiera decirle que su hijo había muerto. Fue entonces cuando el príncipe Ricardo se convirtió en el heredero del ducado de su padre y otros títulos (conde de Ulster y barón Culloden), y tuvo que asumir obligaciones familiares adicionales y deberes reales. Así, renunció a su sociedad y comenzó a representar a la reina en numerosas actividades.

Todo esto sucedió solo un mes después de que el príncipe Ricardo se casara con la ciudadana danesa Birgitte van Deurs en julio de 1972. La pareja tuvo tres hijos (Alexander, Davina y Rose Windsor). Menos de dos años después de la muerte de su hermano, en junio de 1974, falleció su padre y Ricardo heredó sus títulos de Duque de Gloucester, Conde de Ulster y Barón Culloden. Su hijo mayor, titulado ahora Conde de Ulster, es el heredero del ducado, seguido de su nieto, Xan Windsor, barón Culloden.

Los duques de Gloucester no son miembros de la realeza particularmente conocidos en la actualidad, pero son patrocinadores de varias organizaciones benéficas y organizaciones y continúan representando a la reina en varios eventos clave en todo el mundo. Por ejemplo, en marzo de 2018, el Duque viajó a Malawi para asistir a las celebraciones del Día de la Commonwealth y visitó proyectos relacionados con los servicios de salud, la vida silvestre y el cambio climático.

En marzo de 2015, visitó la Royal School Dungannon, County Tyrone, Irlanda del Norte para celebrar su 400 aniversario desde la fundación de la escuela, presentando una placa conmemorativa y izando una bandera de aniversario en el terreno. También representó a la reina en las ceremonias de entierro del rey Ricardo III en la catedral de Leicester y la coronación del rey de Tonga.

El duque también es el patrocinador de numerosas organizaciones, incluidas Severn Valley Railway, Pestalozzi International Village Trust, Richard III Society, De Havilland Aircraft Heritage Center, la sucursal británica de Habitat for Humanity, St George’s Society de Nueva York, la Sociedad Británica. of Soil Science, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, Action on Smoking and Health, la Asociación Británica de Amigos de los Museos, la Sociedad Mexicana Británica, el Hospital St Bartholomew’s, Construction Youth Trust, la Architects Benevolent Society, entre otros.

También es vicepresidente de Lepra y presidente de The London Society, la Society of Architect Artist y ex presidente del Institute of Advanced Motorists, donde aprobó el Advanced Driving Test, reseñó el diario Express. También es miembro corporativo del Royal Institute of British Architects, miembro honorario de la Institución de Ingenieros Estructurales, Comisionado de la Comisión de Monumentos y Edificios Históricos de Inglaterra y miembro de la Junta Internacional del Royal United Services Institute.

Los secretos del palacio de Kensington (parte 2): la corte de las peleas familiares

Sede de intrigas cortesanas de alto vuelo, el actual hogar de los duques de Cambridge alguna vez pretendió ser el Versalles de Inglaterra y tiene una interesante y curiosa historia.

Lea la primera parte de la serie: Kensington, del holandés asmático al rey infiel

El rey Jorge II, como su padre, desarrolló una fuerte aversión hacia su hijo y heredero, el príncipe Federico y el Palacio de Kensington, en Londres, fue el escenario de la disputa cortesana que escandalizó al siglo XVIII. Parte del problema era que, después del nacimiento de Federico en Hannover, simplemente él y su esposa, la reina Carolina, lo dejaron allí para partir a Londres y no  volvieron a verlo hasta que el niño llegó a los 21 años. En lo que respecta a su padre, el príncipe no podía hacer nada bien, y lo llamaba «el bastardo».  Federico se casó a los 29 años, el momento oportuno para la venganza. Durante semanas, Federico y su esposa Augusta enfurecieron a la reina Carolina al, por ejemplo, llegar deliberadamente tarde al oficio religioso capilla de Kensington y, poara llegar a sus asientos, tuvieron que pasar junto a ella, lo que significaba que la reina tenía que levantarse.  Esto continuó hasta que Carolina no pudo soportarlo más: le dijo a su hijo y a su esposa que tendrían que usar una entrada alternativa y Federico vio esto como un desagradable desaire y se negó a volver a asistir a la capilla. 

Temeroso de que el Príncipe de Gales estableciera una corte alternativa, como lo había hecho él en su juventud, Jorge II continuó permitiendo que Federico asistiera a la corte en Kensington, pero para alegría de los cortesanos ambos se ignoraban y el trato entre padre e hijo fue nulo hasta que, en 1736, Federico hizo algo por lo que el rey nunca lo perdonó. La princesa de Gales se había puesto de parto en el palacio de Hampton Court y, sin el permiso de su padre, Frederick arrastró a su esposa fuera de la cama, pidió un carruaje y condujo toda la noche para que el bebé naciera en el palacio de St. James’s (Londres) lejos de sus odiados padres que habrían insistido en estar presentes en el nacimiento. 

LOS HIJOS DE JORGE II

Cuando el rey y la reina se enteraron, corrieron por Londres para alcanzarlos a ambos. No solo estaban furiosos porque la pareja se había ido sin permiso, sino que sospechaban que se habían escapado para darse tiempo para encontrar un bebé varón sano. Se calmaron solo cuando descubrieron que la princesa Augusta había dado a luz a una niña, pero el rey guardó rencor eterno hacia su hijo y su nuera por haber abandonado una de sus casas sin su permiso. Inmediatamente escribió a sus ministros, cortesanos y otros miembros de su familia para advertirles que si alguien tenía relación con los príncipes de Gales ya no se les permitiría entrar en presencia del rey. 

Lo que más le molestaba a Jorge II era que su hijo mayor algún día se sentaría en el trono y por eso cuando Federico murió en 1751, de un absceso pulmonar, ni el rey ni la reina pudieron oculta su alegría. Poco después murió el rey, y la corona pasó debidamente al hijo de 22 años de Federico, que se convirtió en Jorge III.  Quizás porque sus recuerdos de Kensington no eran del todo felices, el nuevo y joven rey hizo que la enorme mansión londinense de Buckingham House se convirtiera en su palacio. El Palacio de Kensington fue abandonado lentamente y solo unos pocos viejos cortesanos se quedaron allí para vigilar los tesoros que aún conservaba. 

EL PRÍNCIPE FEDERICO Y SU FAMILIA

Los magníficos salones de Kensington se humedecieron y finalmente se convirtieron en un acumulamiento de polvo, muebles rotos y cuadros abandonados, hasta que alguien notó que había suficientes apartamentos habitables para la enorme familia de Jorge III y su esposa, la reina Carlota (quienes tuvieron 16 hijos) y sus parientes más cercanos, tíos, primos lejanos, cortesanos retirados y aristócratas despreciables. Una de ellas fue la hija de Jorge III, Isabel, que se casó a los 48 años con Frederick, Landgrave de Hesse-Homburg, un viudo alemán masivamente obeso conocido como «Humbug».  Apestaba tanto, se decía, que tuvo que ser obligado a lavarse inmediatamente antes de la boda, y cuando él y su novia se fueron en su carruaje él vomitó sobre ella. Otro residente fue el padre de la reina Victoria, el duque de Kent, que acumuló deudas espantosas. 

Cuando el duque de Kent murió en 1820, cuando su única hija tenía solo un año de vida, todos sus muebles y posesiones valiosas fueron retirados por los acreedores del palacio de Kensington. Su viuda pidió prestado suficiente dinero para comprar todo, así que todo el lote tuvo que ser llevado de vuelta al palacio unas semanas más tarde. La futura reina Victoria vivió allí hasta que se convirtió en reina a los 18 años, sometida a un estricto programa educativo por parte de su madre y del secretario sir John Conroy, un hombre ambicioso que hizo infeliz la infancia de la princesa y dejó amargos recuerdos en ella.

El duque intelectual

A partir de entonces, el palacio de Kensington fue utilizado como «depósito» de cortesanos y parientes, entre ellos el tío favorito de la reina Victoria, Augusto, duque de Sussex. Excéntrico pero muy culto, fue adicto en sus últimos años a comer helado y sopa de tortuga, y gastó casi todo su dinero recolectando Biblias viejas y otros libros raros para su inmensa colección. Por la noche, incapaz de dormir debido a su asma, deambulaba por los pasillos y jardines de Kensington con una gran gorra negra y un vestido largo. Durante la última década de la vida del duque, sus muchas habitaciones en Kensington, incluidas sus seis bibliotecas, tuvieron que dejar sus puertas interconectadas permanentemente abiertas para que su colección de pájaros cantores pudiera salir de las jaulas para volar como quisieran en e interior del palacio. 

Cada día, uno de los sirvientes del duque de Sussex pasaba casi todo su tiempo dando vueltas por pasillos, salones y alcobas y ajustando la vasta colección de relojes que poseía este hijo de Jorge III.  El resultado fue que cada hora (y en muchos casos, cada media hora y cada cuarto de hora) su apartamento se llenaba de campanadas, gongs, melodías musicales, himnos militares. Cuando murió en 1843, el duque había recolectado más de 5.000 Biblias, en las cuales su interés probablemente era más académico que espiritual. Un hombre que compró uno de sus libros de oraciones se sorprendió al encontrar una nota en la escritura a mano de Augusto: «No creo una sola palabra».

Los secretos del Palacio de Kensington (parte 1): del holandés asmático al rey infiel

Los habitantes del Palacio de Kensington: del holandés asmático al rey infiel

Convertido en un «depósito de tías» durante un tiempo, el hogar de los duques de Cambridge alguna vez pretendió ser el Versalles de Inglaterra y tiene una interesante y curiosa historia.

Eduardo VII llamó al famoso Palacio de Kensington «el depósito de tías», porque muchas de sus parientes más longevas fueron recluidas en su vasto laberinto de grandes apartamentos. Allí h

an vivido las tías solteronas de la reina Victoria en el siglo XIX, los parientes pobres a principios del siglo XX y posteriormente los familiares lejanos de la familia real, como la princesa Alicia, la nieta más longeva de Victoria, la sofisticada princesa Marina de Grecia, la princesa Diana de Gales en sus últimos años, Meghan Markle y, además, otros personajes de sangre azul a quienes los libros de historia han olvidado. Para calificar, sin embargo, los residentes de este palacio londinense ni siquiera necesitaban estar distantemente relacionados con la Familia Real británica.

A lo largo del siglo XX, innumerables cortesanos de sangre azul, algunos bastante antiguos, se aferraron a sus apartamentos de gracia y favor. Ron Wilson [no es su nombre real], que trabajaba como sirviente en el palacio en la década de 1960, con frecuencia se sentía desconcertado por el hecho de que muchos de los habitantes parecían completamente desconocidos entre sí.

«Hubo residentes bien conocidos como la princesa Alicia, que estaba completamente chiflada en la forma en que solo las viejas mujeres aristocráticas pueden ser», recordó.

“Pero también había otras personas mayores con acentos maravillosamente recortados por todo el lugar. Siempre hablaban con una voz dominante, por lo que nadie pensó en cuestionarse si deberían haber estado allí. (…) Algunos estaban bastante enojados. Recuerdo que una anciana me tomó del brazo una noche y comenzó a hablarme sobre un baile al que había ido antes de la guerra. Pensé que se refería a la Segunda Guerra, pero rápidamente me di cuenta de que se refería a la Primera Guerra Mundial”.

“Incluso me chismorreó en voz baja sobre el apetito sexual de Eduardo VII. Ella se acercó a mí y me dijo: ‘El pequeño bastardo apenas se bañó en su vida. Absolutamente apestoso. Y sabes, solo estuvo con mujeres que habían tenido en sus manos a todos los hombres de Londres’. Yo sonreía y escuchaba. Fue muy incómodo porque, como sirviente, podría haber sido despedido por hablar con ella; Sin embargo, si me hubiera alejado bruscamente, ella podría haberme despedido de todos modos. Todavía no tengo idea de quién era”, recordó el empleado.

Los olores del palacio

El Palacio de Kensington debe su existencia al hecho de que el rey Guillermo III sufría de asma. Deseoso de alejarse de su húmedo en el Whitehall de Londres, pagó alrededor de £ 20.000 en 1689 por una hermosa casa, ubicada en campos y prados, y luego gastó otras £ 92.000 para ampliarla. Varios cientos de cortesanos se mudaron con el rey y su esposa, la reina María II, aunque a muchos les molestaba tener que abandonar el centro de la ciudad.

Nadie se molestó en llevar un control de quiénes eran todos los que se mudaron de Whitehall a Kensington y, de hecho, si un completo extraño sonaba como un refinado caballero fácilmente podría ser admitido en las habitaciones más grandiosas de la corte.

A nadie le preocupaba que un extraño pudiera intentar asesinar al rey y la pena por tal intento fue tan aterradora que se asumió que nadie se atrevería jamás. “Del mismo modo que los bien vestidos y confiados podían abrirse paso ante la presencia del rey, los amigos de los sirvientes podían abrirse camino hasta las cocinas de Kensington para conseguir almuerzos o cenas gratis”, relata el historiador Tom Quinn en su libro Kensington Palace: An Intimate Memoir From Queen Mary To Meghan Markle.

“¿Quién iba a saber quiénes eran ellos, cuando no solo los cortesanos sino también algunos de los sirvientes superiores tenían sus propios equipos de sirvientes? A todos se les pagaba una miseria porque se suponía que robarían prácticamente cualquier cosa que no estuviera clavada. Incluso en la coronación de un rey, la comida, los cubiertos, los vasos, el empavesado y las mesas en las que se había servido la fiesta eran robadas al final del día”.

En las primeras décadas de existencia del palacio de Kensington, su grandiosidad contrastaba con la precaria situación sanitaria. Los cortesanos y sirvientes solían hacer sus necesidades en las habitaciones, en cubos que guardaban en los refinados muebles o detrás de las chimeneas. En esa época esto no se consideraba una conducta apropiada, pero la enorme cantidad de residentes significaba que los olores se volvieron abrumadores. Finalmente, hubo que levantar letreros en las habitaciones clave que decían: “No orinar”.

El tormento de la reina Ana

La reina Ana, última soberana de la dinastía Estuardo y sucesora de Guillermo III, fue la siguiente ocupante de Kensington. Su relación con Sarah, duquesa de Marlborough, es ampliamente conocida después de la película La Favorita (2018). Durante años, las dos mujeres se escribieron cartas de amor usando seudónimos; Sarah era la “Señora Freeman” y Ana era la “Señora Morley”. Pero la duquesa, que había sido amiga de la princesa Ana desde la infancia, permitió que la familiaridad generara el desprecio y el maltrato, y se convirtió en un mujer absolutamente controladora de la dócil princesa.

Cuando Ana, ya coronada reina, no pudo soportar que le hablaran como si fuera una idiota, despidió a su amiga de la corte y nunca más volvió a hablar con ella. Ella se había vuelto popular entre sus súbditos y había revivido una antigua tradición real que el fastidioso Guillermo III había eliminado: tocar la piel de las personas que padecían escrófula, una condición que causaba la inflamación de los ganglios linfáticos. A pesar de que no hay evidencia de que su toque tuviera poderes mágicos, miles de súbditos se congregaban a las afueras del Palacio de Kensington con la esperanza de ser curados por la reina.

Alejada de Sarah, viuda y con todos sus hijos muertos, la reina Ana se refugió en la comida, especialmente el chocolate, y cuando murió en 1714, estaba tan gorda que su ataúd era casi cuadrado. Como murió sin un heredero, el trono pasó a su pariente protestante más cercano, el príncipe alemán Jorge de Hannover, hombre pequeño y malhumorado con una historia muy oscura a cuestas: por motivos monetarios, se había casado con una joven amante de la diversión llamada Sophia de Celle, pero su relación rápidamente se volvió amarga.

Desde el principio, Jorge dejó en claro que prefería mucho a su amante, Melusine, con quien tendría tres hijas, y estalló de furia cuando Sofía tomó un amante. La familia real arregló la desaparición del amante, el conde Philip von Konigsmark, quien según los historiadores fue arrojado a un río o cortado en pedazos y enterrado debajo de las tablas del piso del castillo de Jorge en Hannover. En cuanto a Sophia, estuvo encerrada en un castillo durante los siguientes 30 años y no se le permitió ver a nadie, ni siquiera a sus hijos.

La Jirafa y el Elefante

En 1714, el nuevo rey de Inglaterra llegó al palacio de Kensington sin su consorte y, durante su breve reinado, demostró tener cero interés en su nuevo reino. Nunca aprendió a hablar inglés con fluidez y regresó a Hannover para descansar tanto como pudo. “¿Sintió que algunos de sus cortesanos lo despreciaban? Ciertamente, Jorge I no tenía ninguna de las cualidades que admiraban: no era ingenioso ni buen conversador ni particularmente cortés. Muchos se burlaron de él por tener una amante extremadamente gorda y extremadamente delgada”, escribe Quinn.

Melusine Schulenburg, la delgada, era conocida como la Jirafa o el Maypole; y Charlotte Kielmansegg, la gorda, era conocida como el Elefante aunque como era en realidad la media hermana de Jorge parece poco probable que su relación con ella fuera sexual.

Tanto Charlotte como Melusine recibieron habitaciones suntuosas dentro del palacio de Kensington cerca de las alcobas del rey y fueron tratadas como reinas. Además de cazar y atender a sus amantes, el otro interés permanente de Jorge I radicaba en escupir a su hijo, también llamado Jorge. Lo odiaba y el sentimiento era mutuo, aunque nadie sabe exactamente por qué. Sin embargo, parece una suposición razonable que el Príncipe de Gales nunca perdonó a su padre por desterrar a su madre a un castillo solitario y prohibirle reencontrarse con sus hijos.

Con sensatez, el joven príncipe estableció una corte alternativa en Leicester Square, que pronto atrajo a cortesanos nobles y decentes. A veces, sin embargo, padre e hijo se vieron obligados a encontrarse, como cuando el joven príncipe se decidió por una novia. Cuando la princesa Carolina de Ansbach le fue presentada al rey, el monarca asintió con la cabeza, se inclinó y luego le levantó las faldas.

Como parte de la feroz guerra mantenida entre padre e hijo, Jorge I hizo que sus nietos viviera con él en Kensington y, durante toda su infancia, solo se les permitía ver ocasionalmente a sus padres. Fuera de ello, los nietos de Jorge I tuvieron una educación agradable, tuvieron sus propios cortesanos e incluso Haendel, un visitante frecuente del Palacio de Kensington, les enseñó a tocar el clavecín.

El palacio ya era el centro del poder, albergaba a más de 1.000 personas y tuvo que comenzar a usar las escaleras y los pasillos de los sirvientes para evitar a sus cortesanos. El rey murió, probablemente de un derrame cerebral, en 1727 en su amada Alemania y pocas personas de la corte en Kensington tuvieron buenos recuerdos de él: acostumbrado a salirse con la suya con todos, era propenso a los berrinches explosivos, con frecuencia se arrancaba la peluca y la pateaba por la habitación.

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El Palacio de Kensington se convertirá en un teatro inmersivo para representar la vida de la reina Carolina

Los actores saldrán a escena en la residencia de los duques de Cambridge para una obra sobre la relación de la monarca y su dama, Lady Henrietta Howard.

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Se profundiza la ruptura entre Harry y Guillermo: los duques de Sussex crearán su propia fundación benéfica

Esta decisión alimentó la especulación en los medios británicos sobre un posible distanciamiento de los dos hijos del príncipe Carlos y la princesa Diana.

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La «miserable» infancia de la reina Victoria es un mito, según una investigación reciente

REVELACIÓN Aunque dijo a su hija mayor que había «llevado una vida muy infeliz de niña», los recuerdos de la soberana británica eran de hecho mucho más «complejos y matizados».

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Gran Bretaña exhibirá por primera vez la curiosa “cama de viaje” de la reina Victoria

La cama itinerante que la monarca utilizó en su juventud podrá ser vista junto a otros objetos personales en el palacio de Kensington con motivo del 200 aniversario de nacimiento.

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El palacio de Kensington celebrará el bicentenario de la reina Victoria con una exhibición de sus objetos y vestuario

El palacio londinense de Kensington, que vio nacer y crecer a la reina Victoria de Gran Bretaña, albergará este 2019 una gran exposición que conmemorará los 200 años del nacimiento de la que fue monarca desde los 18 años hasta los 81.

La muestra abrirá sus puertas el 24 de mayo, fecha en que nació la futura reina en 1819. El conjunto de habitaciones Victoria y su madre, la duquesa de Kent, ocuparon una vez ocupadas tendrán pantallas interactivas y objetos nunca antes vistos por el público, como un libro de recuerdos guardado por la reina. La exposición también incluye escritos y dibujos de su infancia.

La Galería Pigott, donde otra exposición examina su vida y su legado como esposa, madre, monarca y abuela (tuvo nueve hijos y 42 nietos), así como artículos de vestuario que muestran el lado “fashion” de la reina, en contraste con los vestidos negros que se puso durante su larga viudez.

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Por primera vez se exhibirán allí piezas raras del vestuario de la monarca del siglo XIX, que incluyen una simple enagua de algodón que data de la época de su matrimonio y un par de botas plateadas de moda.

«Estamos celebrando a una mujer excepcional que era poderosa, pero femenina, real y, sin embargo, atractiva para la gente común», dijo Polly Putnam, curadora de la exhibición en el palacio real. «Ellos rompieron el molde cuando la hicieron», dijo al New York Times.

«Aunque es considerada una de las mujeres más famosas de la historia, la personalidad, las pasiones y la política de la Reina Victoria siguen siendo poco conocidas”, opina Putman, quien cree que Victoria fue una “monarca fascinante y contradictoria, cuyo legado cultural e impacto en los asuntos mundiales todavía se siente«.

Memorial album collected by Baroness Louise von Lehzen

Entre los artículos que se mostrarán a partir de mayo del año próximo se incluirá un libro de recuerdos creado por la institutriz alemana de Victoria, la baronesa Lehzen, que se exhibe por primera vez en público. Además, la exposición analizará el poder y la influencia de Victoria después de la muerte de su amado esposo y el papel de su sirviente indio Abdul Karim, a quien la reina le otorgó el título de «Munshi» o «maestro».

Victoria, que gobernó desde 1837 hasta 1901, fue la monarca con más años de servicio en el país hasta que su tataranieta, la reina Isabel II, superó su récord en 2015. Su infancia inicialmente idílica se rige por las estrictas reglas del llamado “Sistema Kensington”, cuando parecía probable que ella se convirtiera en la presunta heredera.

Fue mantenida bajo vigilancia constante y aislada de la compañía de otros niños por instrucción de su madre, la duquesa de Kent y del antiguo secretario de su padre, el ambicioso, arrogante y violento John Conroy. La joven princesa se escapó a un mundo de fantasía de escritura de historias, muñecas y dibujos inspirados en su amor por la ópera y el ballet.

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Una gira real

Aunque es posible visitar los lugares frecuentados por Victoria por su cuenta, la organización National creado un tour titulado «Queen Victoria 200» de 10 días de duración y que visita los puntos geográficos más importantes de la vida de la emperatriz de la India.

El recorrido incluye paradas en el castillo de Windsor, la residencia principal durante su reinado; la Abadía de Westminster, donde fue coronada en 1838; y la Capilla Real en el Palacio de St. James, donde se casó con Alberto de Sajonia-Coburgo dos años después.

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El tour también incluye una visita al retiro de verano italiano de la reina, Osborne House, en la Isla de Wight, donde los jardines, el hogar y la cabaña para niños dan un verdadero vistazo a la vida de la familia.

Gracias a la cadena televisiva PBS, que compiló una lista de los lugares de rodaje de la temporada 2 de su popular serie británica «Victoria», los fanáticos del programa pueden dirigirse a Yorkshire y ver muchas de las ciudades costeras, jardines y fincas que aparecen en escena, entre ellos la mansión Harewood House, sustituta del Palacio de Buckingham, y Wentworth Woodhouse, que escenifica Kensington.

Casualmente, después de una visita a Wentworth, se dice que la entonces princesa Victoria lo describió como «una casa inmensa; sería imposible para mí intentar siquiera dar algo así como una descripción de eso».

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