«Hyde Park Corner»: el día en que la princesa Isabel se convirtió en la reina Isabel II, hace 70 años

Una cronología detallada de lo ocurrido la noche en que el rey Jorge VI murió mientras dormía y la llegada de su hija desde África para convertirse en reina. Ocurrió el 6 de febrero de 1952.

Desde hace tiempo se sabe que la reina Isabel II se Inglaterra se enteró de la muerte de su padre, el rey Jorge VI, durante una visita a Kenia. Pero la verdadera historia de lo que ocurrió el 6 de febrero 1952 apenas ha salido a la luz, 68 años después de que ocurriera.

La historia comienza con Isabel, por entonces princesa, partiendo de Inglaterra el 31 de enero de 1952 para iniciar una visita a aquel país africano en representación de su padre, que desde hacía tiempo tenía problemas cardíacos y pulmonares.

La complicación en la salud del rey Jorge llegó tras el nacimiento del príncipe Carlos, su primer nieto, en 1948. Sus médicos confirmaron que sufría de arteriosclerosis, una forma de trombosis, y ordenaron un largo período de reposo absoluto.

En la primavera de 1949, pareció recuperarse, pero la mejoría fue breve. En marzo de 1951 el rey Jorge VI fue operado por un cáncer de pulmón y, si bien la operación fue un éxito, persistía el riesgo de otra trombosis que probablemente fuera fatal.

Su esposa, la reina Isabel, y su familia, decidieron ocultarlo al rey, y continuaron su ronda interminable de deberes públicos, con la princesa Isabel emprendiendo un importante viaje por Canadá y Estados Unidos.

Cuando regresaron se sintieron muy aliviados al encontrar algo mejorada la salud del rey. Se celebró un Día de Acción de Gracias Nacional el 2 de diciembre de 1951, y la familia real se fue a Sandringham House para pasar la Navidad.

Los Windsor volvieron a Londres brevemente a finales de enero, para que el rey fuera atendido por los médicos y para despedirse de la princesa Isabel y del duque de Edimburgo, que partían en avión para otro largo viaje por África del Este, Australia y Nueva Zelanda. Fue una despedida triste.

georgeviwaveselizabethgoodbye

Lord Chandos, el Secretario de las Colonias dice: «Recuerdo muy bien la última vez que vi al rey. Cuando la princesa y el príncipe Felipe abandonaron Heathrow con rumbo a Kenia, el rey y la reina fueron a verlos despegar… Me quedé muy sorprendido por la aparición del rey. Yo estaba familiarizado con su aspecto y porte, pero parecía muy alterado y tenso. Tuve una sensación fea, que creció a medida que pasaban los minutos durante la despedida. El rey fue a la azotea del edificio para despedirse. El viento fuerte desordenó su cabello. Tuve el presentimiento de que esta sería la última vez que vería a su hija, y sé que él pensó lo mismo».

A pesar del fuerte viento helado, el rey insistió en permanecer de pie y descubierto frente a la pista del aeropuerto hasta que el avión era apenas un punto en el cielo. En su rostro, efectivamente, el rey y su hija reflejaban la preocupación de que nunca más se verían.

La princesa Isabel y el príncipe Felipe llegaron a Nairobi el 1 de febrero. Fueron recibidos por el Gobernador de Kenya, Sir Philip Mitchell, quien les ofreció una recepción en el jardín de la Casa de Gobierno. Al día siguiente asistieron a un almuerzo cívico y visitó el Parque Nacional de Nairobi. Por la noche, se quedaron en el Sagana Hunting Lodge, un regalo de boda de Sudáfrica. John Jochimsen, de la Oficina Central de Información, uno de los seis fotógrafos de prensa que cubrieron la gira, diría: «Me acuerdo de la princesa muy feliz y despreocupada. Creo que no pensaba en convertirse en reina tan pronto…»

Hyde Park Corner!

elizabeth-and-king-george-vi

El 6 de febrero el rey, que pasaba sus vacaciones invernales en Sandringham (Norfolk) estuvo de muy buen humor la noche anterior, a su regreso de una cacería con su amigo lord Fermoy y otros arrendatarios y agricultores de la finca real, con un total de 20 armas, a través de los campos congelados, el rey y sus amigos cazaron un total de 280 liebres. Pasó la tarde jugando con sus dos nietos, el príncipe Carlos (de 3 años) y la princesa Ana (de 1 año), y cenó con su hija menor, la princesa Margarita. Juntos escucharon un informe de la BBC acerca de Isabel y Felipe, que estaban en un parque de caza en Kenia.

22.30 Hs

El rey Jorge VI se retira a su habitación de Sandringham House (Norfolk), donde la Familia Real acostumbra a pasar el invierno. Se trata de la misma residencia donde nació en 1895, durante el reinado de su bisabuela, la reina Victoria I. Poco después de quedarse dormido, el rey sufre una trombosis coronaria que le quita la vida. Tenía 56 años de edad. Se estima que falleció después de la medianoche, ya que a las 00.00 hs un vigilante observó que el rey cerraba las ventanas de su habitación.

07.30 Hs

El valet real James MacDonald golpea la puerta de la habitación real, para despertar al rey y anunciarle que estaba listo su baño. Al no recibir respuesta a su llamada, ingresa en la habitación del rey y lo encuentra muerto en su cama.

08.00 Hs

Llamado a Sandringham House, el Dr. James Ansell, cirujano de la Familia Real firma el certificado de defunción del rey. Su esposa, la reina Isabel, pidió que se mantuviese una vigilia frente a la puerta de la habitación: «No debe dejárselo solo». Más tarde escribió a su suegra, la reina Mary: «Me enviaron un mensaje que decía que su mayordomo no podía despertarlo. Volé a su habitación, pensando que estaba durmiendo profundamente, se le veía tan apacible… pero luego me di cuenta de lo que había sucedido».

«¿Qué ha pasado?», preguntó el príncipe Carlos (de 3 años) a su niñera Helen Lightbody. «El abuelo se ha ido a dormir para siempre», dijo ella, haciéndole una reverencia, la primera de su vida, al nuevo heredero del trono. El príncipe se convirtió automáticamente en el Duque de Cornualles, Duque de Rothesay, Conde de Garrick, Barón Renfrew, Lord de las Islas y Gran Senescal de Escocia, títulos que le corresponden como heredero del trono. Isabel, en Kenia, tardaría muchas horas más en saber la noticia.

08.45 Hs.

El jefe del Gabinete del rey, Sir Alan Richardson, telefonea a su asistente en Londres, Sir Edward Ford, con la frase en clave que anuncia la muerte del monarca: «HYDE PARK CORNER. Vaya y dígaselo al señor Churchill y la reina Mary [la Madre del rey]». Antes de que un sirviente le diera la noticia, la reina Mary se anticipó: «¿Se trata del rey?». Ese día, la anciana reina escribió en su diario: «Me llevé un susto terrible cuando Cynthia [Colville] vino a verme a las 9.30, después del desayuno, para decirme que mi querido ‘Bertie’ murió mientras dormía la madrugada de hoy». La madre del rey jamás se recuperó de esta muerte. Se la vio cada vez más frágil y retraída durante el año siguiente, falleciendo apenas 13 meses después. En Nueva York, el Duque de Windsor (ex rey Eduardo VIII) se enteró de la muerte de su hermano. Al mismo tiempo se le anunciaba que no sería bienvenida su esposa, la duquesa Wallis, en los funerales del rey. Emprendió viaje urgente a Londres a bordo del buque Queen Mary.

«¿Malas noticias? ¡Las peores!»

09.00 Hs.

11

Sir Edward llega al número 10 de Downing Street, residencia del Primer Ministro, Sir Winston Churchill: «Tengo malas noticias, primer ministro. El rey murió ayer por la noche. No sé nada más». «¿Malas noticias?», exclama Churchill. «¡Las peores!».

John Colville, secretario privado de Churchill, dijo: «Cuando fui a la habitación del Primer Ministro estaba sentado solo, con lágrimas en los ojos, con la mirada perdida. No prestaba atención ni a sus documentos oficiales ni a los periódicos. No me había dado cuenta de lo mucho que el rey significaba para él. Traté de animarlo diciéndole lo bien que iba a seguir adelante con la nueva reina, pero todo lo que podía decir era que él no la conocía y que era sólo una niña». El primer ministro llama a una reunión extraordinaria de gabinete para discutir los asuntos constitucionales derivados de la muerte del monarca, entre ellas el anuncio a la nueva reina, al pueblo británico y países de la Commonwealth. Hubo preocupación sobre el regreso de la princesa en avión.

10.15 Hs.

Se permite a las agencias nacionales y extranjeras de noticias liberar la confirmación oficial de la muerte del rey Jorge VI:

«Se anunció desde Sandringham a las 10.45 de hoy, 6 de febrero de 1952, que el rey, quien se retiró a descansar la noche anterior en su estado de salud habitual, murió pacíficamente mientras dormía esta mañana».

11.15 Hs.

El locutor de la BBC John Snagge es elegido para dar la noticia a los oyentes de radio en todo el mundo: «Esto es Londres. Es con el mayor dolor que anunciamos…»

11.45 Hs.

Como el telegrama enviado a la princesa Isabel se pierde en algún punto, la presunta heredera -de gira oficial Kenia- no pudo enterarse inmediatamente de su ascensión al trono.

120206011647-queen-elizabeth-kenya-horizontal-large-gallery

Isabel Alejandra Mary -nacida el 21 de abril de 1926- se encontraba desde el 31 de enero en una gira oficial por África, acompañada por su marido, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, su dama de compañía»BoBo» MacDonald, su secretario privado Martin Charteris y por Michael Parker, amigo y asesor personal del duque.

La nueva reina había pasado la noche sobre un árbol en el famoso Hotel Treetops, a unos 30 kilómetros de Sagana, en Kenia. Se trataba de un asombroso edificio construido encima de un árbol enorme que domina una especie de laguna a la que acuden a beber los animales de la selva. Isabel II se convirtió en reina sentada en lo alto de un árbol viendo a los rinocerontes tomando agua del estanque. Casi 400 años antes, otra princesa Isabel estaba sentada debajo de un gran árbol en Hatfield Park, cuando los emisarios de la Corte le anunciaron que se había convertido en la reina, Isabel I.

Los restos de ese árbol siguen en pie y una placa recuerda lo que sucedió allí. Del mismo modo, otra placa fue colocada en el gran árbol mgugu, en cuya cima estaba Isabel II al momento de convertirse en reina. Esa mañana fueron a pescar truchas y después de la comida se retiraron a descansar. El Comandante Michael Parker convenció a la princesa de ver el amanecer sobre la selva. Un águila se cernió sobre él y temieron que pudiera atacarlos: «Nunca pensé en ello hasta más tarde, pero ese fue, más o menos, el momento en que el rey murió«.

La noticia llegó a Kenia mediante un periodista llamado Granville Roberts, quien trabajó en el East African Standard y que estaba cubriendo la visita real. Sus colegas desde Europa le dijero que la agencia Reuters había enviado un cable diciendo simplemente: «El rey ha muerto«. Roberts pidió inmediatamente a una recepcionista a buscar el teniente coronel Charteris para informarle de la noticia. Consultado sobre si el mensaje es correcto, simplemente respondió: «Muy seguro».

Roberts llamó por teléfono a Michael Parker, secretario privado de Felipe para darle la noticia, que fue confirmada más tarde por la radio cuando Parker en sintonía con la BBC.Los asesores de la princesa Isabel necesitaron seis horas para confirmar las noticias que habían legado incompletas por telégrafo. Michael Parker regresó al hotel, donde comunicó la noticia a Lady Pamela Mountbatten (prima de Felipe, que se desempeña como dama de honor), quien, por su parte, informa al duque. «Fue como si se le hubiera caído la mitad del mundo encima», dijo Parker.

Felipe invitó a su esposa a dar un paseo por los alrededores del lodge. Allí en el transcurso de la caminata, le dio la noticia de la muerte de su padre. Cumpliendo con su deber protocolar, Martin Charteris, jefe del personal que los acompaña, toma la caja que contenía los documentos de ascensión al trono, se acerca a la princesa Isabel, se inclina y pregunta qué nombre deseaba a adoptar, pues era necesario firmar los documentos de ascensión al trono.

— «Mi propio nombre, por supuesto», respondió ella. «¿Acaso puedo usar otro?».

— «Correcto. Isabel… Isabel II» -sentenció Charteris.

Muchos años más tarde, Charteris describió así la reacción de la nueva reina: «Me acuerdo de haberla visto poco después de convertirse en reina; muy poco, no llegaría  a la hora. No lloraba. Estaba ahí, muy erguida, un poco más roja que de costumbre. Esperando su destino… Con Felipe fue muy distinto. Se sentó a leer el Times con mala cara. Era lo último que quería. Su vida iba a sufrir un cambio radical«.

12.00 Hs.

Las banderas de todo el Imperio Británico son colocadas a media asta. Una multitud comenzó a congregarse en torno a las residencias reales de Londres y otros puntos de la ciudad en silencio. Los diplomáticos establecidos en Londres acudieron al Palacio de Buckingham para ofrecer oficialmente las condolencias de sus respectivas naciones.

«Shauri Mbaya kabisa!» (¡Lo peor ha pasado!)

13.00 Hs.

55

Después de un paseo emocional en los terrenos de Sagana Lodge con su marido, la princesa Isabel regresó a su habitación. La dama «BoBo» MacDonald y lady Pamela Mountbatten recibieron a la nueva reina con reverencias y abrazos. «Gracias, gracias», dijo Isabel. «¡Siento tanto que nuestro regreso a Inglaterra desbarate los planes de todo el mundo!»

En su escritorio para redactar telegramas de cancelación de los compromisos restantes a los gobiernos de Australia y nueva Zelanda. Envía además telegramas a su madre, su hermana, a su abuela y a sus tíos los Duques de Gloucester. Comienzan los arreglos para que la comitiva real comience el arduo y largo camino de regreso desde las montañas Aberdare hasta Londres.

Martin Charteris convoca una conferencia de prensa para solicitar a los fotógrafos que respetasen la intimidad y no hiciesen fotos de su partida. Los fotógrafos, obedeciendo, se alinearon al borde de un camino y vieron pasar a la nueva reina, con la cámara en la mano izquierda y la mano derecha en el corazón. Solamente existe una fotografía de Isabel II recién convertida en reina, que fue tomada en Kenia:

14.00 Hs.

«Quiso Dios Todopoderoso llevar a su Misericordia a nuestro fallecido y Gracioso Señor Soberano Rey Jorge, de bendita memoria«. Con estas palabras el speaker Morrison suspendió las sesiones de la Cámara de los Comunes en el Parlamento. Antes de esto, el primer ministro Churchill firma en la Cámara sus condolencias: «No podemos en este momento sino más que expresar espontáneamente nuestro dolor«. «Durante estos últimos días«, manifestó Churchill, «el rey caminaba con la muerte, como si la muerte fuera su compañero, un conocido a quien reconoció sin miedo… Yo, que nací en la gloriosa época Victoriana, siento emoción al evocar, una vez más, la oración y el himno: God Save The Queen«.

15.00 Hs.

La nueva reina llega al aeropuerto keniano de Nanyuki para abordar el avión DC3, dispuesto apresuradamente, que la llevaría al avión real. Los habitantes de Kenia se reúnen espontáneamente a lo largo de 40 kilómetros de carreteras y caminos y en los alrededores del aeropuerto al grito de «Shauri Mbaya kabisa!» («¡Lo peor ha pasado!»). La partida del avión real fue demorada por una gran tormenta. «Durante el vielo a Londres se habló poco«, recordó John Dean, miembro de la comitiva. «Yo estaba sentado al lado de BoBo, con la pareja real justo detrás (…). La reina se levantó un par de veces, y al volver a su asiento daba la impresión de haber estado llorando«.

17.00 Hs.

El Consejo de Ascensión al Trono se reúne, como es tradición, en el Salón del Trono del Palacio de St James, Londres, para la proclamación de la Reina Isabel II: «Por la Gracia de Dios, Reina de Gran Bretaña, Irlanda y los dominios británicos más allá de los mares, defensora de la Fe«. Los 150 consejeros privados asistentes -vestidos con trajes medievales escarlata y oro- firman el documento que al otro día sería leído públicamente desde los balcones del palacio por el Rey de Armas de la Jarretera. Se trata de la monarca más joven que ascendía al trono desde Victoria I -que lo hizo en 1837 cuando tenía 18 años- y la séptima mujer reina entre los sucesores de Guillermo el Conquistador.

19.00 Hs.

El presidente de la Cámara de los Comunes vuelve a su banca después de haber jurado lealtad a la nueva monarca para comenzar a oír los juramentos de los demás miembros de su Cámara.

19.15 Hs.

El avión Argonaut BOAC, encargado de llevar de regreso a Londres a la comitiva real, despega del aeropuerto de Entebbe, en Uganda. El gran problema al que se enfrentó la comitiva fue la ausencia de ropa negra para que Isabel vistiera, en señal de duelo.

Pese a que se asegura que el vestido negro que lució Isabel II al bajar del avión formaba parte del equipaje (por si en el viaje los sorprendía la muerte de alguien), en realidad el avión hizo una escala en Libia, norte de África. Desde allí, la comitiva envió un mensaje cifrado a Londres para que en el aeropuerto hubiera un traje negro esperando a la nueva soberana.

La princesa Alicia de Grecia le escribe a su hijo Felipe: «Todos mis pensamientos están con ustedes en esta triste pérdida. Sé lo mucho que significaba tu suegro para ti, y lo mucho que le echarán de menos. Creo que esto significa un gran cambio en sus vidas. Significará mucho sacrificio personal para ti, como soy plenamente consciente, pero todo sacrificio trae su recompensa en forma que no podemos prever«.

21.45 Hs.

rey8

Tras los juramentos a la reina, se levanta la sesión del Parlamento. En el Reino Unido, teatros, cines, pubs y restaurantes están vacíos. La BBC suspende sus programas de entretenimiento adhiriendo al luto nacional.

El avión real aterriza en una zona remota del aeropuerto londinense. Allí le es alcanzado el vestido negro a la reina, quien se cambia de ropa rápidamente. Según la historiadora Kitty Kelley, en el momento de aterrizar la reina se asomó por una ventanilla y vio a Churchill al frente de un grupo de hombres de avanzada edad con traje y brazaletes negros. La larga fila de automóviles negros marca Daimler le cortó la respiración: «¡Dios! Han traído el cortejo fúnebre», susurró.

Al descender, Isabel es recibida por el primer ministro Churchill, el ex primer ministro Clement Attlee, el ministro de Relaciones Exteriores Anthony Eden y el duque de Gloucester, tío de Isabel. La comitiva de recibimiento tenía la orden de no inclinarse ni besar la mano de la nueva soberana. «Trágico regreso«, dijo Isabel a Churchill. «Pero el vuelo ha ido bien«. Después de dar las gracias y estrechar las manos de toda la tripulación, Isabel y Felipe suben al Daimler de la familia real rumbo al centro de Londres.

rey9

En Clarence House, su residencia, Isabel fue recibida por su abuela, la reina Mary. La joven Isabel se acercó a su abuela como de costumbre, para besarla en ambas mejillas y hacerle una reverencia, pero la reina abuela frunció el entrecejo y negó con la cabeza, afirmando que le correspondía a ella rendir el homenaje.

Vestida de un profundo luto, haciendo caso omiso a su grave artritis, la reina Mary se inclinó profundamente ante su nieta y le dijo: «Tu anciana abuela y fiel súbdita debe ser la primera en besar la mano de Su Majestad». Acto seguido, la anciana reina se incorporó y reprendió a su nieta: «¡Lilibet, tu falda es demasiado corta para ser de luto!». 

A los 86 años, Mary (viuda del rey Jorge V) había visto morir a tres hijos y terminar cinco reinados desde la reina Victoria. Fue aquella anciana de ochenta y cinco años quien había establecido las normas del duelo real. Después de haber enterrado a su esposo Jorge VI, en 1936, y a dos de sus cinco hijos, declaró que el negro era el color de la muerte, y debía reservarse a las ocasiones relacionadas con ella. De ahí que las mujeres de la casa de Windsor nunca vistiesen de negro, salvo cuando lo exige el luto.

8 de febrero

58200847_newspapers_getty

Se celebra el Consejo de Ascensión en el Palacio de St. James, ante el cual se presenta Isabel II para anunciar su entronización «a causa de la súbita muerte de mi querido padre«. «Mi corazón está excesivamente agobiado y hoy sólo puedo decirles que siempre trabajaré como lo hizo mi padre en el curso de su reinado, para defender el gobierno constitucional y promover la felicidad y la prosperidad de mis pueblos…»

Su discurso concluyó: «Ruego a Dios que me ayude a afrontar meritoriamente esta pesada tarea que ha recaído sobre mis hombros en una etapa tan temprana de mi vida«.

Lord Chandos: «Cerca de 200 consejeros privados estuvieron presentes en la gran sala junto de la galería de arte. La puerta se abrió, y la reina, vestida de negro, ingresó. De pronto, los miembros del Consejo Privado parecieron infinitamente viejos y grises. La reina dio uno de los discursos más conmovedores que he escuchado, y yo, como muchos otros, casi no pude controlar mis emociones».

Harold Macmillan escribió en su diario: «La encantadora voz con la que pronunció su alocución y cómo se comportó a través de las diversas ceremonias del rito produjo una profunda impresión en todos nosotros».

Vincent Massey, Gobernador General de Canadá, recordó: «Fue una ocasión muy emocionante. La reina, una figura pequeña vestida de luto riguroso, entró en la gran sala por sí misma y, con gran emoción, pero perfectamente controlada, asumió las exigentes tareas que la Constitución prescribe. Sus discursos fueron pronunciados perfectamente. Después de esto, el príncipe Felipe, que estaba en el salón como un Consejero Privado más, dio un paso adelante en silencio y salió con ella por la puerta».

Se realizan las proclamaciones públicas del ascenso al trono de Isabel II en diferentes puntos de Londres: Charing Cross, el Temple, la Bolsa Real, la Torre de Londres y el Ayuntamiento de Middlesex. Los cañonazos retumban a través de Hyde Park.

2ffef8efca2973823f4489186a9b30f3

Ese mismo día, la nueva reina emprendió viaje hacia Sandringham House, en el condado de Norfolk, donde yacía su padre. El féretro permanecía todavía en su habitación del primer piso, custodiado a todas horas por los empleados de la finca, vestidos con los mismos atuendos verdes con que habían acompañado al rey en su cacería del día anterior. Fue el fin de un reinado, y el comienzo otro que ha durado hasta el día de hoy.

Dónde fue sepultado Jorge VI de Inglaterra, el padre de Isabel II, fallecido hace 69 años

Hace 69 años, durante la noche del 6 de febrero de 1952, el rey Jorge VI, último hombre que ocupó el trono de Gran bretaña, falleció mientras dormía en una muerte que conmocionó a los británicos.

El rey Jorge VI tenía 56 años y padecía problemas cardíacos y pulmonares que lo llevaron a suspender una gira por el continente africano en la que fue remplazado por su hija, la princesa Isabel. De la noche a la mañana, la princesa se convirtió en la reina Isabel II a los 25 años y emprendió un rápido regreso a Londres.

Once días después, tras un impresionante cortejo fúnebre que paralizó Londres, el cuerpo del rey Jorge VI fue sepultado en las entrañas del Castillo de Windsor, más puntualmente en la cripta subterránea de la Capilla de San Jorge (St. George’s Chapel).

Una lápida negra con la inscripción “GEORGE VI, 1894-1952” se encuentra actualmente en una capilla conmemorativa. Bajo el suelo de la capilla, los restos de Jorge VI descansan junto a los de su esposa, Isabel Bowes Lyon, y de su hija menor, la princesa Margarita, ambas fallecidas en 2002.

La cripta de San Jorge, en Windsor, alberga hoy los restos de todos los monarcas del siglo XX, excepto uno: Eduardo VII y la reina Alejandra, Jorge V y la reina María, Jorge VI y la reina Isabel. También se encuentran allí las sepulturas de Jorge III y la reina Carlota, Jorge IV y los reyes Guillermo IV y Adelaida. Eduardo VIII, el rey que abdicó para casarse con una plebeya, descansa bajo la sombra de los árboles del parque que rodea el mausoleo real de Frogmore.

En Windsor también se encuentran los huesos de Enrique VIII y el mutilado cadáver de Carlos I, a quien algunos días después de su ejecución en Londres llevaron en medio de una noche de tormenta de nieve a Windsor, fue depositado en la misma bóveda que Enrique VIII. Su féretro de plomo fue abierto en 1813 para satisfacer la curiosidad del entonces príncipe de Gales ante las dudas sobre el paradero de la cabeza del rey ejecutado.

Lista de personas sepultadas en la capilla de San Jorge

Tumba del rey Jorge V

Rey Enrique VI (1471)

Rey Eduardo IV (1483)

Isabel Woodville, esposa de Eduardo IV (m. 1492)

Enrique VIII (1547)

Jane Seymour, tercera esposa de Enrique VIII (m. 1537)

Carlos I (1649)

Hijo sin nombre de la reina Ana (1696)

Princesa Carlota de Gales, hija de Jorge IV (m. 1817)

Hijo nacido muerto de la princesa Carlota de Gales (m. 1817)

Princesa Amelia, hija de Jorge III (1810)

Princesa Augusta, duquesa de Brunswick, hermana de Jorge III (1813)

Carlota de Mecklemburg-Strelitz, esposa de Jorge III (1818)

Príncipe Eduardo, duque de Kent, padre de la reina Victoria (1820)

Rey Jorge III (1820)

El príncipe Alfredo, hijo de Jorge III (1782, colocado en la bóveda de 1820)

Príncipe Octavio, hijo de Jorge III (1783, colocado en la bóveda de 1820)

Princesa Isabel de Clarence, hija de Guillermo IV (1821)

Príncipe Federico, duque de York, hijo de Jorge III (1827)

Príncipe Guillermo, duque de Gloucester (1805)

Princesa María, duquesa de Gloucester, hija de Jorge III (m. 1807)

Príncipe Guillermo, duque de Gloucester (1834)

Princesa Sofía de Gloucester (1844)

Princesa María, duquesa de Gloucester (1857)

Rey Jorge IV (1830)

Hija muerta del príncipe Ernesto Augusto, hijo de Jorge III (1818)

Princesa Luisa, duquesa de Sajonia-Weimar, sobrina de la reina Adelaida (1832)

Rey Guillermo IV (1837)

Princesa Sofía, hija de Jorge III (1840)

Adelaida de Sajonia-Meiningen, esposa de Guillermo IV (1849)

Príncipe Federico de Schleswig-Holstein, hijo de la princesa Christian (1876)

Rey Jorge V de Hannover, nieto de Jorge III de Inglaterra (1878)

Victoria von Pawel Rammingen, hija de la princesa Frederica de Hannover (1881)

Princesa María Adelaida, duquesa de Teck, madre de la reina María (1897)

Príncipe Francisco, duque de Teck, padre de la reina María (1900)

Princesa Federica de Hannover (1926)

Príncipe Adolfo, duque de Cambridge, hijo de Jorge III (1850, colocado en la bóveda de 1930)

Princesa Augusta, duquesa de Cambridge (1889, colocada en la bóveda de 1930)

Rey Eduardo VII (1910)

Alejandra de Dinamarca, esposa de Eduardo VII (1925)

Rey Jorge V (1936, colocado allí en 1939)

Reina María (1953)

Rey Jorge VI (1952, enterrado en la capilla de 1969)

Reina Isabel, esposa de Jorge VI (2002)

Princesa Margarita, hija de Jorge VI (2002, cremada)

Hace 80 años: la carta de la reina madre en la que relata el horror que vivió en el bombardeo nazi del palacio

Los reyes Jorge VI e Isabel se convirtieron en un símbolo nacional después de tomar la decisión de quedarse en Londres a pesar del»Blitz». A menudo visitaban zonas del país, especialmente Londres, que habían sido gravemente afectadas por los bombardeos.

Anuncios

El 13 de septiembre de 1940, hace 80 años, bombas alemanas golpearon con furia el Palacio de Buckingham, la residencia principal de la familia real británica en Londres, justo cuando los reyes se encontraban allí. Aquel pasaría a la historia como como el día en que la Luftwaffe, la fuerza aérea del nazismo, estuvo más cerca de reclamar el trofeo definitivo: la vida del rey Jorge VI y la reina Isabel, padres de la actual reina, Isabel II, y la princesa Margarita. La matanza no tuvo éxito y se convertiría en el evento que elevó al monarca, tímido, reticente y tartamudo, a la estatura de un héroe nacional.

En una carta emotiva carta privada escrita por Isabel su «querida suegra» la reina viuda María, solo unas horas después de que ambos sobrevivieron al ataque, se puede contemplar en su totalidad lo que significó el ataque. Fue escrita el 13 de septiembre y en ella la soberana registra cómo estaba «luchando» para quitar una pestaña del ojo del rey, cuando escucharon el «inconfundible zumbido de un avión alemán» y luego el «chirrido de una bomba». «Todo sucedió tan rápido que sólo tuvimos tiempo de mirarnos tontamente el uno al otro cuando el grito pasó a toda velocidad y estalló con un tremendo estruendo en el cuadrilátero», escribió.

La reina escribió: “Todo el mundo permaneció maravillosamente tranquilo, y bajamos al refugio. Fui para ver si las criadas estaban bien y las encontré ocupadas en sus diversos refugios. Luego vino un grito pidiendo“ vendas ”y el grupo de primeros auxilios, que había estado entrenando durante más de un año, estuvo magníficamente a la altura de la ocasión y trató a las tres pobres víctimas con calma y corrección. “Ellos, los pobres, estaban trabajando debajo de la Capilla, y no sé cómo sobrevivieron; todo su taller era un desastre, porque la bomba había atravesado el piso encima de ellos. “¡Mis rodillas temblaron un poco uno o dos minutos después de las explosiones! Pero los dos nos sentimos bastante bien hoy, aunque un poco cansados. “Estaba tan complacido con el comportamiento de nuestros sirvientes». Ellos «fueron realmente magníficos» y algunos de los cuales resultaron heridos cuando una bomba atravesó un techo de vidrio y otra pulverizó la capilla del palacio.

Horas más tarde, después de almorzar en su refugio antiaéreo, los reyes salieron a visitar West Ham en el East End, el barrio más afectado por los bombardeos de Londres. Ella escribió: «Me sentí como si estuviera caminando en una ciudad muerta… todas las casas evacuadas, y sin embargo a través de las ventanas rotas se veían todas las pequeñas posesiones, fotografías, camas, tal como las dejaron».

El ataque nazi, junto con la negativa de la familia real a huir de Gran Bretaña en contra de los consejos del Ministerio de Relaciones Exteriores, sirvió para que la pareja real se ganara el afecto de todo el país. La reina se había puesto al frente de una campaña publicitaria que mostró a la familia como el ejemplo vivo de la tenacidad británica frente a Adolfo Hitler y declaró en claro desafío a los nazis: «Las niñas no se irán sin mi, yo no me iré sin el rey, y el rey nunca abandonará el país en ninguna circunstancia, sea cual sea».

El bombardeo del palacio llevó a la Reina Madre a pronunciar uno de sus comentarios más famosos: «Me alegro de que nos hayan bombardeado. Ahora podemos mirar al East End a los ojos». En su carta, escrita después de un día agotador de drama, confiesa: «Me afecta ver esta destrucción terrible y sin sentido; creo que realmente me importa mucho más que ser bombardeada. La gente es maravillosa y está llena de No podía imaginarse que la vida pudiera volverse tan terrible. «Debemos ganar al final», afirmó.

La carta también reveló lo cercana que parecía ser la Reina Madre a su suegra, que tenía 73 años. Se refirió a ella como “mi querida mamá” y expresó su tristeza por tener que estar separados. El rey Jorge VI había insistido en que su madre se mudara de Londres y ella había establecido su residencia en Badminton House, Gloucestershire, con su sobrina, Lady Mary Somerset, duquesa de Beaufort. Desde allí, la anciana reina apoyó el esfuerzo de guerra visitando tropas y fábricas, organizando la recolección de chatarra e incluso ofreciendo comestibles a los soldados que veía en las carreteras. En su carta, Isabel escribió: “Querida Mamá, espero que me dejes ir y quedarme uno o dos días después. Es muy triste estar separada, ya que esta Guerra ha separado familias. Con mi amor y oraciones por tu seguridad, siempre querida mamá, tu querida nuera. Isabel».

Jean Des Cars: “Alcanzado por las bombas, Buckingham se convierte en símbolo de la resistencia”

Este es un extracto del libro “La saga de los Windsor”, del historiador francés Jean Des Cars, acerca de los bombardeos nazis que pretendieron asesinar al rey Jorge VI y la reina Isabel hace 80 años.

Anuncios

En un primer momento la partida del matrimonio contraría los objetivos alemanes. El duque y la duquesa de Windsor estarían en territorio británico, y por tanto prácticamente prisioneros de los servicios de Su Majestad. ¿Qué hacer? ¿Asesinarlos antes de que se vayan? Sería privarse de la «solución de recambio en el trono» ideada por Hitler; por consiguiente no es viable. Pero la amenaza y la violencia sí que se pueden usar para controlar al duque, ese Narciso preocupado de que no se olviden ni sus medallas ni sus condecoraciones, pero indispensable títere para obtener que Reino Unido pida la paz. Más tarde se sabrá que Berlín había decidido finalmente secuestrar al duque en Lisboa, pero como estaba vigilado por veinte policías portugueses además de su protección habitual y los servicios británicos se hallaban más alerta que nunca, las órdenes, obtenidas con dificultad, llegaron tarde. El adjunto de Himmler ya no pudo pasar a la acción.

Fondeado en el puerto, el transatlántico americano Excalibur ya no espera más que a los Windsor. Finalmente, para inmenso alivio del rey y de Churchill, por no hablar de la reina María, la incómoda pareja consiente en embarcarse el 1 de agosto de 1940. Con su discreción habitual: cincuenta y dos maletas, treinta palos de golf, cuatro perros, siete cajas de vino de Madeira y de Oporto, una limusina con remolque y hasta una máquina de coser. Los dos pasajeros no han dejado de repetir que los mandaban al exilio en una colonia miserable —lo cual era exacto— y ostensiblemente han tomado precauciones.

Cuando el transatlántico se dirige hacia la escala de las Bermudas, el mismo día la Luftwaffe lanza sus primeros ataques. Seiscientos aparatos con la cruz gamada sueltan rosarios de bombas sobre las costas inglesas. Es el principio de la Directiva 17 de 1 de agosto de 1940. Los ataques son diarios. La Royal Air Force pierde sólo doscientos noventa aparatos, gracias a la instalación, todavía limitada pero ya eficaz, de un sistema de ondas electromagnéticas muy cortas capaces de recibir un eco que permite situar la distancia y la dirección de un objeto. Son las primeras estaciones de radar, un invento británico todavía en mantillas, desconocido de los alemanes. Esos radares permiten prevenir los ataques a unos 120 kilómetros. Su eficacia práctica se amplifica gracias a una certidumbre: un desembarco por sorpresa en Inglaterra es imposible.

Hitler intensificará, pues, los ataques aéreos. La noche del 7 de septiembre, doscientos bombarderos alemanes fuerzan las defensas del cielo de Londres, matando a trescientas personas e hiriendo a más de mil trescientas. Un golpe espantoso para la población, que teme que eso sea el preludio de una invasión terrestre. Los muelles del East End se ven afectados, decenas de incendios estallan en los barrios modestos. Heroica, la Royal Air Force se atreve y realiza con éxito una primera incursión sobre Berlín. Los daños no son considerables, pero el impacto psicológico es enorme. Hitler está furioso, ya que Göring le había asegurado que la superioridad de la Luftwaffe haría improbable semejante operación. Churchill tenía que vengar a Londres demostrando que Berlín no era invulnerable. Esa reacción obliga a Hitler a retrasar la operación Otarie, que es el nombre en clave de la invasión terrestre. Furioso, tiene que limitarse al Blitz, la guerra relámpago.

En la noche del domingo 8 de septiembre, cuando Jorge VI está trabajando en su despacho, cae una bomba sobre el ala norte de Buckingham Palace pero no explota. El artefacto queda alojado justo debajo de la habitación donde se halla el rey, que mantiene una calma ejemplar. La bomba explotará la noche siguiente, pulverizando el gabinete de trabajo que su ocupante había abandonado para ir a Windsor. Las ventanas de todas las estancias contiguas están esparcidas por el suelo y la piscina interior ha sufrido graves daños.

El hecho de que Buckingham Palace haya estado en el punto de mira y haya resultado afectado traumatiza a los londinenses. ¿Y si el rey hubiera perecido en el ataque? ¿Y si la bomba hubiese explotado y destruido el palacio? Jorge VI e Isabel, que regresan precipitadamente de Windsor, descubren los daños y se mudan a unos aposentos que dan a un patio. Los bombardeos continúan, apuntando a este objetivo simbólico que es el palacio real. «Es un ataque directo», anota el rey en su diario. Las palabras son sobrias, pero el monarca está muy nervioso. «Ya no me atrevo a sentarme en una habitación, soy incapaz de leer y de concentrarme, estoy siempre dispuesto a echar a correr, mirando al cielo desde cada ventana». El 13 de septiembre, un bombardero sobrevuela el Mall[14] a baja altura. Es la arteria real por excelencia, una larga avenida bordeada de plátanos. Desde el Admiralty Arch, erigido en 1910 en honor de la reina Victoria, el Mall conduce directamente a Buckingham Palace, y todos los actos oficiales se desarrollan allí. El avión deja caer sus bombas sobre el eje del palacio real.


«Jorge VI, que también había sido piloto, está impresionado por la precisión del ataque. Sospechará que el enemigo, perfecto conocedor de la disposición de las habitaciones de palacio, podría ser uno de sus lejanos parientes».

JEAN DES CARS

Sentados en un salón, el rey y la reina sólo tienen tiempo de oír las deflagraciones y se encuentran cubiertos de astillas de cristal, pero indemnes. Los soberanos acaban de escapar de la muerte, pero esa verdad no será revelada hasta después de la guerra, ni siquiera al primer ministro. Churchill escribirá entonces: «Si las ventanas hubiesen estado cerradas en vez de estar abiertas, el cristal les habría explotado en la cara al rey y a la reina, causándoles graves heridas». Desde el Vaticano, el papa Pío XII les envía un telegrama en el que bendice a Sus Majestades sanas y salvas. Jorge VI, que también había sido piloto, está impresionado por la precisión del ataque. Sospechará que el enemigo, perfecto conocedor de la disposición de las habitaciones de palacio, podría ser uno de sus lejanos parientes, un Sajonia-Coburgo descendiente también de la reina Victoria, aviador experimentado que se ha pasado al servicio de Mussolini. Al rey le constaba que recientemente ese personaje había sido visto en Madrid en compañía del duque de Windsor. Pero la afirmación según la cual había bombardeado Buckingham Palace jamás pudo probarse.

Alcanzado por las bombas, Buckingham Palace se convierte en símbolo de la resistencia

Esta audaz operación en el corazón mismo de la monarquía transforma el palacio en símbolo. Iguala a la familia real con el pueblo bombardeado día y noche. Más tarde el almirante Louis Mountbatten dirá: «De haber imaginado Göring la profundidad de los sentimientos que el bombardeo de Buckingham Palace despertaría en todo el Imperio y en América, sin duda habría recomendado a sus asesinos que mantuvieran las distancias». Entre las ruinas de la capilla del palacio totalmente devastada, la reina muestra un optimismo que contribuirá a su leyenda: «Ahora la gente sabrá que todos estamos en el mismo barco. Lo que me consuela un poco es que puedo mirar al East End a la cara». Esta compasión hacia los barrios devastados la noche anterior no se reduce a un comentario. La ciudad de Londres ya deplora dos mil víctimas civiles y ocho mil heridos. Los soberanos van a los lugares donde han caído las bombas. Cabe pensar que nunca, en la historia británica, un rey ha visto a tantos súbditos, pasando más de la tercera parte de su tiempo sosteniéndolos y reconfortándolos.

Anuncios

«La ciudad de Londres ya deplora dos mil víctimas civiles y ocho mil heridos. Los soberanos van a los lugares donde han caído las bombas. Cabe pensar que nunca, en la historia británica, un rey ha visto a tantos súbditos, pasando más de la tercera parte de su tiempo sosteniéndolos y reconfortándolos».

JEAN DES CARS

Jorge VI, embutido en un uniforme impecable, Isabel, por supuesto con guantes y sombrero, son de una elegancia discreta, pero tranquilizadora. Están de pie. Ellos también luchan, su deber es mantener bien alta la llama de la resistencia. En nueve ocasiones, la Luftwaffe atacará el palacio. A cada alerta, la familia real, digna y organizada, baja al sótano, junto con los criados. La democracia calma frente al terror. Por otra parte, la reina no parece asustada por ese bombardeo de los aparatos enemigos. Un día incluso sube a sus aposentos a buscar a uno de los perros que se había dejado. ¿Por qué no quiere Isabel ponerse uniforme cuando es comandante en jefe de tres movimientos de defensas femeninos? Se justifica, siempre sonriendo: «Si la gente viniera a verme, seguro que se pondría sus mejores galas». Sin embargo, la reina siempre elige colores discretos, que no destaquen entre el polvo de los escombros, como el azul pálido, el rosa o el lila. ¿El verde? ¡Ni hablar! ¡Es un color que trae mala suerte! En cuanto al negro, «¡es la antítesis de la esperanza que tenemos!». A la reina María, su nuera, conmovida por el espectáculo de los edificios en ruinas y de los centenares de personas que lo han perdido todo, familia y bienes y que esperan ser socorridas y luego evacuadas en las calles destripadas, escribe: «Esta gente es valiente y maravillosa. ¡Debemos ganar!». Incluso en el Parlamento, casi están aliviados de que el palacio haya sido gravemente dañado. El ataque contra el palacio todavía estrecha más los lazos entre la monarquía y la población, que está sufriendo tanto. En cada cráter abierto por una bomba, después de la alerta, la pareja real está presente, por ejemplo entre los cascotes de un cine destruido en Baker Street, la calle donde sir Arthur Conan Doyle ha domiciliado al invencible Sherlock Holmes. Si suena una alarma cuando van de una ruina a otra, los monarcas bajan al refugio o al sótano más próximo, por ejemplo a una estación de metro, compartiendo una taza de té servida de un termo con sus compañeros de infortunio. Los encuentros son alegres. Voces con acento cockney, el acento de los barrios bajos, los reciben con cariño. Aquí también, Isabel se lleva la palma de la popularidad. La gente aplaude «a esa buena mujer que es estupenda». La reina contiene las lágrimas.

Incluso bajo las bombas, salvo alarma general y urgencia absoluta, el fin de semana real en Windsor es sagrado, aunque a menudo, el rey y la reina tratan de ir cada día para ver a sus hijas. La pareja abandona entonces el palacio al que llaman familiarmente Buck house y acuden a Windsor. El viejo castillo no está menos expuesto que Buckingham. Se contarán al menos trescientas bombas sobre el dominio de Windsor. Y se verá a las jóvenes princesas cavando trincheras en los céspedes del parque. La instalación es escueta. La familia duerme lejos de sus aposentos habituales, en el suelo de la Victoria Tower (hoy Queen’s Tower), en una estancia de la planta baja protegida por planchas de acero y sacos de arena. Se ha dispuesto un refugio debajo de las cuatro habitaciones de esa residencia espartana. En caso de alerta se accionan unas sirenas y unas campanas eléctricas en cada uno de los corredores. La reina y las nurses llevan un gorro de noche «para estar decentes incluso en la guerra». Norman Hartnell, el modisto de Isabel, le ha confeccionado un atuendo nocturno adaptado «y hasta una cajita de terciopelo negro para guardar la máscara de gas». Las restricciones también afectan a los vestidos, que sobre todo tienen que ser prácticos. Algunos accesorios del viaje oficial a Canadá son reutilizados, pero desaparecen los bordados. Jorge VI llegará a pintar el interior de las bañeras con una raya que indica el volumen máximo de agua autorizado para bañarse.

«Arrasaremos las ciudades inglesas», promete Hitler con su voz cavernosa. No conoce la determinación británica para resistir a costa de sacrificios y esfuerzos cotidianos, a menudo inimaginables. Y cuando, en septiembre de 1940, Ribbentrop va a Roma y le dice al conde Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de Italia y yerno de Mussolini: «La defensa territorial de Inglaterra es inexistente. Una sola división bastará para provocar un derrumbe total», Churchill comentará lacónico esa afirmación: «Esto sólo demuestra su ignorancia». Y, seguido de sus dos secretarios a los que agota dictándoles, sin parar, notas e instrucciones, el primer ministro se sube al tren especial, para inspeccionar la costa, escrutando el Pas-de-Calais con sus prismáticos y mandando estudiar las mareas y los movimientos de la luna.

Teme una armada de mediano tonelaje que permita al enemigo cruzar el canal. La idea no es nueva: ya en julio de 1917, el mismo Churchill había presentado al primer ministro Lloyd George los planos de un «chalán con proa abatible para transportar carros de combate». Consciente de la importancia de una relación permanente con su primer ministro, Jorge VI modifica el ritmo de sus audiencias con Churchill. En adelante sustituye la semanal de las cinco de la tarde por una comida cada martes, a menudo con la reina. «En varias ocasiones debíamos tomar nuestros platos y nuestros vasos y bajar al refugio, que todavía estaba en obras, para acabar de comer». Muy pronto, por seguridad, el rey prescinde del servicio; el invitado, el rey y la reina se servirán ellos mismos. Una proximidad, que se convertirá en una intimidad política seguramente sin precedentes en la historia británica desde los tiempos de la reina Ana, a principios del siglo XVIII, une al soberano constitucional con el jefe del gobierno. Churchill incluso se asombra de que el rey, muy trabajador, a veces haya estudiado antes que él ciertos expedientes, conozca sus detalles y dé opiniones, como se lo permite la Constitución. Despachos, telegramas y notas son cuidadosamente analizados por Jorge VI. «Es una gran suerte para Inglaterra tener un rey tan bueno y una reina igual de excelente durante estos años fatídicos», escribirá Churchill. El puesto de tiro instalado en los jardines de Buckingham es utilizado ahora por toda la familia, en presencia de edecanes. «Enseguida le traje al rey una carabina americana de corto alcance, escogida entre varias que me habían regalado: era un arma excelente». El rey y el primer ministro forman un sólido tándem.

Anuncios

Operativo Rocking Horse: los planes de la Casa de Windsor para huir a Canadá durante la II Guerra Mundial

El rey Jorge VI habría puesto su mirada en el Castillo Hatley, una mansión que un siglo más tarde fue utilizada en las películas de X-Men.

Sigue leyendo «Operativo Rocking Horse: los planes de la Casa de Windsor para huir a Canadá durante la II Guerra Mundial»

Día de la Victoria: cuando la princesas Isabel y Margarita salieron del palacio a festejar con la multitud

Hace 75 años, el 8 de mayo de 1945, las hijas del rey Jorge VI se unieron al pueblo británico para celebrar el final de la Segunda Guerra.

El 8 de mayo de 1945, el mundo se regocijó cuando la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin después de seis años de luchas, dificultades y la pérdida de millones de vidas humanas. En toda Europa, la gente salió a las calles para celebrar el “VE Day”, también conocido como el Día de la Victoria en Europa, después que las fuerzas aliadas anunciaron la rendición de la Alemania nazi. Habían pasado solo 9 días desde que el fuhrer Adolf Hitler se suicidó, según los registros oficiales, en la sede de la Cancillería de Berlín. En Londres, miles de ciudadanos inundaron la céntrica Trafalgar Square y la amplia avenida The Mall, que conduce al Palacio de Buckingham, donde el rey Jorge VI y la reina Isabel los saludaron desde el balcón.

Este año, el viernes 8 de mayo se conmemorará el 75 aniversario del Día VE. Isabel II, quien recientemente celebró su 94 cumpleaños, brindará desde su confinamiento en el Castillo de Windsor un discurso televisado especial para su país, que será transmitido por BBC, por la radio y los canales de redes sociales oficiales de la familia real. El discurso se emitirá a las 9 de la noche, la misma hora en que el padre de la reina, el rey Jorge VI, anunció la victoria en Europa por radio en 1945 después de “casi seis años de sufrimiento y peligros”. (ver video)

¿Dónde estaba Isabel hace 75 años? Sin el conocimiento de la mayoría del público, la por entonces princesa Isabel, de 19 años, y su hermana, la princesa Margarita, de 14 años, estaban escondidas entre la multitud, soltándose el pelo mientras se unían a las festividades jubilosas. En horas anteriores, habían aparecido en el balcón del Palacio de Buckingham en seis ocasiones durante el día junto a sus padres, el rey Jorge VI y la reina Isabel, así como con el primer ministro Winston Churchill, considerado el artífice de la victoria. Sin embargo, las adolescentes también deseaban celebrar fuera del Palacio, en contacto con la gente común, una idea de Margarita.

Después de la cena, las princesas salieron del palacio para participar en las celebraciones, con el permiso de los reyes, a condición de que un reducido grupo de oficiales de la Guardia, que eran amigos, las acompañaran. Si bien el rey puede haberse sentido preocupado por el hecho de que sus hijas se mezclaran con la multitud, en una entrada de su diario escrita ese día expresó su preocupación por las limitadas vidas sociales que sus hijas habían mantenido desde el inicio de la guerra, en 1940, cuando fueron enviadas a Windsor por su seguridad. “Pobres queridas, nunca se han divertido aún”, escribió el rey.

Las princesas aprovecharon al máximo sus horas de libertad, bailando el hokey cokey, el «Lambeth Walk» y la conga con miembros del público que no las reconocieron. En 2006, Jean Woodroffe, quien fue una de las primeras damas de compañía de la reina Isabel II, recordó que nadie “parecía prestar mucha atención” a las hermanas reales mientras participaban en la fiesta popular, la primera fiesta que Gran Bretaña celebraba desde el inicio de la contienda. «Lo que fue divertido es que entramos en el Hotel Ritz por una puerta y salimos por otra, al otro lado, haciendo la conga», dijo Woodroffe. “Luego nos paramos afuera del Palacio de Buckingham con la multitud y todos gritamos, ‘Queremos al Rey’ con todos los demás hasta que el los reyes salieron al balcón”.

La reina le dijo a la BBC en 1985 que trató de evitar ser vista en las calles de la capital y declaró: «Me puse la gorra del uniforme sobre los ojos».»Recuerdo las filas de personas desconocidas que unían los brazos y caminaban por Whitehall, y todos fuimos arrastrados por mareas de felicidad y alivio», recordó cuando se cumplieron 40 años del final de la guerra. En 1995, en el 50º aniversario, Isabel II, su hermana y su madre recrearon el saludo desde el balcón, con las notables ausencias del rey y Churchill. Las tres entonaron la canción “There’ll Be Bluebirds over the White Cliffs of Dover”, popularizada en la guerra. (Ver video)

La familia real había liderado con el ejemplo y levantado la moral durante el conflicto. Al estallar las hostilidades, se había sugerido que la reina Isabel y sus hijas debían ser evacuadas a la seguridad de Canadá o Estados Unidos. Pero a esto declaró: “Los niños no se irán sin mí. Yo no me iré sin el rey. Y el Rey nunca se irá”. Las princesas fueron evacuadas al Castillo de Windsor durante toda la guerra, tal como lo hizo ahora la reina en medio de la pandemia de coronavirus. Jorge VI y la reina Isabel, más tarde titulada ‘Reina Madre’, pasaron algunos días en Windsor, pero fueron elogiados por pasar sus días en el Palacio de Buckingham durante el Blitz, el bombardeo aéreo de los nazis sobre Londres. Después de que cayeron bombas alemanas en el palacio, la reina Isabel dijo: “Me alegra que nos hayan bombardeado. Me hace sentir que puedo mirar al East End (la zona más perjudicada) a la cara”.

El Día de la Victoria, la princesa Isabel, quien en febrero de 1945 a la edad de 18 años había realizado el Servicio Nacional en el Servicio de Transporte Auxiliar, usó su uniforme. Había sido registrada como “No. 230873 Segunda Subalterna Elizabeth Alexandra Mary Windsor” y tomó un curso de manejo y mantenimiento de vehículos en Aldershot, calificándose como mecánica y conductora. La princesa Margarita, por su parte, describió los años de guerra como “negros y sombríos”, pero dijo que ese día de 1945 fue un “maravilloso resplandor solar de gloria”.

El MI5 reveló como las “fake news” del rey Jorge VI ayudaron a ganar la Segunda Guerra Mundial

El padre de Isabel II participó en actividades falsas para engañar a los nazis antes del Día D, según se reveló a la monarca durante la visita al servicio de Inteligencia británico.

Durante una visita de la reina Isabel II de Gran Bretaña a la sede del MI5 pudo conocer por primera vez la historia de cómo las noticias falsas, hoy popularizadas como “fake news”, fueron utilizadas por los servicios de inteligencia británicos para transmitir “desingormación” a los espías nazis y, de esta forma, ganar terreno en la Segunda Guerra Mundial. A la monarca de 93 años, que visitó el MI5 para transmitir el agradecimiento de una nación por el trabajo no reconocido de los servicios de inteligencia británicos, se le informó sobre el papel de su padre para obtener la victoria, ayudando a convencer a los alemanes de que los desembarcos del Día D sucederían en Calais o Noruega para que las tropas ganaran tiempo valioso.

El director general del MI5, Sir Andrew Parker, le contó a la reina cómo su padre (fallecido en 1952) aceptó una serie de «visitas reales» para convencer a los alemanes de que los falsos desembarcos de los aliados. Las visitas fueron informadas por la prensa, con «inteligencia» adicional enviada a Alemania a través de espías y utilizada para informar la estrategia militar nazi.

En una visita, Jorge VI se unió a numerosos comandantes aliados de alto rango en un gran complejo de almacenamiento de petróleo falso, construido por los estudios Shepperton cerca de Dover para propósito. Los archivos del MI5 señalan que los oficiales «no pueden decir si al rey se le informó sobre la red de agentes, pero él sabía algo sobre la estrategia de desinformación en la que jugaron las visitas».

«Un informe clasificado del arquitecto MI5 de la red Double Cross, escrito en el verano de 1945, entendemos que todavía estaba en la caja de despacho del rey al momento de su muerte, siete años después», explicó Parker. Durante la visita al museo, Sir Andrew describió la operación del MI5 para engañar la verdadera ubicación del asalto de las Fuerzas Aliadas a Europa el 6 de junio de 1944 como «lo más importante que ha hecho el MI5» desde que se formó la agencia en 1909. La reina respondió: «Y con mucho éxito también».

Ni el Palacio de Buckingham ni el MI5 pudieron confirmar si la Reina también estaba al tanto de la participación de su familia en ese momento. En el momento del desembarco del Día D, la entonces princesa Isabel tenía 18 años y había realizado varias visitas a las tropas con sus padres, pero no afirmó haber tenido conocimiento de esto al realizar la visita esta semana. “Me gustaría aprovechar mi visita aquí hoy como una oportunidad para agradecerles a todos por el trabajo incansable que hacen para mantener a nuestro país seguro”, dijo la monarca en un discurso.

La reina reconoció que le sorprende “la notable resolución con la que desempeñan su papel vital y sin duda continuará habiendo amenazas y desafíos importantes por delante”. Pero, en cada una de mis visitas al MI5, me ha impresionado la forma en que se ha adaptado a las cambiantes amenazas a nuestra nación, ya sea respondiendo a las amenazas de los nazis o la Guerra Fría, el terrorismo doméstico o la esfera cibernética, siempre ha demostrado el máximo compromiso con su lema Regnum Defende [defensa del reino]”.

Lady Pamela Hicks: ‘Isabel II fue la última persona del mundo en saber que su padre había muerto’

La hija menor de Lord Mountbatten acompañaba a la entonces princesa en el viaje por África en el momento en que se convirtió en reina, hace 67 años.

Sigue leyendo «Lady Pamela Hicks: ‘Isabel II fue la última persona del mundo en saber que su padre había muerto’»