Francisco Fernando y Sofía, los emperadores que no fueron: de la boda por amor al desastre de Sarajevo

El heredero de Austria y Hungría nunca cayó bien, y su poca sutileza le impidió conectar con la aristocracia vienesa. Su matrimonio morganático no ayudó. Planeaba reinar como «Francisco II», pero la historia tenía otros planes. Trágicos planes.

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Francisco Fernando de Habsburgo nunca cayó bien, su poca sutileza le impidió conectar con la aristocracia vienesa, sus proyectos políticos le enemistaron con los húngaros y su defensa a ultranza del neo-barroco frente al Sezessionsstil hizo que los intelectuales y artistas le aborrecieran. No obstante, uno de los hechos que más iba a marcar su vida fue el apasionado amor hacia una mujer.

Francisco Fernando y la condesa Sofía Chotek se conocieron probablemente en un baile en Praga, no se sabe exactamente cuando, en todo caso antes del suicidio del archiduque Rodolfo en 1889. La ascensión de Francisco Fernando al rango de thronfolger (heredero al trono) no cambió sus sentimientos hacia Sofía, a pesar de que ella, perteneciente a una familia aristocrática bohemia de rango menor, nunca podría casarse con él.

Poco después el archiduque empezó a visitar frecuentemente el Schloss Halbturn, residencia de su prima lejana la archiduquesa Isabella. La archiduquesa pensaba que Francisco Fernando cortejaba alguna de sus hijas y en su mente ya imaginaba el prestigio que le daría ser la madre de la futura emperatriz de Austria. Pero un día, después de un partido de tenis, el archiduque se olvidó su reloj de bolsillo y, con gran horror, la archiduquesa Isabella al abrirlo no encontró una foto de alguna de sus hijas, sino de su dama de compañía la condesa Sofía Chotek.

Una vez, y no sin cierto escándalo, se destapó el asunto, todo el mundo pensó que la relación entre Francisco Fernando y Sofía terminaría tarde o temprano, al fin y al cabo, dada su diferencia de rango, era prácticamente imposible que se pudieran casar. Pero para sorpresa de todos, la relación no solo no terminó sino que el archiduque insistió en casarse con Sofía, estaba perdidamente enamorado de ella.

Una novia de otro rango

Durante casi seis años, Francisco Fernando intentó presionar al emperador para que le dejara casarse con Sofía, pero Francisco José I se negaba en rotundo, Sofía carecía del rango adecuado. El conflicto matrimonial añadió un punto más de discordia a la ya tensa relación entre el emperador y su heredero. Asimismo, toda la Corte y la alta sociedad vienesa se posicionaron en contra de Francisco Fernando, y su propio hermano Otto (que se había casado con la princesa Maria Josepha de Sajonia) llegó a decir que quizás él debería ser nombrado thronfolger.

Sin embargo, varios hechos acabaron influyendo en la decisión del emperador. El padre de Francisco Fernando, Carlos Luis, murió en 1896 y el propio Francisco Fernando se curó, contra todo pronóstico, de una tuberculosis pulmonar que le tenía reposando en Egipto. Sería el heredero del Imperio gustara o no. Asimismo, también se recordaba la pésima relación que había tenido el difunto Rodolfo con su esposa Estefanía de Bélgica.

En 1900, se dice que a consecuencia de una carta enviada por el papa León XIII, el emperador Francisco José cedió, pero con una condición, el matrimonio sería morganático. El 28 de junio, en el Hofburg, ante toda la Corte y las autoridades, el archiduque Francisco Fernando firmó y juró un documento según el cual aceptaba casarse con Sofía Chotek con la condición que ella jamás llevaría el título de emperatriz y que ninguno de sus futuros hijos tendría derecho a sucederle al trono. Serio y casi abotargado, Francisco Fernando juró en medio de un silencio glacial. Jamás perdonaría a la Corte esta humillación, pero solo era el principio.

Boda en Bohemia

El enlace se celebró el 1 de julio en el Schloss Reichstadt, en Bohemia, y ningún miembro de la Casa de los Habsburgo asistió, ni siquiera los hermanos de Francisco Fernando. El único miembro de la Familia Imperial que estuvo presente fue la madrastra de Francisco Fernando (y propietaria del castillo), Maria Theresa de Portugal, y sus dos hijas. Ese mismo día, el emperador otorgó a Sofía el título de Duquesa de Hohenberg y el tratamiento de “alteza serenísima”.

Sin embargo, Sofía siempre fue, para disgusto de Francisco Fernando, considerada una extraña en la Corte y en la Familia Imperial y el protocolo cortesano, supervisado por el Obersthofmeister (Gran Maestre de la Corte), el príncipe de Montenuovo, se ensañó con ella. A pesar de ser la esposa del thronfolger, todas las archiduquesas, incluso las menores de edad, tenían precedencia sobre ella, cosa que resultaba especialmente humillante en las recepciones, aunque Sofía aguantaba estoicamente.

Una condesa aborrecida por la corte

El protocolo resultaba también degradante en la residencia oficial de Francisco Fernando, el Oberes Belvedere. Como Sofía no tenía el rango de princesa heredera, era considerada como una particular y cuando su esposo abandonaba el palacio el estandarte imperial era arriado, la guardia abandonaba sus garitas y los coches oficiales volvían a los garajes. Incluso en 1908, durante una recepción en honor del kronprinz Guillermo, la Corte recomendó a Sofía que, dada la diferencia de rango, permaneciera en sus aposentos a pesar de que el evento se celebraba en su propia casa.

No es de extrañar pues, que la pareja prefiriera sus residencias privadas de Artstetten y Konopischt donde podía llevar una agradable vida familiar con sus tres hijos (Sofía, Maximiliano y Ernesto) lejos del protocolo y el esnobismo de Viena. También en ellas podían recibir cómodamente a los invitados, sin problemas de rango, como al káiser Guillermo II, que siempre fue particularmente amable con Sofía. El propio Káiser y quienes conocían a Francisco Fernando reconocían que ese hombre de ademanes un tanto bruscos había cambiado gracias a Sofía, su arrogancia se convertía en cortesía, su cólera en paciencia y su espíritu militar en habilidades políticas.

Aborrecida por la Corte y la alta sociedad vienesa, la pareja no se dejó amilanar, Francisco Fernando siguió imaginando la política a seguir cuando gobernara y Sofía aguantando con una sonrisa las humillaciones protocolarias. Tarde o temprano llegaría su momento.

Sarajevo: un viaje de ida

En agosto de 1913, el emperador nombró a Francisco Fernando Generalinspektor der gesamten Bewaffneten Macht (Inspector General de las Fuerzas Armadas), el más alto cargo militar por debajo del emperador. Era una oportunidad única para que Francisco Fernando empezara a implementar sus políticas militares y un acercamiento hacia Rusia.

A finales de abril de 1914, la salud del emperador se deterioró considerablemente, Francisco Fernando esperó el desenlace en Konopischt. Mientras, un tren esperaba para llevarlo a Viena, el manifiesto inaugural de su reinado había sido redactado e incluso se pintó un retrato oficial provisional; todo parecía indicar que, tras 25 años, el esperado y temido momento estaba a punto de llegar, su nombre de reinado sería “Francisco II”, en recuerdo al monarca que había fundado el Imperio en 1804.

Pero inesperadamente el emperador se recuperó y semanas más tarde Francisco Fernando y Sofía partieron hacia Sarajevo.

El día 23 de junio el archiduque partió de Viena, rumbo a Trieste y luego por mar hacia el sur de la costa croata, desde donde tomó un tren hacia Sarajevo. Su esposa se le unió poco después. Residieron en un tranquilo balneario fuera de la ciudad, en Ilidza y los dos días de maniobras militares, el 26 y 27, fueron perfectos.

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Francisco Fernando de Habsburgo: el malogrado archiduque nunca cayó bien

El archiduque Francisco Fernando nunca cayó bien. Su llegada al rango de thronfolger (heredero al trono) estuvo precedida de un desastre y a su “partida” le sucedió otro desastre aún mayor. Considerado por algunos el mártir de la Vieja Europa y por otros el emblema de un régimen y de un mundo destinados a desaparecer, Francisco Fernando es hoy en día mayoritariamente recordado por su asesinato en Sarajevo. ¿Pero quién fue este archiduque tan célebre y a la vez tan desconocido?

INFANCIA

El día 30 de enero de 1889, temprano por la mañana, la emperatriz Sisi fue informada, mientras asistía a sus clases de griego, de que su hijo, el archiduque Rudolf, heredero al trono, se había suicidado en el pabellón de caza de Mayerling, a unos veinte kilómetros al sur de Viena. Poco después fue la propia emperatriz, entre sollozos, la que tuvo que informar al emperador Francisco José I.

Más tarde, fue el propio Francisco Fernando el que se enteró, por telegrama, de la muerte de su primo. Sabía bien lo que significaba: su padre el archiduque Carlos Luis (hermano del emperador) era el nuevo heredero, aunque teniendo apenas tres años menos que el propio emperador, difícilmente viviría más que él.

El archiduque Carlos Luis se volvió a casar dos años después, esta vez con la animada y jovial infanta María Teresa de Portugal. Fue ésta la verdadera madre de Francisco Fernando, y a lo largo de su vida demostró ser uno de sus grandes apoyos.

Francisco Fernando creció sobretodo junto con su hermano menor Otto, aunque las marcadas diferencias de carácter pronto se tornarían en una declarada rivalidad. Francisco Fernando era serio, reservado, poco hablador y con tendencia a encolerizarse; Otto era en cambio divertido, carismático, despreocupado, aunque imprudente e irreflexivo. Su padre Karl Ludwig nunca escondió su preferencia por el hermano menor.

Educado, como todos los miembros de la familia Habsburgo, en el arte militar, pasó buena parte de su juventud viajando de un lado a otro del Imperio sirviendo en distintas unidades del ejército y ascendiendo rápidamente. Fue entonces cuando se empezó a evidenciar su obsesiva pasión por la caza y sobre todo por documentar cada pieza que cazaba, parece ser que a lo largo de su vida mató exactamente 274.551 animales, aunque esto le ocasionó, sin embargo, daños irreparables en su tímpano derecho.

EL HEREDERO

La súbita muerte del archiduque Rudolf en 1889, colocó a Francisco Fernando en una posición inesperada, su relativamente despreocupada vida acababa de dar un vuelco completo, ahora tenía que prepararse para la más que posible probabilidad de regir un imperio de más de 51 millones de habitantes y con más de diez nacionalidades distintas.

Francisco Fernando pasaría 25 años preparándose para heredar el trono y sin embargo, hoy ha caído en el olvido, a pesar de que durante más de dos décadas fue una importante figura política.

Descrito como serio, poco carismático, brusco y colérico a veces, poco dado a las sutilezas diplomáticas o las conversaciones ingeniosas, su persona fue pronto aborrecida por la alta sociedad vienesa, que, por lo general, hubiera preferido que su carismático y refinado hermano Otto fuera el thronfolger.

Las relaciones con el emperador Francisco José I tampoco fueron nunca fáciles, el soberano era el emblema del inmovilismo y Francisco Fernando carecía de habilidades diplomáticas; las opiniones del monarca y del archiduque sobre como gobernar el Imperio estaban destinadas a colisionar. No en vano Eugen Ketterl, valet del emperador, cuenta la famosa anécdota de que cuando el emperador y Francisco Fernando discutían parecía que todas las luces del Hofburg temblaban.

El archiduque defendía como fundamental una alianza con Rusia, sin ésta el reparto de las zonas de influencia en los Balcanes sería tortuoso. Sin embargo, Francisco José I había dejando que la alianza con Rusia se hubiera deteriorado lentamente desde 1848. Bajo impulso de Alemania, Rusia y Austria habían firmado en 1873 la Dreikaiserabkommen (Liga de los Tres Emperadores), alianza que afianzaba las relaciones entre las tres monarquías conservadoras de Europa, sin embargo el acuerdo caducó en 1887 y no volvió a ser renovado para disgusto de Francisco Fernando.

Por otro lado, el archiduque consideraba fundamental llevar a cabo un fortalecimiento del ejército y de la marina y al mismo tiempo una política exterior moderada, que evitara conflictos con las naciones vecinas, en especial Italia y Serbia. Por lo tanto, su oposición a una “guerra preventiva” le enfrentó particularmente con Conrad von Hötzendorf, jefe del Estado Mayor, que siempre que había una crisis proponía la misma e indistinta solución: la guerra.

Francisco Fernando ha sido tachado a veces de ultraconsevador pero, aunque es cierto que carecía de las actitudes liberales del difunto Rudolf, no era un reaccionario.

Fiel defensor de la dinastía y de sus deberes y privilegios, del derecho divino de los monarcas y ferviente católico, Francisco Fernando era además partidario de mantener el sistema semi-democrático presente en el Imperio. Para él la democracia de la clase media tenía un papel limitado en la vida política y los monarcas debían mantener sus prerrogativas sobretodo en política exterior y en cuestiones militares.

Dichas posturas le acercaban especialmente al káiser Guillermo II de Alemania, con el que además compartía sus pocas habilidades diplomáticas y cierta brusquedad; pero si Francisco Fernando era callado y reservado, Wilhelm II en cambio hablaba por los codos y a veces rozaba lo histriónico. La relación entre ambos fue siempre cordial y próxima, no en vano se llevaban apenas cuatro años de edad (el Káiser era mayor). Sin embargo, al a veces errático y torpe programa político del Káiser le correspondía uno de muy bien estructurado por parte de Francisco Fernando.

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Experto en dinastías realza «la leyenda de la bella emperatriz» Sissi en el aniversario de su asesinato

El profesor de Historia e historiador especializado en casas reales Dativo Salvia y Ocaña participó de #ConversacionesconSC para rememorar la figura de la emperatriz Isabel de Baviera, conocida popularmente como «Sissi», al cumplirse el 10 de septiembre un nuevo aniversario de su asesinato. El experto aseguró que «su muerte fue tan impactante en primer lugar por lo violenta» y además «porque la leyenda de la bella Emperatriz oculta tras sus abanicos o velos negros, siempre viajando en pos de algo indefinido que le sirviera para mitigar su tristeza, ya comenzaba a expandirse por toda Europa», cuando la consorte del emperador Francisco José tenía 60 años. La emperatriz, asegura el experto, «fue victima de desordenes alimenticios provocados por trastornos más graves a nivel psicológico» y mencionó «neurosis diversas y bulimia» así como «rechazo a las relaciones sexuales frecuentes». «Puede ser que las gentes sintieran lástima por el destino de esta princesa, rodeada de desgracia desde prácticamente el inicio de su vida pública», analizó.

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—Hace unos 120 años la emperatriz «Sissi» murió en un atentado horrible y el shock fue mundial: ¿quién era Isabel y por qué su muerte fue tan impactante para Europa?

—Isabel fue Emperatriz de Austria, Reina de Hungría y Bohemia, como consorte del Emperador Francisco José I (1830-1916), uno de los soberanos más importantes de la Historia, con un reinado muy largo ya que subió al Trono con 18 años. Presidió la edad de plata de la cultura austríaca, que influiría en todo el mundo. Isabel, nacida en Munich en 1836, era su prima, ya que sus madres Sofía y Ludovica de Baviera, eran hermanas, hijas del Rey de Baviera, Maximiliano I. El padre de Sissi, era otro Maximiliano, jefe de la rama menor de la Casa de Wittelsbach, los Zweibrücken-Birkenfeld-Gelnhausen, por lo que su título desde su nacimiento era de Duquesa EN Baviera. Pasó una feliz y libre infancia y adolescencia en el castillo de Possenhofen, a orillas del lago Sternberg. Tuvo numerosos hermanos: los Duques Luis Guillermo, Carlos Teodoro y Maximiliano en Baviera, la Princesa Elena de Thurn y Taxis, la Reina María Sofía de las Dos Sicilias, la Princesa Matilde de las Dos Sicilias y la Princesa Sofía de Orleans, Duquesa de Alençon. Era prima hermana del famoso y perturbado Rey Luis II de Baviera, constructor de castillos. Y casó en 1854 a los 16 años.

Creo que su muerte fue tan impactante en primer lugar por lo violenta, llevada a cabo por un anarquista. No es que fuese extraño este tipo de atentados, pero en general no afectaban directamente a reinas consortes o princesas, sino que soberanos en ejercicio y miembros del gobierno, eran sus víctimas principales. En segundo lugar, porque la leyenda de la bella Emperatriz oculta tras sus abanicos o velos negros, siempre viajando en pos de algo indefinido que le sirviera para mitigar su tristeza, ya comenzaba a expandirse por toda Europa. No tanto en el seno del Imperio, donde sus continuas ausencias eran ciertamente impopulares. Por último, puede ser que las gentes sintieran lástima por el destino de esta princesa, rodeada de desgracia desde prácticamente el inicio de su vida pública.

—¿Qué puedes decirme del impacto que su muerte tuvo en su esposo, Francisco José, ¿y en lo que sucedería más tarde con la casa de Habsburgo?

El impacto fue enorme, como pueden imaginar. Las palabras que pronunció Francisco José al conocer la noticia, “nada me ha sido evitado”, son el reflejo de su desgarro al conocer la muerte de su bella esposa y una más en el cúmulo de desgracias de los últimos años (derrotas militares, pérdida de territorios, suicidio de su hijo, fusilamiento de su hermano en México).

Francisco José seguía queriendo mucho a su esposa, a pesar de las ausencias de esta y lo muestran las hermosas cartas que le enviaba continuamente y los ruegos permanentes a que regresara. La presencia de la amiga del Emperador, Catharina Schratt, no contradice esta aseveración, y más todavía no conociendo hasta el día de hoy la exacta naturaleza de esa amistad.

Respecto a lo que sucedería más adelante con la Casa de Austria, creo que la muerte de la Emperatriz no tuvo un efecto político significativo, descontando el aumento de la vigilancia que el gobierno ejercía sobre grupos anarquistas dentro del Imperio. Está claro que el impacto emocional y la tristeza, permaneció en Francisco José y sus hijas, hasta el final de sus días.

—La figura de Sissi ocupa un lugar notable en la memoria colectiva, no solo por su muerte, sino por su figura física. Se habló mucho sobre ello, ¿de verdad fue víctima de desórdenes alimenticios o ves algo más?

Sin duda fue victima de desordenes alimenticios provocados por trastornos más graves a nivel psicológico. Neurosis diversas y bulimia son claros diagnósticos, así como rechazo a las relaciones sexuales frecuentes. Sus etapas de obsesiones diversas nos dan una lista enorme y variada: viajes y largas horas para montar velozmente a caballo, interminables caminatas, ejercicios gimnásticos, viajes en la cubierta de los barcos en momentos de tormenta, pasión enfermiza por Hungría, por Grecia, por Heine, odio al ceremonial de la Corte y a la vida pública, etc. No ayudó en nada su temprano matrimonio y maternidad, a pesar del amor de Francisco José, y las presiones de la vida en la Corte.

—Muchas veces se ha comparado a Isabel con Diana, princesa de Gales, como epítome de la elegancia de su época ¿se puede establecer un paralelismo entre ellas, más allá de su trágico final?

Sin duda se pueden establecer paralelismos en muchos aspectos: belleza, elegancia inimitable, estilo, problemas de salud a nivel mental y alimenticio, diferencias de opinión con la Corte y alejamiento de esta; enfrentamientos con algunos miembros de su familia política, gran amor hacia sus hijos e intervención directa en su educación; interés por los desfavorecidos, amor por la música, apertura de su círculo social a personas de toda clase, etnia, país o creencias. Finalmente, el trágico final de ambas y su entrada en la leyenda colectiva del mundo, rematan esos paralelismos.

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