Álbumes de la emperatriz Sissi revelan a una pionera del coleccionismo fotográfico

Las fotos recopiladas por Isabel de Austria se exhiben en una exposición en Alemania, arrojando una nueva luz sobre su personaje.

La emperatriz austriaca Isabel (“Sissi”) fue una celebridad del siglo XIX. Pero a ella no le gustaba estar en público en absoluto. Cuando los paparazzi estaban cerca, sostenía un abanico frente a su cara: “Soy muy reacia a que me fotografíen”, enfatizó. Por otro lado, ella misma era una apasionada coleccionista de retratos, como muestra una exposición en la ciudad alemana de Colonia.

La emperatriz recopiló alrededor de 2.500 fotografías, alrededor de 2.000 guardadas en 18 álbumes que fueron subastados en 1978 y hoy son propiedad del Museo Ludwig de Colonia. Ahora se pueden ver en una pequeña pero muy interesante exposición “Sissi privada. Los álbumes de fotos de la emperatriz”, que estará abierta hasta el 21 de febrero.

La curadora Miriam Szwast considera los álbumes como un «diario visual», comparable a los poemas que Sissi escribió unos 20 años después. Ella no solo pegó las fotografías en los álbumes, sino que las seleccionó y organizó cuidadosamente. Puso fotos de nobles al lado de los artistas del circo, a los perros al lado de los emperadores y, como en la vida real, dejó que su hermana aparezca como un doble. Mostró actrices con disfraces de hombre o inflando sus faldas coquetamente, pero apenas hay fotos de ella misma.

¿Quién fue la verdadera Sisi?

En el verano de 1853, la princesa Isabel de Baviera fue invitada al cumpleaños número 23 del emperador Francisco José, gobernante del imperio Habsburgo. Para el joven monarca, fue amor a primera vista, y su matrimonio se acordó rápidamente. Juntos, gobernaron uno de los imperios más poderosos de Europa.

Como figura histórica, la emperatriz del siglo XIX se convirtió en una leyenda y un símbolo. Ella representó un anhelo común de romper con los grilletes de la vida cotidiana para convertirse en alguien espectacular. Pero este mito no hablaba exactamente de su personaje real. La emperatriz también era una persona egoísta y caprichosa.

Nacida en 1837, la joven princesa fue la cuarta de 10 hijos del duque Maximiliano y su esposa Ludovika de Baviera. Pasó su infancia en Munich y el cercano lago Starnberg antes de convertirse en emperatriz a través de su matrimonio a la temprana edad de 16 años.

Sin embargo, convertirse en emperatriz y mudarse a Viena no fue exactamente un sueño hecho realidad para la adolescente. Solo dos semanas después de su matrimonio, se refirió a su nuevo hogar como un «calabozo». Su esposo no pudo dedicarse a su vida privada: estaba ocupado lidiando con las derrotas militares y el proceso de transformación del imperio en dos monarquías constitucionales: Austria y Hungría.

Creando su propia colección de fotos

Sissi tuvo tres hijas y un hijo. Sin embargo, estaba profundamente descontenta con la vida en la corte y plagada de problemas de salud, muchos de los cuales se pensaba que eran psicosomáticos. En busca de un respiro, la emperatriz huyó de su familia y Viena y viajó por Europa, viviendo en Venecia, Madeira y Corfú, donde pudo relajarse y recuperarse; más tarde construyó un palacio opulento allí y pasó gran parte de su tiempo aprendiendo griego, dando paseos y viendo amigos.

Fue durante su estancia en el extranjero cuando comenzó su colección de fotografías , que ahora se exhibe en el Museo Ludwig de Colonia. Entre las imágenes mostradas se encuentran tres de los llamados «álbumes de belleza», encuadernados en cuero fino. En ellos, Sissi recopiló fotografías de mujeres para estudiar su apariencia.

«Estoy creando un álbum de belleza y ahora colecciono fotografías para él, solo de mujeres«, le escribió a su cuñado, el archiduque Luis Víctor, en la década de 1860. «Cualquier cara bonita que puedas reunir en Angerer’s u otros fotógrafos, te pido que me envíes». La emperatriz, a quien se consideraba convencionalmente hermosa, estaba fascinada por la interacción de ver y ser vista.

Pionera del coleccionismo fotográfico

El Museo Ludwig posee 18 de los álbumes de fotos de la emperatriz, que constan de unas 2.000 fotografías. La exposición de Colonia muestra una muestra de ellos, incluyendo imágenes de Sisi con sus perros o escenas de su vida familiar. También recopiló fotografías de artistas y actrices que tenían una mala reputación en la sociedad real en ese momento.

En cierto sentido, la emperatriz Isabel puede considerarse una pionera cuando se trata de recopilar fotografías. Después de todo, el medio era completamente nuevo, ya que fue presentado oficialmente en 1839 por el pintor francés Louis Daguerre.

No fue hasta finales del siglo XIX que la fotografía se convirtió en un medio aceptado. A través de las fotos expuestas, los visitantes de la exposición en Colonia descubrirán un lado de la emperatriz que era «mucho más moderno y mucho más emancipado, mucho más afilado, mucho más salvaje de lo que podríamos imaginar», según el comisaria de la exposición, Miriam Szwast.

La muerte de una emperatriz

Al crear estos álbumes de fotos, la emperatriz Isabel «creó un segmento de la sociedad que era de su gusto y se rodeó de personas en las imágenes que le interesaban», explica Szwast a la DEUTSCHE WELLE. También usó la colección para enfatizar su propia belleza, que fue tanto un deleite como una maldición.

Si bien, según los informes, tenía un régimen de belleza diario prolongado, que incluía cuidar su cabello largo y rizado durante horas, también se sentía sofocada por su apariencia y las demandas de la sociedad. «Para ella, la ropa fina que usaba en las ocasiones oficiales se sentía como un disfraz: hablaba de estar ‘atada'», dice Szwast.

La princesa rebelde también se tatuó un ancla en el hombro en 1888, que simbolizaba su gran amor por el mar. En sus últimos años, también escribió poesía y se inspiró en el poeta y pensador político radical alemán Heinrich Heine .

Cuando su hijo el archidque heredero Rodolfo se suicidó en 1889, la emperatriz se resignó a vestirse solo de negro y se hundió aún más en la depresión que la había acosado durante mucho tiempo. En 1898 fue asesinada por un anarquista italiano mientras se encontraba en Ginebra. Murió a los 60 años, habiendo pasado 44 años en el trono.

La exposición de Colonia vuelve a poner en primer plano las facetas más oscuras de su vida, liberando de su kitsch la imagen eternamente bella y melancólica que tenemos de la emperatriz. El resultado es una mujer moderna con gusto por el arte contemporáneo.

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Asesinatos, ejecuciones, suicidios y accidentes: ¿fue la Casa de Habsburgo víctima de una maldición?

Las personas más supersticiosas aseguraban que la familia de María Antonieta, de la emperatriz «Sissi» y de Carlota de México eran víctima de un maleficio lanzado por el príncipe de Argovia a Rodolfo de Habsburgo en el siglo XIII.

Francisco José I (1830-1916), penúltimo emperador de Austria, estuvo destinado a reinar desde su infancia. La abdicación de Fernando I tras la revolución de 1848 y la renuncia al trono de Francisco Carlos permitieron la coronación de este joven archiduque austriaco de 18 años como emperador.

Convencido absolutista, su reinado, de casi 68 años, sería el tercero más largo de la historia de Europa, después de los de Luis XIV de Francia y Juan II de Liechtenstein. En el plano íntimo, su esposa Isabel de Baviera (1837-1898) -la emperatriz “Sissi”- aportó brillo y belleza a la estricta y archicatólica corte vienesa, pero pronto sobrevinieron las calamidades, una interminable serie de desgracias que llevaron a muchos a preguntarse si la familia Habsburgo era víctima de una maldición.

Las personas más supersticiosas del Imperio aseguraban que la familia de Francisco José y Sissi era víctima de un maleficio lanzado por el príncipe soberano de Argovia y sus dos hijos a Rodolfo de Habsburgo en el siglo XIII.

Los emperadores Alberto I y Leopoldo III fueron asesinados y María de Borgoña murió a causa de una estruendosa caída. Felipe “el Hermoso”, Rey de España, pereció muy joven de un posible envenenamiento mientras su esposa, Juana -”la Loca”- pasó el resto de su vida encerrada luego de haber perdido la razón. Sus sucesores no la pasaron bien en el trono de España y Carlos II fue el ejemplo máximo de aquello que sus súbditos creían que era un “hechizo”.

Raquítico, enfer­mizo y de escasa inteligencia, además de estéril, la infancia de Carlos II fue tan larga como su lactancia, que duró exactamente tres años, diez me­ses y once días, pasando por las manos de catorce nodrizas que no con­siguieron fortalecer al in­fante. Cuando su padre, Felipe IV, murió en 1665, el nuevo rey aún tomaba el pecho. Para evi­tar la mala imagen de coronar como rey a un niño poco des­arrollado, los médicos reales aconsejaron suspender la lac­tancia. Le prescribieron papillas y, como no se podía mante­ner en pie, encargaron al sastre unos gruesos cordo­nes para sostenerlo mientras recibía a los embajadores extranje­ros.

Cuando tenía cinco años todavía no sabía hablar. A los seis, en­fermó sarampión y varicela; a los diez años, ru­beola, y a los once, una viruela que estuvo muy cerca de matarlo; a los 32 años perdió todo el cabello y lo que que­daba fue disi­mu­lado debajo de la pe­luca. Y por sobre sus problemas físi­cos, estaban los mentales: aprendió a hablar a los 10 años y a los 15 apenas podía estampar su firma en un papel. Era de espe­rarse que no pudiera tener hijos.

Desespe­rada, la Corte acu­dió a un astrólogo, que aconsejó al rey ex­humar cadáve­res de sus antepasados, abrazarlos y dormir con ellos. El rey siguió el consejo al pie de la letra, pensando que así rompería su mala suerte y tendría el deseado here­dero al trono: durmió con los cuerpos momificados de San Isidro y San Diego de Alcalá porque tiempo atrás habían curado a algunos miem­bros de la familia real, para que Car­los se liberase de los de­monios que lo poseían.

Por aquellos tiempos, el emperador Rodolfo II de Habdburgo desarrolló un carácter psicopático que lo hizo verdaderamente infeliz y, un siglo más tarde, María Antonieta, la archiduquesa austríaca que fue reina consorte de Francia, fue guillotinada en La Bastilla durante la revolución.

El hermano menor de Francisco José, Maximiliano, fue el efímero soberano imperial de México hasta su fusilamiento en Querétaro, en 1867, mientras el otro hermano del emperador, el piadoso archiduque Carlos Luis, murió en 1896 de tifus por beber agua contaminada del río Jordán durante una peregrinación por Tierra Santa. Mientras tanto, el archiduque Juan Nepomuceno, desapareció en 1890 en las profundidades del océano Atlántico en compañía de su esposa; el archiduque Guillermo, gran aficionado a la equitación, murió a consecuencia de un accidente ecuestre y el archiduque Ladislao murió en un ridículo accidente de caza a la edad de 20 años.

El golpe más cruel para Francisco José y Sissi fue en 1855, cuando su hija mayor Sofía Federica murió a causa de disentería durante un viaje a Budapest. “Nuestra pequeña ya tiene su morada en el cielo. Hemos quedado llenos de aflicción. Sissi, resignada ante los designios del Señor”, telegrafió Francisco José a su madre.

Diez años más tarde moría la joven archiduquesa Matilde, de 19 años, en 1867. Se encontraba fumando en el balcón del palacio, lista para asistir con su familia a una función teatral, cuando su vestido de gala se manchó con glicerina de una vela. El vestido ardió al caer una ceniza de su cigarrillo y la archiduquesa murió calcinada en presencia de toda su familia.

Hacia 1886 la emperatriz Isabel empezó a sentir que una serie de terribles desgracias la iban a golpear e incluso que su muerte estaba próxima. Alguien le contó que una maldición pesaba sobre los Habsburgo y que, desde hacía muchos siglos, una figura desvaída y misteriosa, la Dama Blanca, solía aparecerse a los miembros de la familia para anunciar una tragedia.

Sissi afirmaba haberla visto muchas ocasiones y a sus cincuenta años pensaba que ya no podría escapar de ella: “Sé que voy hacia un fin espantoso que me ha sido asignado por el destino y que sólo atraigo hacia mí la desgracia”, dijo un día. Y no estaba equivocada. En 1886, su primo y gran amigo el rey Luis II de Baviera fue hallado muerto, flotando sobre las aguas del lado Starnberg, días después de haber sido apartado del gobierno y declarado loco.

Unos años más tarde la hermana de “Sissi”, Sofía Carlota, duquesa de Alençon, casada con un príncipe francés, murió envuelta en llamas durante un incendio que causó la muerte a 117 personas en París. La duquesa se hallaba supervisando un bazar de caridad cuando comenzaron las llamas. En lugar de huir, Sofía ayudó a escapar a algunas de las jóvenes que trabajaban allí y regresó varias veces al edificio hasta que no regresó. Cuando recuperaron su cadáver, estaba tan quemado que sólo pudieron identificarlo por la dentadura.

En 1889, el golpe más cercano al corazón de Francisco José: Rodolfo, su único hijo varón y heredero del trono, fue encontrado muerto en Mayerling junto a su amada, la baronesa María Vetsera, en circunstancias realmente misteriosas, aunque según la versión oficial fue el suicidio. El “kronprinz”, melancólico y depresivo como su madre, quería divorciarse de Estefanía de Bélgica, a la que detestaba, y convertir en consorte a María, considerada una mujer absolutamente inadecuada para un heredero imperial.

Tras una serie de enfrentamientos con su padre, según la versión oficial, Rodolfo creyó que la única salida era matar a su amada y luego suicidarse. Nueve años más tarde, el 10 de septiembre de 1898, a punto de cumplir los 61 años, Sissi murió en la ciudad suiza de Ginebra, víctima de un atentado perpetrado por un anarquista italiano que desilusionado por no hallarse en la ciudad el príncipe Enrique de Orleáns, que era su objetivo, decidió apuñalar a aquella aristócrata ignorando que se trataba de la emperatriz. En el momento del atentado, Sissi, que no se percató en un primer instante de que había sido herida de muerte por un estilete, pensando que el sujeto sólo pretendía robarle el reloj, siguió caminando hasta que, a los pocos metros, cayó desplomada y murió.

“Usted no imagina cómo amaba yo a mi esposa”, confesó Francisco José al conde de Paar. El emperador no dejaba de repetir en voz alta que no podía entender que alguien quisiese asesinar a una persona que nunca había hecho mal a nadie. Más de setenta jefes de Estado y de gobierno de todo el mundo asistieron a sus funerales, pomposos, solemnes, oscuros, en Viena.

Hasta el último día de su vida, Francisco José contempló los retratos y fotografías de su bello “ángel” y suspiraba: “Nadie sabrá jamás cuánto la he amado”. Y faltaba lo peor: el viejo y agotado Francisco José vivió lo suficiente para contemplar el asesinato de su sobrino y nuevo heredero, Francisco Fernando, en Sarajevo, en 1914. Fue el colmo. En venganza, el emperador declaró la guerra a Serbia y detonó la Gran Guerra, luego conocida como la Primera Guerra Mundial: “Si la monarquía debe perecer, que perezca al menos decentemente”, dijo al llevar al mundo al desastre. El corazón del viejo Habsburgo no resistió y murió en 1916, dos años antes de la caída del Imperio.

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Experto en dinastías realza «la leyenda de la bella emperatriz» Sissi en el aniversario de su asesinato

El profesor de Historia e historiador especializado en casas reales Dativo Salvia y Ocaña participó de #ConversacionesconSC para rememorar la figura de la emperatriz Isabel de Baviera, conocida popularmente como «Sissi», al cumplirse el 10 de septiembre un nuevo aniversario de su asesinato. El experto aseguró que «su muerte fue tan impactante en primer lugar por lo violenta» y además «porque la leyenda de la bella Emperatriz oculta tras sus abanicos o velos negros, siempre viajando en pos de algo indefinido que le sirviera para mitigar su tristeza, ya comenzaba a expandirse por toda Europa», cuando la consorte del emperador Francisco José tenía 60 años. La emperatriz, asegura el experto, «fue victima de desordenes alimenticios provocados por trastornos más graves a nivel psicológico» y mencionó «neurosis diversas y bulimia» así como «rechazo a las relaciones sexuales frecuentes». «Puede ser que las gentes sintieran lástima por el destino de esta princesa, rodeada de desgracia desde prácticamente el inicio de su vida pública», analizó.

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—Hace unos 120 años la emperatriz «Sissi» murió en un atentado horrible y el shock fue mundial: ¿quién era Isabel y por qué su muerte fue tan impactante para Europa?

—Isabel fue Emperatriz de Austria, Reina de Hungría y Bohemia, como consorte del Emperador Francisco José I (1830-1916), uno de los soberanos más importantes de la Historia, con un reinado muy largo ya que subió al Trono con 18 años. Presidió la edad de plata de la cultura austríaca, que influiría en todo el mundo. Isabel, nacida en Munich en 1836, era su prima, ya que sus madres Sofía y Ludovica de Baviera, eran hermanas, hijas del Rey de Baviera, Maximiliano I. El padre de Sissi, era otro Maximiliano, jefe de la rama menor de la Casa de Wittelsbach, los Zweibrücken-Birkenfeld-Gelnhausen, por lo que su título desde su nacimiento era de Duquesa EN Baviera. Pasó una feliz y libre infancia y adolescencia en el castillo de Possenhofen, a orillas del lago Sternberg. Tuvo numerosos hermanos: los Duques Luis Guillermo, Carlos Teodoro y Maximiliano en Baviera, la Princesa Elena de Thurn y Taxis, la Reina María Sofía de las Dos Sicilias, la Princesa Matilde de las Dos Sicilias y la Princesa Sofía de Orleans, Duquesa de Alençon. Era prima hermana del famoso y perturbado Rey Luis II de Baviera, constructor de castillos. Y casó en 1854 a los 16 años.

Creo que su muerte fue tan impactante en primer lugar por lo violenta, llevada a cabo por un anarquista. No es que fuese extraño este tipo de atentados, pero en general no afectaban directamente a reinas consortes o princesas, sino que soberanos en ejercicio y miembros del gobierno, eran sus víctimas principales. En segundo lugar, porque la leyenda de la bella Emperatriz oculta tras sus abanicos o velos negros, siempre viajando en pos de algo indefinido que le sirviera para mitigar su tristeza, ya comenzaba a expandirse por toda Europa. No tanto en el seno del Imperio, donde sus continuas ausencias eran ciertamente impopulares. Por último, puede ser que las gentes sintieran lástima por el destino de esta princesa, rodeada de desgracia desde prácticamente el inicio de su vida pública.

—¿Qué puedes decirme del impacto que su muerte tuvo en su esposo, Francisco José, ¿y en lo que sucedería más tarde con la casa de Habsburgo?

El impacto fue enorme, como pueden imaginar. Las palabras que pronunció Francisco José al conocer la noticia, “nada me ha sido evitado”, son el reflejo de su desgarro al conocer la muerte de su bella esposa y una más en el cúmulo de desgracias de los últimos años (derrotas militares, pérdida de territorios, suicidio de su hijo, fusilamiento de su hermano en México).

Francisco José seguía queriendo mucho a su esposa, a pesar de las ausencias de esta y lo muestran las hermosas cartas que le enviaba continuamente y los ruegos permanentes a que regresara. La presencia de la amiga del Emperador, Catharina Schratt, no contradice esta aseveración, y más todavía no conociendo hasta el día de hoy la exacta naturaleza de esa amistad.

Respecto a lo que sucedería más adelante con la Casa de Austria, creo que la muerte de la Emperatriz no tuvo un efecto político significativo, descontando el aumento de la vigilancia que el gobierno ejercía sobre grupos anarquistas dentro del Imperio. Está claro que el impacto emocional y la tristeza, permaneció en Francisco José y sus hijas, hasta el final de sus días.

—La figura de Sissi ocupa un lugar notable en la memoria colectiva, no solo por su muerte, sino por su figura física. Se habló mucho sobre ello, ¿de verdad fue víctima de desórdenes alimenticios o ves algo más?

Sin duda fue victima de desordenes alimenticios provocados por trastornos más graves a nivel psicológico. Neurosis diversas y bulimia son claros diagnósticos, así como rechazo a las relaciones sexuales frecuentes. Sus etapas de obsesiones diversas nos dan una lista enorme y variada: viajes y largas horas para montar velozmente a caballo, interminables caminatas, ejercicios gimnásticos, viajes en la cubierta de los barcos en momentos de tormenta, pasión enfermiza por Hungría, por Grecia, por Heine, odio al ceremonial de la Corte y a la vida pública, etc. No ayudó en nada su temprano matrimonio y maternidad, a pesar del amor de Francisco José, y las presiones de la vida en la Corte.

—Muchas veces se ha comparado a Isabel con Diana, princesa de Gales, como epítome de la elegancia de su época ¿se puede establecer un paralelismo entre ellas, más allá de su trágico final?

Sin duda se pueden establecer paralelismos en muchos aspectos: belleza, elegancia inimitable, estilo, problemas de salud a nivel mental y alimenticio, diferencias de opinión con la Corte y alejamiento de esta; enfrentamientos con algunos miembros de su familia política, gran amor hacia sus hijos e intervención directa en su educación; interés por los desfavorecidos, amor por la música, apertura de su círculo social a personas de toda clase, etnia, país o creencias. Finalmente, el trágico final de ambas y su entrada en la leyenda colectiva del mundo, rematan esos paralelismos.

El día que el Bazar de la Caridad ardió y el trágico final de la hermana de Sissi

El bazar de la caridad” («Le Bazar de la Charité” en su idioma original) es una serie francesa que ahora se emite en Netflix y está inspirada en un hecho real: el feroz incendio en el Bazar de la Charité en París en 1897, que se cobró la vida de decenas de jóvenes, entre ellas la hermana de la emperatriz Isabel de Austria, Sofía Carlota. Joven de vida complicada, esta princesa bávara estuvo destinada a ser reina de su país pero el capricho de su prometido la dejó a un lado. Casada por designios dinásticos con un príncipe que no la amaba, Sofía Carlota se volcó a la beneficencia, actividad que sellaría su trágico destino.

El 27 de enero de 1867, el reino de Baviera celebró a lo grande el compromiso del rey Luis II con su prima, la joven duquesa Sofía Carlota (1847-1897). La boda se planeó para el 12 de octubre del mismo año, pero para cuando ya estaba casi todo preparado para la gran ceremonia (entre ellos, la construcción de un carruaje real y la acuñación de monedas conmemorativas) de repente, sorprendentemente, Luis II canceló los planes apenas dos días antes.

Ante el estupor general, el desencanto de Sofía y la indignación de la familia de Ludovika, Luis II jamás volvió a pensar en casarse y nadie supo bien por qué. Un año más tarde, Sofía Carlota se casó con el príncipe Ferdinand de Orleáns, duque de Alençon y nieto del rey Luis Felipe de Francia. No se trataba, por supuesto, de un matrimonio por amor. Por el contrario, el compromiso fue acelerado por los padres de la duquesa, según se cuenta, porque ella había iniciado un romance con un fotógrafo llamado Edgar Hansftaengl.

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Los recién casados se instalaron en Londres, donde la familia real francesa vivía bajo la protección de la reina Victoria de Inglaterra. La flamante duquesa de Alençon comenzó a ser víctima de frecuentes períodos depresivos que se fueron agravando con el pasar de los años. Tuvo dos hijos, la princesa Luisa Victoria y el príncipe Emanuel, duque de Vendôme.

En busca de calmar el espíritu de su esposa, el duque de Alençon decidió mudarse a Palermo, a orillas del Mediterráneo, y luego en Merano. En esta última ciudad, Sofía Carlota se enamoró de su médico, Hans Glaser, con tanta pasión que quiso abadonar a su familia y fugarse con este hombre que le aliviaba sus dolores físicos y espirituales. Cuando el plan fue descubierto, a Alençon no le quedó más remedio que internar a su esposa en un hospital psiquiátrico. Sofía Carlota no salió de allí sino hasta dos años después. Sintiéndose recuperada, se dedicó a las obras de caridad y vivió casi todo el tiempo en un convento de París.

El Bazar de la Caridad antes de su inauguración.
Las llamas consumieron todo a su paso.

El 4 de mayo de 1897 Sofía Carlota presidía una gran feria de beneficencia, el “Bazar de la Charité”, pero durante la proyección de una película de los hermanos Lumiére una chispa provocó de inmediato un incendió. Murieron casi ciento cincuenta personas, carbonizadas y pisoteadas, entre las cuales se encontraban la duquesa. En lugar de huir, Sofía Carlota había decidido ayudar a escapar a algunas de las jóvenes que trabajaban allí y regresó varias veces al edificio hasta las llamas la alcanzaron y no pudo salir. Cuando recuperaron su cadáver, atrozmente mutilado, estaba tan quemado que sólo su dentista pudo identificarlo por la dentadura. La noticia llegó al otro día a la corte austrohúngara. La hermana, la emperatriz Sissi, destrozada por el dolor, solo atinó pudo murmurar: “La maldición crece…”

Búsqueda de restos y objetos de valor en las ruinas del bazar.
La zona donde estuvo emplazado el Bazar tras su incendio.

Obituario: la descendiente de la emperatriz Sissi que pudo ser Reina de Bélgica

La princesa Stéphanie de Windisch-Graetz murió a los 79 años. Despojada de su herencia, se dedicó al arte y la caridad y vivió en un apartamento con un salario mínimo.

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Fotos | Subastan ropa de luto utilizada por la emperatriz «Sissi» hace 130 años

La emperatriz austrohúngara vistió de luto desde la misteriosa muerte de su hijo, Rodolfo, hasta su propia muerte, nueve años después.

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A 130 años de la muerte de Rodolfo de Habsburgo: ¿pacto suicida o asesinato político?

  • Se habló de atentado, de conspiración, de suicidio, pero nunca se supo la verdad sobre la muerte del heredero del Imperio Austrohúngaro y su amante, María Vetsera.
  • La verdad sobre lo ocurrido el 30 de enero de 1889 en el pabellón de caza imperial de Mayerling quedará en el misterio para siempre.

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