El salón del Parlamento de Rumania será rebautizado en honor al rey Miguel

Una ceremonia simbólica inaugurará el «Salón del Rey Miguel I de Rumania» cuando se conmemore el centenario de su nacimiento, en octubre.

La Cámara del Parlamento de Rumania será rebautizada con el nombre de Miguel I, último rey de Rumania, derrocado por el comunismo en 1947 y fallecido en 2017.

Esta decisión se tomó la semana pasada, después de que un miembro del Partido Liberal Nacional Rumano sugirió que se renombre la cámara principal del Parlamento rumano «Salón del Rey Miguel I de Rumania». La propuesta fue votada y adoptada por una amplia mayoría.

El personaje del rey Miguel es conocido en todo el mundo como símbolo del verdadero patriotismo, dignidad y respeto por los valores duraderos de la democracia”, explicaba la propuesta.

Hijo único de Carol II de Rumania y Helena de Grecia, Miguel (der) pasó gran parte de su infancia junto a Felipe de Grecia (izq), el futuro esposo de la reina Isabel II de Inglaterra.

La propuesta legislativa resaltaba las “valientes decisiones” tomadas por el joven rey durante la Segunda Guerra Mundial, tras lo cual “se convirtió en uno de los líderes más importantes del siglo pasado y fue apreciado y honrado en todas las principales capitales”.

“La valentía con la que se opuso al Establishment del comunismo en nuestro país, en condiciones particularmente duras, debe conservarse en la memoria colectiva de nuestro pueblo”, proclamaba la presentación.

La inauguración de la sala con el nombre del monarca se celebrará el 25 de octubre de 2021, cuando se cumpla el centenario de su nacimiento y una década después de que pronunciara un histórico discurso ante el Parlamento.

En 1947 se vio obligado a exiliarse después de que los comunistas tomaran el poder y no regresó a Rumania sino hasta la caída de la Unión Soviética en 1990.

Nacido en 1921, hijo de Carol II de Rumania y Helena de Grecia, Miguel I reinó en dos ocasiones políticamente turbulentas. Su primer reinado comenzó en 1927, cuando murió su abuelo Fernando I. Su padre había renunciado a su derecho al trono, pero regresó al país en 1930 y derrocó a Miguel.

En 1940, cuando Carol II abdicó y se mudó a París con su amante y Miguel fue entronizado nuevamente en los albores de la II Guerra Mundial. En 1947 se vio obligado a exiliarse después de que los comunistas tomaran el poder y no regresó a Rumania sino hasta la caída de la Unión Soviética en 1990.

En 2016, el ex rey Miguel, ya una figura altamente respetada por los rumanos, fue ingresado en una clínica en Lausana, Suiza, donde recibió tratamiento continuo después de su enfermedad. Poco antes de su muerte, al rey le diagnosticaron cáncer y murió en Suiza el 5 de diciembre de 2017, a la edad de 96 años. En Bucarest, recibió honores de jefe de Estado.

Dinastía Hohenzollern ganó caso legal contra un historiador que los asocia con el nazismo

En el marco de la disputa por la restitución de tesoros dinásticos, el príncipe Jorge Federico de Prusia, descendiente del káiser Guillermo II, ha emprendido acciones legales contra decenas de historiadores y periodistas por acusaciones «demostrablemente falsas».

Un tribunal de Berlín falló a favor de la familia real prusiana en una disputa con un historiador, el último giro en una batalla legal por una compensación por los tesoros históricos arrebatados a la dinastía Hohenzollern después de la Segunda Guerra Mundial.

La familia real, que gobernó Alemania hasta que el emperador Guillermo II abdicó en 1918, exigía la devolución de miles de pinturas, esculturas y libros del estado alemán, así como una compensación por la expropiación de propiedades por parte de la Unión Soviética cuyas fuerzas ocuparon el este de Alemania.

La cuestión de la relación de los Hohenzollern con Adolfo Hitler es fundamental para las afirmaciones de la familia. Según la ley alemana, la indemnización solo es posible si el demandante no ayudó significativamente a que los nazis llegaran al poder.

Algunos historiadores sostienen que el papel de la dinastía Hohenzollern durante el nazismo fue insignificante. Otros, sin embargo, aseguran que aparecer con Hitler y sus secuaces, incluida una famosa foto de Hitler con el príncipe heredero Guillermo, hijo mayor de Guillermo II, en Potsdam en 1933, fue útil y simbólico.

La familia real prusiana, hoy dirigida por el príncipe Jorge Guillermo (bisnieto de Guillermo II) dice en su sitio web que dos informes que encargó concluyeron que sus antepasados no brindaron ayuda significativa al régimen nazi. La familia real dice que esto respaldaría su reclamo de compensación, pero también reconoce que otros informes llegan a una conclusión diferente.

Disputa contra el historiador Winfried Suess

Como parte de una disputa de aproximadamente 7 años con los estados de Berlín y Brandeburgo y el gobierno federal, Jorge Federico de Prusia emprendió acciones legales contra decenas de historiadores y periodistas por acusaciones «demostrablemente falsas».

El tribunal regional de Berlín confirmó una orden judicial preliminar en una disputa sobre una declaración hecha por el historiador Winfried Suess en 2019 como parte de un debate sobre los posibles planes para un museo Hohenzollern en el que se exhibirían los artefactos devueltos y si la familia tendría voz en su presentación.

«El acusado todavía tiene prohibido hacer la declaración de que el demandante, como jefe de una antigua familia noble alemana, había exigido tener voz en la representación histórica de la familia en las instituciones públicas», dijo el tribunal.

«No es un buen día para la libertad de ciencia y la libertad de expresión», dijo Suess al diario Tagesspiegel. «Estoy muy seguro, y mi abogado también, de que esto puede corregirse en segunda instancia».

Suess agregó después de la decisión: «Si prevalece esta opinión legal, los investigadores tendrán dificultades para hablar sobre su trabajo sin asistencia legal en el futuro».

La asociación de historiadores VHD de Alemania condenó el fallo: “Este fallo podría ser trascendental para la libertad académica si las declaraciones de los historiadores sobre la disputa de compensación de Hohenzollern sobre hechos obvios ya no se pueden discutir públicamente sin una acción legal», dijo su directora Eva Schlotheuber.

El príncipe de Prusia amenaza con retirar los tesoros artísticos de la dinastía de los museos públicos

En medio de la disputa judicial con el Estado alemán, los descendientes del último káiser amenazan con retirar préstamos de los museos públicos de Berlín y Brandeburgo.

En medio de una batalla por la restitución de bienes dinásticos cada vez más intensa, el príncipe Jorge Guillermo de Prusia ha amenazado a los gobierno de Berlín y Brandeburgo con la retirada de obras artísticas y culturales pertenecientes a la Casa de Hohenzollern que están expuestas en los museos locales.

Ya desde 2013, Jorge Federico de Prusia (43), el gobierno federal y los Estados de Berlín y Brandeburgo negocian sobre la pertenencia y el paradero de decenas de miles de valiosas obras de arte y el derecho de alojamiento gratuito en el histórico castillo de Cecilienhof, entre otras cosas.

Ahora, según reveló el diario alemán Der Spiegel, el pasado 29 de enero el historiador de arte Jürgen Aretz en nombre de la Casa de Hohenzollern, envió una cartas a la ministra de Finanzas de Brandeburgo, Katrin Lange y a la de Ciencia, Investigación y Cultura Manja Schüle.

Jorge Federico de Prusia, bisnieto del káiser Guillermo II, es el actual jefe de la Casa de Hohenzollern.

En ellas, Aretz escribe que la historia de Prusia se extiende “no solo a las fronteras de los estados actuales de Brandeburgo y Berlín” y que “no hay duda” de que los artículos prestados “también se pueden exhibir fuera de estos países en un marco adecuado”.

Más de una docena de museos, archivos y bibliotecas temen perder parte de sus propiedades, en caso de que el Estado pierda los procesos judiciales. “Las instituciones públicas de otros países ya han manifestado su voluntad de hacerlo”, aclaró Artez, quien vinculó la posible retirada a los reclamos de la casa real prusiana sobre obras de arte y propiedades dinásticas.

“En el peor de los casos desde un punto de vista federal, miles de objetos tendrían que ser entregados a la familia Hohenzollern, pero según la información es menos del 0,1 por ciento de las colecciones de los castillos y museos en cuestión”, informó Der Spiegel.

La ministra de Estado de Cultura, Monika Grütters, describió las negociaciones con la casa real como “increíblemente difíciles”: “Todo lo que se ha escuchado de los Hohenzollern en las últimas semanas y meses no ha contribuido a generar confianza, ni ha contribuido a la voluntad de un público amplio para una unión amistosa”, dijo.

Quiénes son los Hohenzollern

Guillermo II de Hohenzollern, último rey de Prusia y káiser de Alemania

Las raíces dinásticas de los Hohenzollerns se remontan al siglo XI, y la primera referencia oficial tuvo lugar en 1061. La residencia imperial de la familia estaba en la cima de una montaña en el estado de Baden-Württemberg, en el suroeste de Alemania, hoy hogar del neogótico castillo de Hohenzollern.

Después de la unificación de Alemania en un imperio en 1871, Guillermo I de Hohenzollern, entonces Rey de Prusia, fue proclamado káiser alemán. A su muerte en 1888, su hijo Federico III tomó el trono, pero solo durante 99 días antes de que él mismo muriera de cáncer de garganta. El hijo de Federico, Guillermo II, de solo 29 años, se convirtió en el siguiente emperador de Alemania y, finalmente, en el último.

El bisnieto de Guillermo II actualmente exige el derecho a residir sin pagar alquiler en la antigua residencia real de Cecilienhof y exige que cientos de obras de arte regresen a la propiedad de su familia. Las personas tienen derecho a una indemnización por los bienes tomados por las fuerzas soviéticas, pero los funcionarios argumentan que este derecho se pierde si ellos mismos apoyaron al régimen nazi.

Unos 100 años después de la abdicación del último emperador alemán, el historiador Stephan Malinowski dijo a la cadena DW que cree que “la dinastía Hohenzollern debiera dejar de querer controlar la interpretación de la Historia porque esta es una tarea de las instituciones democráticas financiadas con dineros públicos”.

Una calle de Florencia llevará el nombre de la reina Helena de Rumania

Por iniciativa de organizaciones cívicas que representan a las comunidades rumana e italiana, el Ayuntamiento de Florencia (Italia) votó a favor de nombrar una calle o un parque público de la ciudad en honor de la reina Elena de Rumania, madre del último monarca rumano. En esta ciudad, Elena vivió muchos años en la Villa Sparta, propiedad de su hermana la duquesa de Aosta.

“El mérito de iniciar este enfoque patriótico e histórico, digno de toda admiración, es de la Sra. Melania Cotoi, presidenta de la Asociación AlterNATIVA. Durante mayo de 2021 se llevará a cabo la conmemoración de la reina Elena en Florencia, y el próximo año se inaugurará el lugar público que llevará su nombre”, informó la casa real rumana.

Definida por su único hijo como “una mujer maravillosa… con una sólida moral… un ser muy dulce, muy amoroso”, la princesa Elena de Grecia nació en Atenas en 1896, durante el reinado de su abuelo el rey Jorge I (1845-1913), que había fundado la nueva dinastía griega. Sus padres fueron el rey Constantino I y la princesa Sofía de Prusia.

En 1921, cuando la familia real griega se hallaba en el exilio, se casó con el príncipe Carol, hijo y heredero de los reyes Fernando y María de Rumania. Ese año dio a luz a su único hijo, el futuro rey Miguel, pero su vida como princesa heredera fue infeliz. El príncipe Carol solicitó el divorcio en 1922 y Elena fue separada de su hijo durante muchos años por decisión de su exmarido.

Elena perdió el control legal sobre el destino de Miguel y Carol la sometió a una campaña de difamación y maltrato que escandalizó a Europa. Condenada al exilio en Florencia, sólo regresó al país cuando el príncipe Miguel ya era mayor de edad. Aunque como exesposa de Carol II nunca fue reina consorte, Elena recibió el título de Reina Madre en 1940.

Durante la II Guerra Mundial, la reina madre tuvo un papel preponderante en el rescate de miles de rumanos judíos que corrieron peligro de ser deportados a campos de concentración nazi. Por su valiente labor, el Yadh Vashem la declaró «Justa entre las Naciones». Murió en 1982 en Suiza y su cuerpo fue sepultado en Rumania con honores de reina en 2019.

Castillo Huis Doorn: el refugio holandés del último emperador de Alemania

Reclamado por los descendientes de Guillermo II, el hermoso castillito es un sitio de recuerdo del horror de la guerra para muchos.

Su papel de escribir, bolígrafo y gafas todavía están en el escritorio. Sus cigarrillos todavía están sobre el cenicero y en el escritorio reposa una foto enmarcada de la reina Victoria. La mesa en el comedor está ambientada festivamente, como si esta misma noche fuera a recibir a la aristocracia europea. La bata de baño cuelga de la puerta del dormitorio y junto a la cama están las zapatillas imperiales. En Huis Doorn, la última residencia del último emperador alemán, parece que Guillermo II solo se hubiera ido a dar un paseo por el parque.

En este pequeño palacio, no lejos de la ciudad holandesa de Utrecht, el káiser Guillermo II (1859-1941) pasó los últimos 20 años de su vida en el exilio. Después de la caída del emperador en noviembre de 1918, había pedido asilo en los Países Bajos. Hoy el castillito exhibe, entre otras cosas, la cama donde el káiser murió, en 1941, un pequeño montón de gotas de nieve y una nota luctuosa de su hijo, el príncipe Adalberto, que estaba sirviendo en la “Wehrmacht” de Hitler cuando murió su padre.

Letty Corbijn, quien lleva muchos años guiando a los visitantes a través del palacio y el parque del palacio: “Fuimos neutrales en la guerra, así que tuvimos que otorgarle asilo al emperador, que requiere nuestra constitución. Aunque los aliados exigieron su extradición varias veces. La Haya no estaba realmente satisfecha con el solicitante de asilo imperial. También tuvo que financiar su exilio y vender dos de sus yates privados para poder comprar Huis Doorn”.

La entonces reina Guillermina de Holanda, fallecida en 1962, afirmó toda su vida que estaba completamente sorprendida por la solicitud de asilo del emperador. Pero la historiadora holandesa Beatrice de Graaf descubrió recientemente en los archivos de Berlín que Guillermina lo sabía con mucha antelación. Incluso ayudó al “Tío Willy”, como ella lo llamaba, a establecerse en su país, pero permaneció en silencio toda su vida debido a la política holandesa de neutralidad en ese momento.

Hija de una princesa alemana y nieta de otra, Guillermina de Holanda pasó muchos veranos de vacaciones en la corte imperial de Berlín casi todos los veranos. Guillermo II, de hecho, tenía parientes en toda la alta nobleza de Europa, explicó la guía del museo Letty Corbijn: “¿Oyes las campanas? Guillermo la recibió de su segunda esposa, Herminie, ¡en su 70 cumpleaños! ¡Suenan como el Big Ben en Londres! ¡Porque la reina inglesa Victoria era la abuela de Victoria!”

Un sitio conmemorativo único

En 1918, después de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, el káiser y su esposa, la kaiserina Augusta Victoria, escaparon a los Países Bajos, donde recibió asilo político de la reina Guillermina y pasó sus primeros años en el exilio en el castillo de Amerongen como invitado del conde de Bentinck. Allí también firmó su abdicación y abdicó, poniendo fin al dominio de la dinastía Hohenzollern. En mayo de 1920, finalmente en Huis Doorn, un pequeño castillo que había comprado a la Baronesa Ella von Heemstra, abuela de la actriz Audrey Hepburn, por medio millón de florines.

El exmonarca renovó el pequeño castillo y transfirió el mobiliario de los palacios imperiales de Berlín y Potsdam. El último káiser era lo suficientemente rico como para mantener una familia de cortesanos alemanes y, para irritación de la nobleza local, el personal holandés era generosamente remunerado. De hecho, entre septiembre de 1919 y febrero de 1922, cinco trenes que arrastraban 59 vagones llegaron a la estación de Zeist, cerca de Huis Doorn, con las posesiones del emperador traídas desde Alemania, con lo que el antiguo soberano fue capaz de mantener un cierto nivel de “grandeza” en su corte del exilio.

Hoy en día, Huis Doorn es un lugar único de recuerdo de un capítulo oscuro de la historia europea. En otoño de 2018, la finca incluso se incorporó al “Canon de los Países Bajos”, que incluye los lugares, eventos y personas más importantes de la nación, y el número de visitantes se duplicó en 2018 a más de 50.000. Y esto a pesar de que recientemente los recortes de subsidios estatales casi obligan a cerrarlo.

Según los trabajadores, el gobierno de Holanda piensa que Huis Doorn es muy poco holandés y demasiado alemán. “¡Qué tontería!” dijo Letty. “Se trata de una parte del patrimonio cultural de Europa que debe seguir siendo accesible para las generaciones futuras. Ese es nuestro deber. No glorificamos nada, de lo contrario no trabajaría aquí. Nosotros documentamos la Primera Guerra Mundial y la neutralidad holandesa. Y la vida de un hombre que fue uno de los actores principales en esta terrible guerra”. Recientemente, según un informe de la revista alemana Der Spiegel, los descendientes del káiser reclamaron al Estado holandés la propiedad del castillo, que con sus tierras y su mobiliario tiene un valor estimado en 65 millones de euros.

Un año con el káiser: así eran la vida y la corte de Guillermo II de Alemania

A lo largo de su vida, Guillermo II recibió el apodo de Reisen-Kaiser (el emperador viajero) debido a su afición por los viajes. De hecho, fue uno de los primeros soberanos en visitar Oriente Próximo. Pero también por su peripatético estilo de vida que le hacia trasladarse de un palacio a otro.

(*) El autor es historiador. Estudió historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona y ahora ha terminado un máster en gestión de museos y patrimonio en la Universidad Complutense de Madrid. Realizó sus prácticas en el Palacio Real de Madrid. Actualmente es autor del Blog Noches Blancas y de Patrimonio de la Corona, dedicados a la historia y el arte en época moderna y contemporánea. Puede seguirlo en Instagram.

Cómo era el día a día del último káiser

Inicialmente, Guillermo II intentó emular la estricta rutina que seguía su amado abuelo Guillermo I. Se levantaba a las 8 de la mañana y tomaba el café mientras trabajaba. Los lunes, miércoles y sábados a las 11, el jefe del Gabinete Civil venía a entregar sus informes (Vorträge), la reunión duraba entre hora y hora y media. Los martes, jueves y sábados, era el turno del jefe de Gabinete Militar, la reunión se alargaba dos horas.

A la una en punto almuerzo, al que Guillermo I dedicaba poca atención. La tarde se dedicaba a más trabajo, audiencias y un pequeño paseo en calesa. Antes de las 8 cena, luego teatro hasta las 9 y a continuación conversación con miembros del séquito y académicos sobre temas no controvertidos. A las 11 todo el mundo se retiraba a la cama. Pocos eventos alteraron este horario durante los 27 años de reinado de Guillermo I.

El Salón del Káiser en el Hofzug (Tren Imperial). FOTO: NOCHES BLANCAS

Guillermo II mantuvo el esquema de los Vorträge inalterado en un principio. Los ministros escribieron más tarde que el Káiser les recibía amablemente pero con su habitual ansiedad y que no dejaba de mover y tocar objetos de su escritorio durante las reuniones. Sus preguntas eran inteligentes, pero usualmente dispares y sobre cuestiones secundarias que alargaban la reunión más de lo habitual. El káiser salía psíquicamente agotado de estas reuniones, y como resultado se fueron reduciendo en cantidad y duración.

Asimismo el estilo de vida frenético de Guillermo II dificultaba la planificación de las reuniones que usualmente se veían reprogramadas de un día para otro y que frecuentemente tenían que realizarse mientras Guillermo viajaba en coche, tren o barco.

Hacia 1910, la jornada del Káiser era muy distinta a la del metódico Guillermo I. Se levantaba entre las 9 y las 10 de la mañana y tomaba un copioso desayuno de tres platos, luego venía un largo paseo a caballo con sus aide-de-camp o una caminata con el Canciller o el Secretario de Estado de Asuntos Exteriores. El Vorträge era a las 12, no demasiado largo, porque a la una se almorzaba.

El Stadtschloss de Berlin. La primeras construcciones aparecieron a inicios del siglo XIII, pero el aspecto definitivo se lo dio Friedrich I a inicios del siglo XVIII. Sede de los Hohenzollern durante siglos, el edificio sufrió intensos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y fue dinamitado en 1950 por el gobierno comunista. FOTO: NOCHES BLANCAS

Guillermo II tampoco demostraba mucho interés por la comida, pero a diferencia de su abuelo hablaba profusamente. Luego otro paseo, generalmente con su esposa y una siesta de una o dos horas. Por la tarde el Káiser concedía audiencias, iba a los museos o a los ateliers de artistas famosos, hacia visitas de cortesía, etc. Si había tiempo continuaba el trabajo de la mañana. Hacia las 8 se cenaba y luego había teatro o tertulia con invitados que casi siempre se alargaba hasta la 1 de la madrugada.

Este intenso horario se seguía, no obstante, apenas tres o cuatro meses al año, cuando el káiser residía en Berlín o en Potsdam. El resto del tiempo lo pasaba viajando. Hacia 1888, Guillermo II pasaba el 65% del año entre Berlín o Potsdam. En 1894, estableció la organización del año que duraría hasta la guerra y en la que la estancia en Berlín o Potsdam se redujo al 40%.

La vida cortesana en el invierno

Vortragszimmer (sala de reuniones) de los aposentos del Káiser. FOTO: NOCHES BLANCAS

El Día de Año Nuevo, la Familia Imperial se trasladaba a Berlín para el inicio de la temporada. Bailes, ópera, exposiciones y algún que otro desfile ocupaban la mayor parte de la vida social de enero, en el que Guillermo II raramente dejaba la capital. En febrero, no obstante, había una breve excursión: una semana de retiro en el pabellón de caza de Hubertusstock. Marzo empezaba con una visita de dos o tres días a Wilhelmshaven donde el káiser tomaba juramento a los cadetes de la Kaiserliche Marine.

Primavera griega

La última mitad de marzo y casi todo el abril se dedicaban a viajes por el Mediterráneo o Italia y, a partir de 1907, a una prolongada estancia en la isla griega de Corfú.

En 1907, el káiser había adquirido en Corfú el Achilleion, el encantador palacio que la emperatriz Sisi había mandado construir de 1888 a 1891 y que no se había utilizado desde su asesinato en 1898. La adquisición del palacio costó la considerable suma de 600.000 marcos y el mantenimiento anual ascendía a 50.000 marcos. Asimismo debían sumarse lo gastos de viaje de casi cien criados, miembros del séquito e invitados además de cinco automóviles.

En 1907, el Káiser había adquirido en Corfú el Achilleion, el encantador palacio que la emperatriz Sisi había mandado construir de 1888 a 1891 y que no se había utilizado desde su asesinato en 1898. FOTO: NOCHES BLANCAS

La compra del palacio fue considerada un despilfarro por Wilhelm von Wedel, ministro de la Casa Real, que dimitió poco después. Pero Guillermo II reposaba en Corfú, disfrutaba de la belleza natural de la isla, de un ambiente distendido y de las excavaciones arqueológicas, que le apasionaban. Los historiadores han calificado Corfú como «el Sanssouci de Guillermo II».

A finales de abril, Guillermo II solía visitar las provincias de Alsacia y Lorena, anexadas al Imperio tras la Guerra Franco-prusiana. El emperador seguía con mucho interés la reconstrucción del castillo de Hohkönigsburg, versión idealizada del pasado alemán de la región, que no se incorporó a Francia hasta el reinado de Louis XIV.

En Estrasburgo, el káiser no se alojaba en la tradicional residencia de los soberanos franceses, el Palais Rohan, sino en un nuevo palacio imperial construido a partir de 1883.

Mayo empezaba con una estancia del káiser en la ciudad balneario de Wiesbaden, donde disfrutaba del teatro y del casino. Durante la primera mitad del mes se sucedían visitas a Hallenburg, la residencia de su amigo el conde Emil von Schlitz, reputado escultor; y finalmente al extremo este del Imperio, en la Prusia Oriental, al pabellón de caza de Prökelwitz, propiedad del príncipe de Dohna.

El desfile de primavera en los jardines del Stadtschloss de Potsdam. FOTO: NOCHES BLANCAS

Guillermo II volvía Berlín a mediados de mayo, justo a tiempo para asistir al desfile militar de primavera (Frühjahrsparade) en el Stadtschloss de Potsdam y establecer su residencia oficial en el cercano Neues Palais de Sanssouci.

El opulento Neues Palais en el límite del parque de Sanssouci había sido construido a finales del reinado de Friedrich II el Grande como muestra del poderío prusiano, pero apenas había tenido un uso regular hasta que, en 1864, los padres del Guillermo II, Fiedrich y Vicky, en instalaron en él para pasar la primavera. Uso retomado por su hijo.

Relax de verano en el mar

A principios de junio el káiser volvía a partir, pero esta vez hacia el norte, para asistir a la Kiel Woche, la célebre semana de regatas celebrada en Kiel. Allí se reunían a principios de junio, desde que en 1882 se inaugurara el certamen, aristócratas y ricos industriales, muchos de ellos británicos y americanos, para ver y ser vistos. Durante su estancia en la ciudad, el soberano residía en el recogido castillo en el corazón del casco histórico, lugar de nacimiento del zar Pedro III de Rusia.

La Kiel Woche, que había sido promovida por el amigo de Guillermo II, el empresario naviero de origen judío Albert Ballin, se inspiraba en la Cowes Week y encajaba perfectamente con la personalidad del emperador, pues satisfacía a la vez su pasión por el mar y su admiración-envidia hacia el mundo anglo-sajón.

El Hohenzollern, botado en 1892. Era el mayor yate del mundo después del del zar ruso. FOTO: NOCHES BLANCAS

El propio Káiser competía a bordo de su yate de vela, el Meteor, aunque rara vez ganaba y las malas lenguas decían se mareaba. En 1914, Guillermo II había gastado más de 6 millones de marcos de su fortuna personal en las regatas, pero no había conseguido que la aristocracia prusiana (más terrateniente que navegante) dejara de considerar la Kiel Woche como un evento eminentemente burgués.

Una vez pasada la semana de regatas, toda la familia imperial se instalaba en el coqueto castillo de Bad Homburg, una pequeña ciudad balnearia. Allí era frecuente que el káiser recibiera visitas de la realeza extranjera, en especial de su tío el príncipe de Gales, luego Eduardo VII. Ambos tenían una relación bastante difícil. El mes de julio estaba dedicado casi exclusivamente a la Nordlandreise, el crucero por los fiordos noruegos a bordo del yate imperial Hohenzollern, tradición empezada en 1889 y que también seguía al zar Nicolás II a bordo de su yate Standart.

El crucero estaba destinado a relajar los nervios del káiser y alejarlo de la política y de la etiqueta de la corte, su familia casi nunca lo acompañaba, solía pasar el mes de julio en el pequeño palacete de Cadinen, cerca de la costa báltica. Sin embargo, Guillermo II acostumbraba a terminar el crucero más nervioso que al principio y el séquito acababa necesitando unas vacaciones para recuperarse de las vacaciones.

Después del crucero, el káiser no volvía a Potsdam. Hasta 1895 dedicaba buena parte del mes de agosto a visitar a sus parientes ingleses y sobre todo a asistir a la Cowes Week (equivalente y antecesora de la Kiel Woche) donde la rivalidad entre el káiser y el príncipe de Gales estaba a la orden del día.

Después de 1895, Guillermo II pasaba junto con su creciente familia casi todo el mes de agosto en el castillo de Wilhelmshöhe, encantadora residencia rodeada de un amplio parque a las afueras de Kassel. Del amplio parque de la residencia, solo una pequeña parte era cerrada al público durante las estancias de la Familia Imperial.

Pompa militar en otoño

El káiser con su primo, Jorge V de Inglaterra.

La Familia Imperial dejaba Wilhelmshöhe justo a tiempo para asistir al gran desfile militar de Tempelhof en Berlín a inicios de setiembre. Después seguían otras muchas maniobras militares y desfiles que duraban hasta mediados de mes. Cuando terminaban, el Káiser se dirigía a sus pabellones de caza de Rominten o Cadinen en la Prusia Oriental, lugares en los que descansaba especialmente. Los ministros tenían que hacer, pues, un largo viaje para preparar los presupuestos y el programa de construcción de la Kaiserliche Marine, que por lo general siempre se decidían en Rominten. A mediados de octubre Wilhelm II volvía a estar en Potsdam.

En noviembre volvía a partir, primero al castillo de Liebenberg, propiedad de su mejor amigo el príncipe de Eulenburg y, después de su caída en desgracia en 1906 a Donaueschingen, mansión de príncipe de Fürstenberg. Luego llegaba la época de las cacerías de la corte, inmensos eventos con más de treinta invitados celebradas en los cotos de caza de la corona (Letzlingen, Göhrde, Springe y Königswusterhausen). Y finalmente las visitas (también con temática cinegética) a los riquísimos nobles de Silesia en sus inmensas propiedades, como al conde von Donnersmarck en Neudeck, al príncipe de Hohenlohe y duque de Ujest en Slawentzitz o al príncipe de Pless en Pless.

La segunda semana de diciembre el Káiser volvía a estar en el Neues Palais de Potsdam donde cada año se celebraba la Navidad con la familia. Seis días después se partía hacia Berlín y el ciclo volvía a empezar.

La de Guillermo II fue una corte itinerante

Los emperadores con su única hija, Victoria Luisa.

A lo largo de su vida, el emperador Guillermo II habitó algunos otros palacios que también merece la pena destacar, aunque estos no formaran parte del devenir regular de la corte.

En el extremo este de Alemania, se encontraba probablemente el más simbólico de todos, el castillo de Königsberg (actualmente Rusia), tradicional lugar de coronación de los soberanos prusianos. El castillo era una mezcolanza de estilos dispares situada encima de una colina y aunque Guillermo II lo visitó en alguna ocasión, nunca fue coronado allí, siendo el segundo rey de Prusia (después de su padre) en no hacerlo.

No lejos de Königsberg, cerca de Danzig se erigía el castillo de Marienburg (actual Polonia), sede de la antigua Orden de los Teutones y que Guillermo II mandó restaurar como emblema de la pétrea frontera este del Imperio, del mismo modo que Hohkönigsburg lo era de la frontera oeste. La pareja imperial lo visitó en 1902 y para ellos se re-amueblaron suntuosamente los antiguos aposentos del Gran Maestre.

También al Este, cabría destacar el Palacio Imperial o Residenzschloss de Posen (actual Polonia). Un inmenso palacio en medio de Posen construido entre 1901 y 1908 en un estilo también claramente teutón. A pesar de su aspecto, el edificio tenía lo último en confort moderno y podía alojar cómodamente a la Familia Imperial durante sus visitas a las ciudad.

Al sureste, cerca de Bohemia se encontraba las ciudad de Breslau (actual Polonia), una de las cuatro “capitales” de Prusia junto con Berlín, Postdam y la ya citada Königsberg. Allí también se erigía una residencia real (por depender del rey de Prusia y no del emperador de Alemania) empezada a edificar por Federico II el Grande. Al oeste del Imperio se encontraban otros dos castillos emblemáticos: el castillo de Stolzenfels (1826-1842, cerca de Coblenza) y el Burg Hohenzollern (1850-1867, cerca del Lago de Constanza). Ambos se edificaron como monumentos románticos a la dinastía y, por lo tanto, raramente fueron usados como residencia.

En Coblenza se situaba otro Residenzschloss, un enorme edificio neoclásico edificado para el príncipe-elector de Tréveris a finales del siglo XVIII. Recibió las visitas del soberano y su familia en más de una ocasión. Cerca de Bonn, en Brühl, se erigía el coqueto y delicioso palacio rococó de Augustusburg, en origen construido por el príncipe-elector de Colonia. En él se alojaron el emperador y la emperatriz en 1897 y en 1908 fue electrificado y dotado de nuevas instalaciones sanitarias.

Igualmente coqueto y rococó era Benrath, cerca de Düsseldorf, cedido en 1911 al ayuntamiento. En el centro de Hannover, había el Leineschloss, antiguo palacio de los reyes de Hannover hasta su incorporación a Prusia en 1866. El suntuoso palacio de la derrocada dinastía precedente recibió publicitadas y espectaculares visitas imperiales en 1889, 1898, 1907 y 1913.

Para terminar, no deberíamos olvidar que como emperador, Guillermo II disponía de aposentos reservados en las residencias de otros reyes y príncipes del Imperio, ya fuera en el palacio real de Dresde, la Residenz de Múnich o el castillo granducal de Schwerin.

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El trágico amor de juventud de Federico el Grande

Sometido a una rigurosa disciplina, era un príncipe heredero cuando sucumbió al encanto del teniente Hans Hermann von Katte, cuya ejecución fue obligado a presenciar.

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Federico II (1712-1782) fue uno de los monarcas más destacados que tuvo el Reino de Prusia y, hoy en día, uno de los más recordados. Apodado “el Grande”, Federico abolió la pena de muerte y la tortura, impulsó la creación del Código de Federico, que protegía a los más débiles de su reino y estableció la independencia judicial. Aunque desató guerras que convirtieron a Prusia en una potencia europea y que costaron la vida a millones de personas, hoy es considerado como uno de los mayores genios militares de toda la Historia, siendo comparado con Alejandro Magno, Julio César o Napoleón. Durante su reinado, la corte berlinesa se llenó de pensadores, artistas, literatos o músicos a los que Federico II prestó su apoyo. Uno de sus huéspedes más famosos fue el filósofo francés Voltaire.

Su juventud sin embargo fue absolutamente desoladora. Sometido a una rigurosa disciplina, era frecuentemente castigado en público y privado por su padre, Federico Guillermo I. Los crueles castigos no calmaban la ira del espartano Federico Guillermo, que además se burlaba de su hijo por aguantarlos: “Si mi padre me hubiera hecho esto, me habría saltado la tapa de los sesos, pero este hijo mío no sabe lo que es el honor”. Tras un romance trágico con un teniente del ejército, el rey lo obligó a casarse con una mujer que no deseaba ni le gustaba: “el matrimonio es uno de los deberes más duros del oficial prusiano”, se lamentó Federico. Después de su coronación, en 1740, Federico II se deshizo de su mujer, que nunca volvió a vivir con él, y se empeñó en reunir en Berlín a un sorprendente y variado grupo de músicos, filósofos, matemáticos, poetas y escritores de distintas nacionalidades que convirtieron la corte prusiana en la más ilustrada del siglo XVIII.

Poeta, filósofo, rebelde, creativo y audaz, Federico II nació en 1712, hijo de Federico Guillermo I y de su esposa inglesa, Sofía Dorotea (1687-1757). Federico era todo lo contrario a su progenitor, apodado el “Rey Sargento” por su marcial severidad. Atractivo, alto, delgado, con una mirada viva y penetrante, durante su juventud transmitía cierta inseguridad, a la que contribuía sin duda el carácter autoritario de su padre, que se regía por una rutina militar, austera en extremo, descuidada y absolutamente carente de cultura. El Rey Sargento desaprobó toda su vida las aficiones artísticas de su heredero y lo ridiculizó en público, tildándolo de afeminado. Por disposición paterna, un grupo de militares (que dormían en la misma alcoba de Federico) se encargó de la educación del niño. El rey se encargó de cronometrar minuto a minuto las obligaciones de su heredero: los domingos tenía que levantarse a las 7 y, de inmediato, arrodillarse a rezar junto a la cama. El resto de la rutina era casi militar: desayuno en siete minutos, clases con sus tutores militares, lectura de la Biblia y cena con el rey durante la cual no se podía emitir palabra alguna. En los ratos libres, un pastor se encargaba de predicarle el Evangelio. En la vida del kronprinz, de repente, todo lo que el rey no consentía estuvo prohibido y se armó un enorme revuelo cuando Federico Guillermo descubrió que su hijo estaba aprendiendo a tocar la flauta.

El severo rey menudeó las reprensiones y aun las violencias. Cierta vez, en presencia de toda la corte, vociferó: ‘Querría saber qué contiene esta cabecita. Ya me consta que el príncipe no piensa como yo y que hay gente que le infunde otras inclinaciones y le induce a no estar nunca conforme con nada’. Acompañando estas palabras, le propinó unas bofetadas al príncipe, cosa nada rara y que se repetía como habitual”. [Pedro Voltés, Federico el Grande de Prusia]

«Es soberbio, altanero, no habla con nadie y no es popular ni afable»

El rey no soporta a mi hermano”, confesaba en una ocasión la princesa Guillermina. “Lo maltrata cada vez que se cruzan, y eso ha provocado en Federico un terror hacia él que persiste aún después de haberse convertido en un hombre”. La violencia del Rey Sargento se centraba, sobre todo, en el príncipe heredero, a quien quería forjar a su imagen y semejanza, pero también se extendía a su esposa y su hija. La reina Sofía Dorotea, hija de la corte británica, era una mujer refinada y culta que se vio condenada a llevar una vida gris y solitaria porque el rey pensaba que su misión era simplemente ser una buena madre de familia. Guillermina, también víctima de la espartana disciplina de su padre, fue por esta misma causa la persona más querida por Federico a lo largo de toda su vida. Primero, porque juntos compartían los castigos a los que los sometía el riguroso padre y, en segundo lugar, porque ayudó a su hermano a comprar secretamente los libros que le interesaban, y el rey prohibía leer. Para el Rey Sargento, nada más femenino que la lectura, y prefería que su hijo se acostumbrara a la vida militar, la cacería, las groserías, los chistes verdes y las borracheras.

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Hohenzollerngruft: la cripta de la dinastía Hohenzollern, un tesoro bajo los pies de Berlín

Ubicada en la Catedral de la capital alemana, cerró sus puertas para someterse a una restauración millonaria que durará más de tres años.

Con sus sarcófagos de plomo, madera o mármol en una cámara abovedada con columnas, desde 1999, los visitantes de Berlín pudieron conocer el lugar de descanso final de reyes y príncipes de la dinastía Hohenzollern. Bajo el suelo de la Catedral de Berlín, 96 muertos de la casa Hohenzollern descansan en la cripta, incluidas “celebridades” históricas como el rey prusiano Federico el Grande y el Gran Elector. La cripta es el lugar de entierro dinástico más importante de Alemania y, junto con la Cripta Capuchina en Viena, las tumbas reales en la Catedral de St. Denis en París y la tumba de los reyes españoles en El Escorial, cerca de Madrid, es una de las tumbas señoriales más importantes de Europa.

La historia de la cripta, como la de la catedral, se caracteriza por los frecuentes movimientos y demoliciones. El príncipe elector Joaquín II (1505-1571) determinó la bóveda bajo la antigua iglesia dominicana en la Schlossplatz de Berlín para enterrar a su familia en el siglo XVI y transfirió los huesos de su padre y su abuelo a la nueva bóveda desde sus sitios originales cerca del año 1542. Alrededor de dos siglos después, Federico el Grande (1712-1786) hizo que la Iglesia y su cripta fueran demolidas y reconstruidas al otro lado del jardín de recreo. A finales de 1749, 51 ataúdes fueron reubicados en la nueva cripta. La catedral fue demolida nuevamente en 1893 y reemplazada por un nuevo edificio.

La Cripta Hohenzollern (en alemán, Hohenzollerngruft) fue terminada en 1905, durante el reinado del último emperador, Guillermo II, que perdió su trono en 1918. El sagrado sitio de reposo final sufrió graves daños en la Segunda Guerra Mundial cuando una bomba golpeó la cúpula de la Catedral de Berlín en 1944. El templo ardió durante dos días, luego se desplomó y penetró en el techo abovedado de la tumba. Entre otras cosas, fue destruido el ataúd de madera de la reina Elisabeth Christine de Brunswcik-Beverns, consorte de Federico II el Grande, rey de Prusia. En 1975, la iglesia del monumento en el lado norte de la catedral fue demolida, obstruyendo así el acceso original a la cripta real.

La cripta junto con los ataúdes se consideró de propiedad privada de la dinastía Hohenzollern hasta al menos principios de la década de 1940, en pleno nazismo. Entre los entierros más famosos se pueden encontrar allí al brillante príncipe y músico Luis Fernando de Hohenzoller, que murió en el campo de batalla, o al amante del entretenimiento, el rey Federico Guillermo II de Prusia, que convirtió a Berlín en un centro de romanticismo y clasicismo en solo unos años. Pero los más de 100 ataúdes y sarcófagos en la cripta y en la catedral no están allí solo por la piedad profesada, sino también como una muestra de poder.

También allí, bajo el suelo de la catedral berlinesa, se encuentra el simple ataúd de Elisabeth Magdalene von Braunschweig, quien murió en 1595, los enormes féretros de piedra en las que reposan el Gran Elector Federico Guillermo I de Brandeburgo, su segunda esposa Dorothea de Schleswich-Holstein, su sucesor Federico III, quien fue coronado Rey de Prusia, y su segunda esposa, Sophie Charlotte.

Espléndidos ataúdes barrocos como el del príncipe Luis de 1687, pero también carpintería de madera de finales del siglo XIX que parece muy contemporánea, completan esta colección única de reliquias dinásticas. En el ataúd número 97, un sarcófago de mármol para niños, se encuentra el pequeño cuerpo de una nieta sin nombre del káiser Guillermo II. Sin embargo, el último emperador alemán no descansa en la cripta, sino que está enterrado en el exilio en un mausoleo en el parque del castillo holandés de Doorn Huis, donde murió en 1941.

La Hohenzollerngruft obtuvo su aspecto actual de la reconstrucción de la catedral en la década de 1990. Esta reconstrucción fue financiada con la ayuda del gobierno federal, el estado de Berlín y la asociación de construcción de la catedral. En ese momento, el diseño de la Cripta Hohenzollern fue modelado significativamente por Rüdiger Hoth, un antiguo arquitecto de la catedral. Hasta ahora, los descendientes de la Casa de Hohenzollern nunca contribuyeron financieramente con el mantenimiento de la cripta y en los próximos años el Estado federal alemán destinará 18 millones de euros a su restauración. Los pasillos serán renovados y los ataúdes (que fueron enviados a un sitio secreto) serán reorganizados cronológicamente.

Enfoque: el drama legal de los Hohenzollern, descendientes del último káiser de Alemania

Desde 2013, el jefe dinástico reclama a los estados de Berlín y Brandeburgo desde 2013 la devolución de las antiguas tierras y posesiones a su familia.

Con 176 habitaciones recientemente renovadas, grandes jardines y fuentes majestuosas, ¿quién no querría mudarse al Palacio Cecilienhof en Potsdam, a las afueras de Berlín? Aparentemente, una persona está ansiosa: Jorge Federico, príncipe de Prusia, el jefe de la antigua Casa Real de Hohenzollern y el tataranieto del último emperador alemán. Pero si se le permite o no sigue siendo una cuestión legal cargada de importancia histórica.

Desde 2014, Jorge Federico batalla contra los gobiernos estatales de Alemania mientras intenta asegurar el derecho de residencia en la propiedad, el último palacio construido por su familia real prusiana. También está tratando de asegurar la restitución del arte y otras posesiones familiares anteriores pero sus perspectivas siguen sin estar claras, informó Deutsche Welle.

¿Quiénes son los Hohenzollern?

El jefe de la dinastía, Jorge Federico, con su esposa la princesa Alejandra.

Las raíces dinásticas de los Hohenzollerns se remontan al siglo XI, y la primera referencia oficial tuvo lugar en 1061. La residencia imperial de la familia estaba en la cima de una montaña en el estado de Baden-Württemberg, en el suroeste de Alemania, hoy hogar del neogótico castillo de Hohenzollern.

Después de la unificación de Alemania en un imperio en 1871, Guillermo I de Hohenzollern, entonces Rey de Prusia, fue proclamado káiser alemán. A su muerte en 1888, su hijo Federico III tomó el trono, pero solo durante 99 días antes de que él mismo muriera de cáncer de garganta. El hijo de Federico, Guillermo II, de solo 29 años, se convirtió en el próximo emperador de Alemania y, finalmente, en el último.

El fin de la monarquía

El último emperador abdicó en 1918 y murió en el exilio.

La monarquía alemana terminó con la abdicación de Guillermo II en noviembre de 1918, pocos días antes de que concluyera la Primera Guerra Mundial. El káiser y su esposa, la kaiserina Augusta Victoria, se exiliaron en los Países Bajos después de un penoso proceso de transición. La Constitución de Weimar de 1919 eliminó el estatus especial y los privilegios de la nobleza. Sin embargo, a los miembros de la realeza y la nobleza se les permitió conservar sus títulos, aunque solo como parte de su apellido.

El sentimiento antimonárquico fue alto durante la República de Weimar. Las posesiones imperiales fueron confiscadas. Los Hohenzollern recurrieron a los tribunales, y en 1926 llegaron a un acuerdo de compensación con el Estado Libre de Prusia, el estado democrático que surgió de su antiguo reino. Sin embargo, sus consecuencias continuaron siendo impugnadas legalmente hoy.

Una ley de 1926 preveía la devolución de una gran parte de las posesiones confiscadas de Hohenzollern , incluido el Palacio Cecilienhof, a la familia. Sin embargo, la situación cambió nuevamente después de la Segunda Guerra Mundial.

Un antepasado nazi, reproche histórico

El kronprinz Guillermo de Prusia, hijo del último emperador.

En 1945, la mayoría de las propiedades y posesiones de la familia Hohenzollern estaban ubicadas en la zona ocupada por los soviéticos en el este de Alemania, lo que más tarde se convertiría en Alemania Oriental. El estado comunista tomó posesión y la familia real prusiana fue expulsada del país nuevamente.

El Tratado de Unificación de 1990 que reunió a Alemania Oriental y Occidental reconoció la expropiación ilegal de terrenos y edificios, pero no el inventario físico. En 1994 se estableció una indemnización por dicha expropiación reconocida. Pero después de que un tribunal determinó que los Hohenzollern habían «incitado considerablemente» al régimen nazi, la familia fue excluida de la compensación en estos casos.

La evidencia histórica indica que el ex príncipe heredero Guillermo, hijo mayor del emperador abdicado, simpatizaba con los nazis y felicitaba a Adolfo Hitler en su cumpleaños y en el Año Nuevo. En diciembre de 1936, el antiguo príncipe heredero envió a Hitler sus «más sinceros deseos» por las «acciones beneficiosas del dictador para el bienestar de nuestro querido pueblo y nuestra patria».

Los historiadores no están de acuerdo con la interpretación de esta evidencia y el peso que se le debe dar en las cortes. Sin embargo, ambos factores influirán decisivamente en el resultado de la batalla legal. Los cuatro testimonios de expertos escritos hasta la fecha llegaron a conclusiones diferentes sobre las opiniones y el comportamiento político del antiguo príncipe heredero.

Más recientemente, en una audiencia del comité cultural del Parlamento alemán, siete historiadores, expertos en derecho y expertos en arte no pudieron acordar si la familia Hohenzollern «incitó considerablemente» a los nazis. La pregunta sobre la posible compensación para los miembros vivos de la familia Hohenzollern, o incluso el regreso de su propiedad anterior, sigue abierta, al igual que el tema de la interpretación histórica en los años de entreguerras.

Jorge Federico, de 43 años, exige el derecho a residir sin pagar alquiler en la antigua residencia real de Cecilienhof y exige que cientos de pinturas, muchas de las cuales actualmente se encuentran en museos estatales alemanes, regresen a la propiedad de su familia. Las personas tienen derecho a una indemnización por los bienes tomados por las fuerzas soviéticas, pero los funcionarios argumentan que este derecho se pierde si ellos mismos apoyaron al régimen nazi.