El rey bipolar: por qué Jorge III apenas aparece en la nueva serie “Bridgerton”

La nueva y adictiva serie de Netflix, «Bridgerton», retrata a la Inglaterra del período de Regencia, a principios del siglo XIX, como un patio de recreo indulgente para los miembros de la sociedad, impulsado por «mamás ambiciosas», jóvenes debutantes y chismes anónimos de la nobleza.

Aunque Chris Van Dusen, el creador del programa, tergiversó la historia mientras creaba el universo pintado en colores pastel, sí incorporó la misteriosa enfermedad del rey Jorge III. Pero el monarca, apodado históricamente como el «Rey loco», apenas aparece en la pantalla y, cuando lo hace, encarnado por el actor James Fleet, muestra un comportamiento maníaco. «¿Dónde diablos lo tienen?», se pregunta el ficticio príncipe Friedrich en el capítulo tres.

La enfermedad de Jorge III es un enigma en «Bridgerton», que centra su historia en la reina Carlota, interpretada por la actriz negra Golda Rosheuvel. En declaraciones a Insider, la actriz dijo que tomaron en cuenta las teorías de los historiadores de que Jorge III tenía trastorno bipolar y porfiria, un trastorno genético de la sangre que puede causar confusión, alucinaciones y paranoia.

«En aquel entonces, en el siglo XIX, no habrían sabido qué era el trastorno bipolar», señaló Rosheuvel sobre el trastorno mental que está marcado por cambios extremos de humor. «Lo desconocido de eso sería aterrador, creo. Los arrebatos serían aterradores». La actriz siente que hay una “importancia real” en mostrar la dinámica de la realeza para que los espectadores comprendan mejor a la reina consorte.

En público, es muy lujosa. Es muy divertida. Es muy traviesa. Es muy real. Hay una posición de poder. En privado, creo que la ves como un ser humano real que ama desesperadamente, desesperadamente, desesperadamente a su esposo y tiene que lidiar con lo desconocido”, dijo Rosheuvel. “Ella es un personaje completo”, agregó.

Durante la mayoría de las escenas de Carlota, ella domina la vida social de la nobleza inglesa, urde alianzas, se sumerge en las intrigas reflejadas en los periódicos de sociedad de Londres. Solo en el capítulo cinco, la reina comparte una interacción con el rey durante la cena. Carlota le dice a su esposo que tanto ella como sus súbditos lo «extrañan», y él reacciona con confusión, explicando que está justo frente a ella.

Cuando Jorge III pregunta por su hija, Amelia, Carlota le recuerda gentilmente que murió varios años antes. (En la vida real, la princesa Amelia, que supuestamente era la hija favorita del rey, murió siendo muy joven después de contraer tuberculosis). El rey, en un ataque de locura, arroja su plato al suelo y acusa a Carlota de haber matado a Amelia.

«Esa fue la primera escena que hice con él», dijo Rosheuvel a Insider, refiriéndose a su coprotagonista. «Antes, habían sido bailes y fiestas de té. Era la primera vez que podía mostrar su lado íntimo y su lado privado y estaba muy emocionada de que la gente lo viera».

La reina Carlota de la vida real nació como la duquesa Sofía Carlota de Mecklenburg-Strelitz de un duque y una princesa alemanes en 1744. Se convirtió en reina de Gran Bretaña después de casarse con el rey Jorge III en Londres en septiembre de 1761. La joven real tenía 17 años en ese momento, mientras su esposo tenía 23 años, casándose solo seis horas después de haberse conocido.

La verdadera reina Carlota dio a luz a 15 niños, de los cuales 13 sobrevivieron hasta la edad adulta. Su hija menor, la mencionada princesa Amelia, murió a los 27 años en 1810, solo tres años antes de la fecha en que está ambientada “Bridgerton”. Sin embargo, sus hijos 13 y 14, el príncipe Octavio y el príncipe Alfredo, murieron a los cuatro y dos años respectivamente.

Aunque la serie de Netflix muestra a la reina como una mujer majestuosa e imperturbable, la verdadera reina sufrió mucho con el progresivo declive del estado mental de su esposo. Los primeros años de matrimonio fueron de una gran felicidad, pero el primer “ataque de enfermedad mental” se mantuvo oculto de la reina en 1788, cuando Jorge III experimentó un episodio maníaco de meses que lo dejó incapaz de cumplir con sus deberes reales.

Este fue el primero de cuatro períodos de enfermedad a lo largo de los siguientes 32 años que le valieron el apodo de «Rey Loco» y fracturó permanentemente la estrecha relación entre él y su esposa. El rey sucumbió a la demencia en 1811, lo que significó que su hijo mayor Jorge, Príncipe de Gales, se convirtiera en Regente hasta la muerte de su padre en 1820. Carlota fue leal a su marido y actuó como su tutora y guardiana de sus intereses hasta su propia muerte en 1818.

Durante años se teorizó que un trastorno sanguíneo genético llamado porfiria causaba el declive mental del rey Jorge III. Esta idea está representada en la película nominada al Oscar de 1994, La locura del rey Jorge, protagonizada por Helen Mirren y Nigel Hawthorne. Pero investigaciones modernas rechazaron este diagnóstico, y un documental de la BBC en 2013 reveló que los médicos encontraron que muchos de los síntomas del rey imitaban a alguien que «experimentaba la fase maníaca de enfermedades psiquiátricas como el trastorno bipolar«.

Padres contra hijos, reyes contra príncipes: los líos familiares de la Casa de Hannover

El enfrentamiento del príncipe Ernesto Augusto de Hannover (esposo de Carolina de Mónaco) con su hijo y heredero recuerda a sus antepasados, quienes en el apogeo de su poder, y sentados en el trono inglés, hicieron del palacio un nido de discordias familiares.

Las peleas familiares caracterizaron desde el principio a la Casa de Hannover, una dinastía de alemanes egoístas y desinteresados que reinó en Gran Bretaña durante 200 años. La hostilidad que había entre Jorge I y su hijo mayor era notoria, especialmente desde que el rey había hecho prisionera a la madre de sus hijos, Sofía Dorotea.

Se decía por todos lados que el príncipe jamás había perdonado a su padre por el trato que concedió a su madre, y el resentimiento creció con los años. El príncipe resentido trató por todos los medios de desprestigiar a su padre y se rodeó de políticos y cortesanos poderosos para lograrlo.

JORGE I (1714-1727)

Las tensiones entre padre e hijo terminaron en una guerra palaciega cuando Jorge I expulsó al príncipe del palacio y le prohibió volver a ver a sus hijos. El príncipe de Gales fue declarada persona non grata en la corte y todo cortesano que mantuviera algún tipo de relación con el príncipe sufriría las consecuencias. El príncipe de Gales no se rindió, y creó una corte alternativa en su hogar, Leicester House.

«Una de las más comunes actividades de los disidentes que se reunían allí era burlarse del rey y de sus maneras y costumbres; sobre todo de su predilección por las amantes feas. Cada vez que padre e hijo se encontraban, se producía alguna escena desagradable. El rey Jorge incluso llegó a ordenar la detención del príncipe en una ocasión”

Michael Farquhar

«El mayor de mis hijos es el mayor asno»

JORGE II (1727-1760)

Jorge I no fue llorado por los ingleses cuando murió, en 1727. Su hijo y sucesor, Jorge II, tampoco se esforzó mucho en adecuarse a la vida inglesa y siempre sintió nostalgia por su querida tierra de Hannover. Siguiendo la tradición familiar, las relaciones no fueron buenas (de hecho, fueron muy malas) entre el rey Jorge II y su hijo mayor, Federico Luis.

Federico Luis, príncipe de Gales (1707-1751) fue el primer Hannover nacido en Inglaterra. Al crecer se convirtió en un hombre culto como su madre, y un poco melancólico, dedicado a la música y la pintura pero fue detestado por sus padres, quienes temían que su popularidad los eclipsara.

KENSINGTON, RESIDENCIA DE LOS REYES EN EL SIGLO XVIII
LA FAMILIA DEL PRÍNCIPE FEDERICO

“El mayor de mis hijos es el mayor asno, el mayor mentiroso, el peor canalla, la peor bestia que hay en el mundo y me gustaría, de todo corazón, no verle más”, dijo Jorge II en una oportunidad. Federico tenía en igual estima a su padre, al que describió como “un obstinado y autoindulgente puritano con un insaciable apetito sexual”. Su madre, mientras tanto, se refería a Federico como “el recogido”, insinuando que había sido adoptado, o la “víbora ingrata”. ¡Vaya madre!

Federico Luis se casó con la princesa alemana Augusta de Sajonia-Gotha, y apenas terminó la ceremonia el rey Jorge II los expulsó de la corte. Los cortesanos de Federico tomaron la costumbre de ridiculizar al rey y, especialmente, de emitir informes acerca de su conducta privada que se propagaban con rapidez. Para terminar con esta situación, Jorge II decidió reducir su asignación. Además, dejó claro que consideraría enemigo personal a todo aquel que se relacionara o incluso se mostrara amable con el príncipe de Gales. “Me hace sentir nauseas”, suspiraba el rey.

Jorge II apenas se conmovió cuando, en 1751, le comunicaron que su hijo había muerto. Nueve años más tarde, le tocó el turno de morir al rey y en su lugar fue coronado su nieto, el rey Jorge III (1738-1820), quizá el personaje más agradable de este curioso linaje. Para continuar con la costumbre, Jorge III mantuvo pésimas relaciones con su hijo y heredero, el príncipe de Gales y futuro rey Jorge IV. En aquel tiempo, el ambiente cortesano se asemejaba a la del pequeño feudo familiar en Alemania, todo era rígido, severo y austero, por lo que la conducta del príncipe desencajaba.

La loca familia de Jorge III

Al príncipe se lo llamó “el primer caballero de Europa”, por su caballerosidad, su extravagancia y el derroche con el que protegía a los “dandys” que formaban su corte. A Jorge III le molestaba especialmente la vida disipada que mantenía el príncipe, quien se negó a casarse cuando se le impuso, bebía demasiado, pasaba las noches de juega y era una apasionado mujeriego.

Cuando el rey se encontraba sumido en sus crisis de demencia, los encuentros con su hijo solían ser muy violentos, como cierta vez, durante una cena familiar en Windsor, cuando el monarca interrumpió todas las conversaciones para agarrar al príncipe del cuello y lo lanzó con violencia contra la pared.

BUCKINGHAM HOUSE, HOGAR DE JORGE III

“El príncipe Jorge rompió a llorar, pero más adelante usaría la escena en contra de su padre. El fiel hijo se deleitaba en rememorar la escena ante los más variados públicos, imitando maliciosamente el loco comportamiento de su padre. Y no era ningún secreto su deseo de que lo encerraran en algún sanatorio, para que él pudiera ocupar su puesto”.

Michael Farquhar

Jorge IV tuvo una sola hija de su desgraciado matrimonio. La princesa Carlota fue una joven divertida y caprichosa que mantuvo un par de romances que la enfrentaron a su padre. Al viejo y arruinado rey Jorge le molestaba saber que su propia hija había heredado los mismos defectos que tenía su madre, Carolina, a la que él tan amargamente detestaba.

La princesa Carlota murió durante su primer parto en 1819 y esta tragedia desembocó en la coronación de su prima, la reina Victoria. Siguiendo la costumbre familiar, la reina más poderosa de su tiempo se enfrentó amargamente a su hijo mayor Eduardo, príncipe de Gales, a quien consideraba ocioso, mujeriego, infame y a quien llegó a acusar por la muerte de su amado esposo, el virtuoso príncipe Alberto.

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El triste destino de Sofía Dorotea de Inglaterra: la reina prisionera

La hermosa pero imprudente esposa del príncipe y madre de dos hijos fue descubierta en flagrante adulterio con un oficial sueco, el conde Philipp Christoff von Konigsmark.

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Cuando la reina Ana de Inglaterra falleció a los 49 años de edad y sin descendencia, en 1714, hubo un momento de confusión antes de que se difundiera una sorprendente noticia: el nuevo rey sería un pariente lejano y el único protestante disponible, un príncipe alemán de 54 años de edad, Jorge de Hannover, Brunswick y Luneburg (1660-1727). Coronado como Jorge I, el rey alemán de Inglaterra se encontró ante una situación extraña, ya que jamás había puesto un pie en Inglaterra, no hablaba inglés e ignoraba la cultura, las tradiciones y hasta las buenas maneras inglesas. La población ridiculizó hasta el hartazgo a ese alemán de maneras burdas y poco educado cuyo único mérito para ser rey era ser primo lejano de la reina muerta. Una de las cosas que más risa les causó a los ingleses fue ver a su nuevo rey desembarcar en la corte de Londres con una serie de amantes alemanas, feas y gordas a las que Jorge quería mucho.

El nuevo monarca se instaló en Londres con dos amantes: una era desmedidamente obesa y se la apodó popularmente “el Elefante”, mientras la otra era exageradamente delgada. El ensayista Horacio Walpole recordaba de este modo su encuentro con la gorda, sintiéndose aterrado por el enorme porte de su cuerpo: “Dos fieros ojos negros, enormes e inquietos bajo un par de cejas altas y arqueadas; dos acres de mejillas cubiertos de purpurina; un océano de pescuezo que rebosaba y que no se distinguía de un tronco donde nada se mantenía firme… ¡No es de extrañar que un niño se asustara de tal ogro, y que la chusma de Londres se divirtiera tanto por la importación de este particular serrallo!”. Lord Chesterfield se mostró especialmente sarcástico en sus comentarios sobre las favoritas del rey Jorge I: “El estándar del gusto del rey, tal y como demuestran sus amantes, exige que todas sus pretendientes… se obliguen a engordar, como las ranas de la fábula, para rivalizar con la envergadura y la dignidad del buey. Algunas tienen éxito, y otras… revientan”. 

Pero lo que más sorprendió a los ingleses es que el nuevo rey llegara a Inglaterra con sus dos hijos pero sin su esposa. ¿Dónde estaba la nueva reina? Pronto se supo la verdad. Sofía Dorotea de Celle (1666-1726), la mujer con la que Jorge de Hannover se había casado en 1682, permanecía desde hacía muchos años encerrada en un castillo alemán como castigo por haber “abandonado” a su esposo. La hermosa pero imprudente esposa del príncipe y madre de dos hijos había sido descubierta en flagrante adulterio con un oficial sueco, el conde Philipp Christoff von Konigsmark. Descubierta la relación, en 1694, Konigsmark desapareció misteriosamente y desde entonces se sospechó que Jorge había ordenado que lo descuartizaran y enterraran bajo el suelo de su palacio de Hannover.

El destino de Sofía Dorotea fue todavía peor. Después de divorciarse de ella, con el consentimiento del propio padre de Sofía Dorotea, Jorge mandó que su mujer fuera encerrada de por vida en el Castillo de Ahlden bajo una estricta vigilancia. Así, permaneció treinta y dos años sin poder siquiera ver a sus propios hijos, el príncipe Jorge y la princesa Sofía. Además, le fue prohibido volver a casarse y comunicarse con sus padres, aunque se le permitió tener servidumbre y una pensión, y dar paseos en su carruaje de caballos en los alrededores del castillo. El mayor de ellos, también llamado Jorge, estaba tan desesperado por el encierro de su madre que en una ocasión cruzó a nado el foso del castillo donde estaba recluida para intentar, en vano, liberarla de su prisión. Sofía no volvió a ver a sus hijos, que marcharon a Inglaterra cuando Jorge fue coronado rey, y solo supo de ellos mediante las cartas que solía enviarle su hija menor, Sofía, reina de Prusia.

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«Te amo más de lo que las palabras pueden expresar»: carta de un joven príncipe inglés a su niñera

Documentos personales del rey Jorge IV de Inglaterra cuando era adolescente arrojan luz sobre su amor por su tutora y sus problemas matrimoniales con la princesa Carolina solo 17 días después de su boda.

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Cuando era un joven príncipe, Jorge de Gran Bretaña (1761-1830), Príncipe de Gales y heredero del rey Jorge III, se enamoró de Mary Hamilton, una dama de la corte que era seis años mayor que él a quien la reina Carlota había convocado a la corte para ayudar a educar a los jóvenes de la familia real. El futuro rey, entonces de 16 años, confesó su adoración secreta en una carta escrita a mano en 1779, declarando:

“Tus modales, tus sentimientos, los tiernos sentimientos de tu corazón, coinciden totalmente con mis ideas, sin mencionar las muchas ventajas que tienes en forma y persona sobre muchas otras damas, que no solo te aprecio mucho, sino que también incluso te amo más de lo que las palabras o las ideas pueden expresar «.

Otras cartas entre la pareja incluyen una en la que el príncipe se exclama a sí mismo «el hombre más feliz» al verla usando un anillo que le obsequió, y otra en la que se disculpa por una pregunta que la molestó.

Mary no correspondió el afecto del príncipe, pero se convirtió en una amiga y confidente de gran confianza, y la correspondencia intercambiada entre ella y el príncipe revela mucho sobre el mundo social y emocional del joven, que en 1820 se convirtió en el rey Jorge IV. Entre los documentos personales existe una nota de cuatro páginas que el príncipe de Gales escribió a su flamante esposa, la princesa Carolina de Brunswick, solo 17 días después de su boda, ya señalando problemas en su matrimonio.

En las cartas, el príncipe abordó con su esposa el tema de tratar a las damas de la corte por igual, y también lamentó que la etiqueta impidiera que la vida de Carolina fuera «más alegre y divertida», y declaró que «si desea más de mi compañía, debes saber que el modo natural de obtenerlo es hacer que mi propia casa no sea desagradable para mí”. Un año después, escribió sobre cómo habían llegado a un acuerdo con su incompatibilidad, diciendo que «lamentablemente, nos hemos visto obligados a reconocernos mutuamente que no podemos encontrar la felicidad en nuestra unión». “Las circunstancias de carácter y educación … hacen que eso sea imposible”, lamentó el príncipe.

Jorge, cuyo estilo de vida extravagante hizo que su padre lo tratara durante décadas con mucho desprecio, se casó con la princesa Carolina en 1795 a cambio de que el Parlamento pagara sus deudas, y anteriormente se había casado en secreto e ilegalmente con una católica romana, Mary Fitzherbert, y tuvo además muchas amantes. Para Jorge III, devoto esposo y respetuoso de la vida marital, la conducta de su heredero era un verdadero tormento. En 1821, ya convertido en rey, Jorge IV le prohibió a su esposa asistir a su coronación y escribió un testamento que la habría dejado con un chelín y le había destinado el resto de sus bienes a Fitzherbert.

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