La retórica de los realistas contra las protestas prodemocráticas es agresiva: «la gente que insulta a la monarquía merece morir».
Frente a las cada vez más audaces y osadas protestas de los estudiantes contra la monarquía en Tailandia, los monárquicos radicales endurecieron su discurso, con insultos, amenazas de muerte o fotos de féretros. Las imágenes violentas circulan desde hace algunos días en internet, como la de un partidario monárquico que, con un fusil automático en la mano, jura que protegerá al rey.
La retórica es también agresiva: «la gente que insulta a la monarquía merece morir», mientras que un grupo que se hace llamar «organización de recogida de basura» apela a una caza de brujas. Hay que «lanzar una operación para deshacerse de esta basura social», escribió en Facebook su fundador, el general Rienthong Nanna, «dispuesto a ir a la cárcel para defender al soberano».
En Tailandia, monarquía y nacionalismo están íntimamente vinculados. Cuestionar, criticar o insultar a la familia real, protegida por una de las más severas leyes de lesa majestad del mundo, es una aberración para una parte de la sociedad que creció bajo el reinado de Bhumibol Adulyadej el Grande, padre del monarca actual, que reinó el país durante más de 70 años.
La ONG Amnistía Internacional exigió este sábado la liberación de todos los manifestantes tailandeses todavía detenidos por expresar su oposición al Gobierno durante las últimas protestas de este mes, «criminalizadas por leyes vagas y draconianas», entre ellos los dos jóvenes considerados como líderes de las manifestaciones.
Un total de 90 personas han sido detenidas desde las marchas del 13 de octubre, 84 de ellas acusadas y solo seis en libertad sin cargos. El resto, excepto ocho personas todavía entre rejas, ha salido bajo fianza. Entre los todavía detenidos se encuentran los líderes de la protesta, los estudiantes Panusaya ‘Rung’ Sithijirawattanakul y Parit ‘Penguin’ Chiwarak.
«Las protestas en Tailandia son una prueba clara de cuánto valora la gente sus derechos a la libertad de expresión y reunión pacífica», declaró el director senior de Investigación, Promoción y Políticas de Amnistía Internacional, Rajat Khosla.
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En sentido opuesto, parte de la juventud se atreve a desafiar a la poderosa y riquísima institución, pidiendo la abolición de la ley de lesa majestad, un control sobre la fortuna real y la no injerencia del rey en los asuntos políticos. Estos gestos de inéditos desafíos han sido observados en algunas de las manifestaciones prodemocracia, que congregaron hasta a 30.000 personas en Bangkok. Carteles con la inscripción «República de Tailandia» fueron entonces mostrados por militantes que no se arrodillaron al paso de una comitiva real, como lo exige la tradición secular.
El exjefe del ejército, general Apirat Kongsompong, comparó estas protestas con una «enfermedad más difícil de curar que el covid-19», mientras proliferaban insultos y amenazas de muerte de parte de ultramonárquicos, informó la agencia AFP.
Esta situación aviva los temores a actos de violencia en un reino acostumbrado a los disturbios políticos: «En cuanto la monarquía se sintió amenazada, las autoridades respondieron recurriendo a la fuerza» recordó Patrick Jory, de la universidad australiana de Queensland. En 1976, decenas de estudiantes habían resultado muertos a manos de las fuerzas de seguridad, apoyadas por milicias ultramonárquicas.
Los líderes de la protestas, muchos de ellos encarcelados, afirman que quieren «modernizarla». Del otro lado, los ultramonárquicos se muestran prudentes sobre la controvertida personalidad del actual rey, Maha Vajiralongkorn, cuyos supuestos escándalos y polémicos viajes a Europa plantean no pocos interrogantes. «Algunos no aprueban su comportamiento, pero sigue siendo el que protege los intereses garantizados por la monarquía», destaca Patrick Jory.
El monarca no comentó los acontecimientos en curso en Tailandia pero apareció varias veces en público estos últimos días, rompiendo incluso el protocolo para felicitar el viernes a uno de sus partidarios que alzó un retrato de su padre frente a los manifestantes. «Muy valiente (…) Gracias». dijo, según un video publicado en Facebook.
A diferencia de su padre, el actual monarca «tiene un estilo autoritario» y «está tomando control personal en el dinero de la corona», algo que correspondía administrar a un comité especial, dijo el antropólogo John Marston, especializado en asuntos asiáticos. Además, sostuvo que «el estilo de vida» del rey –quien vive en un hotel de Alemania– influyó en el movimiento de protesta, sumado al sentimiento de que «no está gobernando de la misma manera en que lo hacían los monarcas tailandeses en el pasado».
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