Amadas, impopulares, despreciadas y desconocidas: cinco reinas de Suecia que hicieron historia

Estas son las historias de Désirée, Josefina, Sofía, Victoria y Luisa, las mujeres que fueron esposas de los reyes de la dinastía Bernadotte.

En los últimos 200 años, desde el nacimiento de la familia Bernadotte como familia real, además de la actual, Silvia, Suecia tuvo cinco reinas consortes que lograron hacerse un lugar en la historia.

La primera de ellas fue la breve y atractiva reina Désirée (1777-1860), la esposa de Carlos XIV. Hija de un rico comerciante de seda de Marsella, François Clary y de su mujer Françoise Somis, y cuñada de José Bonaparte, Désirée se comprometió matrimonialmente con Napoleón Bonaparte, en 1795 pero tras el encuentro y poderoso flechazo de Napoleón con la distinguida Josefina de Beauharnais.

La reina detestaba su reino escandinavo. Una vez que conoció este helado país, volvió a su amada Francia, desde donde solía prometer que pronto volvería.

La reina viuda Hedvig (última de la anterior dinastía) dijo que inmediatamente se dio cuenta de que Désirée nunca sería feliz en Suecia: «Es amable y de buen carácter, pero parece ser una niña mimada. Se aburre en Suecia, donde ni el clima ni la sociedad son de su gusto, donde carece de su entorno anterior y de sus placeres, aunque todo se hace para complacerla. (…) Todo lo que no es francés no le gusta».

El rey Carlos Juan estaba “desesperado” y «realmente merecía un amante, una esposa más comprensiva y representativa», escribió la reina en su diario. Año tras año, Désirée hacía vagas promesas de regresar a Estocolmo, pero siempre hallaba una buena excusa para no hacerlo, y ni siquiera se presentó a su coronación en 1818. Sin embargo, un día volvió, para sorpresa de todos, llamada por los celos: tenía miedo de que su nuera le quitara el protagonismo.

La siguiente reina de los suecos fue, casualmente, Josefina de Leuchtenberg (1807-1876), nieta de aquella Josefina de Beuharnais que le había arrebatado el prometido a Désirée. Se casó con el príncipe heredero Oscar de Suecia y Noruega en Múnich en 1823 y seis días después de su llegada a Suecia tuvo que renunciar a su tercer nombre, Napoléona, debido a que Suecia se había alineado en el bando contrario a Napoleón durante las guerras de éste en Europa.

Entre las actividades de Josefina como reina se encontraban las obras de caridad, el gusto por la pintura y la promoción de las reformas propuestas por su marido. Era católica, y aunque consintió educar a sus hijos en la religión luterana, también luchó por la libertad religiosa, que fue permitida en 1860. En su vida privada, padeció la infidelidad de Óscar, quien encontró una amante en la actriz Emilie Högqvist.

Josefina de Leuchtenberg, esposa de Oscar I.

La reina que admiraba a Alemania

Sofía de Nassau (1836-1913), descendiente de grandes monarcas de otros tiempos, provenía de la antiquísima casa ducal de Nassau, de 900 años de historia, que había brindado regentes a Holanda, Inglaterra y Luxemburgo. Delicadamente educada, se casó en 1857 con el futuro Carlos XV de Suecia.

A la llegada de Sofía a la corte, la familia real sueca pasaba por un momento difícil: el rey Oscar I se encontraba muy enfermo y el gobierno era encabezado por el príncipe heredero Carlos. Sofía hizo amistad con su cuñada, la princesa Luisa, y fue su apoyo tras el fallecimiento de su único hijo varón en 1854 y la imposibilidad de tener más hijos.

Sofía de Nassau, consorte de Carlos XV.

Sofía cobró popularidad cuando decidió educar a sus hijos en una escuela privada, junto con niños hijos de ciudadanos comunes. Se mudó de Estocolmo ante los rumores de la infidelidad de Óscar. La duquesa padecía de una salud bastante débil, que fue empeorando con los años. Tenía anemia, padecía de constantes calambres, malestares óseos y coronarios. Murió en Estocolmo en 1913

Sofía de Nassau no se mostró muy de acuerdo cuando se eligió a Victoria de Baden como la prometida de su hijo mayor, el heredero Gustavo (Futuro Gustavo V), y, tras la boda y la llegada de Victoria a palacio, las relaciones entre Sofía y la nueva princesa nunca fueron buenas. Y es que Victoria de Baden, su sucesora como reina, esposa de Gustavo V, no era una mujer fácil de tratar. Victoria descendía de Gustavo Vasa, lo que aportó una buena dosis de sangre real sueca y legitimidad a la dinastía francesa de los Bernadotte.

Victoria de Baden, esposa de Gustavo V.

Victoria llegó a Estocolmo a finales de septiembre de 1881 como princesa heredera de Suecia y Noruega. Era orgullosa de su origen alemán y de su educación prusiana; poseía un fuerte temperamento. No faltaron algunas tensiones entre la nueva princesa y la familia real sueca. En la coyuntura donde la monarquía sueca perdía poder político y su cuñado renunciaba a sus derechos dinásticos por casarse con una plebeya, Victoria opinaba que la dignidad real era otorgada por Dios y ningún poder mundano podía arrebatarla o renunciar a ella.

La reina Victoria fue impopular entre un importante sector del los suecos, por su abierta política a favor de Alemania, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial. Se habló de que la reina ejercía una fuerte influencia en la política exterior de su marido, y que sus pretensiones eran promover una eventual alianza militar entre Suecia y Alemania. Realizó viajes a su tierra natal en plena guerra, lo que fue criticado por la prensa de Suecia, argumentando que la soberana se sentía más alemana que sueca. Tras la revolución de 1918, Victoria abandonó Alemania.

La primera esposa de Gustavo VI, Margarita de Inglaterra, murió antes de ser reina.

Sin embargo, se le reconoce la fortaleza de su personalidad, que le permitió soportar las más adversas situaciones. Su salud se hallaba quebrantada desde su juventud y sus embarazos fueron de alto riesgo. Durante ellos fue sometida a tratamientos con medicamentos bastante perniciosos, como el mercurio. Su hijo menor, el príncipe Erik, sufrió una débil salud durante toda su vida, quizás debido al tratamiento que su madre recibió durante el embarazo, y falleció de gripe española en edad temprana en 1918.

Mujer con un gran talento artístico, aficionada a la pintura, a la fotografía y al piano, Victoria produjo una extensa obra pictórica y fotográfica. Su trabajo fotográfico fue de gran calidad, y experimentó todas las técnicas de su tiempo.Desde su infancia tuvo una excelente educación musical, y fue una gran pianista; interpretaba completa El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner sin necesidad de leer las notas. También dedicó una parte de su vida a obras de beneficencia en Suecia, Alemania e Italia. Además de Roma, vivió en Baden-Baden y Mainau.

Lady Louise Mountbatten, segunda esposa de Gustavo VI Adolfo, la última británica que fue reina de un país europeo.

A finales de la década de 1920 su salud empeoró y tuvo que permanecer en Italia todo el tiempo. La última vez que estuvo en Suecia fue con motivo del 70 aniversario de su esposo en 1928, y murió dos años después, en Villa Svezia (Villa Suecia), su hogar en Roma.

Las británicas, las mejores reinas

La princesa germanobritánica Sibilla de Sajonia-Coburgo no fue reina a causa de la muerte trágica de su esposo.

Durante dos décadas, Suecia no tuvo una reina. Hasta que murió Gustavo V los Suecos no vieron ninguna mujer al lado del monarca, pero esa suerte se rompió cuando Gustavo VI Adolfo subió al trono acompañado por la reina Luisa. Los suecos supieron con el tiempo que las británicas suelen ser las mejores reinas.

Lady Luisa Mountbatten (1889-1965), bisnieta de la reina Victoria de Inglaterra, fue la segunda esposa de Gustavo VI Adolfo, viudo de otra princesa británica, Margarita de Connaught.

La princesa Ingrid de Suecia fue reina consorte de Dinamarca y una de las reinas más populares de ese país.

Su padre, el príncipe Luis de Battenberg, sirvió a Inglaterra en su Armada Real, pero su nombre y apellido eran alemanes, había nacido en la enemiga Alemania, hablaba con acento alemán, empleaba sirvientes alemanes y tenía vastas propiedades en el imperio alemán, por lo cual, con el paso del tiempo, se convirtió en una persona no grata en suelo británico. El rey Jorge V de Inglaterra convirtió a los padres de Luisa, Luis de Battenberg y  Victoria de Hesse, en Lord y Lady Mountbatten, Marqueses de Milford Haven.

Gustavo Adolfo y Luisa no tuvieron hijos, pero ella fue muy cariñosa con los nietos de su esposo, cuya madre murió cuando eran muy pequeños. Como reina, Luisa fue muy popular entre los ciudadanos suecos por su carácter sencillo y su sentido del humor. Tenía ciertas costumbres excéntricas, como llevar a sus muchos perros (a quienes nombró, por ejemplo, “Conde de Gripsholm” o “Señor Olsson”) escondidos en su ropa cuando viajaba al extranjero, lo que provocaba tediosos problemas en las aduanas. Era muy nerviosa, y atravesaba las calles con tal descuido, que una vez estuvo apunto de ser atropellada por un autobús en Londres.

Ella misma decía que guardaba en su bolso de mano una tarjeta con la leyenda “Soy la reina de Suecia”, para que en el caso de tener un accidente supieran quién era. Cuando su hermano, Louis Mountbatten, le preguntó por qué tenía aquella tarjeta en su bolso, ella dijo: “Bueno, si yo soy atropellada en una calle, nadie sabría quien soy, así que si buscan en mi bolso, la encontrarán”.

Al igual que su marido, la reina pasaba por las calles de Estocolmo y realizaba compras repentinas en el barrio antiguo de la ciudad, tratando con los ciudadanos. Ella y el rey salían del Palacio Real a recorrer las calles, sin la presencia de ningún guardaespaldas o alguna persona de la guardia real.Murió en 1965, ocho años antes que su esposa, y fue la última reina de sangre real que tuvo Suecia.

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Hace 75 años: una tragedia de aviación que cambió la vida de la familia real de Suecia

La muerte del príncipe Gustavo Adolfo de Suecia, padre del actual rey, a los 40 años, en un accidente aéreo en Copenhague es recordada como uno de los capítulos más dramáticos de la dinastía Bernadotte.

En el castillo de Haga, la princesa Sibylla y sus cinco pequeños hijos esperaron despiertos toda la noche la llegada del padre pero, en su lugar, llegó la reina Luisa, quien mandó a los niños a sus dormitorios para darle la noticia a la princesa Sibylla. A la mañana siguiente, el lunes 27 de enero, los pequeños príncipes se enteraron de la noticia que ya se había extendido por todo el país: su padre estaba muerto al estrellarse su avión en las cercanías del aeropuerto de Kastrup, al igual que el resto de los pasajeros.

“Fue un gran impacto”, dijo el conde Carl Johan Bernadotte, hermano de Gustavo Adolfo, muchas décadas después.

Carl Johan era el menor de los cinco hermanos y se había mudado a Nueva York dos años antes del terrible accidente. Cuando se casó con la periodista semanal sueca Kerstin Wijkmark, perdió su título principesco y fue expulsado del Palacio. Se enteró de la muerte de su hermano mientras jugaba golf en Nueva York. “Fue horrible. Por lo que tengo entendido, todo fue completamente innecesario. Alguien se había olvidado de quitar el bloqueo del timón e hizo que el avión se elevara y luego se hundiera directamente en el suelo”, relató.

Fue el embajador sueco en Copenhague, Gustaf von Dardel, quien identificó los restos del príncipe con la ayuda de un pañuelo, tres tarjetas de visita de acero y una caja de pastillas para la garganta. La reina Ingrid de Dinamarca y el príncipe Sigvard, hermanos del fallecido Gustavo Adolfo, vivían en Copenhague y acompañaron el ataúd desde el Instituto de Medicina Forense a la Iglesia Sueca en la capital danesa antes de que el cuerpo fuera enviado a Malmö a bordo de crucero “Oscar II”.

Gustavo Adolfo y su ayudante, el conde Albert Stenbock, habían viajado en tren a los Países Bajos el jueves 23 de enero. El viernes fueron a cazar jabalíes y ciervos por invitación del príncipe Bernardo de Holanda en los campos alrededor de Soestdijk, el castillo rural de la familia real holandesa cerca de Utrecht. En 2011, la prensa sueca reveló cartas hasta entonces desconocidas en los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores que mostraban que el príncipe, por pura cortesía hacia sus anfitriones, eligió el avión de la aerolínea holandesa KLM.

Una carta, escrita al día siguiente del accidente por el embajador sueco Joen Lagerberg al canciller Östen Undén, relata su último encuentro con el príncipe. La carta, fechada el 27 de enero, dice que la noche del 24 se ofreció a Gustavo Adolfo una cena en la residencia de la reina Guillermina en Amsterdam. “Simplemente no quería ser grosero con la gente anfitriona”, escribió Lagerberg. El domingo, el embajador y el príncipe se habían vuelto a encontrar en el aeropuerto de Schiphol, donde príncipe compró regalos para su esposa y sus hijos.

«Negligencia humana»

El mismo día, Lagerberg envió una carta menos formal al ministro de Relaciones Exteriores sueco, Sven Grafström, que aborda la cuestión de por qué el príncipe voló con la empresa holandesa KLM y no con la sueca ABA, lo que debería haber sido natural. El embajador escribe que el propio príncipe le había explicado que el avión de ABA despegó tan temprano en la mañana que tendría que levantarse “en medio de la noche y por lo tanto causaría a sus anfitriones un problema innecesario en su opinión”. Simplemente no quería ser grosero y despertar a los anfitriones demasiado pronto, por lo que tomó el último avión de KLM con escala en Kastrup, Copenhague.

“Las cartas refuerzan la tragedia del accidente. Todo dependía del factor humano”, reflexionaría Carl Johan Bernadotte. Ese cambio de planes resultó ser una decisión que cambió toda la historia de Suecia. Con la muerte de Gustavo Adolfo, que era el segundo en la línea sucesoria al trono, se alteró dramáticamente el orden sucesorio y el único hijo varón del difunto príncipe, es decir, el actual rey, que tenía solo ocho meses cuando el avión se estrelló, ocupó su lugar. Tres años más tarde, Gustavo V murió y dejó el trono a Gustavo VI Adolfo, padre del trágico Gustavo Adolfo. El pequeño Carlos Gustavo se convirtió en heredero del trono a la edad de cuatro años.

Los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores sueco conservan una copia de la investigación danesa del accidente, que consistía en un resumen taquigráfico de 110 páginas de las investigaciones realizadas por el juez Baerentsen. Se afirma simplemente que la negligencia humana estuvo detrás del accidente. El avión, un DC-3, hizo escala a las 14.55 en Kastrup. Debido a las fuertes ráfagas, se instaló un bloqueo de timón externo, a pesar de la breve escala. Una de las cuñas se olvidó, lo que hizo que el avión fuera inmanejable. Cuando el DC-3 despegó, se elevó incontrolablemente en un ángulo pronunciado para finalmente colisionar con el suelo a las 15:23. Las 22 personas a bordo murieron en la explosión.

La vida que el príncipe Gustavo Adolfo y su esposa, Sibylla de Sajonia-Coburgo (bisnieta de la reina Victoria de Inglaterra) habían creado en el Castillo de Haga desapareció de repente. “Sibylla era en realidad una persona bastante feliz antes, pero quedó muy sola después de la muerte de su esposo”, dijo el conde Bernadotte. Su esposo, que sufría de dislexia durante la escuela, no temía en absoluto la actividad física. Era un oficial entrenado en Karlberg, pertenecía a la élite sueca en esgrima y realizaba carrera de obstáculos. Además, fue campeón múltiple de sable y fue miembro del equipo olímpico sueco en 1936, un tirador habilidoso y muy activo en el movimiento scout. “Amaba los deportes y la vida al aire libre, al igual que el rey. La caza era uno de sus mayores intereses, recordó su hermano.

Un funeral multitudinario

El entierro se realizó en la Gran Iglesia de Estocolmo el 4 de febrero de 1947, con más de 100.000 dolientes apostados en silencio en las calles de la ciudad. El entierro tuvo lugar luego en el Cementerio Real de Haga, muy cerca de la residencia que Gustavo Adolfo y Sibylla habían convertido en su hogar. Las princesas Margarita, Birgitta y Désirée acompañaron a su enlutada madre al funeral, pero los más pequeños de la familia, Christina y Carlos Gustavo, quedaron al cuidado de la niñera en el castillo.

Cuando el rey Carlos Gustavo pronunció su discurso después del desastre del tsunami de 2005 en el Sudeste Asiático, fue la primera vez que expresó el dolor por su padre en público. Nunca llegó a conocer a su padre y, durante toda su infancia, la estricta corte sueca prohibió a cualquier persona que se hablara de su fallecido padre en su presencia. Lo que pocos recuerdan hoy es que el padre del actual rey, y sus hermanos habían pasado por el mismo trauma: su madre, la princesa Margarita, murió de manera completamente inesperada cuando eran niños. Entonces estaba embarazada de ocho meses. “Fue un golpe increíble para mi padre, pero nadie debía hablar de eso. Mi padre nunca habló de mi madre”, recordó Carl Johan.

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Fotos: la historia de Solliden, el palacio de verano de la familia real de Suecia

El palacio de Solliden o Sollidens Slott, es el lugar al cual cada verano la familia real de Suecia se traslada para pasar sus vacaciones y celebrar el cumpleaños de la princesa heredera Victoria, el día que los suecos denominan “Victoriadagen”. El palacio se encuentra ubicado cerca de la costa oeste de la isla de Öland, ubicada sobre el Mar Báltico y a solo unos kilómetros al sur de la ciudad de Borgholm.

Öland tiene un paisaje relativamente seco y árido y Solliden es casi como un oasis en el desierto con su exuberante vegetación. El palacio real es más bien una villa muy espaciosa y parecida a un castillo. El edificio de tres pisos fue construido en estilo italiano y se destaca claramente del verdor del parque circundante con su fachada blanca brillante.

El palacio de Solliden fue construido en 1906 por Victoria de Baden, la consorte alemana del rey Gustavo V. De salud frágil, la reina siempre estaba buscando un lugar donde poder escapar de la gran ciudad. Fue así como encontró en Öland un clima que alivió sus problemas y un ambiente que le dio paz y tranquilidad. Aquí se puede respirar”, dijo Victoria durante uno de sus primeros reconocimientos en la isla. El 25 de septiembre de 1903 se colocó la primera piedra del castillo y el 15 de septiembre de 1906, Victoria finalmente pudo mudarse.

Victoria se mantuvo muy activa en todo el proceso de construcción y se inspiró en la Villa San Michele de Capri (Italia) construida por médico y escritor sueco Axel Munthe. La princesa eligió el sitio ella misma y contrató tanto a arquitectos de renombre nacional como a contratistas de obras locales. Con la ayuda de Munthe, Victoria pudo comprar detalles de edificios y estatuas de Italia que se compusieron en las paredes del edificio. Victoria también era coleccionista, sobre todo de estufas de azulejos más antiguas que se construyen en grandes cantidades dentro del castillo.

Cuando la reina Victoria murió en 1930, legó Solliden a su esposo Gustavo V, quien no había estado en Öland con mucha frecuencia, pero asumió la responsabilidad total de la administración del castillo, contrató a un guardián y se aseguró de que el parque estuviera bien cuidado. Con el castillo de Mainau como modelo, Gustavo V abrió el parque al público y con el tiempo llegó a sentirse muy feliz de pasar temporadas en Öland, donde jugaba al tenis, cazaba y celebraba consejos de Estado.

A su muerte en 1950, Gustavo V dejó Solliden a su bisnieto, el actual rey Carlos XVI Gustavo. A la madre rey, la princesa Sibylla de Sajonia-Coburgo, se le permitió disponer de la villa y comenzó la tradición de viajar a Öland con su familia. El rey Carlos Gustavo y su familia adoptaron a Solliden como su paraíso de verano privado y desarrollaron la parte pública del parque del castillo. La reina Silvia visitó Solliden por primera vez en 1973 y, a lo largo de los años, ha agregado nuevas plantas y plantaciones al parque.

En la actualidad, el palacio no está abierto a los turistas, pero sí gran parte de los terrenos que la rodean en verano. El parque consta de diferentes jardines temáticos y cada uno tiene su propio encanto único. Inmediatamente detrás del castillo se encuentra el jardín italiano de estilo mediterráneo, con caminos de grava, setos en forma y parterres de flores.Al sur se encuentra el Parque Inglés, con extensos prados y magnolias, cipreses y plátanos. Más al oeste del palacio se encuentra el llamado Jardín Holandés, repleto de rosales y plantas perennes, que fue creado como un regalo de la reina holandesa Guillermina a su amiga Victoria de Baden.

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La larga lucha de Sigvar Bernadotte, el príncipe sueco que perdió su título

Nació príncipe y quería morir como tal, pero fue sepultado como un simple conde y un artista. Su vida estuvo marcada por un largo reclamo, jamás aceptado.

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Muchos años antes de que el príncipe Harry de Gran Bretaña y Meghan Markle abandonaran la familia real por su propia voluntad, hubo un príncipe europeo que protagonizó su propia y espectacular retirada de la realeza para vivir como una persona común. Sin embargo, llegó a enemistarse con su familia en torno a la cuestión de su título: su caso es mencionado como un precedente sobre lo que podría pasar si la Corona británica retira su título al duque de Sussex.

Se trata del conde Sigvard Bernadotte, nacido como príncipe Sigvar de Suecia, el segundo hijo del rey Gustavo VI Adolfo de Suecia y su esposa inglesa, Margarita de Connaught. En el momento de su nacimiento, en 1907, su abuelo Gustavo V era el rey y a él le correspondió ocupar el tercer lugar en la línea de sucesión al trono, una gran similitud con el príncipe Harry, quien ocupó el tercer lugar en la sucesión británica al momento de nacer.

Sin embargo, Sigvard fue despojado de su título de príncipe en 1934 cuando decidió casarse con una plebeya alemana, Erika Patzek, sin el conocimiento ni el consentimiento de su abuelo, y pasó a ser conocido como un simple “Herr (señor) Bernadotte” en su pasaporte y en público. Él y su esposa se divorciaron siete años más tarde y su hermano mayor, el heredero Gustavo Adolfo, murió en un accidente de avión en 1947.

Por lo general, se debe informar al monarca sueco y luego hacen un trato con el gobierno para aprobar el partido, nada de lo cual hizo Bernadotte. Sigvar se casó sucesivamente con otras dos plebeyas durante las siguientes décadas. Sin embargo, en su vida posterior decidió que el estatus de “príncipe de Suecia” era su derecho de nacimiento y que, por lo tanto, no podía serle retirado.

En 2001, cuando tenía 94 años, el longevo Sigvard presentó una demanda judicial contra su sobrino, el rey Carlos XVI Gustavo, para reclamar que le restituyera su título real.

El artículo 5 del Acta de Sucesión de 1810 dice: “Un príncipe o una princesa de la Casa Real no puede casarse a menos que el Gobierno haya dado su consentimiento para ello a solicitud del Rey. Si un príncipe o una princesa se casaran sin ese consentimiento, ese príncipe o princesa pierde el derecho de sucesión para él, sus hijos y sus descendientes”. Curiosamente, esta ley solo habla del derecho de sucesión, no el derecho al título real, que le fue retirado por voluntad de su abuelo, Gustavo V, quien tenía la prerrogativa de hacerlo si lo deseaba.

Bernadotte dijo al periódico sueco Aftonbladet: “Nací príncipe. Quiero morir como un príncipe”. Su caso se vio reforzado por el hecho de que el monarca de Suecia también está casado con una plebeya, la alemana Silvia Sommerlath, una ex azafata, pero el rey Carlos XVI Gustavo ya había sido entronizado en el momento de su boda. El real sobrino se negó deliberadamente a devolver el título de príncipe a su tío, alegando que había perdido al contravenir las leyes dinástica por su matrimonio desigual.

En 1976, al príncipe Bertil (hermano menor de Sigvard) se le permitió conservar su título después de que se le concediera el permiso del rey para casarse con una plebeya británica, lo cual aumentó la impaciencia de Sigvard Bernadotte. En su denuncia, Bernadotte acusó a la monarquía sueca de violación de los derechos humanos al negarle el derecho a su nombre, privacidad y vida familiar, derechos garantizados por la Convención Europea de Derechos Humanos.

Su abogada dijo que se trataba de “una violación de los derechos humanos”. El profesor emérito Gunnar Bramstång, experto en monarquía, en una entrevista dijo al Aftonbladet: “Fue un error legal cometido en 1934 por el rey Gustavo V. Desde entonces, este error ha continuado contra Sigvard y, a pesar de las reiteradas solicitudes, no ha recibido una respuesta positiva para devolver su título de príncipe”.

Sigvard Bernadotte aceptó que su decisión de casarse sin el consentimiento real lo apartó de la línea de sucesión al trono sueco, pero hasta el último día de su vida se mostró decidido a recuperar su título. “El título de príncipe es lo mismo que un nombre y no se puede quitar el derecho de una persona a su nombre”, reclamó su abogada. Aún así, en 1951, a Bernadotte se le permitió entrar en la nobleza de Luxemburgo y, por gracia de la gran duquesa Carlota, se le conoció como el Conde Sigvard Bernadotte de Wisborg. Después de su muerte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dijo que su solicitud para que el gobierno sueco reconociera su título era inadmisible.

Durante muchos años, Bernadotte se sintió ofendido y se negó a participar en las celebraciones familiares de la casa real, pero disfrutó de relaciones más cálidas con la familia en sus últimos años.

Sigvard asistió al funeral de su hermano, el príncipe Bertil, en enero de 1997 por invitación del rey, y estuvo en el 25 aniversario de bodas de la pareja real poco tiempo antes de morir. Sin embargo, Aftonbladet informó que la relación entre el rey y su tío “nunca había sido especialmente cordial y ahora era tan fría como siempre”. Murió en 2002 y en la inscripción de su tumba se lee: “SIGVARD BERNADOTTE, NACIDO PRÍNCIPE DE SUECIA”.

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La burguesa vida de Gustavo V de Suecia, el rey tenista

El monarca alcanzó tal prestigio internacional que su nombre fue incluido en el Salón Internacional de la Fama del tenis en 1980.

Gustavo V (1932-1950) fue el mejor colaborador y consejero de su padre en cuestiones políticas, pero carecía de la vivacidad de los Bernadotte, era tímido, reservado y reflexivo. Se negó a ser coronado, alegando que al pueblo no le hacía falta semejante gasto, sus primeros años como rey fueron tormentosos, debido al debilitamiento del poder de la Corona y el avance de las fuerzas democráticas.

Gustavo se casó con la princesa Victoria de Baden, nieta del káiser Guillermo I de Alemania. Arreglado por sus padres, el matrimonio no fue del todo afortunado, pero parece que la relación mejoró en los últimos años. Tuvieron tres hijos, de los cuales el mayor, Gustavo Adolfo, sería el heredero del trono.

Al subir al trono, el sencillo Gustavo V dio prueba de inmediato de su espíritu democrático, de su llaneza y profundo interés por el bienestar y los deseos de la gente. Su manera de vivir fue ejemplo de sencillez. Mantuvo particularmente la tradición de conversar a solas una vez por semana con algunos de sus súbditos, con el común de la gente, a fin de informarse. Nunca infringió la Constitución y siempre pugnó por la paz; bajo su cetro, Suecia, un país agrícola y pobre por excelencia, conoció una industrialización y progreso económico envidiadas por Europa.

Fue rey durante cuarenta y dos años. Además, fue un destacado jugador de tenis, deporte que aprendió en su memorable viaje a Inglaterra en 1876, y donde utilizaba el seudónimo de “Mr G”, a fin de no imponer a nadie las molestias de la deferencia debida a la realeza. A su regreso a Suecia, fundó el primer club de tenis del país.

Alcanzó prestigio internacional y su nombre fue incluido en el Salón Internacional de la Fama del tenis en 1980. En ese tiempo, el tenis era un deporte de escaso prestigio en Suecia, pero la participación del monarca hizo que aumentara su popularidad. En sus viajes a la Riviera Francesa, fue visto jugando en múltiples ocasiones y durante la Segunda Guerra Mundial intercedió ante Hitler para obtener mejor trato hacia los campeones Jean Borotta y Gothfried von Cramm, prisioneros de los alemanes.

Al estallar la Segunda Guerra, Suecia se halló a merced del III Reich durante todo un año. Gustavo V puso en juego toda su autoridad y amenazó con abdicar si el gobierno se negaba a permitir el tránsito de una división alemana por territorio sueco. Debió ceder a la presión del Führer, no sin antes advertir a Berlín que Suecia haría frente con todas las armas a toda agresión.

Después de la victoria aliada de El-Alamein, Gustavo V pudo apoyar a los países vencidos ocupados y a Inglaterra. Haciendo uso de su talento diplomático, el rey Gustavo se ofreció en agosto de 1940 como mediador en posibles negociaciones de paz entre el Reino Unido y Alemania, y en su cumpleaños 85, en 1943, admitió que en casos normales un monarca constitucional debe mantenerse neutral en los aspectos políticos, pero en casos especiales, como en una guerra, estaba obligado a ayudar a su país frente a todas las adversidades. Personalmente, intercedió ante el Almirante Horthy y Adolfo Hitler a favor de los judíos perseguidos en Hungría, noruega y Dinamarca.

Si por algún fenómeno extraño estallara una revolución en Suecia, si por otra casualidad no menos extraña obtuviera el triunfo, el gobierno depuesto ofrecería un banquete al triunfador”. La frase es nada menos que de Lenin, y la misma señala el espíritu de ese notable reino donde los diputados no tienen limitado el uso de la palabra en el Parlamento, por cuanto nadie nunca ha abusado de su derecho. ¿Para qué limitar el tiempo?, respondieron asombrados en Estocolmo a la pregunta de un  periodista. Aquí a nadie se le ocurriría hablar más de lo necesario.

Esa sencillez, ese sentido activo y respetuoso de la vida fue encarnado siempre perfectamente en la figura del augusto Gustavo V, quien supo –como todos reconocieron– ser rey, y ser un hombre justo.

La figura de Gustavo V se convirtió en algo inmensamente popular en todo el país. Alto, macizo, metódico, sobrio, luteranamente abstemio, llegó a sus noventa años con lúcida gallardía. Aun iba de caza, calzando viejas botas de caucho bajo los copos de nieve, aún presenciaba los campeonatos de esquí y pasaba sus vacaciones de verano en Francia. Después de la guerra, Gustavo V comenzó a viajar frecuentemente a Niza, en la Riviera francesa, donde permanecía largas temporadas.

El “gran anciano del castillo” pudo, hasta que su enfermedad lo obligó a recluirse definitivamente, pasear por las calles de Estocolmo como un ciudadano más. Así se lo vio muchas veces en restaurantes, cafés, respetada su soledad por el público y sin que nadie se atreviera a incomodarlo con una mirada curiosa. “Mi guardia personal es el pueblo sueco”, dijo una vez al emperador Alejandro II de Rusia, muerto a manos de sus propios súbditos.

En 1948 celebró sus 90 años con una grandiosa celebración, pero ya era evidente su debilidad física. Por entonces, los médicos le prohibieron jugar al tenis, y sintió que le habían cortado las alas, pues aquel deporte era el único solaz que se había permitido durante toda su vida.

En la apertura del Riksdag de 1950 el trono real lució vacío, y a las 2.45 de la madrugada del domingo 29 de octubre de 1950, luego de decir a su doctor, con voz muy baja, “Ahora me voy a morir”, Gustavo V expiró en el palacio de Drottningholm, a la edad de 92 años.

El pueblo sueco se vio sumido en el luto personal por la muerte de un ser querido. Socialistas, demócratas, radicales, desde las heladas soledades laponas hasta las brumosas islas de su meridión, lloraron la muerte de un rey que dejaba tras de su, para sus descendientes, una monarquía más fortalecida que nunca. Las campanas tocando a duelo y una multitud silenciosa en el patio del palacio, anunciaron el fin de uno de los reinados más largos de la historia de Suecia y el mundo se dio cuenta de cuánto amaban los suecos al rey Gustavo V.

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Los reyes de Suecia no estarán presentes en entrega de Premios Nobel, que será virtual

A la importante cita de gala asisten tradicionalmente los miembros de la familia real en Estocolmo.

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Los reyes Carlos XVI Gustavo y Silvia de Suecia, así como la princesa heredera Victoria y otros miembros de la familia real, no estarán en la ceremonia de entrega de los Premios Nobel, el próximo 10 de diciembre en Estocolmo, que fue anulada debido a la pandemia de Covid-19 y será reemplazada por un acto televisado, algo que no ocurría desde la II Guerra Mundial. Los premiados recibirán sus galardones a distancia en esta ceremonia virtual.

«La idea es que las medallas y diplomas sean entregados a los galardonados en forma segura en sus países de residencia, probablemente con el apoyo de las embajadas y universidades de los laureados», explicó la Fundación Nobel, con sede en la capital sueca.

Estaba previsto que el rey Carlos XVI Gustavo entregara en Estocolmo los premios de Medicina, Física, Química, Literatura, a los que se añade el premio de Economía, de creación más reciente. «La última vez que no hubo ceremonia en Estocolmo fue en 1944«, durante la II Guerra Mundial, explicó Gustav Källstrand, historiador de la Fundación Nobel. «De todas maneras, este año habrá una ceremonia digital«, subrayó. En 1940, 1941 y 1942 no se otorgó ningún premio ni hubo ninguna ceremonia, a pesar de que Suecia no participó en el conflicto. Los premios de 1944 fueron entregados retroactivamente en 1945 por el anciano rey Gustavo V, abuelo del actual monarca.

Preocupación por la princesa Margarita de Suecia: aislada por el coronavirus y con problemas económicos

La hermana mayor del rey Carlos Gustavo, quien no ha sido vista junto a la familia real sueca en más dos años, despertó la preocupación de sus allegados en el contexto de la pandemia.

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La princesa Margarita, hermana mayor del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, quien no ha sido vista junto a la familia real sueca en más dos años, despertó la preocupación de sus allegados en el contexto de la pandemia.

La anciana princesa, de 85 años, vive sola en las afueras de Chipping Norton en Oxfordshire, Inglaterra, desde la muerte de su esposo, el británico John Ambler, pero cuando el coronavirus llegó al país y el gobierno estableció fuertes restricciones de circulación y aislamiento social, la princesa se aisló aún más y poco se pudo saber sobre ella. “Para la familia real, esto es, por supuesto, un motivo de preocupación”, escribió esta semana el diario Svenskdam.

En el Reino Unido, la vida de Margarita es anónima y tranquila. Nacida en 1934, hija mayor del príncipe Gustavo Adolfo de Suecia y la princesa alemana Sibila de Sajonia-Coburgo, Margaretha no ha tenido otras asignaciones sociales más que la inauguración anual de los bazares navideños de la Iglesia de Suecia en Londres, pero no asistió a esta cita en los últimos años. La última vez que se la pudo ver públicamente en Estocolmo junto a la familia real fue en el bautismo de la princesa Adrienne, nieta del rey, hace dos años.

La revista sueca Svensk Dam aprovechó una entrevista con su hermana, la princesa Birgitta, para pedir noticias sobre Margarita: “Todos hemos luchado contra el coronavirus. Pero es importante seguir las reglas. No he hablado con ella desde hace una semana, pero sé que está bien”, dijo su hermana menor, que permanece en contacto regular con sus hermanas, al menos por teléfono.

El coronavirus golpeó duramente a Gran Bretaña, llegando a contabilizarse hasta 4.000 casos positivos por día desde el inicio de una segunda oleada de contagio. En algunas partes del país, el número de muertos es alrededor de un 40% más alto de lo que ha informado el gobierno, según nuevas estadísticas, lo que ha despertado la preocupación por Margarita.

En Oxfordshire, solo los vecinos más cercanos saben que ella es una princesa, pero reconocen que lleva una vida demasiado normal. Los residentes testifican que es “agradable”, pero que le gusta estar sola.

“A menudo sale a pasear, por lo que normalmente nos encontramos. No la conozco muy bien, pero siempre es muy agradable y conversadora cuando nos encontramos”, dijo un vecino a un periódico sueco. “En el pueblo nos conocemos porque es muy pequeño y a veces se ve a todo el mundo en el pub. Pero nunca he visto a la princesa allí”, agregó.

Margarita de Suecia solía vivir en la hermosa mansión Chippinghurst con John. Pero en 1994, la empresa de transporte del marido quebró y las finanzas de la pareja se agotaron repentinamente, tras lo cual se vieron obligados a mudarse de la casa y la princesa terminó en una vivienda más humilde en Chipping Norton.

Desde entonces se ha escrito mucho sobre la situación financiera de la princesa y el diario británico Daily Mirror se sorprendió cuando descubrieron que viajaba con la aerolínea de bajo costo Ryanair. Afortunadamente, el rey intervino cuando tuvo ella unos años difíciles: “La dejó vivir en Drottningholm. Ella ha tenido un pequeño refugio allí. El rey es quien cuida a su familia, y no deja a las hermanas abandonadas”, dijo el periodista y experto real Barbro Hultman.

El príncipe Erik de Suecia, joven víctima de sangre azul de la pandemia de gripe española

Hace 102 años, afectó a casi un tercio de la población mundial y no discriminó entre clases sociales.

En una era anterior a los antibióticos y las vacunas, la «gripe española» fue una de las más grandes pandemias que la Humanidad sufrió en el siglo XX, que afectó a casi un tercio de la población mundial y no discriminó entre clases sociales. A medida que la pandemia alcanzó proporciones épicas en 1918, se la conoció comúnmente como la «gripe española» en los Estados Unidos y Europa porque España fue efectivamente el primer país que informó abiertamente sobre la enfermedad, altamente mortal.

El diario español La Vanguardia informó que el rey Alfonso XIII, entonces de 33 años, había sido víctima de una “enfermedad de moda” cuya “gran mayoría de las víctimas pertenecen a familias obreras”. Después, el diario The Times de Londres citó un cable de la agencia Reuters: UNA EXTRAÑA FORMA DE ENFERMEDAD DE CARÁCTER EPIDÉMICO HA APARECIDO EN MADRID. Solo entonces hubo lugar para la cobertura, hasta entonces silenciada por los países que estaban involucrados en la Guerra. En los primeros días de junio, se informaba que el rey ya estaba mejor y descansaba en el campo, aunque la cifra mundial de muertes fue increíble: según estimaciones recientes, entre 50 y 100 millones de personas perecieron en las tres olas pandémicas entre 1918 y 1919.

El príncipe Erik de Suecia fue una de las millones de víctimas de la pandemia, que afectó a casi un tercio de la población mundial entre 1918 y 1918. Duque de Västmanland, Erik nació en el Palacio Real de Estocolmo en abril de 1889 y fue el hijo menor del rey Gustavo V y su esposa alemana, Victoria de Baden. El príncipe era epiléptico y sufría una leve discapacidad de aprendizaje, que se cree que fue causada por la fuerte medicación que tomó su madre durante el embarazo. Por lo tanto, vivió una vida muy aislada y muy rara vez asistió a grandes reuniones sociales.

Desde finales de 1917 vivió en el Palacio Drottningholm mientras esperaba que el Palacio Haga estuviera listo para ser habitado. Antes de que se pudieran completar las renovaciones necesarias la residencia, el príncipe se contagió de la gripe y murió en 1918 a los 29 años. La enfermedad afectó a medio millón de suecos y mató a casi 40.000. “La muerte del Príncipe fue una sorpresa y una revelación para muchos. Si alguien de los estratos más más altos del Estado podía morir, con acceso a todo tipo de atención médica, cualquiera podría verse afectado”, dijo el historiador sueco Magnus Västerbro. En efecto, la enfermedad no distinguía entre clases sociales, y había matado también a la reina Takipo de Tonga y enfermado al primer ministro británico, David Lloyd George, al estadounidense Franklin D. Roosevelt y al famoso noruego pintor Edvard Munch, entre muchos otros.

La familia real de Suecia protagonizó un soleado Día Nacional (50 fotos)

Los reyes, sus hijos y nietos conmemoraron con fiestas populares la coronación, el 6 de junio de 1523, de Gustavo I, primer monarca de la dinastía Vasa.

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El apasionado amor a primera vista de la reina Cristina

En 1656, la reina Cristina de Suecia (1626–1689) viajó desde Roma hacia París. Se cuenta que, paseando a orillas del río Saona, la reina y un reducido séquito se encontraron con la bella Marquesa de Ganges, quien se bañaba casi desnuda.

Sorprendida, Cristina no pudo reprimirse y salió tras la joven: “la besó en todas partes, en el cuello, en los ojos, la frente, muy amorosamente, y quiso incluso besarle la boca y acostarse con ella, a lo que la dama se opuso”. [1] Sigue leyendo «El apasionado amor a primera vista de la reina Cristina»