Bodas imperiales en Rusia: cómo vestían las novias de la dinastía Romanov

Desde una temprana edad, las jóvenes de la familia imperial de Rusia tenían un futuro marido seleccionado para ellas entre los grandes duques y príncipes de Rusia y del extranjero, y sus bodas eran un asunto de importancia estatal. Cada elemento de la ceremonia se regulaba hasta el más mínimo detalle, y el aspecto de la novia era una de las características más importantes del día.

Los requisitos eran más estrictos cuando se aplicaban a las novias del “primer nivel” de la familia, es decir, las que en el futuro podían ascender a un trono. No sólo la forma de organizar la ceremonia en sí, donde cualquier tropiezo podía ser visto como un mal presagio, era una dura prueba, sino que también lo era elegir el vestido de novia, literalmente.

La gran duquesa Isabel Mavríkievna, nieta de Nicolás I

La gran duquesa Isabel Mavríkievna, nieta de Nicolás I

Una foto de la boda del príncipe georgiano Konstantino Bagration de Mukhrani y la princesa Tatiana Constantinovna

Una foto de la boda del príncipe georgiano Konstantino Bagration de Mukhrani y la princesa Tatiana Constantinovna.

El “código de vestimenta para bodas” fue establecido por el emperador Nicolás I en 1834, y se aplicaba no sólo a los protagonistas de la ceremonia sino también a los invitados. El diseño de los vestidos de novia era siempre el mismo, pero se permitían algunos ajustes de estilo, bordado y decoración según la moda y el gusto de la novia.

La princesa Isabel con el vestido de novia, 1884.

La princesa Isabel de Hesse en su boda con el gran duque Sergio, 1884.

Los vestidos de novia se hacían de brocado de plata y se adornaban con piedras preciosas y bordados. Dos accesorios obligatorios eran una larga cola y un manto de armiño. Era un tipo de traje que era imposible ponerse sin la ayuda de las damas de honor.

Durante la ceremonia de la iglesia, la novia tenía que llevar una corona de boda y encima una tiara de diamantes. También había pendientes ceremoniales y un collar para acompañarlos a juego.

La diadema de boda de Rusia.

La diadema de boda de Rusia.

El Fondo de Diamantes de Moscú tiene en su colección la única diadema de boda de una Romanov que queda en Rusia en la actualidad. Fue usada por la emperatriz María Feodorovna, la esposa de Pablo I, en su boda, y luego por otras novias de la familia imperial.

La boda del Príncipe Nicolás de Grecia y la Gran Duquesa Elena Vladímirovna

La boda del Príncipe Nicolás de Grecia y la Gran Duquesa Elena Vladímirovna

La diadema tiene la forma de kokoshnik, con un enorme diamante rosa en el centro. En total, contiene 175 grandes diamantes indios y más de 1.200 pequeños diamantes de talla redonda. La fila central está decorada con grandes diamantes colgantes en forma de gotas.

Las joyas de las novias podían ser reliquias familiares o haber sido confeccionadas especialmente para la ocasión. Por ejemplo, para su boda con el Príncipe Nicolás de Grecia, la Gran Duquesa Elena Vladímirovna, nieta del Emperador Alejandro II y prima de Nicolás II, llevaba un tocado de diamantes de Cartier y un ramillete de diamantes en forma de lazo.

La boda de Nicolás II y Alexandra Fiódorovna.

La boda de Nicolás II y Alix de Hesse.

Alexandra Fiódorovna y su vestido de novia

Alejandra Feodorovna y su vestido de novia.

En total, un traje de boda real pesaba entre 25 y 30 kilos. Pasar él todo el día de pie con este puesto no era una tarea fácil, ¡y mucho menos moverse! A veces una novia quedaba tan agotada que había que llevarla en brazos.

Según la tradición, las novias de la familia Romanov donaban sus vestidos de novia a la iglesia por caridad. Sin embargo, Alejandra Feodorovna, la última emperatriz de Rusia, esposa de Nicolás II, decidió conservar el suyo. Por eso su vestido de novia ha sobrevivido hasta hoy (puede verse en el Hermitage). Muchas personas de la corte no aprobaron la decisión de la emperatriz y quedaron convencidas de que su rechazo a una tradición centenaria traería mala suerte a la familia. (RBTH)

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Sangre azul: cómo se relaciona la familia real británica con la dinastía Romanov de Rusia

Nicolás II estaba casado con Alix, nieta de la reina Victoria, pero eso no es todo. Damos una mirada más de cerca a las relaciones sanguíneas de las cortes de Inglaterra y Rusia.

En 1917, el rey británico Jorge V (1865-1936) decidió romper relaciones con sus dos primos, el káiser alemán Guillermo II (1859-1941) y el zar ruso Nicolás II (1868-1918). Después de que Nicolás II, primo hermano de Jorge V, fuera derrocado del trono ruso durante la Revolución de 1917, el gobierno británico le ofreció asilo político a Nicolás II y a su familia, pero Jorge V se opuso a esta decisión al considerar inapropiada la presencia de los Romanov en su país.

Después de que Nicolás y su familia fueran asesinados por los bolcheviques, Jorge V escribió en su diario: “Fue un asesinato horrible. Tenía una gran devoción por Nicky, que era el más amable de los hombres y un caballero completo: amaba a su país ya su gente”. Sin embargo, solo dos años después, se envió un acorazado británico a Crimea para rescatar a la emperatriz viuda Maria Feodorovna (1847-1928), de 72 años, madre de Nicolás II y, al mismo tiempo, tía de Jorge V.

El último zar ruso, Nicolás II, se casó con la princesa Alix de Hesse, nieta de la reina Victoria de Inglaterra.

La casa de Sajonia-Coburgo y Gotha y los Romanov

Jorge V pertenecía a la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha, que ascendió al trono británico en 1901 con su padre Eduardo VII (1841-1910), hijo de la reina Victoria (1819-1901) y el Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo y Gotha. (1819-1861).

Pero el 17 de julio de 1917, durante la Primera Guerra Mundial, el rey cambió el nombre de la casa real británica de Sajonia-Coburgo y Gotha, de origen alemán, a Casa de Windsor. Esta decisión se inspiraba en el sentimiento anti-alemán en el Reino Unido durante la Primera Guerra Mundial. En consecuencia, renunciaron a sus títulos alemanes todos los parientes del rey; en cambio, Jorge V otorgó a sus parientes masculinos títulos británicos.

Dagmad de Dinamarca se convirtió en María Feodorovna cuando se casó con el zar Alejandro III de Rusia.

La Casa de Windsor y los últimos Romanov están relacionados a través de 2 personas. La primera es la reina Victoria, «abuela de Europa»: Alejandra Feodorovna (1872-1918), esposa de Nicolás, era su nieta. Antes de su matrimonio era la princesa Alix de Hesse-Darmstadt.

La segunda, la ya mencionada Maria Fedorovna, madre de Nicolás y esposa de Alejandro III de Rusia, era hermana de Alejandra de Dinamarca (1844-1925), madre de Jorge V. Nacida como la princesa Dagmar de Dinamarca, su padre era el rey danés Christian IX (1818-1906), abuelo de Nicolás II y Jorge V.

Los miembros de la actual familia real británica tienen aun más lazos con la desaparecida dinastía Romanov a través del príncipe Felipe, el esposo de 99 años de la reina Isabel II. El duque de Edimburgo incluyo jugó un papel preponderante el el reconocimiento de los restos de la familia imperial en los años 90 al proporcionar ADN para compararlo con el de la última zarina.

La reina Alejandra de Inglaterra (centro) junto a su hermana, la zarina María Feodorovna de Rusia (der.), madre de Nicolñas II

Nacido en Grecia en 1921, Felipe es hijo de la princesa Alicia de Battenberg, quien era hija, a su vez, de la princesa Victoria de Hesse-Darmstadt (1870-1950), hermana de la última zarina, quien se hizo cargo de sus hermanas menores cuando su madre (la princesa Alicia de Inglaterra) murió de difteria en 1879. Convertida en la marquesa de Milford-Haven en 1917, Victoria se encargó en parte de la educación de su nieto, Felipe.

Pero la Casa de Sajonia-Coburgo y los Romanov se habían relacionado desde mucho antes. La princesa Juliana de Sajonia-Coburgo-Saalfeld (1781-1860), tía del esposo de la reina Victoria, fue la esposa del gran duque Constantino Pavlovich de Rusia (1779-1831), hermano del emperador Alejandro I de Rusia (1777-1825). En Rusia, la princesa Juliana se convirtió en gran duquesa con el nombre de Anna Feodorovna.

El duque de Edimburgo junto a su abuela, Victoria de Hesse, hermana de la última zarina de Rusia.

El matrimonio de Anna Feodorovna y Constantino Pavlovich duró poco y no tuvo hijos. Sin embargo, a través de este matrimonio, Leopoldo (1790-1865), hermano de Anna Feodorovna y futuro primer Rey de Bélgica, tuvo la oportunidad de servir en el ejército ruso.

También es notable que la hermana de Anna Feodorovna, la princesa Antonieta (1779-1824), fuera tía de los emperadores rusos Alejandro I y Nicolás I (1796-1855), porque se casó con el duque Alejandro de Wurtemberg (1771-1833), hermano de Maria Feodorovna (Sophie Dorothea de Württemberg) (1759-1828), quien se convirtió en esposa de Pablo I de Rusia (1754-1801) y madre de Nicolás I y Alejandro I.

Juliana de Sajonia-Coburgo-Saalfeld (1781-1860), tía del esposo de la reina Victoria, fue gran duquesa de Rusia por matrimonio.

(Con información de RBTH)

Un zar en Versalles: así fue la esplendorosa visita de Nicolás II a Francia

Hace poco más de 300 años que se produjo la visita del zar Pedro I de Rusia al palacio de Versalles. Se trataba de la primera vez que un soberano de la lejana (y atrasada, en ese momento) Rusia visitaba uno de los centros neurálgicos de la civilización occidental, pero no sería la única. Casi dos siglos después de aquella visita, en 1896, el último monarca ruso y descendiente de Pedro, Nicolás II, visitaría al templo de la monarquía absoluta francesa.

Coronación y tragedia

Desde el reinado del zar Alejandro III, se había forjado una estrecha alianza entre dos estados a priori opuestos: la República francesa, emblema del republicanismo laico, y el Imperio ruso, símbolo del absolutismo autócrata. La realpolitik había convertido a estos dos estados en extraños compañeros de viaje, la Alianza franco-rusa permitía controlar la creciente influencia alemana en Centroeuropa y unir fuerzas frente al expansionismo colonial británico.

En el verano de 1891, lo imposible ocurrió, una escuadra militar francesa visitó San Petersburgo y en la recepción oficial se tocó por primera vez “La Marsellesa”, himno revolucionario que hasta entonces había estado prohibido en Rusia.

Tres años después, en noviembre de 1894, el emperador Alejandro III fue sucedido por su hijo, Nicolás II, que, en mayo de 1896 (después del luto prescrito), fue coronado “Emperador y Autócrata de todas las Rusias por Gracia de Dios”. Precisamente durante las fiestas populares de la coronación ocurrió una avalancha humana en el Campo de Khodynka, en las afueras de Moscú. Más de mil personas fallecieron.

La siguiente noche, el embajador francés, el conde de Montbello, daba una gran recepción para agasajar a los recién coronados. Se habían traído desde los mejores museos franceses tapices, muebles y platería, y más de cien mil rosas habían llegado desde la Riviera francesa en vagones de tren refrigerados. Sin embargo, la Familia Imperial se encontraba dividida: el zar y la zarina no querían asistir por respeto a los fallecidos, pero los tíos del zar argumentaban que la alianza francesa era fundamental. Al final, el baile se celebró como si nada hubiera pasado, y todos los asistentes brindaron con el mejor champagne francés por la alianza franco-rusa.

Una vez pasadas las agotadoras ceremonias de coronación tocaba el no menos agotador “tour de la coronación”. Los nuevos soberanos viajarían por Europa para darse a conocer: visitarían al emperador Francisco José de Austria, al káiser Guillermo II de Alemania y a los abuelos de zar en Dinamarca, el rey Christian IX y la reina Luisa de Hesse-Kassel. En Dinamarca recogerían el nuevo yate imperial, el “Standart”, y viajarían hasta Escocia para ver a la abuela de zarina, la reina Victoria.

Día 1: Vive l’Empereur!

El 5 de octubre de 1896, hacia el mediodía, con el mar embravecido, el cielo plomizo y bajo una ligera llovizna el zar y la zarina desembarcaron en Cherbourg, donde fueron recibidos por el presidente Félix Faure. Después de las revistas militares, las presentaciones y los banquetes de gala de rigor el cortejo partió al anochecer hacia París.

No deja de ser curioso que un régimen como la Tercera República francesa, que tan antimonárquica se había mostrado en las dos últimas décadas, recibiera con tanto primor y suntuosidad al monarca ruso, que a su llegada a Paris fue recibido con vítores y “Vive l’Empereur!”, exclamaciones que no se habían oído desde que Napoléon III partió hacia el frente en el verano de 1870.

El zar, la zarina y la gran duquesa Olga (que tenía menos de un año) se alojaron en el Hôtel d’Estrés, la embajada rusa. Allí tuvieron lugar las audiencias a Mme Carnot, viuda de asesinado presidente Sadi Carnot, al arzobispo de París, al Nuncio Apostólico y al cuerpo diplomático. Luego, almuerzo con lo más granado de la realeza y aristocracia francesa: el duque de Chartres, el duque de Aumale, la princesa Mathilde Bonaparte, el duque de Rohan, el duque de Luynes, el duque de Doudeauville, la duquesa de Uzès y el mariscal de Mac-Mahon, entre otros.

La sucesión de visitas fue particularmente intensa. El primer día, al mediodía, misa solemne en la iglesia ortodoxa de París, la catedral de Alejandro Nevski. Por la tarde, en el Palacio del Élysée, la presentación de los parlamentarios franceses y altos cargos del gobierno y el ejército, por la noche cena de gala oficial de 225 cubiertos. A continuación, el zar, fatigado, declinó asistir a los fuegos artificiales en el Champ de Mars. Los soberanos y el presidente partieron directamente a representación en la ópera, que finalmente también fue abreviada.

Día 2: Notre-Dame, Les Invlides y Pont Alexandre III

El día siguiente, visita matinal a Notre-Dame y luego a la Sainte-Chapelle y al Palacio de Justicia, con recepción a los altos cargos del poder judicial incluida. A continuación un tour por el Panteón, templo a las glorias republicanas francesas, con una parada especialmente emotiva a en la tumba del asesinado presidente Sadi Carnot. Para concluir la mañana, visita a Les Invalides y a la tumba de Napoléon I, que invadió Rusia bajo el reinado de Alejandro I, bisabuelo de Nicolás II. Almuerzo en el antiguo refectorio de la institución.

A las tres y pico de la tarde, con retraso según lo previsto, llegó uno de los puntos culminantes del viaje de estado: la colocación, en medio de una flotilla de yates y barcazas en el Sena, de la primera piedra del Pont Alexandre III, emblema pétreo de la alianza.

Por la tarde, visita a La Monnaie (la Casa de la Moneda), con intercambio de medallas y monedas conmemorativas incluido. Una vez partidos los soberanos y el presidente, se invitó a los trabajadores de la institución a tomar champán. A continuación, la Academie française, la presentación de los académicos, las disquisiciones sobre la visita de Pedro I el Grande en 1717 y la lectura de poesía. Pasadas las cinco, el cortejo se volvió a poner en marcha hacia el Hôtel de Ville (ayuntamiento), donde se presentaron el consejo municipal y tuvo lugar un concierto. Por la noche hubo representación teatral en la Cómedie-Française con fragmentos de obras de Musset, Corneille y Molière.

Día 3: el Louvre

La mañana del tercer día empezó con la visita al Louvre. Paradas obligatorias fueron la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, los restos de las Joyas de la Corona (vendidas en 1886) y la interminable colección de pintura. Todo ello en menos de hora y cuarto, no había tiempo, había que partir, por la tarde tocaba visita a Versalles. Entremedias una visita relámpago a la célebre manufactura de porcelana de Sévres y a su museo, el tiempo previsto era 25 minutos, se alargó más de una hora.

A la cuatro y media llegaban los soberanos rusos y el presidente al palacio de Versalles. Como era tarde, se decidió empezar por la visita a los jardines en calesa. Los solitarios parterres y avenidas, en medio del crepúsculo otoñal ofrecían una imagen particularmente melancólica de las pasadas glorias de la monarquía francesa. Parada excepcional en la Fontaine de Neptune donde fueron encendidos los surtidores.

Acto seguido, visita al interior del palacio empezando por los Aposentos de la Reina y en especial los petits cabinets de María Antonieta, soberana por la que la zarina sentía una viva curiosidad. A continuación recorrido por la Galerie des Glaces y los Grands Appartements hasta la capilla, luego vuelta hacia la galería para ver la puesta de sol desde el balcón central. Los soberanos quedaron particularmente impresionados por los estanques y los parterres teñidos del rojo crepuscular.

Para que reposaran brevemente, al zar y a la zarina se les preparó algunas estancias en el antiguo appartement privé (aposentos privados) de Luis XV y Luis XVI: el boudoir de la zarina en el dormitorio de Louis XVI, el salón de recepción en el llamado Cabinet de la Pendule, el gabinete del zar en el antiguo gabinete privado del rey y el tocador del zar en el gabinete de la princesa Adelaida. Todas las estancias fueron reamuebladas con una mezcla de muebles antiguos y modernos de procedencia real y con una remarcable profusión de flores.

El reposo duró hasta las siete y media, cuando todo el mundo se reunió en la Galerie des Batailles para la cena. La suntuosa galería, construida bajo Louis-Philippe I para glorificar la historia militar francesa (y a él mismo) había sido dividida en dos. La parte más cercana a la entrada había sido recubierta de tapices y guirnaldas de flores, servía de salón; la parte más lejana era el comedor, con una larga mesa para los ilustres invitados.

Una vez finalizada la cena, una parte de los invitados se trasladó a la otra punta del palacio, al Salon d’Hercule, para asistir a una representación de cortas partes de tragedias, comedias y ballets franceses. Sarah Bernhardt fue una de las actrices invitadas. Para concluir, una breve colación en el cercano Salon de Diane. A las once y media de la noche, en una berlina cerrada, el zar y la zarina abandonaron el palacio rumbo a la estación de Versalles, tocaba hacer un trayecto nocturno para ir a Châlons.

Día 4: la despedida

El último día de la visita a Francia estuvo consagrado a un desfile y maniobras militares celebradas en el campo de Châlons-sur-Marne. La comitiva llegó hacia el mediodía desde París. Hubo salvas de artillería, desfiles de los regimientos de ambos ejércitos, de los jefes árabes de las colonias francesas y una carga de la caballería francesa. Por la tarde, fue el turno de las emotivas despedidas, el zar y la zarina tomaron el tren imperial rumbo a Rusia. La apoteósica visita a Francia llegaba a su fin.

Nicolás II encargaría nada más llegar a San Petersburgo un retrato oficial que plasmara sus recuerdos de la visita a París. El sofisticado pintor Ernst Lipgart fue el encargado de pintar a un apuesto y joven zar rodeado del bureau de Louis XV que había visto en el Louvre, del sillón neorrococó del duque de Nemours colocado en sus aposentos en Versalles y de una galería que recuerda a la del Grand Trianon.

La pareja imperial tendría el honor de volver a visitar Francia. En 1901, el káiser Guillermo II invitó al zar y a la zarina a una revista a la flota alemana en Danzig. El gobierno francés, jugando la baza de la alianza franco-rusa, hizo lo mismo, invitó a la pareja imperial a una revista militar, no fuera el caso que Rusia olvidara quien era su única y auténtica aliada.

Esta vez no hubo visita a París. En su origen, el zar debía haber visitado la capital francesa en 1900, para inaugurar el Pont Alexandre III, pero el temor a un atentado anarquista hizo cancelar la visita.

En 1901, el Palacio de Compiègne, antigua residencia otoñal de Napoléon III al norte de París, fue reamueblada y electrificada a toda prisa. Nicolás II y Alejandra Feodorovna llegaron a Dunkerque el 18 de setiembre, esta vez fueron recibidos por el presidente Émile Loubet. En Compiègne, el zar tuvo el honor de dormir en el antiguo dormitorio de Napoleón I y Napoleón III; la zarina, por su parte, lo hizo en el de las emperatrices María Luisa de Parma y Eugenia de Montijo.

Unos 20.000 visitantes y 11.000 soldados saturaron el pequeño municipio de Compiègne durante la breve visita imperial. El primer día hubo maniobras militares y visita a varios fuertes y a la emblemática catedral de Reims. El segundo día, audiencias privadas y paseos por el parque del palacio, por la noche gran cena de gala. La cacería tuvo que anularse debido al mal tiempo. El tercer y último día se consagró a una revista militar en Bétheny, cerca de Reims. Luego el zar y la zarina partieron en tren hacia Darmstadt para visitar al hermano de la zarina, el gran duque Ernesto Luis de Hesse.

Como recuerdo de este segundo viaje, el presidente francés regaló a la zarina un tapiz representando a la reina María Antonieta de Francia con sus hijos. Cuán macabra puede llegar a ser la historia.

A lo largo de más de treinta años, como prueban estas dos visitas, la relación entre la más abierta de las repúblicas y la más cerrada de las monarquías siguió siendo estrecha y fundamental. Francia ofrecía importantes préstamos monetarios y un apoyo sin fisuras a la política rusa en los Balcanes, a cambio se esperaba que Rusia re-dirigiera sus planes militares de Austria-Hungría, su enemigo tradicional, a Alemania, el enemigo de Francia.

Durante años, los diplomáticos franceses convirtieron los asuntos balcánicos en uno de los pilares de su política exterior. Al mismo tiempo, presionaban al estado mayor ruso para que mejorara sus conexiones ferroviarias con la frontera alemana.

En el verano de 1914, mientras Europa se deslizaba al abismo de la Gran Guerra, el presidente Raymond Poincaré, acérrimo nacionalista, visitaba a Nicolás II en San Petersburgo. El presidente francés fue recibido en las afueras de la ciudad, en el palacio de Peterhof, entre su séquito se rumoreó que había huelgas y disparos en la capital rusa. Una vez más, una parte esencial de la visita fue una revista militar. A los franceses les pareció estupendo el ejército ruso y a los rusos les maravillaron los acorazados franceses.

La alianza franco-rusa, por extraña que parezca, siguió indeleble hasta la Revolución de Febrero. Su influencia en el estallido de la Primera Guerra Mundial no debe infravalorarse. Tampoco su éxito: consiguió distraer a las tropas alemanas de su avance hacía París. El coste humano fue altísimo.

Raison d’état.

(*) El autor es historiador. Estudió historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona y ahora ha terminado un máster en gestión de museos y patrimonio en la Universidad Complutense de Madrid. Realizó sus prácticas en el Palacio Real de Madrid. Actualmente es autor del Blog Noches Blancas y de Patrimonio de la Corona, dedicados a la historia y el arte en época moderna y contemporánea. Puede seguirlo en Instagram.

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Fake news en el imperio ruso: no, Rasputin no fue el amante de la última zarina

Contrariamente a la creencia popular, el monje con presuntos poderes curativos no fue un visitante al dormitorio de la emperatriz. Todo fue un invento. Escribe Georgei Manaev, historiador ruso especializado en la dinastía Romanov.

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Grigoriy Rasputin (1869-1916) fue una figura controvertida en la corte imperial rusa de principios del siglo XX. Seguramente no era un santo ni siquiera una persona virtuosa, pero lo que lo convirtió en amigo de la familia del zar fue su capacidad para dejar de sangrar en el zarévich Alexei Nikolaevich, el hijo hemofílico del zar Nicolás II y la zarina Alejandra.

¿Podría Rasputin realmente curar a zarévich Alexei?

Cuando la emperatriz Alejandra Feodorovna se encontró por primera vez con Rasputin, ya sabía que la ciencia médica de su tiempo no tenía cura para la hemofilia, la enfermedad de su hijo Alexei. Así que estaba lista para intentar cualquier cosa que pudiera ayudar al niño, que sangraba imparablemente por el más mínimo corte.

Las habilidades curativas de Rasputin han sido confirmadas por tantos contemporáneos que es difícil dudar de ellas. Sus poderes curativos han sido descritos incluso por personas con pocas probabilidades de creer en los milagros, por ejemplo, Pavel Kurlov, viceministro del interior en 1909-1911, quien escribió que “Sin duda, Rasputín tenía la capacidad de calmar [a la gente] e influir de manera beneficiosa el heredero menor de edad durante su enfermedad«. Mikhail Rodzianko, presidente de la Duma del Estado, también escribió que “Rasputin poseía una gran cantidad de hipnotismo. Debe haber sido de gran interés para la ciencia «.

En el verano de 1907, Rasputín ayudó por primera vez al heredero de tres años a superar una hemorragia interna. El monje simplemente se paró a los pies de la cama del heredero y oró. Después de eso, Rasputin detuvo regularmente el sangrado de Alexei. En 1912 en Crimea, fue convocado para detener una hemorragia renal repentina.

¿Cuál fue la naturaleza de la relación entre Rasputin y la emperatriz Alejandra?

La emperatriz Alejandra Feodorovna sufría de migrañas y espasmos cardíacos. Muchos médicos le recomendaron que «atendiera su sistema nervioso». Rasputín tuvo la capacidad de calmarla, al igual que hizo con el heredero. Pero Alejandra y el emperador Nicolás tenían una relación sólida y duradera. Se escribían regularmente, ambos estaban muy preocupados por el destino de su hijo enfermo y pasaban poco tiempo separados. Sin embargo, Alejandra apreciaba a Rasputín de una manera muy afectuosa.

Qué cansada estoy sin ti. Solo descansa mi alma cuando tú, mi maestro, estás sentado a mi lado, beso tus manos y apoyo mi cabeza en tus hombros felices. Oh, qué fácil es para mí entonces. Entonces deseo lo mismo: dormir, dormir para siempre en tus hombros, en tus brazos”. Estas son las palabras genuinas que la emperatriz Alejandra le escribió a Rasputin, y se convirtieron en la base de la leyenda sobre su supuesta relación sexual.

¿Quién creó la leyenda?

Podemos decir que el propio Rasputín contribuyó a su notoriedad, porque compartió las cartas que le envió la emperatriz, con un amigo. Las cartas eran de 1909-1910, y Rasputín las mostró o se las dio a una persona sombría llamada Sergey Trufanov, o Hieromonk (monje ortodoxo) Iliodor. Iliodor conoció a Rasputin en 1904 y se convirtió en su protegido. Iliodor predicó masivamente y se autoproclamó un sanador milagroso. Usó las conexiones de Rasputín para defenderse del Santo Sínodo ruso que estaba en contra de su predicación maníaca y las reuniones masivas que organizó.

En 1912, Iliodor y Rasputin tuvieron una pelea e incluso una pelea, y Rasputin dejó de proteger al hieromonk que fue puesto inmediatamente en un claustro (Florischeva pustyn) para la penitencia espiritual. En su contención, Iliodor escribió «The Holy Imp«, un libro que denigra a Grigoriy Rasputin, y publicó la carta de la emperatriz que inmediatamente se convirtió en un éxito de noticias viral. Ahora, todos pensaban que Rasputín se había acostado con la emperatriz, porque ella escribió que quería «besarle las manos«.

¿Era genuina la carta?

Aunque muchos historiadores pro-Romanov sostienen que Iliodor inventó la carta, muchas fuentes prueban que era genuina. En 1914, después de que una campesina Khioniya Guseva intentara asesinar a Rasputín, él mismo testificó que en 1910, Iliodor robó algunas cartas de la Emperatriz a Rasputín de la casa de Rasputín en Siberia, donde Iliodor era un invitado.

Vladimir Kokovtsov, primer ministro en 1911-1914, escribió que Alexander Makarov, ministro del interior, mostró las cartas al emperador Nicolás II (la policía logró recuperar los originales), y el emperador se enfureció al reconocer la letra de su esposa. Poco después de eso, Makarov fue despedido. Aunque las cartas fueron devueltas, toda Rusia chismorreaba sobre Rasputín y la Emperatriz.

Obviamente, los rusos de principios del siglo XX no tenían televisión. Apenas sabían cómo era Rasputín. Por ejemplo, esta foto se vendió en los estantes públicos de las ferias de la ciudad como «Rasputín y los niños». Podemos ver claramente que esto no es Rasputin, pero los rusos de su tiempo no pudieron (ver foto más arriba).

Esta foto muestra a Rasputin y su círculo de seguidores, incluida una dama de honor rusa, la amiga de Alejandra Feodorovna, Anna Vyrubova, y la discípula de Rasputin, Maria Golovina (sentada a la izquierda de Rasputin). Los rusos compraron copias de esta foto, pensando que Golovina era la emperatriz. Entonces, la ignorancia solo contribuyó al mito.

¿Rasputín y la emperatriz Alejandra podrían haber tenido realmente una relación sexual?

Para Alejandra Feodorovna, Grigoriy Rasputin era definitivamente el monje sanador, el “santo anciano”, aunque Rasputin era apenas tres años mayor que ella. Definitivamente confiaba en él y confiaba en su ayuda, pero para la emperatriz rusa, él era solo un muzhik, un campesino, incluso si poseía poderes curativos.

(*) Artículo publicado por RBTH y cedido a MONARQUIAS.COM. Georgy Manaev se graduó de la Universidad Estatal de Humanidades de Rusia en 2006 y tiene un título de Candidato en Ciencias en Historia de Rusia (2010) de la Academia de Ciencias de Rusia.

Cómo apareció una estatua de una princesa rusa en la Abadía de Westminster

Pariente del último zar ruso, fue brutalmente asesinada por los bolcheviques. Ahora su figura se encuentra junto a otros mártires, como Martin Luther King, en Londres.

Por Alexandra Guzeva / Gentileza de RBTH

El destino de Nicolás II y su familia es bien conocido. Exiliados a la ciudad Ural de Ekaterimburgo, fueron ejecutados a sangre fría en el sótano de la casa donde se alojaban. Posteriormente, en la década de 1990, fueron canonizados y declarados oficialmente mártires. Ahora el estado ruso está tratando de preservar su memoria a través de vallas publicitarias a nivel nacional con lemas como «Perdónanos, soberano». Pero otros miembros de la familia real rusa también sufrieron mucho, ya que los bolcheviques asesinaron sistemáticamente a todos los grandes duques de la dinastía Romanov que tuvieron a su alcance. Uno de los incidentes más atroces, pero casi olvidados, tuvo lugar no lejos de esa misma ciudad de Ekaterimburgo.

¿Quién era Elizaveta Fedorovna Romanova?

Nacida como princesa Elisabeth Alexandra Louise Alice de Hesse-Darmstadt, era la hermana mayor de Alexandra Feodorovna, la última emperatriz rusa, esposa de Nicolás II. Elisabeth, apodada cariñosamente «Ella» y su hermana Alix fueron muy religiosas desde la infancia y, al convertirse en miembros de la familia imperial rusa, ambas se convirtieron al cristianismo ortodoxo y se comprometieron en obras de caridad. Ella se casó con el gran duque Sergio Alejandrovich Romanov, tío de Nicolás II y un hombre muy influyente como gobernador general de Moscú. Juntos, la pareja hizo una peregrinación a Tierra Santa, y durante mucho tiempo ella y su esposo presidieron la Sociedad Palestina Ortodoxa Imperial, que organizaba misiones humanitarias.

A pesar de su estilo de vida piadoso, el destino de Ella fue miserable. No tuvo herederos varones, y en 1905 su esposo Sergio fue asesinado por terroristas. La revolución estaba en el aire y él era un franco oponente de cualquier constitución o debilitamiento de la autocracia. Ella, profundamente afligida, mostró sin embargo una tremenda bondad y misericordia, visitó al asesino de su marido en la cárcel e incluso pidió al zar que lo perdonara, pero fue en vano. Más tarde, fundó el Convento de Marta y María en Moscú, donde proporcionó a los pobres atención médica, comida y refugio. 

Cómo murió Isabel Romanov

En la primavera de 1918, Ella fue arrestada por los bolcheviques y, junto con muchos miembros de la familia imperial, exiliada a los Urales. El 18 de julio de 1918, el día después de que dispararan a Nicolás II y su familia, ella y una hermana laica del convento de Marta y María, así como otros cinco grandes duques y príncipes Romanov, fueron arrojados por un pozo de mina en la ciudad. de Alapayevsk cerca de Ekaterimburgo. Los bolcheviques dispararon a una víctima de antemano, mientras que a las demás las arrojaron con vida, seguidas de granadas de mano; todos murieron muertes largas y dolorosas. Según la leyenda, los lugareños escucharon oraciones y cantos provenientes de la mina durante varios días después.

La Guerra Civil Rusa ya estaba en su apogeo, y en otoño los bolcheviques se habían retirado, la ciudad fue ocupada por tropas de la Guardia Blanca monárquica. Recuperaron los cuerpos de los muertos y les dieron un entierro en la iglesia. Cuando los Blancos, a su vez, se vieron obligados a retirarse, el ataúd de Ella viajó con ellos y finalmente fue llevada a Jerusalén, donde fue enterrada según su deseo. 

¿Por qué hay una estatua de Isabel en la Abadía de Westminster?

En la década de 1990, la Iglesia Ortodoxa Rusa elevó a la santidad a la princesa Isabel ya todos los «Mártires de Alapayevsk», y se fundó el Monasterio Alapayevsk de los Nuevos Mártires de Rusia en el lugar donde perecieron en su honor. Varias iglesias y capillas están dedicadas a Ella en toda Rusia. El Convento de Marta y María todavía funciona, y allí se encuentra un monumento a su benefactor fundador.

La Iglesia Ortodoxa Rusa Fuera de Rusia canonizó a Isabel en la década de 1980. Luego, en 1998, en el muro occidental de la Abadía de Westminster, se decidió instalar estatuas a todos los «nuevos» grandes mártires del siglo XX. Ella está allí, junto a Martin Luther King.

Pero hay otra razón por la que Ella ahora está inmortalizada en piedra en el centro de Londres: está muy relacionada con la familia real británica. Ella y su hermana Alix eran nietas de la reina Victoria. Su madre, Alice, murió temprano de difteria, y su padre, el duque Luis IV de Hesse-Darmstadt, contrajo un nuevo matrimonio morganático. Así, Ella y Alix fueron criadas desde una edad temprana por su abuela, la Reina Victoria, y vivieron en Osborne House en la Isla de Wight.

Cómo la ‘enfermedad real’ arruinó la vida del último zarevich ruso

La corta vida de Alexéi estuvo teñida de dolor y sufrimiento: sufrió de una enfermedad congénita toda su vida, y fue fusilado por los bolcheviques a la edad de 13 años.

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‘Los últimos Zares’: 38 errores históricos de la serie de Netflix sobre la dinastía Romanov

Todo el mundo vio el Mausoleo de Lenin en la Plaza Roja con un texto que dice «1905», tal como lo presentaron los creadores del nuevo documental. Pero hay más.

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Moscú exhibe los tesoros diseñados por Carl Fabergé para los Romanov

El Museo de Nueva Jerusalén abrirá las puertas de una muestra especialmente dedicada al «joyero de los zares» y sus famosos «huevos imperiales». Esta es su historia.

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Bajo llave, perdidos o robados: los destinos de cinco tesoros de los Romanov

Tras la caída de la monarquía rusa, hace 100 años, el Estado socialista no perdió tiempo en vender huevos Fabergé y otras joyas para recaudar fondos. ¿Qué sucedió con estos tesoros?

Hasta la Revolución de 1917 la familia Romanov gobernó Rusia durante más de 300 años, y durante este tiempo acumuló un gran número de joyas de la corona hechas por los mejores artesanos. De vestidos de gala y huevos Fabergé, a pulseras y broches que impresionaron tanto a los embajadores y gobernantes europeos que muchos de ellos mencionaron estas joyas en sus memorias tras visitar la corte imperial de Rusia.

Después de la caída de la monarquía y la devastadora guerra civil, el joven Estado socialista no perdió tiempo en vender estas joyas para recaudar fondos para construir una nueva sociedad. Los tesoros de valor incalculable acumulados por el antiguo régimen fueron subastados o vendidos directamente a millonarios de Estados Unidos y Europa.

Algunos artículos, principalmente joyas de señora, se dividieron en pequeñas piezas y se vendieron discretamente. Otros encontraron nuevos propietarios en el extranjero o se perdieron sin dejar rastro. Sin embargo, varias piezas importantes permanecieron en el país y ahora se mantienen bajo llave en el Kremlin. Russia Beyond nos cuenta sus historias:

La Corona Imperial de Rusia

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También conocida como la Gran Corona Imperial, la corona fue el principal símbolo de poder para los monarcas rusos y la principal insignia imperial entre 1762 y 1917. Fue utilizada por todos los monarcas rusos, comenzando por Catalina II y terminando con Nicolás II.

Creada por el joyero de la corte George Friedrich Eckart y el artesano de diamantes Jeremiah Posier en sólo dos meses para Catalina II, la corona está decorada con 4.936 diamantes (2.858 quilates en total), 75 perlas mate grandes de la India y una espinela de 398,72 quilates.

Después de la Revolución de 1917, afortunadamente la corona sobrevivió y permaneció en el país. Hoy está guardada en la colección del Fondo de Diamantes, pero no se exhibe al público porque es simplemente demasiado valiosa. Sin embargo, para mostrar el esplendor de la corona, en 2012 se fabricó una réplica especial que costó alrededor de 1.000 millones de rublos (15,1 millones de dólares) y se exhibió en toda Rusia e incluso en el extranjero.

La Diadema Kokóshnik de María Feodorovna

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Otro tesoro que conserva el Fondo de Diamantes, es la Diadema Kokóshnik que perteneció a la esposa del zar Pablo I, la emperatriz María Feodorovna. Podría decirse que es la única diadema original que queda en Rusia, sobrevivió a la Revolución y ahora es una parte de valor incalculable de la colección de la fundación.

Un elemento habitual del aspecto nupcial imperial, la diadema triangular estilo Imperio está formada por diamantes de diferentes tallados y tamaños. Las briolette (piedras preciosas en forma de pera alargada) son móviles: a la más mínima vuelta de la cabeza tiemblan y centellean. La piedra central de la diadema es un raro diamante rosa pálido de 13,35 quilates.

Diadema ‘La Belleza Rusa’

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Una impresionante diadema de perlas y diamantes llamada «La Belleza Rusa» sufrió un destino menos afortunado. Hecha en 1842 por el joyero de la corte Carl Bolin para Alejandra Feodorovna, la esposa de Nicolás I, era una de las piezas favorita de la emperatriz de Rusia María Feodorovna, princesa danesa casada con el zar Alejandro III de Rusia.

La diadema es tan espléndida que en algún momento la Emperatriz la guardó en sus habitaciones. En 1919, después de que su hijo Nicolás II y su familia fueran asesinados, ella huyó del país, llevando sólo con ella las joyas que usaba diariamente. La tiara y otros objetos preciosos de la colección de la corona fueron tomados por los bolcheviques.

Según cuenta la historia, «La Belleza Rusa» fue vendida en Christie’s en 1927 a Holmes & Co, que más tarde la vendió al noveno duque de Marlborough, que la compró para su segunda esposa, Gladys. Cuando murió en 1977, la tiara volvió a cambiar de manos y terminó en la colección de la primera dama de Filipinas, Imelda Marcos.

Después de que ella y su esposo huyeran a Hawai en 1986, la tiara, junto con toda la colección de Marcos, fue confiscada por las autoridades. Se dice que podría reaparecer si el gobierno de Filipinas decide exhibir la tiara o sacarla a subasta.

La gargantilla de perlas y zafiros

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Otro objeto de la colección de María Feodorovna terminó en manos de la realeza británica. El diamante y la gargantilla de perlas, con un zafiro geométrico y un diamante, se vendieron en una subasta junto con otras piezas después de la muerte de Marie.

Supuestamente, fue comprada por la Reina María y después de su muerte en 1953 fue heredada por Isabel II. El collar ha sido usado a menudo por la hija de la reina, Ana, para ocasiones especiales como una gala de 2011, celebrada la noche antes de la boda del príncipe Guillermo.

Un broche de zafiro con arco de diamante

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Este gran broche de zafiro fue una de las cuatro joyas Romanov descubiertas hace unos años en la biblioteca americana de la USGS (Biblioteca de la Inspección Geológica de Estados Unidos, por sus siglas en inglés). Junto con el broche, los investigadores encontraron fotos de una tiara de zafiro y diamante, un brazalete de zafiro y un collar de esmeraldas.

Dichas fotos aparecen en un álbum del Fondo de Diamantes ruso de 1922 pero no están incluidas en la documentación oficial de las Joyas de la Corona Rusa publicada en 1925. Investigadores estadounidenses concluyeron que el broche de zafiro se vendió en Londres en 1927. Lo que le sucedió después, junto a las otras tres piezas, aún no ha sido aclarado.

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Fuente: RBTH