El 29 de julio de 1981, hace 40 años, una multitud reunida ante el londinense Palacio de Londres y millones de televidentes ovacionaron al príncipe heredero de Inglaterra, Carlos, tras su boda con la joven y tímida Lady Diana Spencer. Una “boda del siglo” que se convertiría en el desastre del siglo.
Durante varios días, miles de personas acamparon a lo largo de los tres kilómetros que separan el Palacio de Buckingham de la Catedral de San Pablo con la esperanza de poder ver el cortejo nupcial. Todos los comercios se pusieron en modo real: escaparates llenos de tricolor y exhibiendo varios retratos de la pareja e incluso se puso de moda en las peluquerías londinenses el corte de pelo “a lo Diana”.



Mil agentes armados y casi 2.000 policías montados y militares se encargaron de la seguridad, el dispositivo más importante desde la Segunda Guerra Mundial, en torno al palacio de Buckingham y la Catedral de San Pablo. A las 10.35 de la mañana, el carruaje del príncipe Carlos con el uniforme de capitán de la Marina Real fue ovacionado. Minutos después, desde Clarence House, el carruaje de la futura princesa de Gales, con un vestido de blanco marfil y una cola de más de 7 metros.
A lo largo del camino, cientos de miles de personas gritaban de alegría mientras ondeaban banderas británicas. Unos 750 millones de personas siguieron el histórico acontecimiento en todo el mundo por televisión y los reyes y príncipes de toda Europa se encontraban entre los más de 2.500 invitados. Entre ellos estaban la imponente princesa Grace de Mónaco, la primera dama estadounidense el rey de Tonga y el recién elegido presidente francés François Mitterrand.



Mientras se intercambiaban los consentimientos frente al arzobispo de Canterbury, la voz del futuro rey tembló y fue casi en un susurro que se oyeron sus dos palabras: “I will”. Diana, traicionada por los nervios, invirtió accidentalmente los nombres de Carlos y lo llamó “Felipe”. Después, Carlos colocó el anillo de oro de Gales en el dedo meñique de la mano izquierda de su ya esposa, siguiendo la tradición anglicana de que solo la mujer lleve anillo.
En junio de 1982, Diana dio a luz a su primer hijo, el príncipe Guillermo. Dos años después nació el príncipe Harry. Aunque en un principio fue presentado como un cuento de hadas, el matrimonio fue en realidad completamente amañado. Durante la entrevista televisada que hizo oficial el compromiso de la pareja, una periodista británica preguntó a Carlos si estaba enamorado. Dio una respuesta que no presagiaba nada bueno: “Lo que sea que signifique amor”.


Carlos y Diana era dos personas totalmente opuestas. Solemne, serio, austero y frío, él encarnaba la monarquía, mientras que Diana, hermosa, fotogénica y empática, fascinaba a las multitudes. Sin embargo su imagen pública escondía a una mujer herida, que sabía que su marido seguía enamorado de su amor de juventud, Camilla Parker Bowles, a la que Diana apodaba “el Rottweiler”.
La relación entre los príncipes de Gales terminó en un desastre, con revelaciones escandalosas de infidelidades y venganzas publicadas en la prensa, hasta que llegó el divorcio en 1996. un año más tarde, la trágica muerte de Diana en París, a los 36 años, en un accidente de coche junto a su nuevo amor, el rico heredero egipcio Dodi Al-Fayed, conmocionó al mundo y sacudió a la monarquía británica como nunca antes.
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