El 23 de junio de 1991, hace exactamente 30 años, el rey Harald V de Noruega fue consagrado como el nuevo monarca de su país en una ceremonia solemne y sagrada. El acontecimientos fue el cierre de un período de luto que había comenzado el 17 de enero de 1991, tras el fallecimiento de su padre, el rey Olav V (1903-1991).
La Catedral de Nidaros (Nidarosdomen), antigua ciudad medieval que desde 1931 adoptó el nombre de Trondheim, fue el escenario de aquella magnífica ceremonia de consagración y bendición. Allí, el 22 de junio de 1906, tuvo lugar la última coronación de un rey noruego, la de Haakon VII (1868-1957), fundador de la actual dinastía. Su hijo y sucesor, Olav V, fue bendecido y no coronado. La ceremonia de bendición de Harald V fue una réplica de la de Olav V.
Durante el oficio, los obispos Finn Wagle y Andreas Aarflot, en presencia de unos 2.000 asistentes, bendijeron al rey, lo invistieron por voluntad de Dios y le pidieron que le ilumine en el ejercicio de su cargo. El recorrido hasta Trondheim para la ceremonia de la bendición se inició en Oslo el 20 de junio, en un viaje que la tradición impone que se realice en tren. El regreso hacia la capital se realizó en barco a lo largo de la costa, y el nuevo rey recibió en cada ciudad el saludo del pueblo en los distintos puntos de su itinerario. Se espera que este mismo protocolo se aplique cuando el futuro rey, el príncipe Haakon, ascienda al trono.

La «Ceremonia de Bendición» remonta sus raíces a un milenio atrás y testimonia la profunda identificación entre la corona, el Gobierno y la Iglesia de Noruega. Antiguamente, las aclamaciones de los reyes de Noruega se llevaban a cabo en la asamblea del Oyrating, en Trondheim, y su origen se halla en el siglo X. La Ley de Sucesión al Trono del año 1163 establecía el Oyrating como asamblea nacional investida de la potestad de aclamar al rey noruego, y esta ceremonia se llevó a la práctica durante la proclamación del rey Sverre Sigurdsson, en 1177.
La nueva costumbre de consagración del rey, es decir, la coronación en el transcurso de una ceremonia religiosa, fue introducida en Noruega en esa época. El rey Magnus Erlingsson fue coronado y ungido en la ciudad de Bergen, arraigando de esta manera en su país una costumbre propia a los pueblos germanos. Por entonces, la costumbre de la coronación real iniciada en Europa por los emperadores romanos de Oriente y Occidente, ya formaba parte de los rituales cortesanos de la Europa cristiana.
El último rey proclamado en el Oyrating según las antiguas leyes fue Haakon V Magnusson, en 1299. Terminada la ceremonia en el lugar de la asamblea, los altos dignatarios eclesiásticos y temporales se dirigieron a Nidarosdomen, donde se ofició una misa solemne y el obispo bendijo al rey. Los sucesivos reyes fueron bendecidos en la catedral siguiendo esta pauta.

La última coronación de un rey noruego fue la de Haakon VII y la reina Maud, en 1906. Las insignias de la corona fueron colocadas en el altar mayor antes de la llegada del rey y, por primera vez desde 1531, se utilizó la catedral en toda su amplitud. Dos mil trescientas personas asistieron a la solemne ceremonia. Dos años más tarde, se anuló el Artículo 10 de la Constitución, con solo dos votos en contra, que establecía que un rey debía ser coronado para iniciar su reinado oficialmente.
Al ascender al trono el rey Olav V, en 1957, solicitó una ceremonia de bendición para comenzar su reinado, lo cual todos creyeron lógico ya que el rey es la cabeza visible de la Iglesia de Noruega. El 23 de junio d 1991, el rey Harald V y la reina Sonia continuaron con esta tradición que generaciones enteras de reyes noruegos siguieron durante 1.000 años de historia. Las insignias de la corona (corona, cetro, orbe y espada reales) fueron colocadas en el altar frente al cual los reyes, arrodillados, fueron bendecidos por el obispo de Nidaros.










