Hace 60 años: la boda de Astrid de Noruega, la princesa que no pudo renunciar al amor


El 12 de enero de 1962 Astrid siguió los pasos de su hermana mayor, la princesa Ragnhild, quien se casó con un plebeyo en 1953, pero el camino no fue fácil.

El 12 de enero de 1961 Noruega asistió en estado de shock al casamiento de la princesa Astrid, la hija del entonces rey Olav V, con un hombre plebeyo y divorciado. La boda había desatado una tormenta de pasiones en el reino escandinavo, en una Europa que todavía consideraba la boda de príncipes con plebeyos un asuntos absolutamente escandaloso.

En una época que las princesas se casaban aún por razones de Estado con otros príncipes, la boda de la princesa Astrid (entonces de 29 años) con el plebeyo noruego Johan Martin Ferner fue el eco del casamiento de la princesa Margarita de Inglaterra con el fotógrafo de la alta sociedad Tony Armstrong-Jones, una boda boicoteada por la ausencia de toda la realeza europea que fue invitada a Londres.

Astrid siguió los pasos de su hermana, la princesa Ragnhild, quien se casó con un plebeyo en 1953, pero el camino no fue fácil. En 1954, Noruega lamentó la muerte de la princesa Martha, esposa de Olav, víctima del cáncer a los 50 años de edad. La princesa tenía una salud en declive después de la guerra y y para sus tres jóvenes hijos fue una experiencia extremadamente difícil perder a su madre tan temprano en la vida. Su hija menor, Astrid, muy a su pesar, se convirtió así en la primera dama del reino ya que su abuela también había fallecido prematuramente.

Joven e inexperta, asumió con mucho talento las tareas que hasta entonces había cumplido su madre, acompañando a su abuelo Haakon VII en las mayores pompas cortesanas. “No sabía lo que estaba pasando, y no tuve ningún entrenamiento sobre cómo comportarme”, relató Astrid. “Hoy en día, te entrenan para que estés preparado antes de cumplir tus funciones. Pero yo no estaba acostumbrada a ser la pieza central, solía esconderme detrás de las faldas de mi madre. Y nunca había estado en una visita de estado. Pero recibí buenos consejos de tía Ingrid [reina de Dinamarca]: Haz lo que te parezca natural”.

Pero la nueva condición no le permitiría contraer matrimonio con el hombre que amaba, Johan Martin Ferner, un empleado de las tiendas Harrod’s de Londres que se cansó de esperar y se casó con una modelo profesional de la que se divorció apenas dos años después. Astrid y Ferner volvieron a encontrarse pero debieron luchar durante 13 hasta hasta lograr el consentimiento al matrimonio. En 1960, Astrid empezó una especie de huelga, negándose a cumplir con sus obligaciones reales hasta que su padre, ya convertido en rey, le diera su bendición.

La casa real de Noruega conoce el drama más terrible de su existencia”, anunció un respetado periódico noruego, en una época en la que Europa aún no estaba acostumbrada a los matrimonios de príncipes con plebeyos. Y de verdad fue un escándalo: el vicepresidente Parlamento se negó a felicitar a la pareja, el osbispo de Oslo se negó a casarlos y un diario cuestionó la falta de cordura de la princesa por no saber “elegir el camino del deber”.

La boda finalmente se celebró en enero de 1961, en presencia de numerosos príncipes extranjeros, incluida Margarita de Inglaterra con su flamante esposo. Pero, a diferencia de su hermana mayor, Astrid no fue “castigada” porque la casa real la necesitaba: con su padre viudo, y su hermano soltero, el país necesitaba una primera dama, por lo que ella continuó desempeñando esa labor y no perdió su estatus real ni su asignación estatal, señales de una importancia dentro de la corte que todavía conserva.

Los noruegos no tienen nada para reprochar a la princesa y su esposo plebeyo. En 2011, Astrid y Johan Ferner celebraron sus 50 años de matrimonio cuando la princesa -ahora con cinco hijos y cinco nietos- todavía es un miembro muy activo de la casa real y un gran punto de apoyo para su longevo hermano, el rey Harald V. En su 70 cumpleaños en 2002, la princesa recibió una pensión estatal honoraria como reconocimiento y agradecimiento por sus muchos años de esfuerzos, tanto como la primera dama del país y más tarde en relación con amplias tareas de representación.