Reinas del siglo XX: Victoria de Suecia, la reina que admiraba a Alemania


Mal recibida en la corte de Estocolmo por sus simpatía hacia el imperialismo alemán, se dedicó fielmente a la beneficencia, pero le costó mucho ganarse el respeto de los suecos.

La popular reina Sofía de Suecia, consorte del rey Oscar II, no se mostró muy de acuerdo cuando se eligió a la princesa Victoria de Baden como la prometida de su hijo mayor, el príncipe heredero Gustavo (futuro Gustavo V). La animosidad con la que la reina recibió a su futura nuera se extendió a todos los rincones de la corte y la princesa alemana tardó toda una vida en ganarse el afecto de Suecia. A su muerte, sin embargo, le fue reconocido el mérito de haber obrado silenciosamente por los enfermos y los necesitados.

Nacida en 1862, Victoria de Baden descendía del rey sueco Gustavo Vasa, lo que aportó una buena dosis de sangre sueca y legitimidad a la dinastía reinante en Suecia, los Bernadotte, de origen francés. Pero Victoria, hija del duque Federico I de Baden y nieta del káiser Guillermo I de Alemania, no era una mujer fácil de tratar.

Victoria llegó a Estocolmo a finales de septiembre de 1881 para convertirse en la princesa heredera de Suecia y Noruega. Era orgullosa de su origen alemán y de su educación prusiana; poseía un fuerte temperamento. En la coyuntura donde la monarquía sueca perdía poder político y su cuñado renunciaba a sus derechos dinásticos por casarse con una plebeya, Victoria opinaba que la dignidad real era otorgada por Dios y ningún poder mundano podía arrebatarla o renunciar a ella.

Su marido se convirtió en rey en 1907 y ella fue impopular entre un importante sector del los suecos, por su abierta política a favor de Alemania, sobre todo durante la Primera Guerra Mundial. Se decía que ejercía una fuerte y nociva influencia en la política exterior de su marido, y que sus pretensiones eran promover una eventual alianza militar entre Suecia y Alemania. Sus frecuentes viajes a su tierra natal en plena guerra fueron ampliamente criticados por la prensa de Suecia, argumentando que la soberana se sentía más alemana que sueca.

Tras la revolución de 1918, Victoria abandonó Alemania. Sin embargo, se le reconoce la fortaleza de su personalidad, que le permitió soportar las más adversas situaciones. Su salud se hallaba quebrantada desde su juventud y sus embarazos fueron de alto riesgo. Durante ellos fue sometida a tratamientos con medicamentos bastante perniciosos, como el mercurio. Su hijo menor, el príncipe Erik, sufrió una débil salud durante toda su vida, quizás debido al tratamiento que su madre recibió durante el embarazo, y falleció de gripe española siendo joven en 1918.

A finales de la década de 1920 la salud de Victoria de Baden empeoró y se obligó a permanecer en Italia definitivamente. La última vez que estuvo en Suecia fue con motivo del 70 aniversario de su esposo en 1928, y murió dos años después, en Villa Svezia (Villa Suecia), su hogar en Roma. Benito Mussolini expresó un enorme pesar por la pérdida de la reina.

El transporte de sus restos se hizo en el vagón real hasta el puerto de Swinemunde, en Alemania, en donde esperaba una división de la escuadra sueca. A bordo del crucero acorazado «Reina Victoria» fueron trasladados, con todos los honores, acompañados de Gustavo V y de su hijo el príncipe Guillermo, con rumbo a Estocolmo. Más de 150.000 habitantes contemplaron el paso del féretro, cubierto con la corona de la reina, en la capital sueca rumbo a la iglesia de Riddarholmen, donde victoria fue enterrada en el el Panteón de los Reyes de Suecia.

Todos los diarios ponen de relieve la gran inteligencia y sobre todo la bondad de corazón de la Soberana, cuya actividad filantrópica se ejercía en su mayor parte en secreto”, resumía la prensa. “Los diarios de la izquierda dicen que la educación de la Reina en la atmósfera de la casa imperial de Alemania la predestinó a los sentimientos conservadores y monárquicos, pero que su vida estuvo llena de tacto y ponderación, amabilidad e inteligencia, facultades que la captaron todas las simpatías hasta de los políticos más opuestos”.

Mujer con un gran talento artístico, aficionada a la pintura, a la fotografía y al piano, Victoria produjo una extensa obra pictórica y fotográfica. Su trabajo fotográfico fue de gran calidad, y experimentó todas las técnicas de su tiempo. Desde su infancia tuvo una excelente educación musical, y fue una gran pianista; interpretaba completa El Anillo del Nibelungo de Richard Wagner sin necesidad de leer las partituras.

También dedicó una parte de su vida a obras de beneficencia en Suecia, Alemania e Italia. Por iniciativa de Victoria, que también se ocupó mucho por combatir el cáncer, con motivo del cumpleaños setenta de su esposo esposo, se hizo una colecta nacional destinada exclusivamente a combatir el cáncer y ayudar, especialmente, a los enfermos que careciesen de medios. La convocatoria real recolectó más de cinco millones dé coronas, cantidad asombrosa si se tiene en cuenta que Suecia tenía entonces seis millones de habitantes.

Si bien durante sus últimos años, como consecuencia de su delicada salud, se vio obligada a permanecer largas temporadas en países de climas más templados, no dejó de estar en íntimo contacto con los suyos en Suecia, velando especialmente por la buena marcha y organización de las numerosas obras benéficas fundadas o protegidas por ella.


Posted

in

by