Escribió en el New York Times que el príncipe Harry quedó con el corazón “roto” tras haber sufrido ella un aborto espontáneo en julio pasado. Confesó que sienten “un dolor casi insoportable”.
“Era una mañana de julio que comenzaba tan ordinariamente como cualquier otro día: prepara el desayuno. Alimenta a los perros. Toma vitaminas. Buscaba ese calcetín perdido. Recogí un crayón que rodó debajo de la mesa. Recogía mi cabello en una cola de caballo antes de sacar a mi hijo de su cuna. Después de cambiarle el pañal, sentí un fuerte calambre. Me dejé caer al suelo con él en mis brazos, tarareando una canción de cuna para mantenernos a ambos tranquilos, la alegre melodía contrastaba con mi sensación de que algo no estaba bien…”.
Así comenzó a relatar Meghan Markle, la esposa del príncipe Harry y duquesa de Sussex, el momento en que pedió un segundo hijo por un aborto espontáneo en un emotivo artículo escrito para el New York Times, dedicado al sentimiento de pérdida en la vida humana. El aborto espontáneo, según el relato de Meghan, fue en julio de este año. La duquesa lo escribe entre líneas en el artículo, relatando el momento en que entendió lo que estaba ocurriendo: “Supe en un momento en que mientras estrechaba entre los brazos a mi primer hijo que estaba perdiendo al segundo”.

“Horas más tarde, yacía en una cama de hospital, sosteniendo la mano de mi esposo. Sentí la humedad de su palma y besé sus nudillos, mojados por nuestras lágrimas. Mirando las frías paredes blancas, mis ojos se pusieron vidriosos. Traté de imaginar cómo lo superaríamos. Recordé un momento el año pasado cuando Harry y yo estábamos terminando una larga gira por Sudáfrica. Yo estaba agotada. Estaba amamantando a nuestro hijo pequeño y estaba tratando de mantener una cara valiente ante los ojos del público”, continuó Meghan en su relato.
“ ‘¿Estas bien?’ me preguntó un periodista. Le respondí con sinceridad, sin saber que lo que decía resonaría en tantos: las nuevas mamás y las mayores, y cualquiera que, a su manera, hubiera estado sufriendo en silencio. Mi respuesta improvisada pareció dar permiso a la gente para decir su verdad. Pero no fue responder honestamente lo que más me ayudó, fue la pregunta en sí misma. ‘Gracias por preguntar’, dije. ‘No mucha gente me ha preguntado si estoy bien’”. “Sentada en una cama de hospital, viendo cómo se rompía el corazón de mi esposo mientras trataba de sostener los pedazos rotos del mío, me di cuenta de que la única forma de comenzar a sanar es preguntar primero: ‘¿Estás bien?’”, continuó la duquesa.
Meghan, exactriz estadounidense que se casó en 2018 con el príncipe Harry dijo que este año 2020 marcado por la pandemia “ha llevado a muchos de nosotros a nuestros puntos críticos” y agregó: “La pérdida y el dolor nos han afectado a todos en 2020, en momentos tensos y debilitantes. Hemos escuchado todas las historias: una mujer comienza su día, tan normal como cualquier otro, pero luego recibe una llamada que dice que perdió a su anciana madre a causa del Covid-19. Un hombre se despierta sintiéndose bien, tal vez un poco cansado, pero nada fuera de lo común. Da positivo por el coronavirus y, en cuestión de semanas, él, como cientos de miles más, ha muerto”.
“Perder un hijo significa cargar con un dolor casi insoportable, experimentado por muchos pero del que pocos hablan”, aseguró la duquesa en el artículo. “En el dolor de nuestra pérdida, mi esposo y yo descubrimos que en una habitación de 100 mujeres, de 10 a 20 habrían sufrido un aborto espontáneo. Sin embargo, a pesar de la asombrosa coincidencia de este dolor, la conversación sigue siendo un tabú, plagada de vergüenza (injustificada) y perpetuando un ciclo de duelo solitario”.
“Nos estamos adaptando a una nueva normalidad en la que los rostros quedan ocultos por máscaras, pero nos obliga a mirarnos a los ojos, a veces llenos de calidez, otras de lágrimas. Por primera vez, en mucho tiempo, como seres humanos, realmente nos estamos viendo”, finalizó Meghan, quien instó a los lectores a “comprometerse a preguntarle a los demás ‘¿estás bien?’”. “Hemos aprendido que cuando las personas preguntan cómo nos va, y cuando realmente escuchan la respuesta, con el corazón y la mente abiertos, la carga de dolor a menudo se vuelve más ligera, para todos nosotros. Al ser invitados a compartir nuestro dolor, juntos damos el primer paso”.