No puede faltar en la casa de cualquier mortal la pelea entre la suegra y la nuera. Como reinas y princesas son tan mortales como cualquier plebeya, ellas tampoco se han librado de este drama. Estas son las historias de reinas de España, Inglaterra y de Rusia que se han enfrentado a sus suegras (y la mayoría de las veces, terminaron perdiendo).
María Luisa y María Antonia

Por si estar casada con un marido como Fernando VII no fuera suficiente para la desdichada María Antonia de Nápoles, esta princesa napolitana también tuvo que sufrir en carne propia el maltrato de su suegra, la reina María Luisa, una mujer horrible y venenosa que vivía con ella. La madre de Fernando VII detestaba terriblemente a su nuera (que además era su sobrina), y jamás tuvo reparos en hablar de ella con rabia y desprecio.
La suegra sentía celos, porque María Antonia, joven despierta y decidida, se dispuso a sacar a su marido del atontamiento infantil en el que vivía y le ayudó a interesarse en los asuntos de Estado, cosa que afectaba la influencia de la suegra real. Cada vez que podía, frente a cortesanos, nobles y familiares, María Luisa se refería a su nuera como la “víbora ponzoñosa”, el “animalito sin sangre” y la “rana a medio morir”. Cuando la desafortunada María Antonia murió prematuramente, en el año 1806, todo el mundo sospechó que su suegra la había envenenado.
Sofía y Sissi

La archiduquesa Sofía, madre del emperador Francisco José de Austria, de veras que se entrometía en todo. Reina de la corte, decidió que su hijo mimado debía casarse con la chica que ella le elegiría, la princesa Helena de Baviera. Sin embargo, el emperador se enamoró de la hermana de Helena, la princesa Isabel, apodada «Sissi». Contra la voluntad de su madre, el emperador le pidió matrimonio a Isabel. Sofía se opuso hasta el último día antes de la boda con comentarios venenosos: es demasiado pálida, muy alta, parece enferma, luce salvaje, tiene los dientes amarillos…
La boda se celebró en 1854 y, aunque Francisco José nunca dejó de amar a la bonita “Sissi”, Sofía nunca le perdonó su intromisión y se dedicó la vida imposible desde el mismo día en que puso un pie en Viena por primera vez. Sofía estuvo presente en todo instante: acompañó a su hijo hasta la cama donde debía consumar el matrimonio, examinó las sábanas y la ropa de Sissi para comprobar que había perdido la virginidad y estuvo con ellos en su luna de miel. Tan insoportable fue la presencia de su suegra, que Sissi le encargó la crianza de sus hijos y se alejó en un mundo de melancolía, viajes y vanidad que la acompañó hasta sus últimos días de vida.
Victoria y Alejandra

A principios de la década de 1860, Lord Stanley dijo que en todo Londres se comentaba la “enorme insistencia” que la reina Victoria de Inglaterra (1819-1901) mostraba por “controlar todos los detalles de la vida» de su hijo y heredero, el príncipe de Gales, y especialmente de su nuera, Alejandra de Dinamarca. “No pueden ni almorzar sin que ella les dé permiso antes… Además, exige un informe diario y detallado de todo lo que pasa en Marlborough House, que debe ser enviado a Windsor”, decía Stanley.
Aunque Victoria era invisible, porque insistía en guardar profundo luto por su amado Alberto, su necesidad de controlar a sus hijos era casi enfermiza, por lo que creó una red de espías e informantes que la mantenían al tanto de todo lo que ellos y sus cónyuges hacían, incluyendo el ciclo menstrual de su nuera, la princesa de Gales. Los bailes de la corte debían ser programados de acuerdo con el período de la nuera real. Por lo demás, la atmósfera en la casa de Victoria era lúgubre y luctuosa, y Alejandra adoraba la época en que podía escapar de Inglaterra para irse de vacaciones con su familia a su Dinamarca natal.
María y Alejandra

La princesa Alix de Hesse (1872-1918) fue la última zarina de Rusia, esposa de Nicolás II. Nieta de Victoria de Inglaterra y educada en la agradable corte de Hesse, tuvo una horrible recepción en la corte de los Romanov cuando llegó a Rusia, en 1894. Sus súbditos quedaron impresionados al verla por primera vez, completamente enlutada, por la muerte del zar Alejandro III (su suegro) y, supersticiosos como eran, decían que aquella imagen era un mal presagio.
Los cortesanos y la nobleza rusa, así como la mayor parte de la familia imperial, la despreciaron desde el principio por su carácter, al principio alegre y luego triste. Pero por sobre todo, Alix nunca fue del agrado de su suegra, la zarina viuda María Fiodorovna, quien la criticaba abiertamente: “Esa chica está desprovista de todo encanto, parece un tablón de madera. Camina erguida, como si se hubiese tragado un palo de escoba”. La viuda se sentía ofendida por haber sido desplazada por una joven alemana y de tener que compartir todo con aquella princesa alemana. Años más tarde, María calificaría a su nuera como la principal culpable de los sucesos que afligieron a Rusia antes de la caída del Imperio.
María Cristina y Victoria Eugenia

Los primeros años de Victoria Eugenia de Battenberg como reina consorte de España fueron especialmente deprimente. El contraste de la corte española con su vida en su Inglaterra natal no podía ser más grande: la incomodidad, la formalidad lo dominaban todo. Por si fuera poco, Victoria Eugenia vivía bajo la mirada escrutadora de su suegra. Protocolar, fría, religiosa e implacable, María Cristina de Habsburgo lo dificultaba aún más la adaptación a su nuevo país.
La suegra seguía de luto por su difunto esposo -muerto veinte años antes de la boda de su hijo, y conservaba hasta el máximo el rigor y la austeridad cortesana. Se decía que su corte parecía un convento, Cuando en 1907 Victoria Eugenia dio a luz a su primer hijo, su suegra le espetó: «Nosotras, las españolas, no gritamos cuando traemos un rey al mundo». «Ahora verán lo que es capaz una inglesa», respondió la reina. Según los biógrafos reales, la estricta suegra se mostraba incansablemente inquisitiva, haciéndole continuas sugerencias y reproches sobre su conducta.
(*) Artículo publicado originalmente el 7 de septiembre de 2017 y actualizado el 26 de septiembre de 2020.