Pocos se imaginan a un hombre maleducado y con serios problemas psiquiátricos reinando actualmente en el palacio de Buckingham.
En 1837, cuando el rey Guillermo IV de Gran Bretaña y Hannover falleció sin descendencia legítima, su joven sobrina la princesa Alejandrina Victoria de Kent fue conducida a la Abadía de Westminster para su coronación. Tenía 18 años y era la única hija del fallecido duque de Kent, hijo a su vez del rey Jorge III.
Jorge III y su esposa, la reina Carlota, tuvieron nada menos que 16 hijos, una enorme descendencia que sin embargo no pudo evitar que la corona estuviera en crisis debido a la falta de potenciales herederos. Varios de sus hijos (incluido Guillermo IV) tuvieron hijos con mujeres que no fueron aceptadas como legítimas debido a sus orígenes plebeyos
Por eso, el nacimiento de la princesa Victoria fue considerado un milagro (su padre tenía ya cincuenta años), la salvación de la monarquía. Con la muerte de la princesa Carlota de Gales, hija de Jorge IV, y del duque de Kent, Victoria se ubicó como la primera en la línea sucesoria.
Este mecanismo dejó de lado, sin embargo, a uno de sus tíos menores, Ernesto Augusto, duque de Cumberland y Teviotdale, odiado por toda Gran Bretaña a causa de su detestable personalidad. Se rumoreaba fuertemente que había violado a su propia hermana y que había intentado asesinar a Victoria para quedarse con la corona.
Desde entonces, los Hannover estuvieron cada vez más enemistados con la descendencia de la reina Victoria.
Al morir Guillermo IV y ser coronada Victoria, el feudo originario de la dinastía en Alemania, Hannover, debió quedar en manos del duque de Cumberland ya que ese reino no permitía que las mujeres fueran coronadas. De esta forma, Hannover se trasformó en un reino independiente y Ernesto Augusto vio colmadas sus ambiciones de tener una corona para sí mismo.
A Ernesto Augusto I le sucedió como rey de Hannover su hijo, Jorge V, quien era completamente ciego y perdió toda autoridad cuando el reino pasó a integrar el Imperio Alemán, bajo la autoridad del Rey de Prusia. Por consiguiente, la familia fue despojada de varios de sus poderes y territorios.

El hijo del rey, el príncipe heredero Ernesto Augusto de Hannover (1845-1923), estaba casado con la princesa Thira, hija del rey de Dinamarca. Su hijo, también bautizado Ernesto Augusto, duque de Cumberland, fue nombrado Duque de Brunswick cuando se casó en 1913 con la princesa Luisa Victoria de Prusia, hija del emperador alemán Guillermo II.
Cinco años después, con la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, Ernesto Augusto III (1887-1953) fue despojado del ducado de Brunswich y desterrado. Su única hija mujer, la princesa Federica, nacida en 1917, sería reina de Grecia y, además, madre de la reina Sofía de España y abuela del rey Felipe VI.
Ese mismo año, el rey inglés Jorge V (nieto de la reina Victoria), renunció a todos sus títulos y apellidos de origen alemán para adoptar el apellido Windsor y borrar de un plumazo cualquier relación familiar con el enemigo. Y fue más lejos: los príncipes alemanes emparentados con la rebautizada familia real británica perdieron sus títulos y honores británicos.
El ducado de Cumberland fue suspendido por las actividades de Ernesto Augusto III al servicio de Alemania en la guerra, pero desde entonces, los príncipes de Hannover reclaman para sí mismos ese ducado, que les correspondería por ser descendientes directos por línea masculina del rey Jorge III. La participación de varios príncipes de esta familia en el nazismo abriría una grieta aún más grande con sus parientes ingleses.
El príncipe Ernesto Augusto IV de Hannnover, duque de Brunswick y Luneburg (1914-1987), abierto partidario del nazismo, le sucedió en la jefatura de la dinastía y se casó con la princesa alemana Ortrud de Schleswig-Holstein (la foto que ilustra esta nota es de su boda). Entre sus hijos se encuentra, el actual patriarca de la rama dinástica, Ernesto Augusto V (nacido en 1954).
Casado en primeras nupcias con Chantal Hochuli y padre de dos varones (el heredero, Ernesto Augusto VI y Christian), Ernesto Augusto V se hizo aún más famoso por haberse casado en 1999 con la princesa Carolina de Mónaco, con quien tuvo a la princesa Alejandra. Este matrimonio con una princesa católica le valió a Ernesto Augusto V la pérdida de sus derechos al trono británico.
Ernesto Augusto, de hecho, sería el actual Rey de Gran Bretaña si la reina Victoria nunca hubiera nacido, por ser el descendiente en línea masculina de Jorge III. Inmensamente impopular por sus malos hábitos y su conducta, en los últimos años apareció en los medios de comunicación por altercados violentos y pasó temporadas en sanatorios psiquiátricos.
Su hijo, el joven Ernesto Augusto, se hizo cargo del patrimonio familiar en claro desafío a la autoridad paterna, cuyo nombre comenzó a manchar al linaje de los Hannover, y sigue usando formalmente el título de príncipe, aunque ahora tiene un significado meramente simbólico en Alemania.