La leyenda de la «Dama Blanca», esa fantasmagórica mujer que auguraba la muerte en la realeza


Ese fantasma ha cumplido con puntualidad su presencia en las grandes tragedias de las dinastías Hohenzollern y Habsburgo.

A principios de 1901, cuando corrió por la corte de Berlín el rumor de que una figura fantasmagórica se había aparecido en palacio anunciando la pronta muerte de un miembro de la familia imperial de Alemania, todo el mundo pensó lo peor sobre la emperatriz viuda Victoria, que se hallaba seriamente enferma.

Los prusianos más viejos afirmaban que aquella misteriosa figura era la “Dama Blanca” cuya aparición anunciaba siempre la muerte de algún miembro de la dinastía Hohenzollern o un grave problema para la dinastía. Lo cierto es que la emperatriz viuda murió pocas semanas más tarde.

Nadie sabía quién o qué era la Dama Blanca, pero su presencia había aterrorizado a la dinastía Hohenzollern durante siglos. Las leyendas aseguraban que se trató de la amante de un margrave de de la misma estirpe real con quien tuvo varios hijos, aún cuando estaba casado. A la muerte de la margravina, la amante, irritada porque el viudo no quería casarse con ella, aparentemente mató a sus hijos, creyendo que eran el obstáculo que se interponía entre ella y la boda.

Siempre según la leyenda, la muerte de los príncipes fue vengada al ser la mujer sentenciada a ser sepultada viva. Al morir, juró aparecerse siempre que fuera a morir algún príncipe Hohenzollern, promesa que al parecer siguió cumpliendo durante siglos.

Otra versión de la misma leyenda asegura que Joaquín I, elector de Brandeburgo en el siglo XVI, deseaba ampliar su castillo encontrándose que no podía hacerlo bien porque la humilde casa de una viuda ocupaba parte del terreno necesario. Como buen señor feudal, ordenó derribar la casita de la viuda.

La pobre mujer, no creyendo que tal injusticia hubiera sido ordenada por el príncipe, se arrojó a sus pies suplicando su ayuda. El príncipe ordenó retirarla brutalmente de su presencia y entonces la viuda, volviéndose a él, le dijo: “¡Me quitas todo cuanto poseo y además me arrojas de tu presencia sin querer hacerme justicia! ¡Cuando se acerque tu hora y la de cualquiera de tus presentes, yo me presentaré ante ustedes para recordarles el crimen que acabas de cometer!”

Los historiadores aseguran que el gran elector Guillermo de Brandemburgo vio el fantasma de la Dama Blanca justo antes de morir. Federico Guillermo, el exéntrico padre de Federico II el Grande de Prusia llamó una noche a su chambelán para comunicarle que acababa de ver a la fantasmal mujer y ordenarle que trajera junto a su cama el féretro en el que deseaba ser sepultado para ver si quedaría bien. Hizo bien, porque murió pocos días más tarde.

El príncipe Luis de Prusia y su ayudante, el conde Noslitz, aseguraron haber visto a la Dama Blanca en el castillo de Schwarzburg-Rudolfstadt la noche antes de la batalla de Saafeld en 1806, precisamente cuando estaban hablando de la seguridad que tenían de ganarla. La batalla se perdió y la Dama Blanca fue vista de nuevo cuando el ejército prusiano emprendía la retirada. La historia fue narrada por el hijo de Noslitz al emperador Federico III, cuya muerte a causa de un cáncer fue pronosticada también por una aparición.

Los Habsburgo, golpeados por duelos trágicos, también tenían su Dama Blanca

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La prensa europea difundió en 1900 la historia de un médico que decía haber fotografiado a la Dama Blanca de los Hohenzollern.

La dinastía de los Habsburgo, que reinó en Borgoña, en Sacro Imperio Romano Germánico y en el Imperio austrohúngaro, también tenía su propia leyenda de la Dama Blanca, que solía aparecerse ante los emperadores y archiduques para anunciarles que en poco tiempo partirían al Más Allá.

En España se habría manifestado por primera vez en el monasterio español de Yuste en 1558 para anunciar la muerte del emperador Carlos V, de la casa de Habsburgo: una mujer vestida de ropas de cola blanca fue vista en la recámara del soberano.

Se ignora si solo la Dama Blanca se apareció ante el emperador don Carlos o si fueron varios, pero lo cierto es que el hijo de Juana la Loca captó la indirecta y dispuso que le organizasen los famosos funerales en vida en los que, según cuentan, se recostaba en su ataúd mientras los monjes de Yuste celebraban misas para que, llegado el momento, todo saliera a la perfección.

Cuando la futura emperatriz María Luisa velaba a su moribunda madre, en compañía de su hermana Leopoldina, la pequeña archiduquesa preguntó de repente quién era la dama vestida de blanco que acababa de entrar abruptamente. Es la Dama Blanca, que viene a buscarme”, respondió la emperatriz agonizante dando su último suspiro.

Veinticinco años más tarde, se apareció al propio hijo de María Luisa, que murió en el castillo de Schönbrunn. Tiempo después, en 1889, un chambelán de la casa real y unos campesinos aseguraron haber visto a la dama rondando el pabellón imperial de caza de Mayerling, horas antes de que el cuerpo del archiduque Rodolfo apareciera con un disparo en la cabeza. Si le hacemos caso al diario francés “Le Figaro” en su edición del 5 de febrero de 1889, la dama se apareció ante Rodolfo esa misma noche.

Se dice que la emperatriz Isabel (“Sissi”) se sentía atormentada por la Dama Blanca y aseguró haberla visto nítidamente cuando murió su hija, la archiduquesa Sofía a consecuencia del tifus, cuando los revolucionarios mexicanos fusilaron a su cuñado Maximiliano I de México, cuando murió ahogado su primo Luis II de Baviera, y cuando su hermana murió a consecuencia de un incendio en un bazar de París. “Todos moriremos de muerte violenta”, vaticinó Sissi.

El 8 de septiembre de 1898, Isabel despertó sobresaltada en su habitación del Hotel Beau-Rivage de Ginebra y le contó a su dama, la condesa Ida Ferenzcy, que creía haber visto a la misteriosa sombra que visitaba a los Habsburgo antes de su muerte. Dos días después, cuando se disponía a tomar un ferry que la llevaría a Montreux, la emperatriz más hermosa de su tiempo fue asesinada por un anarquista.

Cuando el estado mayor del emperador Napoleón estuvo alojado en el castillo de Bayreuth, la Dama Blanca se apareció a los oficiales y el general Espagne se impresionó tanto que murió. El propio emperador francés, que era muy supersticioso, no quiso dormir nunca en ese castillo. Más tarde, cuando construía en París un magnífico palacete, se encontró con que una pequeña casita ocupaba parte de los terrenos que el arquitecto había destinado para esta mansión.

Conociendo la leyenda de Joaquín de Brandemburgo, Napoleón no quiso derribarla ni expropiarla, sino comprarla a su dueño por diez veces más su valor. Como Napoleón aspiraba a fundar una dinastía poderosa y eterna, no quería que sus descendientes fueran visitados por un fantasma de mal agüero como la Dama Blanca.

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