Libro «Las princesas susurrantes»: descubra las vidas de Luisa, Toria y Maud de Gran Bretaña


“Una de mis tías tenía el poco afortunado tino de regalar cosas que no servían para nada; tales objetos se relegaban a un cajón especial. Cuando no sabíamos qué regalar a alguien, nos bastaba con acudir a ese cajón para evitar la acusación de gente olvidadiza y desnaturalizada. Pero esta práctica tuvo una vez consecuencias embarazosas. Al recordarme mi hermana María que se aproximaba el cumpleaños de esta tía mía, me fui al cajón de regalos y elegí un lapicero de plata; lo envolví y se lo envié con cariños y felicidades. La carta en que mi tía me daba gracias me dejó helado: ‘No me importaba mucho que no te gustara el lapicero que te regalé en la Navidad, pero lo que me entristece es me devuelvas’”.

Con estas palabras se refirió el duque de Windsor en sus memorias a una de sus tías –aunque sin especificar cuál de ellas-, las princesas Luisa, Victoria y Maud de Gran Bretaña. Alegres y despreocupadas, poco relevantes en el sentido dinástico y deslucidas ante la fascinante presencia de su madre, las princesas fueron las hijas del rey Eduardo VII y Alejandra “Alix” de Dinamarca, y sin las protagonistas de «Las princesas susurrantes». Para quienes no pertenecían al círculo íntimo de la familia real, las “princesas susurrantes de Gales” daban la impresión de ser terriblemente tímidas. Según recordó una prima de ellas, la princesa Missy (futura reina de Rumania), Luisa, Toria y Maud hablaban en “un tono de voz inaudible”, y la gente las llamaba “Su timideza real”.

Así escribió María de Rumania sobre su tía y sus primas: “Mis tres primas, Luisa, Victoria y Maud, siempre estaban hablando por detrás. Las tres eran muy simpáticas, pero, también, nos trataban a nosotros como los jóvenes que éramos haciéndonos sentir cruelmente nuestra inferioridad, aunque teníamos entre cinco y diez años menos que ellas. Ellas solían llamarme infantilmente ‘querida y pequeña Missy’… Recuerdo que la Familia Gales, como los llamábamos, para distinguirlos de los primos Connaught, los Albany y los Battemberg, tenían un talento especial para acumular lo que llamábamos ‘tesoros’. Nos sorprendíamos ante la magnitud de sus colecciones; animales de bronce, piedras chinas, fotografías, acuarelas de jardines y fotografías de rostros de mujeres bonitas… Retratos de sus caballos favoritos, de sus perros favoritos, de sus amigos favoritos… Las primas Gales tenían una forma muy especial de llamar ‘pequeña querida’ o ‘pobre pequeño’ a todo aquel que conversara con ellas, siempre utilizando diminutivos (…) Por qué las primas Gales lucían siempre triste, no puedo explicarlo. La Tía Alix nunca transmitió esa sensación de tristeza…”.

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