“H-7”, el rey demócrata que dijo “no” al nazismo y salvó a Noruega en la Segunda Guerra Mundial


El pasado 9 de abril se cumplieron 80 años de la invasión nazi en Noruega y el 8 de mayo los 75 años de la liberación, crisis en la que Haakon VII, el primer rey de la monarquía moderna de Noruega, tuvo un papel importantísimo. La popularidad de la que gozó este rey durante sus 50 años de reinado estuvo basada en algo más que en su amistosa sencillez y su accesibilidad democrática. Cuando en 1947 se celebró su septuagésimo quinto cumpleaños, toda Noruega se vio engalanada con su retrato. Un turista norteamericano que presenció tal cosa, comentó en tono de broma: «Este Haakon debe estar haciendo campaña para su reelección«. Y no sabía que, en realidad, el rey Haakon había sido elegido para su cargo.

¿Quién fue HaakonVII?

UN MONARCA ELECTO

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En 1905, al separarse Noruega de Suecia después de haber permanecido como un solo reino por casi un siglo, el gobierno de Noruega ofreció la corona al príncipe Carlos de Dinamarca (1872-1957), casado con una nieta de la reina Victoria de Inglaterra, la princesa Maud.

Para estar más seguro de que Noruega deseaba tenerlo como monarca, Carlos pidió celebrar un referéndum en el que, con un voto del 78%, el pueblo noruega lo eligió como rey. Carlos, después de adoptar un nombre tradicional a fin de restituir la estirpe de los antiguos reyes noruegos. Haakon VII embarcó con rumbo a Oslo y se convirtió en el primer rey de Noruega desde Olaf IV, muerto en 1387.

«¡Un monarca electo! ¡Eso es demasiado horrible!», escribía la gran duquesa de Mecklemburg a su sobrina, la Princesa de Gales.

Una gran tormenta de nieve dio la bienvenida a los nuevos reyes con su pequeño hijo el príncipe Alejandro, quien fue rebautizado con el nombre de Olav. Al llegar a su nuevo país, Haakon VII recorrió las principales ciudades, donde recibió una cordial bienvenida. Recibió, también continuas alusiones respecto a su papel constitucional.

En la recepción que se le brindó en una pequeña aldea de pescadores, un orador, señalando una gran piedra, le recordó a Haakon VII que, en los tiempos de los vikingos, los campesinos habían decapitado sobre esa piedra a los reyes que abusaron de su poder. Al volver a Oslo, el rey reflexionó: «He escuchado 300 discursos y en todos se me ha advertido que no tengo nada que decir en este país«.

CAE LA NOCHE EN NORUEGA

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Cuando Haakon VII ya había reinado sobre la pacífica y próspera Noruega por 35 años, cayó la noche el 9 de abril de 1940. En la mañana de ese día, un sujeto que se había registrado en un hotel de Oslo como vendedor de medias bajó vestido con el uniforme de general del ejército alemán y asumió el mando de las fuerzas nazis que habían invadido a Noruega en paracaídas y transportes marítimos y por medios similares a la táctica del Caballo de Troya.

En Oslo, tanto el rey como los ministros y el Storting (parlamento) rechazaron el ultimátum por el cual se exigía a Noruega aceptar el dominio nazi. El día después de la invasión, el embajador alemán Curt Bräuer solicitó una reunión con el rey en la que le exigió detener cualquier tipo de resistencia noruega. Pero esto no fue todo. Además, anunció que Adolf Hitler había solicitado que se nombrase al nacionalista noruego Vidkun Quisling como primer ministro.

ULTIMATUM REAL

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El rey rechazó la demanda, haciendo notar que el partido político de Quisling, el nacionalsocialista, tenía apenas diez mil miembros y jamás había alcanzado en elecciones noruegas más de un dos por ciento de los votos. «En vuestras manos está la decisión«, proclamó el rey ante su gabinete. «Pero si deciden aceptar las demandas alemanas, me veré obligado a abdicar, puesto que to no puedo nombrar a Quisling como primer ministro«.

Aún cuando la mayor parte de los periódicos y de las estaciones de de radio estaban ya en manos de los invasores, la noticia de la posición asumida por el rey Haakon se extendió rápidamente por toda Europa. ¡El rey de Noruega se niega a obedecer a Hitler! La parálisis, que fue la primera reacción de la población noruega, se tornó en una determinada resistencia y el rey se convirtió en su principal líder.

«Noruega estaba en una situación delicada. El país se convirtió en un objetivo capital para el Reich, porque este pretendía utilizar los fiordos como bases de sus submarinos y el puerto de Narvik para el tránsito del hierro que llegaba a Suecia por ferrocarril y luego por mar a Alemania. Además, las bases aéreas disimuladas en esos mismos fiordos le permitirían atacar al Reino Unido» (Jeans Des Cars)

ESCAPANDO DE LAS BOMBAS

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El rey, su hijo, su nuera, Marta de Suecia, y sus tres nietos se marcharon de Oslo en un tren especial hacia el Norte. Ese día, Quisling se autoproclamó primer ministro. La familia real se separó en Hamar: la princesa Marta y sus tres hijos cruzaron la frontera hacia Suecia, donde estuvieron cuatro meses antes de partir a los Estados Unidos como huéspedes del presidente Roosevelt.

El rey y el príncipe, ataviados con sus uniformes de general, declararon que irían al frente a luchar y se dirigieron a Elversum: «Nos negamos a rendirnos«, anunció el rey. El 15 de abril estuvieron a punto de ser destruidos por las bombas, pero afortunadamente llegaron a arrojarse a tiempo sobre la nieve.

Por orden del alto comando alemán, Haakon fue colocado como primero en la lista de los objetivos militares: debía ser secuestrado y ejecutado sin contemplaciones. Se emprendió entonces una desesperada cacería a través de los bosques y montañas del sur de Noruega adonde el monarca y su gobierno libre se habían ocultado. El rey dormía con su uniforme de comandante en jefe de las fuerzas armadas noruegas porque, si era capturado, lo sería como rey.

Las bombas de los aeroplanos reducían a escombros, una tras otras, aldeas indefensas por si en alguna de ellas pudiera hallarse el rey. Este, en constante movimiento, rara vez dormía dos veces en el mismo lugar. En cierta ocasión pasó por una zona infestada de alemanes, en un tren de correo, disfrazado con gafas oscuras y un sombrero viejo. A pesar de sus 68 años, el rey no aceptaba ningún privilegio en cuanto a alimentación o comodidades para dormir.

La desigual batalla no podía durar mucho tiempo. En la primera semana de junio de 1940, Gran Bretaña y Francia anunciaron el retiro de las fuerzas con que habían estado prestando su ayuda. Terminó así la guerra de 63 días en Noruega. El 7 de junio, la misma fecha de la separación de Suecia y Noruega en 1905, Haakon VII se reunió por última vez con su gabinete, en Nybergsund, y expidió una proclama en la que explicaba por qué se veía obligado a salir del país.

Con lágrimas en los ojos declaró terminada la reunión que cerró con las palabras: «¡Dios bendiga a Noruega!» De inmediato se embarcó con su hijo en el crucero británico «HMS Glasgow» con rumbo a Londres, donde habitó en el palacio de Buckingham gracias a la hospitalidad de los reyes Jorge VI e Isabel. Hitler estaba furioso: ¡el rey se le había escapado!

SÍMBOLO DE LA RESISTENCIA

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A pesar de su ausencia, el rey siguió siendo en el corazón de los noruegos un símbolo de libertad. Como reto a los nazis, los noruegos estampaban en todas partes las iniciales «H-7». Las grababan en los troncos de los árboles y las pintaban con letras de dos metros en las carreteras de asfalto y aún en los muros de los cuarteles nazis. Cuanto más empeño pusieran las autoridades de ocupación en impedir estas muestras, más se practicaba.

¡Viva el rey!, era el saludo de los noruegos. Y no hablaban esperanzados del «día que termine la guerra» sino del «día que vuelva el rey».

El gran día llegó el 8 de mayo de 1945. Las fuerzas alemanas de ocupación se rindieron a los luchadores de la Guardia Nacional, el ejército noruego subterráneo que había estado hostigando a los nazis durante los últimos cinco años. El 7 de junio los fiordos de Oslo se encontraron colmados de cientos de barcos que saludaban al crucero británico «Norfolk», que entraba al puerto llevando a bordo al rey Haakon y su familia.

El príncipe heredero recibió en el puerto a su padre con estas palabras: «¡Rey y señor! Cuando por primera vez después de cinco años de ausencia pones nuevamente tus pies en suelo noruego, todos nosotros, las fuerzas armadas, tus soldados y tu pueblo, te damos la bienvenida de todo corazón».

«En 1944, el príncipe Olav fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas noruegas, cargo que conservó hasta la liberación final de su país en mayo de 1945 y el retorno triunfal de la familia real. La monarquía noruega había sido el símbolo de unidad y continuación de la nación durante los cinco largos años de la guerra, y fue más popular que nunca en la paz que siguió» (Veronica MacLean)

La curiosa monarquía electa selló su popularidad y su prestigio el día que el rey Haakon dijo «no» a las demandas de Adolfo Hitler. El 21 de septiembre de 1957 el monarca murió a los 85 años. Su esposa, la reina Maud, había fallecido hacía casi dos décadas. Sepultado en la fortaleza de Akershus de Oslo, fue sucedido por su único hijo, el rey Olav V, el «folkekongen» (rey del pueblo) quien fortaleció a la monarquía más democrática del mundo.

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