Mujer fatal: la leyenda de Margot, la fogosa reina de Francia y Navarra


“Si ha existido en el mundo un modelo perfecto de belleza este es la reina Margot de Navarra”. Así definió Pierre de Brantôme a Margarita de Valois, reina de Francia y de Navarra (1553-1615). Refiriéndose a la misma mujer, don Juan de Austria dijo en una oportunidad: “Parece más una diosa del cielo que una princesa terrenal. Sus encantos son más apropiados para perder a los hombres que para salvarlos. Su belleza fue hecha para condenarnos”.

Según Juana de Albret, su suegra, Margot era “hermosa, de buen aspecto, graciosa, pero educada en la más maldita y corrompida compañía. Alejandro Dumas, en la obra que lleva el nombre de esta reina, dejaría escrito: “Margarita no sólo era la más bella sino también la más culta de las mujeres de su tiempo (…) Ver la corte y no ver a Margarita de Valois es como no ver a Francia ni a su corte”.

FEMME FATALE

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Margot pasó a la historia por su belleza, su cultura y su capacidad para sobrevivir a mil y una intrigas, que la enemistaron ferozmente con su madre y sus hermano, y especialmente por su apetito sexual. Era tan bella que todos los hombres querían cortejarla y acostarse con ella (y viceversa).

A todos y a cada uno los amó con pasión, como si fuera el último de sus días, pero se decía que la tragedia la perseguía y, sin poder evitarlo, la mayoría de sus amores caída irremediablemente en garras de la muerte. Siempre en busca del amor verdadero, se dice que jamás olvidó a ninguno de los hombres que la cortejaron y que conservó en frascos con formol los corazones de aquellos, e incluso, algunas cabezas.

Margarita era la más pequeña y la más hermosa de las tres hijas del rey francés Enrique II y de Catalina de Médici, aquella menuda reina italiana que llenó de venenos y astrólogos a la corte francesa. “Madame Serpiente”, esa despiadada italiana, tuvo una gran familia marcada por la desgracias, y vio morir a casi todos sus hijos.

Desde que enviudó, en 1559, Catalina tomó las riendas del poder, manejando con mano de hierro al reino y a los hijos que fueron reyes: Francisco II, Carlos IX y Enrique III.

Cuando en 1560 murió Francisco II, su hermano Carlos IX empezó a reinar bajo el yugo de su madre y pasó a la historia como un hombre débil e histérico. Fue por esos años en que la princesa Margot se instaló en su corte y cuando comenzaron los rumores que indicaban que ella había sido iniciada sexualmente por sus hermanos Enrique y Francisco.

Siendo muy joven cometió el error de enamorarse del más grande enemigo de su madre y de Enrique III, el duque de Guisa. Aunque los amantes procuraban que su relación permaneciera en secreto, era imposible ocultar tanto fuego, porque la amorosa Margarita no dudaba en entregarse carnalmente al hombre en donde fuera: la biblioteca, el jardín, la torre…

Para remediar la situación, Carlos IX y la reina madre Catalina, quien ostentaba verdaderamente el poder, secuestraron a Guisa, lo hicieron torturar y le prohibieron que tuviera trato con la princesa. Afortunadamente, el rey y la reina madre fallaron en su intento de asesinar a Guisa después de liberarlo porque Margot le avisó a tiempo.

Tras casarse en 1574 con el rey Enrique de Navarra, Margot conoció a su amor más trágico. Se trata del seductor conde Joseph de Boniface de la Molle, a quien la familia real odiaba. Definido como “mejor campeón de Venus que de Marte”, la rutina de este hermoso conde estaba compuestas por aventuras galantes, misas expiatorias y duelos con caballeros de la corte.

Catalina de Médicis estaba al tanto de la aventura romántica que mantenía su hija con este rival, por lo que le encargó que obtuviera de él alguna confesión en la cama. La Molle era un presumido, hablaba demasiado.

En 1574, mientras Carlos IX agonizaba, en un momento de intimidad el conde le contó a Margarita su plan para desautorizar a la reina madre, liberar al rey de Navarra (que se hallaba recluido por decisión de su suegra) y sentar en el trono al duque de Alençon, el más joven de los Valois.

Sin que nadie supiera por qué, Margot denunció a su amante. Acusado de conspirar contra el rey Carlos IX, La Molle fue torturado cruelmente por orden de Catalina. Al amante de Margarita le arrancaron las uñas y le partieron los huesos, pero aunque fue atrozmente torturado, no reveló los nombres de sus cómplices.

LA CABEZA DE SU AMANTE

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A continuación, le cortaron la cabeza en la Plaza de la Gréve, pero no antes de que pudiera enviar un saludo a su querida Margot desde el patíbulo. Según la leyenda, la arrepentida y desconsolada Margot ordenó secretamente que la cabeza de su bello amante dejara de ser expuesta públicamente en una estaca para guardarla en cloroformo, no sin antes haberle besado apasionadamente los labios.

Para entonces, tanto Margot como su marido hacían la vista gorda ante las mutuas infidelidades. El rey de Navarra sabía perfectamente todos los detalles de la intimidad de Margot con cuanto hombre joven, bello y poderoso se le cruzada, mientras ella dejaría asentado en sus Memorias que había visto a Enrique “desplomarse en los pasillos del Louvre por los excesos realizados con las mujeres”.

El nuevo rey de Francia, su hermano Enrique III, se mostró completamente avergonzado con la conducta de Margot. Mientras mantenía aventuras con un mozo de la corte, con un músico al que se apodó “el Rey Margot” y con el atractivo hugonote Charles de Balzac d’Estranges, Margot se enamoró de Louis de Clermont d’Amboise, Señor de Bussy (1549-1579), un hombre joven, valiente y atrevido que conquistó de inmediato el corazón de Margot.

Instalada durante un tiempo en Agen en 1585, Margot tuvo que abandonar esta ciudad después de que sus habitantes se mostraran absolutamente asqueados con sus escándalos sexuales. En el castillo de Arlac conoció a un joven oficial llamado D’Aubiac, quien quedó tan enamorado de ella, que exclamó: “¡Vale la pena morir ahorcado si consigo acostarme con esta mujer aunque sea solo una vez!”.

Muy pronto, ambos deseos se convertirían en realidad. Cuando Agen fue saqueada por los ejércitos de Enrique III, Aubiac ayudó a Margot a escapar y poco después se convirtieron en fervorosos amantes. Después de capturar al muchacho, Enrique III anunció que, siguiendo los deseos de su madre, el prisionero debía ser “colgado ante la presencia de esta miserable mujer [Margot] en el patio del castillo de Usson, de modo que todo el mundo pudiera verlo”.

El desafortunado y enamorado Aubiac fue colgado boca abajo y, antes de morir, fue cortado en dos. Su cuerpo, todavía con vida, fue lanzado a un pozo y cubierto de tierra. Tras esta desagradable experiencia, Margarita fue enclaustrada en una tenebrosa fortaleza en Alvernia, el Castillo de Usson, donde pasaría los siguientes veinte años de su vida como una prisionera.

Enrique III se quejaba de que su hermana (“esa miserable” y ese “tormento insufrible”) había acabado con el prestigio de la familia real: “La Reina de Navarra no se contenta con prostituirse con todos los jóvenes de la Gascuña, sino que ha ido a buscar arrieros en la Auvernia y a Champvallon”. Encerrada, de a poco la reina Margot fue perdiendo su legendaria belleza pero nunca sus ansias de amar.

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