La familia real belga deja atrás los escándalos y abre una nueva era: “En el palacio reina la discreción”


No hace mucho tiempo, la realeza belga se parecía a otras monarquías europeas en materia de escándalos. Pero con Felipe y Matilde las cosas cambiaron.

Los escándalos familiares en la casa real de Bélgica parecen estar menguando, a pesar de que todavía se espera que los resultados de ADN confirmen si el ex rey, Alberto II, tuvo una hija extramatrimonial con una baronesa en los años 60. Observadores de la realeza coinciden en que el rey Felipe y la reina Matilde, en el trono desde hace casi siete años, no sólo llenaron de aire fresco los lúgubres pasillos cortesanos, sino que también devolvieron el aura apacible que reinaba en la época de los fallecidos reyes Balduino y Fabiola. La hija de los actuales monarcas, la princesa Isabel cumplió 18 años en diciembre y es considerada la gran esperanza de una casa real en la que los escándalos parecían interminables.

La inesperada muerte del rey Balduino I, en 1993, a causa de un ataque cardíaco, shockeó a la población belga, que había considerado al monarca un ejemplo de virtud, solidaridad y respeto. Y fue tan pronto como el cadáver del rey fue depositado en la cripta real de Laeken cuando las nubes negras cubrieron la corte: el nuevo rey, Alberto II, hermano del fallecido, era tenido como un playboy amante de las motos y las mujeres distinguidas.

Todo el mundo sabía que había engañado a su esposa, la reina Paola, y que habían intentado divorciarse en los años 80. Toda una afrenta para una monarquía catolicísima como la belga. Paola, por su parte una aristócrata de origen italiano, estaba considerada en los frenéticos años 60 como “la reina de las fiestas”. Aparecieron fotos del rey Alberto en compañía de mujeres jóvenes y poco después se vieron fotos de su esposa acompañada de otros hombres. A ella se le atribuye una relación con el cantate Adamo, el autor de la canción “Dolce Paola”.

Los veinte años de reinado de Alberto II y Paola se caracterizaron por el respeto a la constitución y el buen desempeño de las obligaciones reales, pero azotados por los crecientes rumores sobre la vida privada de la familia real. En 1999 un biógrafo especuló sobre una hija ilegítima del monarca y finalmente apareció la artista Delphine Boël, nacida en 1968, que aún hoy sigue luchando en los tribunales para ser reconocida oficialmente como la hija biológica del rey Alberto. A sus 85 años, el exmonarca se sometió a un test de paternidad por orden judicial, pero sigue negando igual que antes ser el padre de Boël.

La prensa belga se hizo un banquete con las desventuras del príncipe Laurent, hijo menor del rey Alberto, un rebelde impopular al que el gobierno le retiró la asignación presupuestaria por viajar sin permiso al Congo y China. Desde 2018, Laurent reclama públicamente que le devuelvan su salario porque no puede mantener a su familia y este enfrentamiento con el gobierno lo llevó a enemistarse con su propia familia, especialmente sus padres, a los que les ha negado el saludo tanto en privado como en público.

“Quien piense que la casa real belga tiene no tiene historias que contar es que la conoce poco”, dice el periodista alemán Michel Wind, quien destaca en un artículo en el Marbacher Zeitung que ahora “todos estos protagonistas ya no están en el primer plano” y que hoy “en el palacio reina la discreción”. Felipe I subió al trono en 2013 de la mano de la primera mujer belga que es reina de su país, Mathilde d’Udekem d’Acoz, una amorosa logopeda que tuvo cuatro hijos y se ganó de inmediato la simpatía de los belgas en un país donde no existe el fervor monárquico que invade otras monarquías europeas.

Felipe I no dio lugar a problema alguno desde que ascendió al trono. Por el contrario, contadas apariciones en público y orquestadas puestas en escena familiares le granjearon la fama de monarca discreto, laborioso y amante de su esposa, el vivo recuerdo de su querido tío Balduino. Para una especialista en la casa real belga, la duquesa Leontine van Schmettow lo que sigue fascinando a día de hoy a la gente es “ver a esas personas con toda la pompa y boato”, aunque la casa real apuesta por ofrecer una imagen más austera y discreta. La duquesa de Schmettow ve en ello una consecuencia de las escapadas de los anteriores monarcas y a ello se suma que el rey Felipe es un hombre más bien reservado.

Paralelamente, cada vez despierta mayor interés la princesa Isabel, heredera del trono no declarada e hija mayor de los reyes, quien cumplió 18 años en octubre pasado. En algún momento de su vida, será la primera reina por derecho propio en una monarquía de más de 200 años de existencia. En casi todas las ocasiones, los medios belgas rinden homenaje al estilo informal y elegante de la princesa heredera. Después del Día Nacional, el diario Het Laatste Nieuws escribió: “Isabel atrae la atención de todos” y la radio RTBF se preguntó: “Isabel de Bélgica, ¿una inspiración de moda para los jóvenes? Si la princesa quisiera, podría ser como Meghan, un modelo a seguir para la generación joven”.

“Ella es el futuro”, señala Schmettow, quien cree que la serenidad de los reyes es un modelo de monarquía adecuado para la futura reina. “Lo que la población exige de los monarcas en la actualidad es diferente a lo que se requería antes”, señala la duquesa. “Relaciones extramatrimoniales e hijos ilegítimos son de otra época. Tal vez sea bueno que haya en el trono personas que se toman su tarea en serio”.