Buscaban los restos de Emanuela Orlandi, hija de un empleado del Vaticano que desapareció en 1983.
S.C.
La búsqueda de una joven italiana desaparecida en Roma hace 36 años obligó a las autoridades del Vaticano a abrir dos tumbas de un cementerio ubicado dentro de los muros de la Ciudad Santa y descubrir que su contenido había desaparecido. La pesquisa incluyó la apertura de la tumba de la princesa Carlota Federica de Mecklemburg-Schwering, consorte del príncipe heredero Christian de Dinamarca y fallecida en 1840, ubicada en el Cementerio Teutónico del Vaticano, después de que la familia Orlandi recibiera a principios de este año una carta anónima que decía que el cuerpo de Emanuela podía estar escondido allí, cerca de la estatua del ángel que sostiene un libro que dice Requiescat in Pace. Pero para sorpresa de los investigadores tanto esa tumba como la de otra princesa alemana, Sophie von Hohenlohe, estaban vacías.
La apertura de las tumbas vaticanas de las dos princesas este 11 de julio en busca de los restos de la joven romana Emanuela Orlandi «tuvo un resultado negativo», confirmó Alessandro Gisotti, director interino de la oficina de prensa del Vaticano. «No se encontraron restos humanos ni urnas funerarias», agregó el funcionario, cuyas declaraciones aumentaron el misterio: no sólo no se encontraron restos de la joven, sino que tampoco están los huesos de las dos princesas del siglo XIX. Gisotti dijo que debajo de una losa de mármol que se creía que era la tumba de la princesa Sofía había una gran abertura subterránea, que medía cuatro metros por 3,7 metros, «completamente vacía».

La princesa Carlota Federica nació en 1784 como hija del gran duque Federico Francisco I de Mecklenburg-Schwerin (Alemania) y de la princesa Luisa de Sajonia-Gotha-Altenburg. A principios del siglo XIX, durante una visita a la corte de Mecklenburg-Schwerin, el príncipe Christian de Dinamarca (el futuro rey Christian VIII), se enamoró de su prima prima Carlota Federica, que era dos años menor que él. Se casaron de inmediato, en el palacio de Ludwigslust en 1806 y tuvieron dos hijos: el príncipe Federico, fallecido el mismo día de su nacimiento, y el futuro rey danés Federico VII.
La vida conyugal no fue fácil, en gran parte porque Carlota Federica traicionó a su marido manteniendo un romance, de conocimiento general en la corte, con su profesor de canto Édouard Du Puy. En 1809, cuando Christian se enteró, envió al hombre al extranjero y expulsó a su esposa de la corte y la obligó a instalarse en un pueblo rural del interior de Dinamarca, donde pronto entabló una serie de romances con oficiales del ejército, aunque probablemente fueran rumores infundados. Un año después la justicia dictaminó el divorcio y Carlota Federica fue condenada a no volver a ver a su hijo.

En 1829, a los 55 años, Carlota Federica consiguió permiso para viajar por primera vez fuera de Dinamarca después de más de dos décadas y se mudó a Carlsbad, una ciudad balnearia. Desde allí partió, en 1830, a Roma, donde vivió en el Palazzo Bernini en la calle principal de Roma y se convirtió al catolicismo romano. Cuando su hijo fue coronado rey de Dinamarca, en 1839, Carlota recuperó la esperanza de volver a verlo, pero pronto enfermó gravemente y murió el 13 de julio de 1840.
Madre de un rey danés, Carlota Federica fue enterrada en una tumba pagada por su hijo y creada por el escultor danés Jens Adolf Jerichau en el Campo Santo Teutonico, un sitio de enterramiento adyacente a la Basílica de San Pedro dentro de los muros de la Ciudad del Vaticano, dedicada a los residentes de Roma de habla alemana. Se trata de un camposanto que existe desde la Edad Media, que actualmente está reservado principalmente para sacerdotes de habla alemana y miembros de órdenes religiosas, ubicado a unos 200 metros de donde vivía Emanuela Orlandi en el momento de su desaparición.
«La cuidadosa inspección en la tumba de la princesa Sophie von Hohenlohe sacó a la luz un amplio espacio subterráneo de unos 4 por 3,70 metros, totalmente vacío. Luego se hicieron operaciones de apertura en la segunda tumba-sarcófago, la de la princesa Carlota Federica de Mecklemburgo. En su interior no se hallaron restos humanos. Los familiares de ambas princesas fueron informados del resultado de las investigaciones», explicaron fuentes vaticanas. Los funcionarios acudirán ahora a los archivos para estudiar documentos que traten sobre «intervenciones estructurales realizadas en el área» del cementerio Teutónico a fines del siglo XIX y nuevamente a fines de los 60 y principios de los 70 en busca de pistas.