El día que Nostradamus, astrólogo de Catalina de Médicis, predijo la trágica muerte del Rey de Francia


La Casa de Valois, que reinó hasta 1589, fue siempre muy desgraciada y sus representantes tuvieron, por lo general, finales trágicos.

El rey Enrique II de Francia se convirtió en el heredero del trono luego de que su hermano mayor, el delfín Francisco, falleciera en circunstancias misteriosas, aparentemente envenenado por su cuñada. Años más tarde, el mismísimo Enrique II murió durante los magníficos festejos nupciales de su hija Isabel con Felipe II de España y de su hermana, Margarita, con el duque de Saboya. La corte francesa había organizado unas fiestas caballerescas a las que fueron invitados nobles y caballeros de todos los rincones de Europa. Como parte de los festejos, el galante Enrique II quiso intervenir en una justa en honor a Diana de Poitiers, su amante, enfrentándose al caballero Gabriel de Montgomery, conde de Lorges. El ambiente era de total algarabía en la que todos participaban, excepto la reina.

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EL GALANTE ENRIQUE II DE FRANCIA

La esposa del rey, la florentina Catalina de Médicis, había soñado frecuentemente con la muerte de Enrique en una justa. Unos años antes, en 1552, el célebre astrólogo italiano Simeoni le había predicho que su marido perdería la vida en un duelo, a sus cuarenta años, como consecuencia de una herida que lo volvería ciego. Otro joven astrólogo al que la reina consultó, llamado Michel de Nostradamus, había escrito en sus célebres “Centurias” : «El León joven [¿Montgomery?] dominará al viejo [¿Enrique II?] en un torneo, le reventará los ojos en jaula de oro y el viejo morirá de muerte cruel».

El combate se celebró el 30 de junio de 1559. El rey se presentó adornado con plumas negras y blancas, los colores de su favorita, que tenía 60 años pero seguía siendo hermosa. Enrique enfrentó primero a su futuro cuñado, el duque de Saboya, y posteriormente al duque de Guisa, enemigo encarnizado de la Corona. Cuando la reina Catalina le suplicó que abandonara la competencia, le respondió galantemente: “Combato por vos”. El conde de Lorges fue el último retado a duelo por el monarca: en un choque violento, la lanza del noble se quebró y la larga punta aguda de madera resbaló bajo la visera del rey, le perforó un ojo y penetró el cerebro.

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LA TRÀGICA JUSTA EN HONOR A LAS PRINCESAS ISABEL Y MARGARITA

Ante la angustia general, Catalina se hizo cargo de la situación. Tras las primeras curaciones, el rey no mejoraba, y se comprendió que una astilla había quedado dentro de su cerebro. Como no se sabía cómo proceder, el médico real, Ambroise Paré, pidió a la reina que hiciese salir de la prisión a tres o cuatro condenados a muerte, que los ejecutaran y le llevaran los cadáveres en el acto.

Como practicaba la medicina experimental, Paré deseaba recrear la herida del rey en otras personas para saber cómo salvarlo. Armado de una lanza quebrada igual a la de Montgomery, Paré hundió violentamente la larga astilla de madera en el ojo del primer cadáver, pero juzgó que no era igual a la del rey. Repitió la operación con el segundo cadáver, pero no pudo emular las heridas.

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LA ARMADURA DE ENRIQUE II DE FRANCIA

En su desesperación, Catalina había hecho ejecutar a otros siete prisioneros. Ante el tercer cadáver, Paré produjo una herida idéntica a la que hacía agonizar al rey, revolvió en la herida y sentenció que no había forma de salvar a Su Majestad.

El 9 de julio el agonizante Enrique II pidió que se celebrara la boda de Margarita con el duque de Saboya, ceremonia que se pareció más a un funeral que, según un cronista, se parecía «más un cortejo mortuorio y un funeral que cualquier otra cosa, pues, en lugar de oboes y violines, todo eran llantos, sollozos, tristeza y lamentos. Y, para que todavía se asemejara más a un entierro, se casaron poco después de medianoche…» Enrique II murió unas horas después del casamiento de su hermana, a los 42 años. Su viuda, la reina Catalina quedó absolutamente paralizada: la profecía de su astrólogo favorito, el Nostradamus, se había cumplido.

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EL REY SOBREVIVIÓ 10 DÍAS CON UNA ASTILLA EN EL OJO.

Artículo original publicado el 30 de junio de 2018 y actualizado el 29 de junio de 2019