Mountbatten-Windsor, dos apellidos «inventados» bajo las bombas de la I Guerra Mundial


Archie Harrison, el nuevo miembro de la familia real británica, se apellida Mountbatten-Windsor, una combinación de los nombres familiares de sus bisabuelos, el príncipe Felipe y la reina Isabel II. Pero ¿por qué no se apellida Windsor si es descendiente directo de la casa real? El primer apelativo es el nombre que la familia principesca de los Battenberg, oriunda de Alemania, adoptó en 1917 en plena Primera Guerra Mundial, al tomar la ciudadanía británica. Uno de sus miembros fue Lord Louis, conde Mountbatten, asesinado por el IRA en 1978, y su hermana, la princesa Alicia de Grecia, fue madre del duque de Edimburgo, bisabuelo del pequeño Archie.

Cuando la reina Isabel II subió al trono en 1952, a los 25 años, su esposo el duque de Edimburgo solicitó al gobierno que su apellido, Mountbatten, fuera llevado por sus futuros hijos. Según defendía el tío de Felipe, lord Louis Mountbatten, lo “habitual” era que las esposas adoptaran el nombre de su esposo tras el matrimonio, cosa que no había ocurrido tras la boda de Felipe con Isabel en 1947. Inicialmente, la joven reina se mostró receptiva a la idea, haciendo esfuerzos para establecer un enlace con el Primer Ministro Winston Churchill y su abuela, la anciana pero influyente reina María. Sin embargo, también estaba convencida de la necesidad de conservar el apellido dinástico Windsor, que había sido adoptado específicamente por su abuelo, Jorge V, en 1917.

Felipe de Grecia adoptó el apellido materno Mountbatten antes de casarse con Isabel II.

Antes de aquel año la familia real británica no tenía un apellido, pero se los llamaba frecuentemente Sajonia-Coburgo-Gotha-Hannover, por descender de esas dos dinastías germanas en línea masculina. Tres años después de iniciada la Primera Guerra Mundial, el gobierno inglés, la corte y el propio rey Jorge V vieron la necesidad de cambiar esa situación genealógica como resultado del sentimiento anti-alemán después de la Primera Guerra Mundial, y los futuros descendientes también llevaban el nombre. Se decidió gracias a la sugerencia del sagaz Lord Stanfordham (secretario de Jorge V) que la familia real se apellidaría “Windsor”, en honor al castillo normando ubicado a 40 kms. de Londres y residencia de la monarquía durante nueve siglos.

El apellido seguía siendo un tema espinoso entre la reina Isabel y el duque de Edimburgo una vez que ella fue coronada y llegó a un punto crítico. Biógrafos reales aseguran que Felipe exclamó a sus amigos: «No soy más que una maldita ameba. Soy el único hombre en el país al que no se le permite dar su apellido a sus propios hijos”. No fue sino hasta 1960 que la reina oyó los lamentos de su marido y cedió, lo que permitió que sus propios descendientes directos se distinguieran del resto de la Familia Real: se llamarían Mountbatten-Windsor.

«La gente insultaba a las gobernantas alemanas»

El príncipe Felipe y su tío, el Conde Mountbatten.

El apellido Mountbatten fue un “invento” del siglo XX. Antes de la Gran Guerra, los príncipes de Battenberg, procedentes de Alemania, emparentaban con la familia real británica y vivían en Gran Bretaña, ocupando cargos muy importantes en el gobierno, pero tras el inicio de la contienda comenzaron a ser víctimas del odio británico. Todo lo que era alemán merecía la reprobación de los súbditos británicos, empezando por el príncipe Ludwig de Battenberg (1854-1921), de la casa ducal de Hesse, nacido en Austria, criado en Alemania y casado con una nieta alemana de la reina Victoria, quien ocupaba el puesto militar de mayor responsabilidad, el mando de la Marina.

Para demostrar su repulsión hacia Alemania, los ingleses eliminaron las obras literarias alemanas de las escuelas y los teatros vetaron las obras de Motzar, Beethoven o Wagner. Los comerciantes con apellidos alemanes vieron destruidos sus negocios por hordas de fanáticos antigermánicos. «La gente insultaba a las gobernantas alemanas», contó Lord Louis Mountbatten. “Incluso descargaban patadas contra los perros salchicha por la calle. Los ingleses veían espías bajo todas las camas y la prensa excitaba todavía más la histeria, empeorando las cosas. Atacaron a mi padre a causa de mi apellido alemán“. Todo lo que fuera alemán mereció la reprobación de los británicos, empezando por el príncipe Ludwig de Battenberg (1854-1921), de la casa ducal de Hesse, nacido en Austria, criado en Alemania y casado con una nieta alemana de la reina Victoria, quien ocupaba el puesto militar de mayor responsabilidad, el mando de la Marina.

Jorge V fue el fundador de la Casa de Windsor, de sangre alemana.

La escalada popular antigermánica obligó a Jorge V a cambiar las cosas y cuando anglicanizó a su familia con el apellido Windsor, se encargó de hacer lo mismo con sus parientes alemanes. El rey agitó su varita mágica para transformar a los “patitos feos” alemanes en hermosos cisnes británicos. De la corte de St. James desapareció todo rastro de los Hesse, los Schleswig-Holstein, los Sajonia-Coburgo y los Hohenzollern. Quienes quisieran, podían renunciar a sus títulos y convertirse en nobles ingleses y, por supuesto, en la purga también se incluyó a los Battenberg: el antiguo Primer Lord del Mar, el príncipe Ludwig, abandonó su título principesco alemán para convertirse en el primer marqués de Milford-Haven con nombre inglés, Louis. Con el orgullo un poco herido, trocó su apellido alemán Battenberg (literalmente “Monte Batten”) por su versión inglesa: Mountbatten.

Los reyes de Europa reunidos en el funeral de Eduardo VII, el último rey de Inglaterra con apellido alemán.

Todos los miembros de esta familia dejaron sus títulos principescos alemanes y pasaron a ser lores y ladies ingleses. Lord Louis, hijo del primer marqués de Milford-Haven y llamado cariñosamente «Dickie» por la familia real, adoptó el apellido en aquel año de 1917. Su hermana, la princesa Alicia de Battenberg, estaba casada con el príncipe Andrés de Grecia y vivía en Atenas. En 1921 ella dio a luz a su único hijo varón, Felipe. Cuando este fue enviado a Inglaterra al cuidado de sus tíos maternos, se titulaba príncipe de Grecia. Al comprometerse con la princesa Isabel, se convirtió en un ciudadano británico y renunció a sus títulos reales griegos y daneses para pasar a apellidarse Mountbatten, como sus tíos.

El conde Mountbatten fue el último virrey de la India (1892-1979) y un personaje poderosísimo en la corte durante los reinados de Jorge V, de sus primos Eduardo VIII y Jorge VI, y seguía siendo influyente cuando Isabel II llegó al trono. Lord Louis murió trágicamente asesinado en 1979 cuando el Ejército Republicano Irlandés Provisional (IRA) colocó una bomba en su barco pesquero, el “Shadow V”, en Mullaghmore, Irlanda. En 1952, al morir Jorge VI y llegar al trono Isabel y Felipe, había ofendido mucho a la reina María al brindar por el inicio de una nueva familia real: los Mountbatten-Windsor.