Con la entronización de Naruhito, soberano sin hijos varones, su hermano menor se convirtió en el “kotaishi”, heredero del Trono del Crisantemo.
La familia imperial de Japón es un ejemplo de rectitud moral, según la mayoría de los japoneses. Sus integrantes son discretos respecto a los medios de comunicación, se mantienen alejados de las peripecias políticas en respeto de la Constitución y viven con elegancia, pero sin ostentación. Sus pasiones son la naturaleza, el estudio, la poesía, la vida apacible, aunque esa tranquilidad se pudo haber alterado en algún momento, en los últimos años, por las presuntas tensiones entre el príncipe, y ahora emperador, Naruhito, y su hermano menor. Uno, popular y accesible, no tuvo hijos; el otro, menos apreciado, dio al trono un heredero varón.
Esta situación hizo que la reciente entronización del emperador Naruhito llevara al primer escalón en la línea sucesoria japonesa a su hermano menor, el príncipe Akishino. El nuevo monarca no tuvo descendencia masculina de su matrimonio con la emperatriz Masako, condición para que su familia herede el trono según la Constitución de 1947. Despojando a la princesa Aiko, hija de los emperadores, de su derecho al trono, este pasará a su tío, quien desde el 1 de mayo es conocido como “Kotaishi”, o príncipe heredero de Japón.

Nacido en 1965 con el nombre de infancia de Aya, el segundo hijo de los emperadores (ahora eméritos) Akihito y Michiko, usualmente ha llegado a irritar tanto a los conservadores de la corte como al gobierno nipón. Su decisión de casarse antes que su hermano, su insistencia en comprometerse mientras la familia imperial todavía estaba en pleno período de luto por el emperador Hirohito, y la “escandalosa” forma en que le propuso matrimonio (mientras esperaban en una calle a que el semáforo se pusiera en verde) le dieron fama de transgresor en una familia real donde la transgresión es considerada indecorosa e irrespetuosa.
Tal como recordó Akishino en el saludo de sus 25 años de matrimonio, él conoció a Kiko en una librería en 1985, y al año siguiente le pidió que fuera su novia. «En ese entonces, no teníamos correo electrónico como una herramienta común de comunicación y solo teníamos teléfonos y faxes», comentó la princesa sobre cómo se las ingenió en esos años para preparar su boda programada para el 29 de junio de 1990, con su novio, quien se encontraba en ese tiempo realizando una licenciatura en Zoología en Oxford.

El septiembre de 1989, precisamente ocho meses después de la muerte de Hirohito y mientras la casa imperial todavía guardaba luto, príncipe Aya anunció su compromiso con la joven Kiko Kawashima, que realizaba entonces cursos de posgraduado en Psicología Social en la universidad Gakushin de Tokio, donde se conocieron cuando Aya estudiaba Derecho. Para entonces, Kiko era una atractiva y simpática joven de 23 años -unos meses menor que su futuro marido-. Aya, por su parte, entonces ya estaba licenciado en Derecho y estaba a punto de completar una licenciatura en Zoología en Oxford.
Se trató de la segunda vez que un príncipe nipón se casaba con una plebeya, después de que el emperador Akihito se casara, en 1959, con la hija de un prósper empresario cerealero y tras muchos siglos en que los “shinnos” (príncipes imperiales) se casaron con princesas de familias de la alta nobleza nipona o ramas laterales de la propia dinastía imperial. El padre de Kiko, que durante su infancia vivió con sus padres en Estados Unidos y luego en Austria, era profesor de Economía en la misma universidad de Gakushuin. Su padre, Kawashima Tatsuhiko, profesor de la Universidad Gakushūin, contó que Kiko fue educada para que siempre sonriera y tuviera un carácter abierto. Su madre, Kazuyo, agregó: «Soy consciente de que el exceso de libertad no es bueno. Yo la he educado teniendo en cuenta ciertas reglas».
La primera boda de la Era Heisei

Temerosa de los posibles errores de Kiko, la casa imperial la sometió, antes de la boda, a una exigente rutina de educación a cargo de varios tutores y damas de la corte, que la instruyeron en temas como los sagrados rituales sintoístas, el sistema imperial, las actividades de la familia del emperador, el funcionamiento de la corte (Kunaicho), la Constitución y la historia japonesas, poesía y caligrafía tradicionales. Desde su boda, Aya y Kiko fueron conocidos como los príncipes Akishino por designación imperial, en memoria de un templo de igual nombre que se halla en Nara, la ciudad que fue durante más de 70 años, en el siglo VIII, la capital del imperio.
La ceremonia nupcial sintoísta se celebró unos meses antes de la entronización del emperador Akihto, en el sagrado Kashikodokoro, el templo más importante de los tres que hay en el Palacio Imperial, dedicado a la antepasada imperial más famosa, la diosa del Sol, Amaterasu. La novia necesitó más de dos horas para ponerse sobre el cuerpo los 17 kilos que pesaba un multicolor quimono milenario de 12 piezas. En los primeros años, vivieron en una casa provisional de la residencia real de Akasaka hasta que el palacio definitivo estuvo listo.

Akishino y Kiko ya llevan 28 años de matrimonio. «Puede ser decepcionante que no lo diga tan seguido, pero sin duda siento gratitud hacia ti», le escribió Akishino a Kiko en un mensaje con motivo de de sus bodas de plata celebradas en 2015, poco después de que hubieran protagonizado el primer y único “escándalo” sentimental jamás comprobado. Ocurrió después de que el semanario “Weekly Shincho” publicara una historia afirmando que el emperador estaba preocupado por un coqueteo potencialmente escandaloso por parte de Akishino, que involucraba a una mujer en Tailandia, que había contraído una enfermedad relacionada con el estrés.
El artículo afirmaba que el suegro de Akishino, el señor Kawashima, se había quejado personalmente ante el emperador en el palacio. La Agencia de la Casa Imperial respondió a esta historia con rigurosidad y el poderoso cortesano Tokumitsu Murakami visitó las oficinas del semanario para exigir una retractación. En su lugar, la revista publicó un artículo de seguimiento que se burlaba de los esfuerzos del palacio por controlar la prensa. Finalmente, Akishino se sintió obligado a responder a los cargos y negar que había sido infiel: “El humo se ha extendido donde no hay absolutamente ningún fuego”.

En 1991 nació la princesa Kiko dio a luz a su primera hija, Mako, la primera princesa de la Era Heisei; tres años después vino al mundo la princesa Kako. Los siguientes años, la corte imperial se sumió en la desesperación: la boda del príncipe heredero y hermano de Akishino, Naruhito, con la exdiplomática Masako Owada llevó una oleada de popularidad a la familia imperial, pero pasaron los años sin que la princesa heredera no diera a luz a un niño. Fueron años de crisis, desesperación y depresión, porque la Ley de la Casa Imperial, nacida a la par de la Constitución de 1947, no contempla la posibilidad de abdicar, como tampoco el que las mujeres puedan ocupar el trono del Crisantemo japonés.
Kiko y Masako, dos princesas antagonistas

La presión de los almidonados cortesanos sobre la princesa Masako fue atronadora, y la opinión pública los acusó de sofocar sus ambiciones, una acusación comprensible en vista de la historia. Japón aceptó ocho emperatrices entre sus gobernantes desde 593 hasta 1771, pero después de la Restauración Meiji (1867) la monarquía se convirtió en una reserva masculina. La “línea ininterrumpida”, ampliamente promocionada como una razón para excluir a las mujeres del trono, sobrevivió gracias al concubinato, pero casi nadie sugirió seriamente su regreso. Basando su práctica en un estudio de modelos occidentales, los japoneses también hicieron que las mujeres de la realeza se ajustaran a los roles de esposas, madres y facilitadoras del trabajo caritativo, pero el sistema continúa siendo machista.
En 2001, la princesa Masako por fin quedó embarazada para decepción de todos: tuvo una hija, la princesa Toshi, en medio de rumores que apoyaban la idea de que Masako había sido fecundada in vitro y que su abuelo, el emperador, era en realidad su padre biológico. El gobierno nipón comenzó a hablar sobre las posibilidades de reformar la Ley y permitir que Toshi -también conocida como Aiko-, tenga derechos sucesorios al trono. Pero en 2006 los sueños de reforma se congelaron cuando la princesa Kiko quedó embarazada, a los 39 años, de su tercer hijo. En septiembre de ese año nació un niño, bautizado Hisahito, que era el primer varón de la familia nacido en 41 años.

El nacimiento causó divisiones, tanto dentro de la corte como en la opinión pública japonesa, entre los partidarios de Kiko y los partidarios de Masako. Una ama de casa del área de Tokio le dijo a la revista estadounidense Time: «La princesa Kiko debería haber apoyado a Masako, pero es como un camaleón. Lo que sea necesario, lo hará. Es por eso que no me gusta». Uno de sus partidarios, la defendió: «El Emperador estaba preocupado y deprimido de que la princesa heredera no tuviera más hijos», por lo que Kiko «decidió tener otro hijo para quitar la carga de los hombros del Emperador». Un político de la cámara baja dijo: «La Princesa Kiko fue valiente al dar a luz a un tercer hijo en una sociedad de baja natalidad. Esto es lo que las mujeres deberían aprender de ella».
«El príncipe heredero y el príncipe Akishino invierten la jerarquía fraterna», declaró la revista semanal Shukan Bunshun, que detalló cómo Kiko era capaz de intercalar los cócteles para los amigos de su marido y la educación a los modales en la mesa de sus hijas. «Ella es alegre, sonríe, no parece estar muy mal», dijo Jeff Kingston, director de estudios asiáticos en la Universidad de Temple en Tokio. «La princesa Masako definitivamente no se adaptó bien y Kiko se ajustó perfectamente».

Tras el nacimiento de Hisahito, Masako cayó en una profunda depresión inducida por el estrés, que hasta años recientes la mantuvo alejada de la mayoría de los deberes públicos. La princesa Kiko, sin embargo, pareció haber emergido, tanto en los medios de comunicación como en el palacio imperial. La revista conservadora Yomiuri Shimbun llegó a elogiar cómo llevó a cabo sus tareas incluso cuando estaba embarazada de su primera hija mientras Masako languidecía de tristeza.
«La princesa Kiko hoy se ha vuelto muy confiable», elogiaba el influyente diario Mainichi Shimbun.»Ser una princesa debe ser su carrera perfecta para toda la vida». «No creo que haya una gran diferencia entre la princesa Kiko y la princesa heredera Masako, pero si hay alguna, es la presión que la princesa Masako ha sentido», opinaba en la calle una joven ama de casa y madre llamado Chikako. Pero si bien la popularidad de la princesa Kiko creció hasta el cielo al dar un heredero al Trono del Crisantemo, muchas personas todavía hoy sienten simpatía por Masako y se compadecen de su sufrimiento.