El Gabinete de Descanso de la realeza española abre sus puertas en el Museo del Prado


El retrete de Fernando VII es la estrella de esta exposición, que incluye 44 de los 54 cuadros con los que se inauguró el espacio en 1828.

El prestigioso Museo del Prado de Madrid, que cumplirá 200 años este 2019, replicó en una sala el conocido como «Gabinete de Descanso de sus Majestades», un espacio diseñado en 1828 para el descanso del rey Fernando VII de España y que incluye en una habitación contigua el inodoro o retrete del monarca, realizado por Ángel Maeso y único mueble que se conserva original de las colecciones reales. «Queríamos trasladar la experiencia estética de hace dos siglos recuperando un espacio destinado solo en exclusiva a las Familias Reales y a personal directivo, siendo en su momento el espacio menos visitado del museo», ha explicado Pedro J. Martínez, técnico del Área de Conservación de pintura del siglo XIX de la pinacoteca. En el gabinete original -ubicado en el primer piso del museo, frente al Jardín Botánico- había 54 pinturas, de las que se han conseguido reunir 44 basadas en el inventario de 1834. Para ello, solo dos salas del Prado se han visto alteradas para trasladar obras y se ha contado con los depósitos de otras cuatro instituciones. La ‘Jura de Fernando VII como Príncipe de Asturias‘, de Luis Paret; el retrato de Carlos IV de Lorenzo Tiépolo o ‘La reina María Luisa con mantilla‘, de Agustín Esteve según Francisco de Goya, son algunas de las obras que cuelgan de esta sala, las cuales están acompañadas por numerosos bodegones.

De las originales, Martínez ha destacado por ejemplo la ausencia de la obra de ‘La familia de Carlos IV, de Goya, que se mantiene en «un sitio emblemático» del museo. «Pero sin duda ha sido un reto encajar en un espacio tan reducido como éste a un medio de centenar de pinturas». También la disposición de algunas de las obras, tal y como estaban en la época original, han supuesto algún «quebradero de cabeza» para los responsables del proyecto, puesto que debían estar a una altura difícil para los visitantes. «Tanto la iluminación como el ‘cabeceo’ de los cuadros están preparados para que el público pueda verlo claramente», resaltó. Solo la familia real y los directivos del museo podían entrar al Gabinete de Descanso de sus Majestades y contemplar el medio centenar de cuadros allí expuestos: en su mayoría, retratos de la propia dinastía más algunos bodegones y paisajes de propósito más bien decorativo. Además de los espacios reales, se incorporaba también un pequeño lugar para el aseo y la higiene personal que ha sido recuperado, con el mueble de Maeso incluido. El carácter privado de la sala se mantuvo hasta 1865, cuando Federico de Madrazo decidió abrir el espacio y añadir nuevos retratos reales al espacio.

El Prado es una de las galerías de arte más importantes del mundo y este 2019 cumplirá dos siglos de vida. Visitado por unos tres millones de personas por año, el museo madrileño nació gracias a la infanta portuguesa María Isabel de Braganza, una de las cuatro esposas de Fernando VII, y quien murió a los veinte años de edad. Amante del arte, la refinada reina concibió la idea de una galería en la capital de su patria de adopción, y aunque no vivió para ver cumplido su sueño, su legado trascendió fronteras. Fue Francisco de Goya, uno de los más grandes genios del arte español, quien propuso entonces a María Isabel que trasladara las obras a Madrid para que pudieran mantenerse mejor y ser admiradas por un mayor número de personas. La idea maravilló a la reina, quien influyó en el rey para formar un museo de obras de arte que, en un primer momento, se pensó en abrir en el palacio de Buenavista, cedido para ese fin por la Academia de Bellas Artes. Como la idea no prosperó, en marzo de 1818 se inició la reparación del palacio del Prado, costeada en gran parte por el bolsillo de Fernando VII y María Isabel, para instalar allí “para su conservación, el para el estudio de los profesores y recreo del público, muchas de las pinturas que adornan sus palacios reales”. Se trataba del Real Museo de Pinturas, que con el tiempo se convertiría en el Museo del Prado. (S.C.)