Este primer emperador legendario de Japón fundó el país en el año 660 antes de Cristo según el Kojiki y el Nihon Shoki, las crónicas escritas a comienzos del siglo VIII.
Por Darío Silva D’Andrea
El emperador Akihito y la emperatriz Michiko de Japón hicieron esta semana una visita muy especial: viajaron hasta el mausoleo del emperador Jimmu, en la prefectura de Nara, para presentar su homenaje y anunciarle su pronta abdicación, el 30 de abril. La visita a la antigua tumba dedicada al primer “Tenno” (Príncipe celestial de Japón) fue una de las 11 ceremonias y ritos que comenzaron el 12 de marzo antes de que Akihito, de 85 años, abandone el Trono del Crisantemo, pero tiene una connotación especial, ya que la historia ubica a Jimmu como el primer soberano del Imperio del Sol Naciente. Silenciosamente, Akihito caminó hasta la tumba para colocar una rama de árbol sagrado y se inclinó profundamente.
Según la tradición shintoista, la corona más ancestral del mundo, -continuado por la misma familia desde el siglo VIII, pasó automáticamente a Akihito el 7 de febrero de 1989, tras la muerte de su padre, Hirohito, quien reinó durante la Segunda Guerra Mundial y fue despojado de su milenaria divinidad por los Estados Unidos. Akihito recibió solemnemente los símbolos del poder imperial -una espada, un espejo y una joya- que según la leyenda fueron legadas a través de las generaciones por Amaterasu, la diosa (“O-Mikami”) del Sol, la ascendiente mística de la dinastía, a sus sucesores.
Akihito se convirtió entonces en el 125° sucesor de Jimmu, aunque hoy existen muchas dudas acerca de la fecha y de su propia existencia. Cuenta la leyenda que la pequeña llanura de Yamato era la residencia del clan del cual surgió la familia imperial, que supo extender su influencia con sus conquistas y elaboró la mitología tradicional del sintoísmo -la religión tradicional japonesa-, según la cual el linaje imperial desciende de Amaterasu. También conocida como Ōhiru-menomuchi-no-kami, el nombre de Amaterasu significa “Diosa gloriosa que brilla en el cielo”, y es una de las deidades sintoístas (kami) más importantes.
Según el Kojiki y el Nihon Shoki, las crónicas escritas a comienzos del siglo VIII, la diosa nació del ojo izquierdo de Izanagi cuando se purificaba tras su intento fallido de rescatar a Izanami, naciendo de similar manera sus hermanos Susanoo y Tsukuyomi. El Kojiki la describe como la diosa de la que emana toda la luz, y en numerosas ocasiones se hace alusión a ella como la diosa del Sol, por la calidez y la compasión por aquellos que la adoran. Los sintoístas creen que los dioses, temiendo que las tinieblas perduraran para siempre, organizaron una fiesta en la puerta de la cueva. El ruido exterior atrajo mucho la curiosidad de Amaterasu, quien salió y se encontró con una diosa brillante y llena de luz, y un segundo después se dio cuenta que era su propio reflejo en el espejo.
Según la tradición, la dinastía surgió cuando Ninigi-no-Mikoto, hijo de Amaterasu bajó desde las orillas del Río Celestial (la Vía Láctea), hasta la tierra en la isla de Kyushu. Ninigi-no-Mikoto quiso casarse con Konohana, hija del dios de la montaña. Aquel dios se lo concedió, y le otorgó también a su primogénita, a quien el joven pretendiente rechazó por su fealdad. El dios, enojado, puso en marcha un conjuro. La mujer rechazada hubiera dado a Ninigi-no-Mikoto una descendencia de vida eterna, mientras que Konohana sólo le daría descendientes mortales. Aquel místico matrimonio tuvo tres hijos gemelos, Hoderi, Hosuseri y Howori. El tercero se hizo pescador y se internó en el gran océano, donde conoció a Toyo-tama Bime, la hija del dios del Mar, Susano, y se casó con ella. El único vástago de la pareja, Ugayafukiahezu, se convirtió en cocodrilo cuando su padre lo miró, desatendiendo los ruegos de su esposa.
Agraviada, la diosa Toyo-tama abandonó al recién nacido, aunque no pudo olvidarse de él, por lo que encargó a su hermana, Tama-yori, que lo criara. Ella no sólo se hizo cargo del niño, sino que pasado el tiempo se casó con él. Uno de sus cuatro hijos, Kami-Yamato, más conocido como Jimmu, se convertiría en el primer emperador de Yamato, o Japón, lo que da como resultado que la estirpe imperial nipona descienda de la diosa del Sol, el dios de la Montaña y el dios del Mar. Jimmu recibió el rango de Tenno y comenzó a reinar el 11 de febrero del año 660 a.C, cuando su bisabuela Amaterasu dejó de esconderse y le concedió las insignias imperiales diciéndole: «La lozana tierra de los cañaverales es un país que heredarán nuestros descendientes. Ve allí, mi imperial nieto, y gobiérnalo. Y que nuestro linaje imperial continúe intacto y próspero, coetáneo entre el cielo y la tierra». Antes de ascender al trono, se dice que ganó una victoria decisiva cuando un pájaro dorado descendió de los cielos y se posó en su arco, deslumbrando a sus enemigos. Su reinado se extendió hasta el año 585 a. C. (S.C.)
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