Su debut oficial tuvo lugar hace medio siglo, el 1 de marzo de 1969. Desde entonces, cumplió 20.000 compromisos públicos en todo el mundo, consagrándose como la persona más trabajadora de la monarquía británica.
La princesa Ana de Gran Bretaña, única hija mujer de la reina Isabel II y el príncipe Felipe, se consagra como la persona más trabajadora de la familia real británica: ha cumplido con 20.000 compromisos oficiales en el escenario mundial en los últimos 50 años. Su debut oficial tuvo lugar hace medio siglo, el 1 de marzo de 1969, el día de San David, cuando entregó puerros a los guardias galeses en el campamento Pirbright en Surrey.
Desde entonces la princesa nunca se detuvo, realizando hasta cinco compromisos por día y acumulando más de 400 por año, muchos en nombre de las 340 organizaciones benéficas y causas de las cuales ella es presidente, patrocinadora o miembro. La Princesa Real trabajó 180 días separados en 2018, diez más que su hermano menor, el príncipe Eduardo; representa a más de 340 organizaciones benéficas y desempeña funciones presidenciales para muchos de ellos, incluida su amada Asociación de Olimpiadas, por la cual ha representado a Gran Bretaña en divertos eventos internacionales.


Siempre cerca de la cima del ranking anual de compromisos realizados por miembros de la Casa de Windsor, Ana ha trabajado sin descanso por causas en Gran Bretaña y en el extranjero”, dijo su biógrafo, el periodista Brian Hoey. “Ella mantiene el sentido de formalidad del Viejo Mundo: presencie la reverencia que le dio al rey Abdullah de Jordania la semana pasada, mientras que se convirtió en el modernizador más dispuesto de la Familia Real. Si los miembros de la realeza más jóvenes y los nuevos reclutas de La Firma [como denominan a la familia real] necesitan un modelo a seguir, entonces no hay nadie mejor”. Como recuerda el Daily Mail, la princesa dijo una vez: «No veo ningún sentido sentarme y no hacer nada«.
Pese a que nunca alcanzó la popularidad de la princesa Diana o de las duquesas de Cambridge y Sussex, Ana, conocida por su carácter irritante y serio, eclipsa al resto de la familia real con su dedicación a los deberes públicos. La autora real Marcia Moody, en su libro de 2013 «Kate: una biografía», escribe: «La princesa Ana empezó su carrera en los deberes reales cuando tenía 18 años. Carlos tenía 28 años cuando estuvo en la universidad y completó su entrenamiento militar, mientras el príncipe Guillermo no asumió deberes oficiales hasta los 35 años«. En contraste, la princesa Ana se convirtió en una “royal a tiempo completo” tan pronto como cumplió los 18 años.


El rango de intereses de la princesa Ana es impresionante: desde Océanos Accesibles (que tiene como objetivo facilitar a los discapacitados en el agua), el Acid Survivors Trust (para acabar con la violencia de quemaduras y ácidos a nivel mundial) y Animal Health Trust (organización conservacionista), hasta Women en la Royal Navy (de los cuales ella es Almirante, Comandante en Jefe), Riding for the Disabled y Butler Trust, una organización que premia los altos estándares en el trabajo penitenciario. «Debido a que ella es quien es, nunca pide ningún agradecimiento o alabanza, pero ha desempeñado un papel notable en todo esto y es completamente desconocida y en gran parte no agradecida«, dice Moody.
Desde 1969 la hija de la reina Isabel ha viajado por el mundo como miembro de la familia real (en representación de la Corona) y en nombre de sus organizaciones; entre sus viajes recientes se encuentran Bangladesh, Sierra Leona, Mozambique, Etiopía y Bosnia, donde se reunió con presidentes y primeros ministros hasta algunas de las personas más vulnerables de esas sociedades. En ese contexto, es quizás mejor conocida por su trabajo con Save the Children, una organización benéfica que vela por el bienestar de los niños del Tercer Mundo, en la que se convirtió en presidenta en 1970, un papel que desempeñó hasta 2016, cuando aceptó la posición de patrocinadora en sucesión con su madre.


“Su credo es ayudar a los necesitados, sin importar quiénes sean o de dónde vengan”, afirma el biógrafo. “Pueden ser refugiados de países devastados por la guerra civil, como Yemen, países controlados por marxistas, huérfanos en cualquiera de los estados de un solo partido de África o madres jóvenes en la India y Bangladesh. No le hace ninguna diferencia. La princesa nunca se involucra en ninguno de los problemas políticos”. El periodista recordó lo que dijo Ana después de una gira por África: “No vengo aquí en busca de problemas. Vengo a ver si puedo ayudar”. En 1990, el presidente Kenneth Kaunda de Zambia quedó tan impresionado con su trabajo que nominó a la princesa para el Premio Nobel de la Paz.
La princesa Ana fue, además, el primer miembro de la familia real británica en ganar un importante título deportivo internacional cuando se convirtió en campeona europea de eventos de tres días en 1971; fue la primera integrante de la realeza en ser votada como la Personalidad Deportiva del Año de la BBC, y luego compitió en los Juegos Olímpicos como miembro del equipo ecuestre británico en Montreal en 1976. También fue la primera persona real en usar una minifalda y tiene la distinción más dudosa de ser la primera hija de un soberano reinante que se divorció.


Como la única hija de la reina Isabel, Ana nació princesa, pero renunció a los títulos de nobleza que su madre pensaba otorgarle tras su primer matrimonio en 1973, con el teniente Mark Phillips, definido por sus admiradoras como “un dios a caballo”, jinete de singular calidad, ganador de medallas olímpicas y la admiración de muchas chicas. Ana rechazó cualquier tipo de tratamiento distinto para sus dos hijos, Peter y Zara Phillips, a quienes educó sencillamente pese a que, en los años 80 y 90, los medios compararon su aparente frialdad con la calidez que demostraba públicamente su cuñada, la princesa Diana, hacia sus hijos Guillermo y Harry.
Fría, distante, dura, agresiva, trabajadora, Ana confía más en los caballos que en la raza humana y nunca hizo el menor esfuerzo por cambiar su imagen pública. Sin embargo, el “patito feo” de la familia real se convirtió en un cisne, en la princesa trabajadora. En una ocasión, en respuesta a un comentario sobre su supuesta falta de instinto maternal, la princesa real dijo atinadamente una frase que resume su estilo de vida: «No te tienen que gustar especialmente los niños para querer darles una oportunidad decente en la vida». (S.C.)
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