Se cuenta que en 1905 Alfonso XIII viajó a Londres con el objetivo de pedirle su mano cuando conoció a una prima de la princesa, Victoria Eugenia de Battenberg, con quien se casó finalmente.
Exactamente hace 100 años, el 27 de febrero de 1919, se celebró en Londres una boda largamente esperada: la de la princesa Patricia de Connaught -nieta de la reina Victoria de Inglaterra- con el comandante Alexander Ramsay, hijo del Conde de Dalhousie. La cuestión del matrimonio de Patricia fue objeto de mucha especulación, ya que era considerada una de las princesas reales más bellas de su generación.
El gran duque de Mecklenburg-Strelitz, el hermano del zar de Rusia y el príncipe heredero de Portugal pretendieron casarse con esta princesa, que prefirió no casarse por motivos dinásticos esperar la llegada del amor. Lo más probable, sin embargo, es que el padre de la princesa, el duque de Connaught, no considerara a ninguno de los candidatos a la altura de su hija.

La boda real fue la primera celebró en la Abadía de Westminster en más de 600 años, estableciéndose una costumbre que se mantuvo hasta nuestro siglo. Otra de las tradiciones rotas por Patricia fue la de renunciar al uso de su título de princesa, convirtiéndose desde su boda en Lady Patricia Ramsay. Sin embargo, se recuerda mayormente a la princesa Patricia por casi haberse convertido en reina de España.
Patricia fue mencionada reiteradas veces como posible esposa del rey Alfonso XIII de España. De hecho, en 1903 diario español “ABC” hizo una encuesta popular en la que se preguntaba “¿Quién será la futura reina de España?” y adjuntaba retratos y datos biográficos de varias princesas solteras y en edad de casarse.
La lista incluía a Patricia de Connaught y otras tres princesas inglesas -Victoria Eugenia de Battenberg, Beatriz de Sajonia-Coburgo y su hermana, Margarita-, la princesa francesa Luisa de Orleáns y princesas alemanas, como Victoria Luisa, hija del káiser alemán, Wiltrude de Baviera, Olga de Hannover y Maria Antonia de Mecklemburg.

La encuesta se hizo inesperadamente popular y los madrileños compraban las boletas de votaciones en las tiendas, oficinas del gobierno, clubes, cafés y hasta en los más humildes almacenes. A Alfonso XIII el asunto le parecía tan divertido que, cuando iba a desayunar, tomaba el periódico del día y se preguntaba: «¿Hoy con qué princesa me casan los periódicos?»
En círculos cortesanos y sociales, la principal candidata era Patricia, y los rumores crecieron durante el viaje de rey a Londres en junio de 1905. La que era nieta de la gran reina-emperatriz Victoria y descendiente de los zares de Rusia era una princesa absolutamente apropiada para ser entronizada soberana española. En 1904 había visitado Andalucía y se rumoreaba que quería convertirse al catolicismo.
La única persona que se oponía a una boda británica era la reina madre, María Cristina de Habsburgo, que prefería que su hijo se casara con una princesa católica de una familia real “tradicional”, y no se le ocurría nada mejor que su propia familia austriaca. Alfonso, sin embargo, ignoraba su deseo: “Me casaré con una princesa que me guste y con nadie más. Quiero amar a mi mujer”, dijo en una de sus primeras decisiones como monarca.
Enamorado de un retrato

«La admiración del joven monarca por la princesa Victoria presta un interés romántico a esta visita», decía el ABC en vísperas de la visita de Alfonso XIII a la corte británica. “Antes de ahora no había visto nunca a esta princesa, pero hace varios meses y después de ver un retrato suyo, expresó un gran interés por conocer el original, y dícese que desde entonces ha llevado la fotografía de la princesa en el bolsillo del pecho«.
«Es sabido que el rey siente una gran estimación por el duque de Connaught, y es muy posible que el viaje del soberano español tenga por principal objeto ligarse con vínculos más estrechos que los de la política a la nación británica. La princesa le será presentada en la recepción del Guildhall, y es probable que en la comida que ofrecerán los duques de Connaught a Don Alfonso, tenga éste ocasión de conversar a sus anchas con la alcurniada joven, cuyo retrato admira tanto».

El rey Alfonso, entonces de 19 años, permaneció siete días en Londres de fiesta en fiesta, como huésped del rey Eduardo VII en el palacio de Buckingham. Allí tuvo la oportunidad de conocer a Patricia de Connaught, sobrina del rey inglés, a quien todos soñaban con ver convertida en reina de España, pero la historia dio un giro inesperado en una recepción.
Cuando le fueron presentadas todas las princesas solteras de la corte británica, Alfonso XIII se fijó en la que menos chances tenía. Se trataba de una jovencita de dieciocho años llamada Ena, princesa de Battenberg, la menor de las nietas de la reina Victoria. Incapaz de recordar su nombre, Alfonso pidió que se invitara nuevamente a «aquella princesa de cabellos claros» y, de repente, olvidó a Patricia.
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