Ella es un ejemplo impresionante de humildad mental para todo el mundo”, escribió más tarde Alexánder Pushkin, uno de los más grandes poetas rusos.
La esposa del zar Pablo I de Rusia y nuera de Catalina la Grande, la emperatriz María Feodorovna, se hizo famosa por sus esfuerzos caritativos. A finales del siglo XVIII dirigió varias organizaciones benéficas, que acabaron unidas. Después de su muerte tomaron el nombre de Oficina de las Instituciones de la emperatriz María.
La esposa del zar Pablo I de Rusia y nuera de Catalina la Grande, la emperatriz María Feodorovna, se hizo famosa por sus esfuerzos caritativos. A finales del siglo XVIII dirigió varias organizaciones benéficas, que acabaron unidas. Después de su muerte tomaron el nombre de Oficina de las Instituciones de la emperatriz María.
La emperatriz, nacida como la princesa Sofía Dorotea de Württemberg, consiguió recaudar muchos fondos para las instituciones bajo su administración. También reformó los orfanatos de Moscú y San Petersburgo. Eran conocidos por sus altas tasas de mortalidad y, a menudo, se les llamaba “fábricas de ángeles”.
La zarina limitó a 500 el número de niños en cada orfanato, mientras que el resto fueron enviados a familias confiables de campesinos, en un sistema administrado por el Estado. Se cree que la mortalidad infantil disminuyó gracias a ella.
Creó una serie de colegios para niñas en todo el país en un momento en que la educación de las mujeres no se consideraba una prioridad. Cerca del final de su vida fundó talleres que más tarde se llegaron a convertirse en la universidad técnica más antigua y más grande de Rusia: la Escuela Bauman. También organizó escuelas para discapacitados físicos, las primeras del país.
Parecía tener mucho carácter y cada día empezaba con una ducha fría, una oración y un café fuerte. El resto del día lo dedicaba a los que estaban bajo su cuidado. “No ha habido persona alguna en la historia que pueda compararse con la difunta emperatriz. … Ella es un ejemplo impresionante de humildad mental para todo el mundo”, escribió más tarde Alexánder Pushkin, uno de los más grandes poetas rusos.