El príncipe de Gales y su esposa harán una visita oficial el 24 de marzo para reunirse con el líder comunista, Miguel Díaz-Canel.
«A juzgar por lo que sabemos hasta ahora, la visita será un golpe propagandístico para la dictadura más antigua y obsoleta de América Latina», escribió el prestigioso periodista y analista internacional Walter Oppenheimer en el diario Nuevo Herald de Miami después de que la casa real británica anunciara la visita del príncipe Carlos a Cuba en compañ{ía de su esposa, la duquesa de Cornualles. Según se informó, el viaje será en marzo, y los herederos del trono esperan reunirse con el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, visitar granjas de comida orgánica, ir a un estudio de música y reunirse con dueños de automóviles antiguos británicos. El periodista destaca, sin embargo, que el príncipe «no tiene planes, que se sepan, de reunirse con disidentes o familiares de presos políticos».
«Aparte del hecho de que tanto Carlos como Díaz-Canel heredaron sus cargos y son considerados por muchos de sus compatriotas como parásitos que viven del Estado, es difícil ver cuáles son los vínculos que supuestamente unen a los dos países», escribe el periodista. «Gran Bretaña es una democracia. Cuba es una dictadura que no ha permitido una elección libre en 60 años, prohíbe por ley que exista ningún partido político independiente y no autoriza el funcionamiento de un solo periódico, radio o estación de televisión no gubernamental».
El analista afirma que la visita del príncipe y la duquesa a Cuba es «contradictoria» porque el gobierno británico, liderado por Theresa May, reconoció oficialmente como presidente interino de Venezuela a Juan Guaidó y rechazó la dictadura de Nicolás Maduro, aliado de Cuba. «Teniendo en cuenta que los viajes de la familia real generalmente son organizados por la Oficina de Asuntos Exteriores del Reino Unido, es difícil entender la lógica de Gran Bretaña de romper relaciones con la dictadura de Maduro, que lleva seis años, mientras busca mejorar las relaciones con la dictadura de Cuba, que lleva seis décadas», analiza.
«Para que no haya malos entendidos, no me opongo a que los jefes de Estado o miembros de la familia real visiten Cuba, siempre y cuando —además de reunirse con funcionarios del régimen— hablen públicamente sobre los abusos de derechos humanos y civiles en la isla», explica Oppenheimer. «Cuando el ex presidente Barack Obama anunció su apertura comercial a Cuba en 2014, apoyé cautelosamente su plan siempre y cuando cumpliera con su promesa de simultáneamente aumentar las presiones públicas para una apertura política en la isla».
«Lo mismo debería esperarse del Príncipe Carlos», exige el periodista. «El Príncipe de Gales debería por ejemplo reunirse con el activista opositor José Daniel Ferrer, de la misma manera en que los jefes de Estado se reúnen con funcionarios de gobierno y líderes de la oposición cuando visitan otros países». «Si no planean hacer nada de eso, como lo sospecho», sentencia Oppenheimer, «deberían cancelar su visita a Cuba. Enviaría el mensaje equivocado, y sería un soberano papelón de la familia real».