Víctima de los caprichos de Hassan II, el único viaje de la monarca británica a Marruecos estuvo marcado por errores y contratiempos.
El príncipe Harry de Inglaterra y su esposa Meghan, duquesa de Sussex, inician este 23 de febrero una gira oficial de tres días de duración a Marruecos. Se trata de la primera visita real británica que la monarquía del Norte africano recibe desde que en 1980 la reina Isabel II protagonizara lo que los cronistas llamaron entonces “la gira al infierno”.
Experimentando una serie de eventos desafortunados, Isabel II sufrió una larga espera en una sofocante tienda en el desierto mientras el entonces rey marroquí, Hassan II, desapareció y se fue a descansar en su caravana con aire acondicionado. «Fue una visita de estado única, ya que nada de lo que se había arreglado previamente se realizó según lo acordado», dijo un funcionario extranjero que estaba en el viaje al biógrafo real Robert Hardman: “Si algo tuvo lugar en el momento en que se organizó, tuvo lugar en un lugar diferente, probablemente a varios cientos de kilómetros de distancia”.


Las giras reales al país del norte de África, han resultado ser un desafío a lo largo de las décadas para la familia real británica. La hermana de la reina, la fallecida princesa Margarita, dijo una vez: «Ir a Marruecos es más bien como ser secuestrado, nunca se sabe a dónde vas ni cuándo». Los informes de los periódicos explicaban entonces que la reina estaba «claramente muy enojada», mostrando signos de disgusto al moverse con su bolso y sombrero, y golpearse el pie. Cuando volvió a desaparecer, la reina se encogió de hombros, resignada.
El autócrata Hassan II, que gobernó desde 1961 hasta 1999 y vivió como un sultán moderno, era un hombre extremadamente paranoico, ya que sobrevivió a dos intentos de asesinato (en 1971 y 1972), por lo que fue deliberadamente errático en sus movimientos: cambiaba de transporte sin previo aviso, cancelaba audiencias o viajaba intempestivamente volviendo locos a sus cortesanos, que actuaban con total servilismo. Así, obligó a la reina a cambiar de automóviles siete veces en el viaje de Marrakech a las estribaciones de las montañas Atlas, cubiertas de nieve durante el viaje en octubre de 1980.


«El rey Hassan II de Marruecos … podría abalanzarse sobre usted en cualquier momento«, dijo la misma fuente, insistiendo en que los almuerzos se trasladaron de un palacio a otro en cualquier momento o que nunca tuvieron lugar. Los horarios de la agenda se desordenó y los lugares se cambiaron entre los numerosos palacios reales sin previo aviso. En un momento dado, la reina llegó con todas las vestimentas para el banquete estatal del rey y descubrió que el palacio elegido estaba cerrado y que el rey no estaba allí. La dejaron esperando casi una hora para que llegara su anfitrión y el secretario privado del duque de Edimburgo logró que se le pasara un martini seco a la reina a través de la ventanilla de su automóvil.
En otra ocasión, la monarca reprendió al rey Hassan II por culpar a su entonces secretario privado asistente Robert Fellowes por un almuerzo tardío -le dijo: «Le agradeceré que no hable así a mi personal«- y también lo rechazó cuando intentó cancelar una visita a un centro para discapacitados Leonard Cheshire, financiado con fondos británicos, y trató de llevarla de vuelta a uno de sus palacios. «En ese caso, puedes detener el auto y me voy con mi gente de seguridad«, le dijo. Isabel siguió adelante con el compromiso por su cuenta y Hassan II volvió a su palacio.

La reina mostró en Marruecos que su paciencia y su temple son indestructibles. En su banquete de despedida, fue sometida al mismo destrato. «El ministro de la Corte se presentó y dijo que el rey agradecería que el banquete pudiera posponerse por unas horas«, dijo el ex secretario de Relaciones Exteriores británico, Lord Hurd, que estaba con la reina en su visita. La reina de Inglaterra volvió a negarse a retrasar la cena y respondió diciendo: «Comprenderé perfectamente si Su Majestad llega tarde», y comenzó a cenar.
Hassan II llegó tarde a la cena acompañado por varios esclavos negros que portaban baúles repletos de joyas como regalo de disculpas, presente ante el que la reina respondió sin emoción alguna. De regreso a su país, envió una irónica carta al rey agradeciéndole por su hospitalidad: «Nos ha conmovido especialmente la forma en que su Majestad se interesó tanto por nuestras actividades».
Anécdotas hilarantes con otros dignatarios extranjeros y miembros de la realeza también se han revelado a lo largo de los años. En 1978, la reina se escondió en el jardín del Palacio de Buckingham para evitar al sanguinario dictador rumano Nicolae Ceausescu, que estaba de viaje en ese momento y pretendía visitarla. También aterrorizó al ex rey de Arabia Saudita, el rey Abdullah , en 2003 cuando visitó la residencia real escocesa: la reina condujo al monarca a toda velocidad en su Land Rover, algo a lo que el hombre no estaba acostumbrado, ya que las mujeres no podían conducir en Arabia Saudita en ese momento y el viaje lo dejó aterrorizado.