El emperador Hirohito de Japón, póstumamente conocido como el emperador Showa, estaba «intranquilo» con la deriva de Japón hacia la guerra en las décadas de 1930 y 1940, pero no pudo alterar el curso de los acontecimientos, según una evaluación del gobierno británico desclasificada tras la muerte del emperador en enero de 1989. El debate sobre la medida en que el emperador Showa fue culpable de la guerra de Japón es un debate que continúa, y algunos críticos afirman que fue cómplice de las atrocidades.
Escribiendo unas semanas después de la muerte del emperador en 1989, John Whitehead, embajador de Gran Bretaña en Japón, declaró: «Un hombre de personalidad más fuerte que Hirohito podría haber intentado más enérgicamente controlar la creciente influencia de los militares en la política japonesa y la deriva de Japón hacia la guerra con los poderes occidentales«. La evidencia sugiere que Hirohito se sentía incómodo con la dirección de la política japonesa.
«El consenso de quienes han estudiado los documentos de la época es que Hirohito fue consecuente al intentar usar su influencia personal para inducir a la cautela y moderar e incluso obstaculizar el creciente ímpetu hacia la guerra«, dijo Whitehead. Pero el embajador escribió que, en última instancia, el emperador era «impotente» y cualquier comparación con Hitler es «ridículamente amplia». El despacho, enviado al entonces secretario de Relaciones Exteriores, Geoffrey Howe, fue desclasificado en los Archivos Nacionales de Londres esta semana, al cumplirse 29 años de la muerte del último emperador divino de Japón.
Hirohito fue descrito en la carta como «inadecuado» por su personalidad y temperamento para el papel de emperador. El embajador sostiene que el emperador intentó influir en los altos mandos militares japoneses de una manera indirecta, y dice que uno de sus mayores logros fue asegurar la rendición de Japón en 1945, así como la represión de un golpe en 1936. Sin embargo, Whitehead escribió que había una posibilidad real de que si el emperador era demasiado insistente en sus puntos de vista, podría haber sido completamente aislado o reemplazado por un miembro más dócil de la familia real.
Whitehead explica que aunque el emperador fue considerado «sagrado» y todopoderoso en la Constitución de Japón anterior a la guerra, su poder estaba limitado por ministros y militares y su puesto corría peligro. Su hermano, el príncipe Chichibu, había sido visto como potencial remplazo. Después de la Segunda Guerra Mundial, los poderes formales del Emperador de Japón se redujeron enormemente y el embajador cree que la «humildad» que mostró fue fundamental para que los japoneses aceptaran el nuevo marco constitucional y la Ocupación Aliada.
Hirohito abogó en en las siguientes décadas de su reinado por la rehabilitación internacional de Japón realizando numerosos viajes de Estado de alto nivel, incluidas visitas a Washington y Londres. En los documentos, Whitehead notó que los japoneses -particularmente los jóvenes- mostraron una creciente indiferencia hacia el emperador en los años 80, porque el «Tenno» era un anciano y ya no desempeñaba un papel tan central en la vida política japonesa.