Nicholas Medforth-Mills: el príncipe «encantado» es la última esperanza de los monárquicos rumanos


Por Darío Silva D’Andrea / @dariosilvad

Nicholas Medforth-Mills, de 32 años, era un príncipe real y un príncipe azul para los monárquicos de Rumania, que forman un frente numeroso y sólido. El pasado sábado asistió el sábado al funeral de su abuelo, el rey Miguel I de Rumania, y todas las miradas estaban estaban puestos en él y en su bonita novia, la periodista Alina-Maria Binder. La pareja es muy popular y ha sido considerada como la versión rumana del príncipe Harry de Inglaterra y Meghan Markle. Lo que tienen en común ambas parejas es que se casarán en 2018.

Nicholas era un niño de unos 8 años cuando acompañó a su abuelo en su triunfal regreso a Rumania, después de cuatro décadas. Miguel, primo de la reina Isabel II de Inglaterra, condujo a Rumania a través de la Segunda Guerra Mundial, se enfrentó al fascismo y dio la espalda al nazismo, pero perdió su trono cuando el régimen comunista lo amenazó con provocar un baño de sangre si no abdicaba, hace 70 años.

Rumania, desde la caída y ejecución del dictador comunista Nicolae Ceacescu, hoy es una república y no tienen una monarquía constitucional, pero la familia real continúa existiendo y cumple funciones públicas, reside en palacios, mantiene el patrimonio nacional y tiene un presupuesto estatal.

Nicholas con su prometida, Alina-Maria Binder.

Miguel se casó en 1948 con la princesa católica Ana, descendiente de la dinastía Borbón y de los reyes de Dinamarca, quien le dio cinco hijas mujeres. A causa de la falta de hijos varones, Miguel I tomó las riendas de la casa real y eliminó la prohibición de que las mujeres puedan reinar, por lo que su hija mayor, Margarita, se convirtió en Princesa Heredera. En 2015, Miguel dejó en manos de su hija la jefatura de la dinastía y ella asumió el título de «Custodia de la Corona».

Ahora, al morir su padre, Margarita es la jefa dinástica y tiene el tratamiento que corresponde a una reina: «Su Majestad».

Otro de los cambios que hizo el rey Miguel fue permitir la sucesión de sus nietos, especialmente la de Nicholas, su favorito, que se convirtió en el tercero en la línea del trono rumano después de Margarita y de su madre, la princesa Elena. Nacido en 1982, Nicholas se mudó a Inglaterra a los cinco años y se educó en Argyle House School y Royal Holloway, Universidad de Londres. A principios de los años 90, el niño acompañó a su abuelo a Rumania y vio cómo las masas lo aclamaban. Desde entonces, el niño se convirtió en la esperanza de la monarquía rumana.

Apenas puso un pie en Rumania, los rumanos lo adoptaron. Nicholas aprendió a hablar a la perfección el idioma y recorrió con su abuelo ciudades, pueblos y aldeas para conocer la situación de los rumanos después de la feroz dictadura comunista. Desde entonces, el joven ha estado inmerso en un proceso de aprendizaje a marchas forzadas para asumir algún día la jefatura de la Casa. Bien asesorado por expertos en comunicación política, Nicholas se involucró en numerosos proyectos de carácter humanitario y benéfico, recorriendo Rumanía para darse a conocer y asistiendo a cada vez más actos públicos en representación de su abuelo.

Nicholas Medforth-Mills

Sin embargo, todo acabó en 2015. En un decreto real cuya legitimidad Nicholas cuestiona, su abuelo Miguel -entonces bajo tratamiento por leucemia en Suiza- le despojó de su título de príncipe y lo quitó de la línea sucesoria. Nicholas ya no sería rey de Rumania si el país se convertía en una monarquía.

¿La razón? Nicholas habría tenido un hijo con una mujer rumana, su secretaria Nicoleta Cirjan, sin reconocerlo. El joven admitió el hecho en noviembre de este año, alegando que la madre del bebé, una niña llamada Iris Anna, no quiere colaborar para que él la reconozca.

La familia real y la sociedad rumana de estos tiempos necesitarán un dirigente bajo el signo de la modestia, bien equilibrado, con firmes principios morales y que siempre piense en el servicio a los demás«, dijo su abuelo.

La casa real rumana prohibió a Nicholas participar en compromisos públicos y en actividades oficiales en las que el gobierno rumano incluye a la familia real. «No puedo entender cómo y con qué autoridad«, dijo Nicholas, «(…) se puede prohibir que una persona se presente en público. Tal vez la idea de mi aparición en público hubiera abierto los ojos de la gente a los juegos entre bastidores que tenían que permanecer en secreto».

De príncipe a plebeyo (otra vez)

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Foto: Claudiu Dumitrescu

La noticia cayó como una bomba para los rumanos, ya que Nicholas se había vuelto muy popular, especialmente entre la juventud, al participar de diferentes proyectos deportivos, solidarios y culturales en el país. Pero esta popularidad se habría vuelto en su contra, y los especialistas en los asuntos dinásticos de Rumania afirman que otros miembros de la familia real estuvieron celosos de la fama de Nicholas y el cariño que los rumanos sienten hacia él.

Nicholas no tuvo oportunidad de despedirse de su abuelo, fallecido el 5 de diciembre. Mientras el anciano exmonarca agonizaba en su casa de Aubonne, Suiza, la familia del rey le prohibió la entrada y estalló el escándalo. Su propia madre, Elena, acusó a Nicholas de no respetar «la privacidad, el sufrimiento y la dignidad» del rey Miguel después de que tratara de ingresar por la fuerza a la casa para decir adiós a su abuelo. La casa real hizo la denuncia ante la policía suiza por haber maltratado física y verbalmente a tres miembros del personal.

Según la princesa Elena, el rey Miguel despojó a su nieto de la sucesión al trono porque «no tiene las cualidades necesarias para asumir un puesto en la casa real de Rumania«. Refiriéndose a los intentos de Nicholas por ver personalmente a su abuelo en Suiza, Elena dijo: «Las acciones de Nicholas en los últimos días son errores moralmente graves. Mi hijo ha demostrado desprecio por Rumania, su gente y los principios de la casa real«. Allí comenzó una verdadera batalla fraticida en la que Nicholas acusó a sus familiares de hacer «todo lo posible para evitar que viera a mi abuelo y desacreditara mi nombre«.

Algunos medios rumanos afirman que Medforth-Mills podría llegar a los tribunales para recuperar su título y sus derechos. “De acuerdo con la declaración hecha por su abogado, Radu Enache, Nicholas está dispuesto a ir a la corte y luchar por lo que le pertenece, sobre todo porque nunca se le explicó por qué fue excluido de la familia real y de la línea de sucesión al trono”, explica el periódico online Ziarul de Iasi.

«El decreto de remoción no fue comunicado a él en su forma original«, dijo el abogado Enache. «Nicholas no firmó la declaración de aceptación de su eliminación de la sucesión. Lo que hacen no es digno de la Casa Real. Esto se hace en otros estratos sociales, pero Nicholas está dispuesto a reclamar lo que realmente le pertenece«. Según el abogado, Nicholas comparecerá ante el tribunal en enero para reclamar su derecho al trono. 

Un hombre intrigante y ambicioso

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Radu Duda. Foto: Claudiu Dumitrescu

Si los rumores sobre la existencia de «celos» en el seno de la familia real son ciertos, solo resta conocer el rostro de quien considera a Nicholas como un rival. Muchos apuntan al príncipe Radu, un antiguo actor rumano con amplias ambiciones políticas, que en 2009 lanzó su candidatura a las elecciones presidenciales para luego bajarse por falta de apoyo del pueblo y de los medios de comunicación.

Radu Duda está casado desde 1996 con la princesa Margarita y es la «eminencia gris» de la casa real, quien controla la agenda, el patrimonio, el presupuesto, el protocolo y se encarga de mantener el vínculo entre la familia real y el establishment político. En fin, todo.

El consorte, con un pasado como actor mediocre en televisión y teatro (y, según algunos, agente secreto al servicio de Ceaucescu en los años 80), tiene fama de ser extremadamente ambicioso y de no conformarse con el papel de segundón.

Los muchos críticos que cosechó Radu Duda en las últimas décadas creen que sus ambiciones llegan al punto de aspirar a ser él el auténtico rey algún día, un rey rumano de sangre rumana y nacido suelo rumano. Sin embargo, le falta algo importante para un rey que desea fundar una dinastía: hijos. Un sobrino debería ser el heredero.

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Margarita de Rumania. Foto: Claudiu Dumitrescu

Los funerales del rey, uno de los últimos jefes de Estado de la Segunda Guerra Mundial, sirvieron para unir a los rumanos y especialmente a la familia real. Para empezar, se permitió la presencia de la exprincesa Irina, una de las hijas de Miguel casada con un norteamericano. Hace varios años, Irina y su marido fueron detenidos y juzgados por organizar peleas ilegales de gallos y el rey le quitó su título y su derecho sucesorio a causa de esta conducta.

La falta de antecedentes libró a la princesa de ingresar en prisión, pero el suceso fue una vergüenza que ensombreció los últimos años de vida de Miguel I.

Irina fue vetada en el funeral de su madre, en agosto de 2016, pero esta vez se la invitó a despedir a su padre porque la casa real creyó conveniente -con razón- que es necesario mostrar a los rumanos que tienen una familia real unida. Es por esta razón que también se dejaron de lado las rencillas con Nicholas Medforth-Mills y lo invitaron a participar de los funerales junto a la familia, aunque en ningún momento la televisión los mostró unidos.

Las lágrimas del expríncipe conmovieron a los rumanos una vez más pero la llama monárquica parece apagarse. La princesa Margarita es una mujer responsable, seria, recta y muy culta, y a pesar de los casi treinta años que lleva trabajando en Rumania no consiguió ganarse por completo el aprecio de los rumanos, especialmente por su acento extranjero y, aún más importante, el hombre con quien se casó, Radu Duda.

La esperanza monárquica se muere

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Elena de Rumania, madre de Nicholas.

El hombre con quien se casó Margarita, que camina un paso detrás de ella, es el miembro más influyente del «Consejo de la Corona», encargado de asesorar antes al rey Miguel y ahora a la princesa Margarita. El príncipe Radu fue uno de los hombres que firmó el decreto que quitaba a su sobrino su título y su derecho al trono, y es apuntado por los rumanos como el artífice de este desplazamiento por celos.

Desde 2015, muchos rumanos creen que el trabajo realizado por el rey Miguel durante estas décadas para consolidar su prestigio y ofrecer a los rumanos la imagen de la Corona como símbolo de estabilidad y futuro, podría haberse venido abajo tras ‘destronar’ a su nieto. Nadie en Rumania cree que la princesa Elena de verdad haya dicho que su hijo «no tiene las cualidades necesarias para asumir un puesto en la casa real«.

Las webs monárquicas rumanas se llenaron de comentarios de decepción por lo ocurrido y aún hoy se oyen voces contrarias a la decisión en las redes sociales. Aureliano Paal, presidente del Club Monarhistilor, que trabaja incansablemente por la restauración de la monarquía en Rumanía, fue tajante en su opinión: «El futuro de la Monarquía está en juego tras esta decisión que pone en cuestión la credibilidad de la Corona«.

La muerte del rey Miguel abrió un nuevo camino dinástico. Nicholas es rumano, habla rumano a la perfección, es un joven atractivo, se va a casar y en el futuro tendrá hijos. Pero si la casa real mantiene el «exilio» de Nicholas, posiblemente la causa monárquica pierda crédito y el apoyo popular que necesita. Los observadores reales dicen que es probable que la relevancia de la familia real rumana desaparezca después del entierro del rey Miguel, ya que sus hijas tienen muy poca reputación pública.-

 

(Imagen destacada, gentileza de Claudiu Dumitrescu)