
La última producción de Hollywood sobre el Vaticano, “The Young Pope”, refleja la vida de un hombre hambriento de poder ocupando uno de los puestos más importantes e intrigantes del mundo. El actor Jude Law, de 44 años, interpreta a un cardenal totalmente ficticio, totalmente escandaloso, que es elegido como el Papa “Pío XIII” en la nueva serie de Paolo Sorrentino emitida por HBO y por FOX . La serie se centra mucho en la atención a la juventud de este Papa, pero como suele suceder, la historia real supera a la ficción.
Hace poco más de 1.000 años, existió Juan XII, que ocupó el trono petrino a finales del siglo X y es hasta ahora el Papa más joven de la historia. Giovanni Ottaviano de Tusculum era un adolescente de apenas diecisiete años cuando fue coronado y no dudó en llevar una vida tan desenfrenada como le fuera posible. Los tesoros del Vaticano así se lo permitían. Con total impunidad, el niño convirtió su residencia de Letrán en escenario de excesos y de orgías con prostitutas, eunucos y esclavos, entre quienes se movía a sus anchas, brindando por los amores del diablo o jurando por Venus. La historia real hace que los escándalos protagonizados por el ficticio “Pío XIII” en la serie seran absolutamente inocentes.
“Ha habido Papas desagradables, pero ciertamente fue Juan XII el que tuvo peor reputación”, dijo Ken Pennington, profesor de la Universidad Católica de América, a la revista TIME.

Parece que Juan XII había heredado el intenso deseo sexual que caracterizó la vida de su abuela, la infame Marozia de Spoletto, una prostituta que llegó a convertirse en amante, hija, madre, abuela, tía, bisabuela… de papas.
Según Liutpandro de Cremona, “cuando se inició su papado, monasterios enteros dedicaron días y noches a orar por su pronto fallecimiento”. Se decía que tenía relaciones incestuosas con su madre y hermanas, que había convertido el palacio de Letrán en un burdel privado, que le gustaban también los jóvenes musculosos y a las mujeres se les advertís sobre ir a misa: podía ser violadas por Su Santidad: “Las mujeres temen venir a la iglesia de los santos apóstoles pues han oído que hace poco Juan XII llevó por la fuerza a varias mujeres peregrinas a su cama, casadas, viudas y vírgenes indistintamente”, escribió un cronista.
También corrían horribles rumores de crímenes sangrientos cometidos por Juan XII, como el haber arrancado los ojos a un sacerdote que le disgustaba o haber castrado a un cardenal, provocándole la muerte. Pero su fiesta, que creía eterna, duró hasta que el emperador Otón I, rey de Roma, Italia, Germania y Borgoña, se cansó y decidió llamarle la atención. Como máximo jerarca de la cristiandad, decía el emperador, el pontífice debía mantener una vida más acorde a su rango, por lo que lo depuso en el año 963. Un concilio eclesiástico se encontró a Juan XII culpable de haber “inventado pecados desconocidos desde la creación del mundo”.
Juan abandonó el trono papal pero no era ningún tonto: se llevó varios tesoros pertenecientes a la Iglesia católica, pero no tuvo mucho tiempo para disfrutar de su nueva vida. El 14 de mayo de 964, retirado de los hábitos, fue atacado de Roma por un hombre que le encestó siete puñaladas. El agresor y homicida fue detenido y confesó que lo hizo porque había encontrado a Juan violando a su joven esposa. El nuevo papa, León VIII, conocedor de la fama disoluta de su antecesor, perdonó al asesino.
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